Casablanca

Casablanca


7. Concebida en pecado y parida con dolor

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La conmovedora secuencia no tiene una sola frase de diálogo, y señala el regreso del héroe a la lucha. «Hágalo con la orquesta al completo», le dijo Wallis al director musical Leo Forbstein, «y todos los músicos que hagan falta». La escena fue un momento emocionante para los actores, muchos de los cuales tenían familiares en los campos de concentración o que habían muerto en las cámaras de gas. Más tarde, Dan Seymour dijo que cuando terminó la secuencia, la mitad de los extras que participaban en ella estaban llorando.

Recordemos la escena: impecablemente vestido de blanco, como corresponde a los héroes sin tacha, Victor Laszlo obliga a la orquesta del café —con la aquiescencia de su propietario— a tocar “La Marsellesa”, que enseguida entonan a coro todos los clientes del local, hasta que el grupo de militares alemanes que habían empezado a cantar el “Watch am Rhein”, no tienen más remedio que callarse e irse, furiosos, del local.

El departamento de publicidad del estudio se fijó especialmente en el plano en que Berger enseña a Laszlo el anillo con la Cruz de Lorena, símbolo de la Francia Libre. En los comunicados promocionales del estudio, el anillo era descrito como «una mezcla de sello de identificación, cápsula de veneno y microfilm enciclopédico». Dicha descripción era producto exclusivo de la imaginación de los publicistas, puesto que el objeto había sido fabricado en el taller del estudio especialmente para el rodaje.

Pero no todo era trabajo. El equipo también tuvo sus momentos de relajo. El 1 de julio, Hal Wallis interrumpió el rodaje para ofrecer una fiesta sorpresa por los quince años de la llegada de Michael Curtiz a la Warner. El set se llenó de actores y técnicos que habían trabajado con el director, muchos de los cuales se sentían en deuda con él por toda su carrera. Fue un gesto muy bonito y emotivo, pero no resolvió los problemas del guión.

Tampoco lo hicieron las gamberradas de Peter Lorre. Aunque Lorre sólo participó en el rodaje durante cuatro días, en este breve plazo se las arregló para revolucionar el plató. Arthur Edeson, el director de fotografía, fue víctima de una de sus bromas más pesadas. Edeson era uno de los pocos operadores de Hollywood que preferían trazar las marcas de tiza de forma manual para indicar a los actores dónde debían situarse. Pero en cuanto se colocaban las cámaras y Edeson se daba media vuelta, Lorre borraba las marcas y hacía otras nuevas. El director de fotografía no entendía por qué sus previsiones no funcionaban nunca.

Edeson sólo sirvió a Lorre como entrenamiento previo a su campaña contra el director. Sabiendo que Curtiz tenía fama de hacer que sus actores interpretaran a un ritmo muy acelerado, Lorre y Bogart decidieron tomarle el pelo. Cuando el director les pidió que interpretaran una escena a ritmo rápido, Bogie se manifestó en contra. Lorre saltó en defensa de Curtiz, señalando que si hacían la escena lo bastante rápido, el viernes no tendrían que rodar, y había que tener en cuenta que sus contratos no les permitían trabajar en viernes. Mientras Curtiz los miraba fijamente, los dos intérpretes le explicaron que ellos no eran “actores de fin de semana”, sino que sus contratos estipulaban expresamente que los viernes, sábados y domingos no trabajaban. Viendo evaporarse su plan de rodaje, el director se alejó bufando: «¡Actores de fin de semana! ¡Vagos despreciables!». Sin embargo, al viernes siguiente, cuando los dos intérpretes se presentaron en el set, Curtiz estaba demasiado avergonzado o demasiado enfadado para reconocer que por fin había entendido la broma. A lo mejor nunca la entendió.

No contentos con la jugada, Bogart y Lorre decidieron encizañar a Curtiz y un viejo amigo suyo, el actor húngaro Paul Lukas. Hablaron al director de lo mucho que admiraban a su amigo y le animaron a contar anécdotas sobre Lukas. A continuación pasaron a un estudio contiguo, en el que Lukas se hallaba rodando Watch on the Rhine, y le preguntaron si había algún problema entre él y Curtiz. Le refirieron lo que el director contaba de él, pero dándole un sesgo del que Lukas no salía muy bien parado. Éste reaccionó despotricando contra su supuesto amigo, improperios que los dos actores se apresuraron a trasladar a Curtiz. Lorre y Bogart siguieron haciendo de correveidiles durante unos días más, consiguiendo poner la amistad de Lukas y Curtiz al borde del abismo. Al final, Lorre y Bogart confesaron su artimaña y ayudaron a los dos amigos a recomponer su amistad.

Pero éste no era, ni mucho menos, el colmo de la osadía para Peter Lorre. Curtiz tenía fama de faldero. Su posición de influencia en la Warner le facilitaba la tarea de encontrar mujeres ambiciosas dispuestas a acostarse con él a cambio de una oportunidad en el cine. Como estaba casado, el director celebraba estos encuentros durante las pausas de sus rodajes. Incluso tenía una roulotte en el set donde entregarse a sus escarceos.

Un día, Lorre escondió un micrófono en el refugio de Curtiz. Durante la comida, algunos miembros del equipo se reunieron en torno al camerino para prestar oído a los manejos amorosos de su director, una curiosa colección de gemidos y quejidos salpicados de gritos apasionados, pronunciados con fuerte acento extranjero: «¡Ay, Dios, no!» y «¡Ay, Dios, sí!».

