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Tom llevaba el sombrero, el poncho de Alice tenía capucha, y Tom había encontrado para Clay una gorra de los Red Sox que le mantendría la cabeza seca durante un rato si la lluvia no arreciaba. Y si arreciaba…, bueno, tal como había señalado Alice, abastecerse no representaría ningún problema, y sin duda encontrarían prendas para protegerse del mal tiempo. Desde la posición ligeramente elevada del porche alcanzaban a divisar unas dos manzanas de Salem Street, y aunque resultaba imposible asegurarlo en la oscuridad, la calle parecía desierta salvo por unos cuantos cadáveres y los restos de comida que los chiflados habían dejado atrás.

Los tres llevaban sendos cuchillos enfundados en vainas que había confeccionado Clay. Si Tom estaba en lo cierto respecto a los Nickerson, pronto irían mejor armados. Clay así lo esperaba, porque se veía capaz de volver a utilizar el cuchillo de carnicero de Soul Kitchen, pero no estaba seguro de poder hacerlo a sangre fría.

Alice sostenía una linterna en la mano izquierda. Miró a Tom para cerciorarse de que él también llevaba una y luego hizo un gesto de asentimiento.

—Muy bien —dijo—. Nos llevas a casa de los Nickerson, ¿no?

—Sí —asintió él.

—Y si nos encontramos con alguien por el camino, nos paramos y lo alumbramos con las linternas.

Alice paseó una mirada inquieta entre Tom y Clay. Habían repasado el guión varias veces. Clay dedujo que la chica se obsesionaba del mismo modo antes de los exámenes importantes, y por supuesto aquel examen sin duda merecía ese calificativo.

—Exacto —corroboró Tom—. Les decimos: «Nos llamamos Tom, Clay y Alice. Somos normales. ¿Cómo se llaman ustedes?».

—Si llevan linternas como nosotros —terció Clay—, podemos deducir que…

—¡No podemos deducir nada! —lo atajó Alice en tono quejumbroso—. Mi padre siempre dice que deducir es absurdo y peligroso, y que…

—Vale, vale —la tranquilizó Clay.

Alice se frotó los ojos, aunque Clay no sabía a ciencia cierta si para enjugarse las lágrimas o el agua de lluvia. Por un instante fugaz y doloroso se preguntó si Johnny estaría llorando por él en alguna parte. Clay así lo esperaba; esperaba que su hijo aún fuera capaz de llorar. Y de recordar.

—Si pueden contestar, si pueden decirnos sus nombres, es que están bien y que probablemente no representan ningún peligro, ¿verdad? —prosiguió Alice.

—Exacto —afirmó Clay.

—Exacto —repitió Tom con aire algo ausente, con la mirada perdida en la calle, donde no se veía rastro de personas ni de linternas.

De algún lugar lejano les llegó el sonido de varios disparos que recordaban a fuegos artificiales. El aire llevaba todo el día oliendo a quemado. Clay supuso que el hedor se había intensificado a causa de la lluvia. Se preguntó cuánto tiempo tardaría el olor a carne descompuesta en impregnar toda la zona metropolitana de Boston. Suponía que dependería del calor que hiciera los días siguientes.

—Si nos topamos con personas normales y nos preguntan qué estamos haciendo o adonde vamos, recordad la historia —advirtió Alice.

—Buscamos supervivientes —recitó Tom.

—Exacto, porque son nuestros amigos y vecinos. Las personas con las que nos crucemos estarán de paso y querrán seguir su camino. Más adelante probablemente querremos unirnos a otras personas normales, porque cuantos más seamos, menos peligro correremos, pero de momento…

—Pero de momento lo que queremos es conseguir esas armas —terminó Clay por ella—. Si es que existen. Vamos, Alice, manos a la obra.

La chica se lo quedó mirando con aire preocupado.

—¿Qué pasa? ¿Me he perdido algo? Puedes decírmelo, aunque ya sé que no soy más que una cría.

—No pasa nada, cariño —le aseguró Clay con toda la paciencia de que era capaz dado el precario estado de sus nervios—. Solo es que quiero ponerme en marcha. De todos modos, no creo que nos topemos con nadie. Creo que es demasiado pronto.

—Espero que tengas razón —suspiró ella—. Llevo el pelo hecho un asco y se me ha roto una uña.

Los dos hombres se la quedaron mirando un momento en silencio antes de echarse a reír. A partir de entonces, todo fue mejor entre ellos, y así fue hasta el final.

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