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Kent Pond » 5

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Johnny Riddell no salió corriendo de ninguna habitación oscura para arrojarse a los brazos de su padre, pero el ayuntamiento aún olía a la comida preparada en los hornillos eléctricos y de gas por quienes se habían refugiado en el edificio después de El Pulso. Delante de la sala principal, sobre el tablón alargado de anuncios en el que por lo general se veían avisos municipales y anuncios de actos públicos, los refugiados habían colgado unas doscientas notas. Tan tenso que casi jadeaba, Clay se puso a examinarlas con la intensidad de un investigador convencido de que puede haber encontrado el Evangelio perdido de María Magdalena. Temía lo que podía llegar a encontrar y lo que no. Con mucho tacto, Tom y Jordan se retiraron a la sala de juntas principal, todavía llena de residuos dejados por los refugiados que por lo visto habían pasado varias noches allí, a la espera de un rescate que no llegó.

A raíz de las notas, Clay comprendió que los supervivientes se habían convencido de que podían esperar algo más que un rescate, de que Kashwak era su salvación. ¿Por qué precisamente aquel pueblecito, cuando con toda probabilidad toda la TR-90, al menos los cuadrantes norte y oeste, carecían de cobertura de telefonía móvil? Las notas del tablón no lo especificaban. Casi todas ellas presuponían que quienes las leyeran lo sabrían sin necesidad de más explicaciones, por ciencia infusa, para expresarlo de algún modo. E incluso las notas más claras denotaban que sus autores habían pugnado por mantener un equilibrio estricto entre el terror y la euforia. Casi todos los mensajes podían resumirse en algo así como «Sigue el camino de baldosas amarillas hasta Kashwak y la salvación lo antes posible».

Tras leer unas tres cuartas partes del tablón, medio oculta por una nota de Iris Nolan, una señora a la que Clay conocía bastante bien, pues trabajaba de voluntaria en la diminuta biblioteca municipal, divisó la caligrafía inclinada de su hijo y pensó:

Gracias, Dios mío, muchísimas gracias. Arrancó la nota con cuidado para no romperla.

Estaba fechada el 3 de octubre. Clay intentó recordar dónde estaba la noche del 3 de octubre, pero no lo consiguió. ¿El granero de North Reading, el Sweet Valley Inn, cerca de Methuen? Creía que en el granero, pero no lo sabía a ciencia cierta. Los días se confundían, y si forzaba la mente en exceso empezaba a parecerle que el hombre de las linternas colocadas a ambos lados de la cabeza también era el joven que blandía las antenas de coche, que el señor Ricardi se había suicidado tragando vidrio en lugar de ahorcándose, que era Alice a quien había visto comiendo pepinos y tomates en el jardín de Tom.

—Basta —se conminó en un susurro antes de concentrarse en la nota.

Estaba mejor escrita tanto desde el punto de vista ortográfico como gramatical, pero la angustia que reflejaba era más que evidente.

3 de octubre

Querido papá:

Espero que estés vivo y que recibas esto. Yo y Mitch estamos bien, pero Hughie Darden atacó a George y creo que lo mató. Yo y Mitch corrimos más deprisa. Pensé que era culpa mía, pero Mitch dijo que cómo iba a saber que era un chiflado como los demás y que no era culpa mía.

Papá, tengo malas noticias. Mamá es uno de ellos, hoy la he visto con uno de los «rebaños». Así los llaman, rebaños. No tiene tan mala pinta como algunos otros, pero sé que si me acerco a ella no sabrá ni quién soy y me matará en cuanto me vea. SI LA VES NO TE DEJES ENGAÑAR, LO SIENTO PERO ES VERDAD.

Nos vamos a Kashwak (está al norte) mañana o pasado, la madre de Mitch está aquí, me da tanta envidia que lo mataría.

Papá sé que no tienes móvil y todo el mundo sabe que Kashwak es un sitio seguro. Si recibes esta nota POR FAVOR VEN A BUSCARME.

Te quiero con todo mi Corazón Tu Hijo,

JOHNGAVINRIDDELL

Pese a la noticia sobre Sharon, Clay mantuvo la compostura hasta llegar a la parte en que su hijo le decía que lo quería con todo su corazón. Quizá incluso entonces habría logrado mantener la compostura de no ser por la C mayúscula. Besó la firma de su hijo de doce años, miró de nuevo el tablón con ojos ahora indignos de confianza, que le hacían verlo todo doble, triple y luego borroso, y profirió un grito ahogado y sordo de dolor. Tom y Jordan acudieron corriendo.

—¿Qué pasa, Clay? —preguntó Tom—. ¿Qué pasa?

Al ver el papel, una hoja de papel amarillo pautado arrancada de un cuaderno, lo cogió de la mano de Clay y lo leyó a toda prisa con Jordan.

—Me voy a Kashwak —anunció Clay con voz ronca.

—Clay, no creo que sea buena idea —advirtió Jordan con cautela—. Teniendo en cuenta lo que…, bueno, lo que hicimos en la Academia Gaiten.

—Me da igual. Me voy a Kashwak. Voy a encontrar a mi hijo.

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