En total, el equipo permaneció en el plató 8, el del “Rick’s Cafe”, durante seis semanas, frente a los dos días y medio que duró el rodaje en los restantes decorados. Cuando acabó la filmación en este set, algunos miembros del equipo artístico terminaron su cometido en la película. Peter Lorre rodó su última escena el 2 de junio y Marcel Dalio una semana después. La chica a la que Rick despacha, Yvonne, quedó liberada el 27 de junio, y un día más tarde le siguió Sascha, el camarero enamorado. El 1 de julio, Corinna Mura rasgueó su guitarra en Casablanca por última vez, mientras que el guardaespaldas árabe de Rick, interpretado por Dan Seymour, fue dado de baja el 2 de julio, el mismo día que Dooley Wilson.

El último empleado del Rick’s en abandonar el rodaje fue S. Z. Sakall. Wallis había añadido una escena entre Sakall y Henreid en la puerta trasera del bar, después de la reunión de la Resistencia. La secuencia, que contó con un parco decorado, montado con unas cuantas piezas del decorado del bar, obligó a Sakall a mantenerse disponible hasta el 9 de julio.

EN EL AEROPUERTO: FINAL DE RODAJE

La incertidumbre de la victoria dio forma a Casablanca de una forma sutil. Eran los días más difíciles de la Segunda Guerra Mundial, y a medida que la película se aproximaba a su clímax en el aeropuerto, el tema del deber se hizo más fuerte, especialmente en las últimas reescrituras de Howard Koch.

Fue durante la ola de calor de julio cuando Wallis, Curtiz y Koch luchaban para terminar el guión. Las altas temperaturas y las malas noticias de la guerra alimentaban las discusiones. Normalmente, Wallis, que confiaba en Curtiz, habría dejado solo al director. En cualquier caso, el productor tenía otras tres películas en producción ese mes. Pero estuvo en el set de Casablanca más tiempo del que nunca antes había pasado con ninguna otra, a causa de ese guión sin finalizar.

El segundo mito más popular sobre Casablanca es que nadie sabía cómo terminaría la película. En “Everybody Comes to Rick’s”, Rick manda a Lois a Lisboa con Victor Laszlo, igual que hace con Ilsa en cada una de las versiones del guión. [28] Incluso la gente a la que no le gustaba la obra estaba de acuerdo en enviar a la chica lejos.

Koch y Epstein recuerdan varias conversaciones relativas a decidirse por lo que el primero llama «el final del sacrificio» o el más convencional final romántico. Ingrid Bergman decía que cuando le preguntó a Curtiz y a los guionistas con cual de los dos hombres iba a quedarse, le respondieron que se lo dirían en cuanto ellos lo supiesen. Pero aunque a menudo se discutió la posibilidad de que Ilsa se quedase con Rick, todo el mundo seguía estando de acuerdo con el final del sacrificio. Y el Código de Censura nunca hubiese permitido que Ilsa abandonase a su marido y se quedase en Casablanca con su amante.

La dificultad era lograr que el final del sacrificio funcionase. Había dos grandes problemas: cómo hacer creíble que Ilsa abandone al hombre que ama, y qué hacer con Rick cuando Ilsa se ha marchado. En la obra, Rick es arrestado, pero el público no toleraría una victoria de la Gestapo. Si el final de Casablanca no hubiese funcionado, la película ya habría sido olvidada. Pero el final no se resolvió repentinamente.

En “Everybody Comes to Rick’s”, como en Casablanca, Rick engaña a Renault y le apunta con una pistola para permitir que Ilsa y Laszlo escapen con una Carta de Tránsito (en la obra, cada Carta es válida para dos personas, así que Rick le da la otra a la joven pareja búlgara que ha estado escondiendo en su Café). En el momento en que el avión de Lisboa está despegando, Strasser entra en el Café. Rick apunta a Strasser con la pistola el tiempo necesario, y luego la arroja sobre la mesa. Cuando es arrestado, Renault (entonces llamado Louis Rinaldo) le pregunta: «Por qué lo hiciste, Rick». Y éste le recuerda que ha ganado su apuesta sobre que Laszlo escaparía.

Como ya se ha comentado, Julius J. Epstein siempre ha dicho que el final se resolvió cuando su hermano y él iban conduciendo un día hacía el estudio y dijeron al unísono «Detengan a los sospechosos habituales». Rick mataría a Strasser y Renault le protegería.

En realidad, la sinopsis de tres páginas que los Epstein habían escrito para la parte final de la película demuestra que esa idea ya se les había ocurrido a principios de mayo. Pero aunque solucionaba una parte del problema (evitar que Rick fuese arrestado), no tocaba la cuestión principal: cómo hacer creíble que Ilsa se fuese con Laszlo.

En la obra, Lois insistía en quedarse con Rick. «Eso, querida, depende de ti», respondía un humillado Laszlo. «Sácala de aquí, Victor, por el amor de Dios», decía Rick. En su sinopsis, los Epstein evitaban la confrontación entre los tres personajes. Simplemente eliminaban a Lois del clímax de la película mandándola sola al aeropuerto. Las diecinueve páginas de sugerencias de Koch toman un camino diferente. Donde los hermanos eliminaban a Lois, Koch eliminaba a Strasser.

En la versión de Koch, Rick consigue que Lois se vaya al fingir que realmente ha traicionado a Laszlo. Koch creó una larga escena en la que Lois estalla furiosa contra Rick. «Se imagina Rick que ella va a irse con él después de que ha traicionado a su marido… Nunca dejará a Laszlo». Después Laszlo persuade a su mujer para que suba al avión porque «en América podrá servir a Francia». Es sólo después de que Lois se ha ido, que Rick encañona a Renault y envía a Laszlo a reunirse con ella. Rick y Renault se sientan para acabar su partida de ajedrez. Cuando el avión ruge sobre el techo del café, Renault dice: «Ricky, yo tenía razón. Eres un sentimental». Y la película termina.

