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Sábado por la mañana.

En la pantalla del ordenador, hay la cuadrícula del juego del buscaminas y alguien muy experto va abriendo cuadritos sin tocar ninguna bomba, y el tablero se llena de números unos, y doses, y treses. Es Eva quien juega, en su casa, y Alicia y Amadeu la están espiando desde la Central de Policía de la calle Bolivia.

Hoy, Alicia Garvey tendría que haber ido al oculista para hacerse la intervención de la miopía. Se le ocurrió, inocente, que un fin de semana era buena oportunidad para hacérselo sin que la operación interfiriese en su trabajo. Pues bien: ha sido su trabajo el que ha interferido en la operación. Ha tenido que llamar al oculista y aplazarla porque su obligación, hoy, es la de estar aquí, tomando cafés con Amadeu delante de la pantalla del ordenador donde alguien, muy lejano, juega con el buscaminas.

Entretanto, Amadeu le llena la cabeza con cuestiones técnicas de los troyanos, quién son, cómo son, dónde viven, cómo operan. Que el troyano pudo entrar en el ordenador de los Codina porque no tenían antivirus ni firewall; que si los rúters ADSL llevan incorporado de fábrica un sistema de antiintrusión y no sé cuántas cosas más.

Amadeu, entretanto, no se sienta muy contrariado por estar aquí porque, si no hubiera tenido que venir, ahora estaría con la chica que conoció la noche pasada en la discoteca y, bien pensado, esto es mejor. Era una rubia teñida, feliz y espontánea que no dejaba de reír. Y eso está muy bien y enamora a primera vista y te transmite alegría y ganas de vivir durante las dos o tres horas siguientes, pero tanta risa, tanta risa, y tanta alegría, y tanto jajá y ay que me meo, y jijí y jujú, durante horas y horas, al final te ataca los nervios.

A Amadeu incluso le gusta estar aquí, enseñándole a Alicia unas nociones de informática, porque cree que Alicia sabe escuchar. Alicia le cae bien. Además, Supermask prometió que se comunicaría con Eva a las doce del mediodía. En cuanto se haya conectado y localicen quién es y dónde se esconde, ya podrá irse a comer. Amadeu piensa que a lo mejor invitará a Alicia, que seguramente no tendrá ninguna previsión para este mediodía, porque nunca se sabe cuándo acabarán estas cosas, y después podrían ir al cine, a ver una de ciencia-ficción que acaban de estrenar.

Y continúa contando todo aquello del ADSL y del módem y del rúter y unas cuantas anécdotas muy interesantes relacionadas con estos elementos.

En su casa, Eva está clavada delante del ordenador, petrificada, mordiéndose los labios y las uñas, jugando al buscaminas con insistencia y sin convicción, mucho más atenta al pie de la pantalla donde se anuncian los interlocutores del messenger con recuadros amarillos.

Entra el Nena km mgustas piernicortapiernilarga.

Los policías lo ven. Ven cómo el cursor corre a abrir la ventana para aceptar la conversación.

Dice el Nena km mgustas piernicortapiernilarga: Ola.

Ella contesta para matar el rato.

Entra el Comerroscos:

Dice el Comerroscos: Ola.

Y Eva: Ola, k tl, k aces¿?

A primera hora de la mañana, sus padres le han preguntado si quería ir con ellos a comprar al híper.

—No —ha dicho—. Qué rollo.

—Podrías aprovechar para comprarte unas bambas, aquellas que tanto te gustan...

—Que noooo.

Ahora, a las 11:55, mientras habla con el Comerroscos y con el Nena km mgustas piernicortapiernilarga, vuelven a la carga:

—Así que, ¿no te animes a venir con nosotros al híper?

—¡Que no, mama, que no, no me ralles más, porfa!

Sus padres no insisten. Hay veces que la enviarían a la mierda muy a gusto y definitivamente, que les gustaría dimitir de padres y montarse una vida de pareja sin hijos, con libertad para viajar y salir de noche y montar fiestas en casa y entregarse a una vida de caprichos sin sacrificios. Muy de vez en cuando, y con sentimiento de culpa, piensan que habrían aprovechado mucho más y mucho mejor los trece años pasados. A veces, se preguntan qué ventajas y qué recompensas comporta tener hijos.

