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Kashwak » 9

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Los vidrios de los ventanucos eran muy gruesos, pero la barra de Dan logró romperlos. Él, Tom y Clay trabajaron por turnos hasta retirar todos los fragmentos. Acto seguido, Denise se quitó el jersey y lo colocó sobre la parte inferior del marco.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer, Jordan? —preguntó Tom.

Jordan asintió con un gesto. A todas luces estaba asustado, pues tenía los labios blancos, pero mantenía la compostura. En el exterior, el ciclo de nanas de los telefónicos había vuelto a comenzar con el

Canon de Pachelbel, la música que Denise había denominado el sonido de los recuerdos. «Es como si no tuvieran nada más», había comentado.

—Estoy bien —afirmó Jordan—. Bueno, o lo estaré, creo. En cuanto me ponga en marcha.

—Puede que Tom consiguiera colarse por… —señaló Clay.

Desde detrás del hombro de Jordan, Tom echó un vistazo al ventanuco, de apenas cuarenta y cinco centímetros de anchura, y negó con la cabeza.

—No me pasará nada —insistió Jordan.

—Vale. Repíteme las instrucciones.

—Tengo que echar un vistazo al maletero del autobús, asegurarme de que hay explosivos, pero no tocarlos, y buscar el otro móvil.

—Exacto. Asegúrate de que está encendido. Y si no…

—Ya lo sé, lo enciendo —lo interrumpió Jordan con una mirada de exasperación—. Luego pongo en marcha el autobús…

—No, no te precipites…

—Adelanto el asiento del conductor para poder llegar a los pedales y luego pongo en marcha el autobús.

—Exacto.

—Conduzco entre la Caída Libre y el Pasaje del Terror muy despacio. Pisaré algunas piezas del Pasaje del Terror, y puede que se rompan por el peso de los neumáticos, pero no debo permitir que eso me detenga.

—Muy bien.

—Me acerco a ellos todo lo posible.

—Exacto. Y luego rodeas otra vez el pabellón hasta esta ventana, para que el pabellón se interponga entre tú y la explosión.

—Si es que se produce tal explosión —puntualizó Dan.

Clay le habría ahorrado de buena gana aquel comentario, pero contuvo la lengua. Se inclinó y besó a Jordan en la mejilla.

—Te quiero, ¿sabes? —dijo.

Jordan lo abrazó un instante con fuerza antes de hacer lo propio con Tom y Denise.

Dan le tendió la mano.

—Bah, qué coño —espetó antes de estrecharlo en un abrazo de oso.

Clay, a quien Dan Hartwick nunca le había caído demasiado bien, le otorgó varios puntos por aquel gesto.

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