Estos finales tienen lugar en el café. Las últimas escenas de la película no se trasladaron al aeropuerto hasta el guión del 1 de junio. En un guión anterior del 21 de mayo, el final había sido obviamente escrito por los Epstein. Seguía sus sugerencias, y los hermanos habían conseguido eliminar la partida de ajedrez tan odiada por Koch. En el guión del 21, cuando Rick apunta al corazón de Renault y le dice que llame al aeropuerto, éste responde: «Ese es mi punto menos vulnerable» y llama a Strasser. En ese final, Strasser irrumpe en el café a tiempo para detener el avión, pero Rick le dispara. Después, Rick y Renault se quedan en la terraza, viendo al avión volar sobre sus cabezas. La última frase de Rick es: «No hay ninguna diferencia, Louis. Todavía me debes 5.000 francos».

En ese final, Ilsa le dice a Laszlo que se queda con Rick, pero Rick le dice que se vaya porque él ya no es el hombre que ella conoció en París. Una vez más, Ilsa es simplemente empujada a Laszlo por los guionistas. En ninguna versión Ilsa juega un papel activo sobre su destino. De un modo similar, Ingrid Bergman sólo podía ver las contorsiones a que Curtiz, Wallis, los Epstein y Koch sometían a Ilsa. Les suplicaba a Curtiz o a los guionistas que le dijesen a qué hombre amaba. Cuando le decían que «jugase a dos bandas», ella decía que «no se atrevía a mirar a Bogart con amor porque entonces tendría que mirar a Paul Henreid con algo que no era amor».

Para una actriz tan cuidadosa como Bergman, no conocer el corazón de su personaje era doloroso, pero lograba mantener su ecuanimidad. Bogart respondía a esta inseguridad enfadándose y, como siempre, encerrándose en su camerino.

Koch había sido apartado de la película a principios de junio, después de que comenzase a circular el nuevo guión del 1 de junio. Durante ese mes, el guión fue revisado por Casey Robinson y los Epstein. Wallis estuvo fuera durante la última semana de junio, cuando otra revisión del final salió a la luz el 25 de junio. Ese fue el primer día de Paul Henreid en Casablanca, rodando la escena en la que Laszlo conoce a Renault y al luchador de la resistencia noruega Berger en el Rick’s Café. Por alguna razón desconocida, Jack Warner ordenó retirar las nuevas páginas al día siguiente. Como aún faltaban por rodar muchas escenas con Henreid, los problemas de guión podían esperar hasta la vuelta de Wallis el 30 de junio. Tan pronto como estuvo de regreso, Wallis llamó de nuevo a Koch para que escribiese otro final más. Jack Warner, por su parte, pidió a los Epstein que se reincorporaran al proyecto.

El día 3 de julio, la pareja protagonista filmó más primeros planos en el Café Montmartre, y también algunas escenas en el “Rick’s Cafe”. Ese mismo día, Wallis envió una nota a Leo Forbstein, director del departamento musical del estudio, solicitando que le encontrara a un cantante para doblar a Wilson. Afortunadamente, renunció a la idea.

El 6 de julio, los Epstein dieron a Wallis lo que éste quería. En una nota dirigida a Curtiz, el productor decía lo siguiente: «Creo que hemos encontrado una salida para la gran escena entre Ilsa y Rick en el aeropuerto: hacer que Laszlo aparezca al final». Al día siguiente, el equipo volvió al bar de Rick para rodar la escena en que Victor e Ilsa llegan al local y Renault intenta detener a Laszlo.

QUIZÁ MAÑANA VOLEMOS EN ESE AVIÓN

Uno de los lugares más solicitados para rodajes cinematográficos en la zona de Hollywood era el Los Angeles Metropolitan Airport de Van Nuys. Aquí se instaló el equipo el 10 de julio, después de construir una fachada falsa como entrada del aeropuerto de Casablanca y de que el director de producción, Al Alleborn, hiciera mil malabarismos para encontrar un día donde fuera posible rodar en el ajetreado aeropuerto y un avión de apariencia apropiada para el aterrizaje. Encontraron lo que buscaban en un hangar de Arizona, un aparato que fue acondicionado en su parte exterior para que pareciera alemán.

Afortunadamente, Curtiz logró rodar toda la escena del aeropuerto en el único día que le habían concedido, aunque tuvo que trabajar en medio de otros despegues y aterrizajes. Fue la única jornada que el director pasó en el aeropuerto. Los planos nocturnos del avión de Ilsa y Victor despegando los filmó un equipo de segunda unidad aproximadamente dos semanas después.

Ese día, Wallis deja escrito lo siguiente: «Nos enfrentábamos a un director recalcitrante, a un elenco que no estaba de acuerdo con parte de sus diálogos, a actores que cobraban un doblón, pero que no tenían otra cosa que hacer que esperar de brazos cruzados, sin saber si íbamos a necesitarlos, y a una actriz que sólo pensaba en terminar con el proyecto para hacer ¿Por quién doblan las campanas? Mike y Bogie se peleaban con tanta frecuencia que a veces yo tenía que personarme en el plató para mediar en algunas querellas».

El 11 de julio, Curtiz rodó las escenas que quedaban pendientes del bar de Rick y a continuación se trasladó a los decorados de los despachos de Renault y Strasser. Por orden de Wallis, el set del bar de Rick no fue desmontado hasta pasados unos días, hasta que él y Curtiz estuvieron seguros de que ya no lo iban a necesitar para repetir tomas. Así, mientras los actores filmaban la partida de Victor e Ilsa de Casablanca, el encuentro de la pareja con Ferrari en “El Loro Azul” y la visita nocturna de Ilsa a casa de Rick, los muebles y accesorios del “Rick’s Cafe” volvieron al Departamento de Atrezzo de la Warner Brothers y al resto de sus lugares de procedencia.

