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Kent Pond » 9

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—Por si no entendéis el latín… —empezó Dan Hartwick.

—Recuerdo lo suficiente del instituto para entender esto —lo atajó Tom—. «Se ha hecho justicia». Es por haber matado a Alice, por atreverse a tocar a una de los intocables.

—Exacto —asintió Dan antes de apagar la linterna; Ray siguió su ejemplo—. También sirve de advertencia para otros. Y no fueron ellos quienes los mataron, aunque sin duda podrían haberlo hecho.

—Lo sabemos —repuso Clay—. Tomaron represalias en Gaiten después de que quemáramos su rebaño.

—En Nashua también —corroboró Ray con expresión sombría—. Recordaré aquellos gritos hasta el fin de mis días. Qué horror, joder. Y esto también —añadió al tiempo que señalaba la silueta oscura de la casa—. Hicieron que el pequeño crucificara al grande, y que el grande no se resistiera. Y después hicieron que el pequeño se cortara el cuello.

—Igual que el director —señaló Jordan, asiendo la mano de Clay.

—Es el poder de su mente —observó Ray—, y Dan cree que eso forma parte de lo que está empujando a todo el mundo hacia el norte, hacia Kashwak, quizá parte de lo que nos impulsó a nosotros a seguir hacia el norte, aunque nos decíamos a nosotros mismos que solo era para mostraros esto y convenceros de que os unierais a nosotros.

—¿El Hombre Andrajoso os habló de mi hijo? —inquirió Clay.

—No, pero de haberlo hecho sin duda nos habría dicho que está con los otros normales y de que os reuniréis felizmente en Kashwak —señaló Dan—. Mira, olvida esos sueños en los que estás sobre una plataforma mientras el Rector le dice a la muchedumbre enardecida que estás loco. Ese final no es para ti, no puede ser para ti. Estoy seguro de que has pensado en todos los posibles finales felices del mundo, el principal de los cuales sin duda es que Kashwak y quién sabe cuántos otros lugares sin cobertura de telefonía móvil se convertirán en el equivalente humano de los parques naturales, lugares donde las personas que no se vieron afectadas por El Pulso podrán vivir tranquilas. Creo que lo que tu joven amigo ha dicho sobre la rampa que lleva al matadero es mucho más probable, pero aun cuando los telefónicos dejen en paz a los normales en Kashwak, ¿realmente crees que perdonarán a personas como nosotros? ¿A los asesinos de rebaños?

Clay no supo qué responder a eso.

Dan volvió a mirar el reloj en la oscuridad.

—Son las tres pasadas —anunció—. Volvamos a la carretera. Denise ya lo habrá recogido todo. Ha llegado el momento de decidir si nos separamos o continuamos juntos.

Pero al proponerme que continuemos juntos me estás pidiendo que me separe de mi hijo, pensó Clay. Y no haría eso a menos que averiguara que Johnny-Gee había muerto.

O cambiado.

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