Bueno, el caso es que ahora se quitan un peso de encima. Saben que, si van solos al híper, se ahorrarán disgustos y discusiones y malas caras. Bueno, nena, ya te apañarás, que ya eres mayorcita. Y, si se dejan caer por esa pendiente, acaban diciéndose que su mundo, el que planearon cuando se les caía la baba sobre la Eva recién nacida, se está haciendo añicos, está perdiendo todo el sentido que había tenido hasta aquel momento. Ya es absurdo conservar libros y CDs y DVDs para que los aproveche Eva cuando sea mayor. No los aprovechará porque no le interesa nada de lo que les interesa a ellos. Ahora resulta ridículo, grotesco, estúpido, haberla cuidado durante tantas horas, tantos días, tantos meses, trece años, y los consejos que le han dado, y los momentos felices que han compartido, y las experiencias que le han querido transmitir para ahorrarle malos tragos. Nada de todo eso tiene ya sentido.

Cuando piensan cosas así, Tomás y Teresa se asustan un poco de sí mismos, y se agarran de la mano y se calman el uno al otro. Y así, comprando en el híper y hablando de estas cosas, se les pasará una mañana soleada y casi calurosa de sábado.

Entretanto, Eva piensa que, algun día, en algún lugar del mundo que ahora no puede ni imaginar, dirá: «Las últimas palabras que me dijo mi madre fueron “¿no te animes a venir con nosotros al híper?” y yo le contesté “¡Que no, mama, que no, no me ralles más, porfa!”. Así terminó mi relación paternofilial.»

Entonces, salta a la pantalla el aviso de la presencia de Supermask.

El corazón de Eva pega un brinco.

Amadeu dice:

—Míralo. Ya lo tenemos aquí.

Y teclea para buscar el programa

sniffer donde habrá quedado plasmado el IP del que se acaba de conectar.

Dice Supermask: Eva.

Dice Nos: Tesperaba

Alicia se inclina por encima del hombro de Amadeu para ver mejor la pantalla. A Amadeu, eufórico de triunfo, le parece que Alicia huele muy bien.

—¿Ves? —dice él, señalando cuatro números separados por puntos que han aparecido en la pantalla—. Ya lo tenemos. Éste es el IP del pederasta.

Dice Supermask: Busca en el bolsillo delantero de tu mochila. Nada más.

Y se acabó.

Dice Nos: E

Dice Nos: E, Super

No hay respuesta.

—Ostras, que rápido —exclama Alicia, frustrada—. ¿Ya está?

—No te preocupes, que ya tengo su número —la tranquiliza Amadeu.

Eva se ha levantado de un salto y corre hacia la mochila. Mete la mano en el bolsillo delantero.

Hay un papel. Un mensaje escrito con ordenador. Arial 14, negrita, justificado en los márgebes, interlínea 1,5.

«Lee esto en el lavabo y con un encenedor.

»Sal ahora mismo, de prisa. Toma un taxi. Ve a la estación de Sants, toma el tren con destino Maçanet-Massanes que sale a las 12:43. Tienes el tiempo justo. A las 13:32 llegarás a la estación de Arenys. Apéate allí.

»Ahora, memorízalo todo, quema el papel y tira las cenizas al wáter.»

Eva, exaltada, enloquecida, obedece las instrucciones al pie de la letra, aunque son inútiles porque los señores Fabregat no estan aquí para espiarla.

Ha llegado el gran momento, tan esperado.

Pega fuego al papel. Casi se quema los dedos. Tira al wáter las cenizas negras. Libera el agua del depósito, que se lleva los restos del mensaje hacia las alcantarillas.

Eva coge la mochila que es equipaje de fugitiva y, ahora sí, en la soledad de la casa que la ha visto nacer, se permite una ojeada de despedida. Tiene una pena muy grande en el pecho, tan grande que le duele. No puede respirar bien. Ahora, le dará un infarto y se morirá. Tiene que hacer un esfuerzo para moverse. Pero ahora no puede dejar plantado a Supermask, porque Supermask siempre la ha ayudado y le ha prometido la felicidad, y ya ha quedado claro que, en esta casa y en el instituto, Eva nunca podrá encontrar la felicidad.

Adiós. Adiós, no quiere llorar.

Sale.

Cierra la porta. Ahora sí, definitivamente.

Entretanto, Amadeu ha llamado a la Telefónica para conocer la dirección del usuario del teléfono correspondiente al IP localizado.

No cuesta mucho obtenerlo.

—Mierda —dice Amadeu.

—Qué —dice Alicia.

—Pertenece a ls grandes almacenes TNolan de la zona Franca.

—¿Y eso qué quiere decir? —pregunta Alicia, adivinando cuál será la respuesta aproximada.

—Que lo tenemos crudo.

Amadeu se despide de la posibilidad de una comida y una sesión de cine con Alicia. Se les ha complicado el tema.

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