El 15 de julio comenzó el rodaje de las escenas del despacho de Strasser, de su automóvil y de la sala de espera de la cárcel. Las secuencias se rodaron sin contratiempos, lo que permitió al equipo relajarse un poco, para variar. En esta época, después de siete semanas de filmación y sólo dos más previstas en el plan de rodaje, los problemas básicos del guión seguían sin resolverse.

Todos los guionistas estaban a favor de mantener el final de la obra de teatro, con lo que Rick perdería a Ilsa, pero el estudio deseaba un final de acuerdo a las convenciones de Hollywood. «Se celebraron numerosas reuniones», explicaba Howard Koch, «para discutir la cuestión, con el estudio muy a favor de: “Tenemos a Bergman, tenemos a Bogart, ¿por qué no dejarlos juntos?”». La única persona importante a la que aquello le daba lo mismo, dijo Julius J. Epstein, era Bogart, «sólo preocupado por no poder salir con su barco los fines de semana».

Bergman, una vez más, suplicó a Koch: «¿Cómo voy a interpretar una escena de amor cuando no sé con quién me voy a marchar?». Curtiz, añadió Koch, parecía avergonzado y no ocultaba su preocupación. Acabó desahogando su frustración con los actores. Después de un nuevo estallido que hizo rebosar la copa, el bueno de Kinskey —uno de los afectados— se dispuso a abandonar el plató, jurando no volver a pisarlo. Curtiz, por una vez, se disculpó de inmediato. «No tenemos un final para esta película», dijo a modo de explicación. «Todo el mundo está nervioso». No exageraba. El equipo tenía ya los nervios destrozados, aunque el desenlace de la historia comenzaba ya a dibujarse, gracias a los diligentes esfuerzos de los hermanos Epstein.

Para que los otros intérpretes tuvieran oportunidad de aprenderse los nuevos diálogos, Curtiz cambió el programa del 16 de julio y rodó una escena en el hotel que sólo incluía a Bergman y Henreid. Fue otra página de nuevo diálogo lo que hizo estallar a Bogart el día siguiente. Y ese diálogo que tenía que recitar era el corazón de un final que había estado causando problemas durante meses. En él se incluía la frase: «Siempre nos quedará París».

El 17 de julio, con cuatro días y medio de retraso sobre la agenda prevista y aún a falta de final para la película, el equipo se trasladó al plató 1 para rodar la secuencia del aeropuerto de Casablanca, escenario del gran desenlace de la historia. Fue un mal día. Era el número 45 del rodaje y el personal estaba cansado e irritable. En los platós de Burbank las temperaturas se disparaban. Por suerte, el plató contaba con aire acondicionado.

La jornada empezó a las nueve de la mañana y acabó a las seis y cuarto de la tarde. Los primeros problemas surgieron por causa del guión. La noche anterior, los Epstein habían cambiado varias frases y los actores no habían tenido tiempo de aprendérselas ni de prepararlas entre ellos. Pero había otro problema, esta vez relacionado con el avión en el que Ilsa y Laszlo se embarcan hacia Lisboa. El aparato utilizado no era más que una maqueta a tamaño reducido, y cuando una persona de tamaño normal se situaba junto a él, el avión no parecía real y se notaba la desproporción. A estos problemas se les dio dos soluciones, una convencional y otra no tanto. Para disimular el hecho de que se trataba de una maqueta se alejó el aparato de la cámara y se inundó el aire de niebla. El problema del tamaño se zanjó situando a varios enanos moviéndose en torno al aparato, como si fueran técnicos de mantenimiento. [29]

Fue justo antes de que se rodasen las escenas del aeropuerto cuando el director asistente Lee Katz tuvo su gran inspiración: «No se nos permitía salir del plató», explicó. «Así que el aeropuerto fue construido en el set con el recortable de un avión. Y obviamente, lo llenamos todo de niebla no tanto para crear atmósfera como para disimular que todo era tan falso. Finalmente colocamos el avión, que era, en mi opinión, un recortable muy malo, lo más lejos que pudimos. Y no había forma de darle ninguna perspectiva, así que se me ocurrió contratar a un grupo de enanos para que interpretasen a los mecánicos. Para darle una perspectiva forzada. Y funcionó». Sin embargo, poca gente pudo ver lo bien que funcionó, porque durante la edición de la película, la mayoría de las escenas de los mecánicos alrededor del avión fueron eliminadas.

En el decorado del plató 1 se había invertido tanto esfuerzo como en el rodaje del resto de las escenas de la película. Las nuevas máquinas de hacer niebla de la Warner —utilizadas por primera vez en el filme que Curtiz había dirigido previamente a Casablanca, The Sea Wolf (1941)— funcionaban a pleno rendimiento, alimentadas por más de 150.000 metros cúbicos de aceite vaporizado —según datos del departamento de publicidad de Warner—, en sublime abstracción del hecho de que la desértica ciudad norteafricana apenas había conocido un solo día de niebla en toda su existencia.

Uno de los grandes talentos de Curtiz era su capacidad para resumir una escena mediante un único objeto, como cuando la cámara se aparta del último beso entre Rick e Ilsa en el flashback de París para descubrir que Ilsa ha volcado su copa de vino, símbolo del fin de su felicidad compartida. La utilización más hábil de este recurso en Casablanca tiene lugar al final de la cinta, después del momento en que Renault encubre a Rick por la muerte de Strasser.

RENAULT (toma una botella de agua de vichy y la abre): Rick, usted ya no es sólo un sentimental, sino que además es un patriota.

RICK: Quizá sea éste un buen momento para empezar.

RENAULT: Es muy posible que sí (Al verter el agua en un vaso, Renault ve la etiqueta de Vichy y rápidamente tira la botella a una papelera, que acto seguido vuelca de una patada).

