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Kashwak » 17

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Varios telefónicos con aire perdido y desconcertado pasaron muy cerca de ellos mientras estaban junto a la furgoneta de la empresa de depuración de aguas. Clay, Tom y Jordan no les prestaron atención alguna, y los telefónicos les devolvieron el favor. Al noroeste, el horizonte se teñía de un rojo anaranjado cada vez más intenso a medida que el Pabellón Kashwakamak compartía su fuego con el bosque que nacía a su espalda.

—Nada de grandes despedidas esta vez —pidió Clay, fingiendo no ver las lágrimas que anegaban los ojos de Jordan—. Seguro que os vuelvo a ver. Toma esto, Tom. —Le tendió el móvil que había usado para provocar la explosión, y Tom lo cogió—. Id hacia el norte, comprobad a menudo si hay cobertura, y si os topáis con arrecifes abandonad vuestro vehículo, continuad a pie hasta que la carretera se despeje y coged otro para seguir. Lo más probable es que tengáis cobertura al llegar a la zona de Rangely. Era una zona de pesca en verano, caza en otoño y esquí en invierno, pero a partir de allí deberíais estar a salvo, también de día.

—Apuesto a que los días ya son seguros —comentó Jordan al tiempo que se enjugaba los ojos.

—Puede que tengas razón —asintió Clay—. En fin, usad el sentido común. Cuando estéis a unos cien kilómetros al norte de Rangely, encontrad una cabaña o algo parecido, llenadla de provisiones y pasad allí el invierno. Ya sabéis lo que les pasará a esas cosas en invierno, ¿no?

—Si la conciencia colectiva se desmorona y no migran, casi todos ellos morirán —repuso Tom—. Al menos los que estén al norte de la línea Mason-Dixon.

—Yo también lo creo. Os he dejado los aerosoles de pintura en la consola central. Cada treinta kilómetros más o menos, escribid T-J-D en la carretera y en letras bien grandes, ¿de acuerdo?

—T-J-D —repitió Jordan—. Tom, Jordan, Denise y Dan.

—Exacto. Procurad escribirlo bien grande y con una flecha si cambiáis de carretera. Si tomáis un camino de tierra, escribidlo en los árboles, siempre en el lado derecho de la pista. Allí es donde buscaré vuestras señales, ¿entendido?

—Siempre a la derecha —repitió Tom—. Ven con nosotros, Clay. Por favor.

—No. No me lo pongas más difícil de lo que ya es. Cada vez que tengáis que abandonar un vehículo, dejadlo en el centro de la carretera y escribid T-J-D en la carrocería, ¿vale?

—Vale —convino Jordan—. Más te vale encontrarnos.

—Os encontraré. El mundo será un lugar peligroso durante un tiempo, pero no tanto como hasta ahora. Jordan, tengo que preguntarte una cosa.

—Vale.

—Si encuentro a Johnny y lo peor que le ha sucedido es que ha pasado por el punto de conversión, ¿qué hago?

Jordan se lo quedó mirando con la boca abierta.

—¿Y yo qué sé? ¡Por el amor de Dios, Clay! Quiero decir que… hostia.

—Tú supiste que se estaban reiniciando —le recordó Clay.

—¡Fue una suposición!

Clay sabía que había sido mucho más que eso. Una intuición mucho mejor. También sabía que Jordan estaba exhausto y aterrorizado. Apoyó una rodilla en el suelo delante del chiquillo y le tomó la mano.

—No tengas miedo. Las cosas ya no pueden irle peor, sabe Dios.

—Clay, yo… —farfulló Jordan antes de volverse hacia Tom—. Las personas no son como los ordenadores, Tom. ¡Díselo tú!

—Pero los ordenadores son como las personas, ¿verdad? —replicó Tom—. Porque fabricamos lo que conocemos. Tú dedujiste lo de la reiniciación del sistema y lo del gusano, así que dile lo que piensas. De todos modos, lo más probable es que no encuentre al chico. Y si lo encuentra —Tom se encogió de hombros—, como bien ha dicho él, las cosas ya no pueden irle peor.

Jordan meditó aquellas palabras unos instantes mientras se mordía el labio inferior. Parecía agotado y llevaba la camisa manchada de sangre.

—¿Venís? —los llamó Dan desde el autobús.

—Un momento —repuso Tom antes de añadir en voz más baja—: ¿Jordan?

Jordan permaneció callado durante unos instantes más y luego miró a Clay.

—Necesitarías otro teléfono móvil y tendrías que llevar a tu hijo a un lugar con cobertura…

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