En su utilización de un simple objeto, una botella de agua mineral, de un forma determinada, Curtiz hace expresar a Renault su rechazo definitivo de la Francia de Vichy, tan contemporizadora con los invasores alemanes, y su adherencia a la causa aliada. Pero la idea de la botella dio infinidad de quebraderos de cabeza al jefe de atrezzo, Limey Plews.

El agua de Vichy se producía, como su propio nombre indica, en la ciudad de Vichy, capital de la Francia no ocupada. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la distribución del principal producto de exportación de aquel rincón de Francia había quedado suspendida. Plews removió cielo y tierra en busca de una botella de agua de Vichy, pero nadie se la pudo conseguir.

Finalmente, el técnico se puso en contacto con los antiguos distribuidores del producto en Nueva York, que le encontraron no sólo una botella, sino toda una caja, posiblemente la última que quedaba en Estados Unidos. El objeto fatídico se hallaba en el sótano del Biltmore Hotel de Los Ángeles, a unos treinta kilómetros de los recintos de la Warner.

El departamento de atrezzo ya tenía una botella de agua de Vichy, estratégicamente situada para que el capitán Renault la tomara en sus manos en el momento apropiado. La gabardina y el sombrero de Rick ya estaban listos para entrar en la leyenda del mito Bogart. Los carpinteros habían construido el interior del hangar, incluido el teléfono desde el que Strasser lanza su última orden. También construyeron un avión de dos motores que, aunque parecía de Air France, como se pretendía, era más pequeño que el modelo real. El objetivo era crear la ilusión de que la pista de aterrizaje del plató era más grande de lo que era en verdad. El departamento de casting había situado a unos cuantos enanos en los asientos del avión para reforzar esta ilusión.

Pero lo que ocupaba el pensamiento de todo el mundo era la resolución del triángulo amoroso. Se propusieron varios finales, pero todos presentaban problemas. Si Ilsa decidía quedarse con Rick, tendrían que oír a la MPPDA. Aunque en la vida real estas cosas pasaban, en el Hollywood de los años cuarenta una buena esposa no abandonaba a su marido por otro hombre, por muy carismático que fuera el intruso. Matar a Rick mientras los Laszlo escapaban resultaría un final demasiado deprimente para los espectadores. Y después de lo que Wallis, Curtiz y los guionistas se habían esforzado para dar a Bogie un aura más romántica, matarle al final de la película sería como devolverle a la primera etapa de su carrera y a su imagen de villano. Por otro lado, si decidían matar a Victor, su misión antinazi quedaría inacabada, en detrimento del mensaje político de la cinta.

Pero a alguien se le ocurrió una solución. Rick haría que Ilsa se fuese con Victor, pero no porque fuera un hombre débil y no tuviera nada que ofrecer a su amada, sino porque el trabajo que ella hacía junto a Victor era demasiado importante como para sacrificarlo a estas alturas.

Era el único argumento que ella no podía rebatir y el único que no debilitaría la imagen de Rick, ni tampoco la de Bogie. Para que Ilsa no pudiera protestar, los guionistas hicieron que Victor interrumpiera la despedida en el momento en que Rick terminaba de exponer sus razones.

No sabemos a ciencia cierta quién fue el artífice de esta idea. Los Epstein eran los únicos guionistas que aún estaban involucrados en el proyecto cuando se rodó esta escena, lo que les convierte en los más probables candidatos a este honor. [30] Sin embargo, el informe presentado en su día por Casey Robinson, en el que sugería ciertos cambios en las escenas de amor, indica que, como mínimo, este guionista dio la idea para el final. En opinión de Robinson, la resolución del triángulo amoroso obligaría a Isa a «seguir haciendo un trabajo que en estos tiempos es mucho más importante que el amor de dos pequeños seres». [31]

El asunto del final también dio origen a una de las muchas leyendas que circulan en torno a Casablanca: se escribió otro final en el que Ilsa se queda con Rick. Los informes de cámara del día 18 demuestran la existencia de esa escena alternativa. Era una versión en la que Rick le cuenta a Laszlo porqué Ilsa había ido a verle y lo que había sucedido entre ellos en París. Esa escena fue escrita y rodada en una versión larga y otra corta por Curtiz, para que Wallis pudiera elegir entre los dos.

Pero en contra de esta afirmación tenemos dos argumentos. En primer lugar, en los archivos de la University of Southern California estas páginas no constan por ningún lado. En segundo lugar, este final no hubiera obligado sólo a cambiar la escena entre Bogart y Bergman; hubiera alterado todo lo que venía después. En un estudio tan austero como la Warner, no hubiera sido posible añadir cuatro o cinco días de filmación a un plan de rodaje que ya iba con retraso. [32]

Hablando de leyendas, la famosa frase «Play it again, Sam», palabras que en ningún momento pronuncia Bogart en la película, también tiene su historia. «Play it, You dumb bastard» era la frase que pronunciaba Rick en el texto de la obra original. La censura de la propia productora lo redujo a un inocente «Play it, You dumb…» en la primera fase del guión. «If she can stand it, I can, Play it» es como Bogart lo pronunció en el montaje definitivo. Y la memoria popular lo ha convertido en «Play it again, Sam», con la inestimable colaboración de Woody Allen, quién tituló así una de sus obras teatrales más famosas.

SIGUE SIENDO UNA HISTORIA SIN FINAL

Las páginas del nuevo final (o finales) de Casablanca se entregaron la noche antes de la filmación de la escena. Se trataba de un monólogo de cuatro páginas con breves interrupciones, reescrito por tercera vez en otras tantas semanas, y el director de producción, Al Alleborn, informó de que el rodaje progresaba con lentitud porque, sencillamente, los actores no habían tenido tiempo de aprenderse sus diálogos.

También entorpeció la filmación una discusión entre Bogart y Curtiz. Los desacuerdos salieron a relucir durante el almuerzo: el actor tenía una idea sobre cómo interpretar la escena y el director otra. Ambos terminaron la discusión a gritos, si bien Curtiz era el tipo de persona al que, de todos modos, siempre se acaba gritando. Al cabo de dos horas, Alleborn, desesperado, sacó a Hal Wallis de su bungaló para que pusiera paz. Sólo entonces, dijo Alleborn, las partes «decidieron por fin cómo rodar la escena».

Una nota interna, con fecha del día siguiente, 18 de julio, nos explica lo sucedido. Wallis, Curtiz y Bogart «estuvieron reunidos mucho tiempo, hasta que se pusieron de acuerdo sobre cómo hacer la escena». Como se puede apreciar, el informe de Al Alleborn no especifica qué fue lo que les hizo discutir, pero según los testimonios de los miembros del equipo, actor y director debatieron sobre si Rick debía besar a Ilsa o no. Inclinándose por la tradición, Curtiz deseaba que sus dos estrellas se dieran un beso antes de separarse definitivamente. Bogart aducía que este gesto iría en contra de todo lo que Rick acababa de decir para convencer a Ilsa de que era necesario partir. Wallis dio la razón a Bogart. El departamento de publicidad de la Warner decidió dar al asunto un sesgo jocoso emitiendo un comunicado de tono humorístico:

Hoy, [Humphrey Bogart] ha tenido su oportunidad y la ha rechazado. Se ha negado a besar a Ingrid Bergman.

«No os vayáis a creer que me estoy ablandando. Pero si nos atenemos a la historia, el tío que yo hago tendría que pensar un poco en el marido. Se pondría a pensar que el hombre iba a salir del avión en cualquier momento, y que dispararía primero y luego preguntaría. Yo soy así, cuando juego a besar no quiero que nada me distraiga».

Los problemas se acumulaban. Esta vez le tocaba el turno al director. En cada rodaje, Curtiz tenía la costumbre de elegir a un actor, generalmente alguno de segunda fila, sobre el que descargar sus frustraciones. En Casablanca le tocó a un actor inglés cuyas dotes interpretativas nadie apreciaba demasiado. Pero a los pocos días de filmación, Claude Rains ya estaba tan harto de los atropellos del realizador que llamó a Bogart y a Henreid para comentar la situación. Los tres hablaron con Curtiz y le dijeron que les molestaba mucho ver a una persona, por muy inepta que fuera, recibir un tratamiento tan grosero. El cineasta vienes, por supuesto, se deshizo en excusas. No se había dado cuenta de lo mucho que les molestaba su comportamiento y les prometió contener su genio. Por si acaso, los tres intérpretes le aseguraron con toda firmeza que si aquello se repetía abandonarían la película.

Sin embargo, durante el rodaje de la escena del aeropuerto, Curtiz olvidó su promesa. La primera toma les estaba dando problemas. El coche que transportaba a Rick, Victor, Ilsa y Renault tenía que detenerse en una marca y los actores tenían que descender de él en un orden concreto, sin dejar de hablar a toda velocidad. Pero cada vez que lo intentaban ocurría algo. El coche no se detenía en su marca. Los intérpretes no salían en el orden correcto. Pronunciaban los diálogos demasiado despacio… Cuando por fin consiguieron hacerlo todo bien, el actor a quien Curtiz tenía manía se trabucó en una frase. El director descargó sobre él un rapapolvo de proporciones épicas. En el acto, sus tres estrellas masculinas abandonaron el plató. Henreid confesó más tarde que habían disfrutado escondiéndose, obligando a su director a buscarles por todas partes y, al final, arrancándole una disculpa. Después de varias horas de “huelga”, los actores se dejaron convencer para volver al set y rodar la escena.

Una vez embarcados Ilsa y Victor rumbo a Lisboa, el equipo abordó el siguiente problema que presentaba el guión: qué hacer a continuación con Rick, Renault y Strasser. Rick tenía que disparar sobre Strasser cuando éste intentase alcanzar el teléfono para detener el avión. Pero la MPPDA había advertido que la muerte del alemán debía ser un caso claro de defensa propia, lo que obligó a los guionistas a insertar un plano en el que Strasser apuntaba a Rick con una pistola mientras cogía el teléfono. Rodada la escena, Veidt y Rains dieron por terminada su labor en la película. Pero cuando Wallis vio el copión, pensó que lo de la defensa propia no quedaba tan claro y mandó volver a filmar la secuencia. El 22 de julio, el último día de rodaje en el set del aeropuerto, los dos actores quedaron liberados definitivamente.

La forma de resolver la muerte de Strasser planteaba otro problema: cómo dar salida a la relación entre Rick y Renault. Ahora, como encubridor en la muerte de Strasser, la posición del representante policial de Vichy en Casablanca era mucho más insegura que la del propio Rick. Como Howard Koch ya había introducido la idea de situar a Renault en una posición intermedia entre su amistad con Rick y su obligado compromiso con los invasores de su país, la solución perfecta era que Renault se uniera a los rebeldes junto a Rick.

Desde el punto de vista político este final fue muy bien recibido, puesto que era el espíritu de la Francia Libre alzándose en contra del Tercer Reich. Por otro lado, tal decisión provocó un error de guión. Renault sugiere que él y Rick se unan al destacamento de la Francia Libre en Brazzaville, y a continuación los dos echan a andar por el aeródromo, en sentido contrario al lugar desde el que ha llegado su coche. Su actitud da a entender que Brazzaville se encuentra en la dirección que ellos toman cuando aparece la palabra “Fin”. La única pega es que Brazzaville está en el Congo, a más de mil quinientos kilómetros de Casablanca.

Otra curiosidad. Aunque en la Warner nadie discutió la idea de que la bisagra sobre la cual giraba la historia de Casablanca fueran unos visados de autoridad irrevocable, durante el rodaje de las escenas de Peter Lorre, alguien se dio cuenta de que la firma del mariscal Weygand ya no podía significar mucho para el gobierno de Vichy. Weygand se retiró en diciembre de 1941, el mes en que se desarrollaba la acción del filme. Así pues, se introdujo un cambio que no quedó reflejado en ninguna de las versiones escritas del guión. En la película, los valiosos visados de Ugarte llevan la firma del general Charles de Gaulle. Lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿qué motivo podía tener la Francia ocupada para plegarse a la firma del líder de la Francia no ocupada?

RODANDO A CONTRA RELOJ

No importa cuántas veces hubiera sido reescrito el guión, siempre había accidentes y cambios en el set. En la última escena del guión definitivo, Renault envía a Rick al territorio francés libre de Brazzaville, y Rick le recuerda que ha perdido la apuesta (que, inexplicablemente, ha subido a 10.000 francos). La decisión de Renault de acompañarle no estaba en el guión. Quién decidió que Rains acompañase a Bogart en su viaje se pierde en la niebla de hace cincuenta años.

El 22 de julio fue el último día de Casablanca en el plató 1. Wallis había visto las escenas del aeropuerto varias veces y no se sentía insatisfecho con el final, pero le dijo a Curtiz que volviese a rodar el diálogo de Bogart con Rains después de la partida de Ilsa y Laszlo. «Esto debe recitarse con más agallas», dijo Wallis. «Ahora que la chica se ha ido, me gustaría ver a Rick volviendo a su forma de hablar».

Había otro problema. Cuando Bogart disparaba a Strasser, el actor improvisó una frase: «De acuerdo, Mayor, usted lo ha querido», que tuvo que ser eliminada. De otro modo, parecería que Conrad Veidt había cogido su arma para defenderse. Wallis le dijo a Curtiz que la repitiese, utilizando la frase del guión: «Estaba dispuesto a disparar a Renault, y estoy dispuesto a dispararle a usted». Veidt había terminado su trabajo en Casablanca dos días antes, pero regresó para volver a morir.

Cuando terminó la filmación en el aeropuerto, el equipo llevaba ocho días de retraso sobre el plan de rodaje. De esta escena sólo quedaban dos detalles por ultimar. El equipo de segunda unidad tenía que haber rodado el despegue del avión de Victor e Ilsa el 20 de julio, en el Metropolitan Airport, pero el rodaje se aplazó porque alguien se dio cuenta de que el avión que habían alquilado para el plano no tenía el mismo número de ventanillas que el utilizado en el set del estudio. Buscaron otro aparato (un Lockheed Electra 12A de dos motores) y terminaron de filmar la escena el 23 de julio. Ese mismo día, Wallis, siempre previsor, envió una nota al montador de la película, Owen Marks, en la que le pedía que comprobara que Rick y Renault se quedaban mirando al avión de los Laszlo, cuando éste despega, en la dirección correcta. El otro detalle era la cuestión de la frase final, al que nos referiremos más adelante. Pero este problema no afectó al rodaje. Dado que la sentencia se escucharía sobre un plano aéreo de los dos personajes, Bogart podría grabarla una vez terminada la filmación.

Contrariamente a lo que dice la leyenda, la filmación de la escena del aeropuerto no fue lo último que se rodó en Casablanca ni lo último que rodaron sus protagonistas. Quedaban once días de trabajo, casi dos semanas. Y, por mucho que Bergman contara más tarde que no supo con cuál de los dos hombres se quedaba su personaje hasta que se filmaron las demás escenas, lo cierto es que la actriz rodó algunas de sus secuencias más importantes con Bogart y Henreid sabiendo quién de los dos se llevaba el gato al agua.

El 23 de julio, la troupe de Casablanca pudo disponer por fin del decorado de “El Loro Azul”, el otro bar de la película, dirigido por Ferrari. El rodaje de Desert Song, que se prolongó más de lo debido, había aplazado en varias ocasiones la liberación del plató. Aplazamientos que dieron más de un quebradero de cabeza a la producción de Casablanca.

El contrato de Sydney Greenstreet estipulaba un mínimo de dos semanas de trabajo. Pero como no tenía set donde rodar sus escenas, la obra prevista en su contrato se había prolongado una semana y media más de lo calculado, a razón de 3.750 suculentos dólares por semana por estar de brazos cruzados.

Las explicaciones de Al Alleborn sobre las razones que les obligaron a emplear a Greenstreet durante más tiempo del estipulado sirven para ilustrar los problemas que planteaba la elaboración de todo plan de rodaje en aquella época. Sydney había filmado su escena en el “Rick’s Cafe” en un solo día, pero después no podían trasladarse inmediatamente a otro set, porque mantener el gigantesco plató del local de Rick resultaba mucho más caro que seguir pagando a Greenstreet. Y cuando acabaron en el set de Rick’s tampoco pudieron instalarse enseguida en el decorado de “El Loro Azul”, porque, en primer lugar, no estaba disponible, y en segundo lugar, Alleborn quería que Rains y Veidt rodaran sus últimas escenas lo antes posible, ya que estos dos actores cobraban más que Greenstreet.

El informe emitido por Alleborn el 20 de julio decía así: «No hemos hecho caso a Greenstreet porque hemos centrado nuestros esfuerzos en terminar las escenas de Claude Rains, que cobra cuatro mil dólares a la semana, y las de Conrad Veidt, que cobra más o menos lo mismo. El trabajo de los dos termina con la Escena del Aeropuerto que estamos rodando ahora». Por fin, cuando “El Loro Azul” quedó libre, Sydney rodó su papel en tres días.

El 27 de julio, Bergman y Bogart empezaron a filmar una de sus escenas más importantes, aquélla en la que Ilsa acude a casa de Rick para pedirle los visados. Aunque parezca mentira, esta secuencia tan difícil se rodó en tan sólo día y medio. Después, Ingrid filmó la escena que comparte con Victor en el hotel de Casablanca en media jornada. Aún llevaban diez días de retraso.

El 30 de julio, el equipo se trasladó al decorado del Mercado Negro, donde Curtiz dirigió a Joy Page, Helmut Dantine y a gran número de extras en secuencias destinadas al collage inicial. Las estrellas, mientras tanto, disfrutaron de dos días de vacaciones. Wallis y Curtiz habían presupuestado la utilización de 152 extras, pero los gastos ocasionados por los numerosos retrasos que había sufrido el rodaje les obligó a reducir la cifra a noventa.

Las dificultades idiomáticas de Michael Curtiz también provocaron un breve retraso. El primer día del rodaje de la escena del Mercado Negro, el director informó al jefe de atrezzo, que ya había reunido a toda una tropa de animales para la filmación, de que necesitaba «un caniche, un caniche negro». El atrezzista se extrañó, pero no quiso discutir con el irascible cineasta y se dispuso a buscar el perrito mientras todo el mundo esperaba.

El hombre tuvo suerte y encontró el espécimen solicitado en tan sólo media hora. «Es muy bonito», dijo Curtiz, «pero yo lo que quiero es un caniche». Cuando el pobre técnico intentó explicarle que aquel animal era, efectivamente, un caniche, Curtiz montó en cólera: «¡Yo quería un caniche en la calle! ¡Un caniche de agua! ¡No un perro, demonios!» [“charco” y “caniche” suenan parecido en inglés, aunque no igual].

¡MARÍA, MARÍA, MARÍA!

Fue un verano caluroso, aunque la ola de calor que había azotado el Valle de San Fernando en julio remitió en agosto. Sin acceso al mar, Warner Bros, era siempre un horno. Los estudios rivales, Paramount, Fox y MGM estaban en el lado fresco de las montañas. Pero Warner siempre estaba caldeado, metafórica y físicamente. El estudio y sus películas tenían el ritmo de una ametralladora. Docenas de películas de Warner estaban sacadas de los titulares de la mañana, convirtiendo las noticias en ficción casi antes de que la tinta se secara.

Ingrid Bergman se reincorporó a la filmación el día 1 de agosto, para filmar su escena con Bogart en el Mercado Negro. Fue uno de los días más importantes de su vida. La actriz rodó la escena y a continuación se sometió a una sesión de fotos promocionales junto a Paul Henreid. Estaba muy apagada. Creyendo que tenía problemas amorosos, Henreid le preguntó qué le pasaba. Ingrid le explicó que no era una cuestión sentimental. Estaba deprimida porque la película estaba casi terminada y no tenía ningún papel en perspectiva. Lo que más le disgustaba era saber que el rodaje de ¿Por quién doblas las campanas? (1943) ya había comenzado y que Vera Zorina estaba haciendo el papel que ella tanto había ansiado: María.

Pero lo que no sabía es que la interpretación de Zorina en las primeras tomas había sido un desastre. El pelo corto le sentaba fatal y además se dedicaba a andar de puntillas por el rocoso escenario, como si fuera una bailarina (y eso era, efectivamente, una bailarina que temía que sus herramientas de trabajo sufrieran algún perjuicio). La situación era tan grave que, el 31 de julio, Ingrid había hecho una prueba secreta (un secreto a voces, más bien). Pero la actriz sueca estaba segura de que la Paramount no querría volver a rodar las escenas de Zorina. Lo cual quería decir, desde su punto de vista, que había vuelto a perder uno de los papeles más importantes de su carrera.

Mientras posaba junto a Paul Henreid, Bergman recibió una llamada de David O. Selznick. Éste no se anduvo con rodeos: «¡Ingrid, eres María!». Cuando Ingrid volvió a la sesión, estaba transformada, dispuesta a celebrar su victoria más grande.

Wallis se enteró de que Bergman iba a hacer ¿Por quién doblan las campanas? antes de que se firmaran los contratos. A la actriz le habían pedido que el lunes 3 de agosto por la noche estuviera lista para viajar a Sonora (México), después de su último día de rodaje en Casablanca. La Warner, sin embargo, indicó que deseaba tener disponible a su actriz hasta el miércoles 5, por si surgía la necesidad de introducir algún cambio de última hora. La Paramount consintió en ello.

El lunes 3 de agosto se rodaron las escenas de Ilsa y Laszlo en “El Loro Azul” y en el Mercado Negro. Ese mismo día, Curtiz rodó la escena del grupo de refugiados que la policía saca del furgón policial y mete en la comisaría, y la de la multitud de refugiados que mira al cielo, hacia el avión de Lisboa. El último plano que se positivó oficialmente fue uno de los primeros que aparecen en la cinta, la secuencia en que una muchedumbre de refugiados observa el avión que vuela sobre sus cabezas rumbo a Lisboa. Era el plano número 744.

En esencia, Casablanca estaba terminada. El rodaje había durado 59 días, con un retraso de once. Los costes de producción ascendieron a 907.185 dólares, una suma modesta para 1942. La cinta duraba ciento dos minutos.

Wallis y Curtiz vieron la película el 4 de agosto, y aunque el productor quiso añadir una pequeña escena, Bergman no participaba en ella. El 5 de agosto, la intérprete pudo ponerse a disposición del equipo de ¿Por quién doblan las campanas? Lo primero que hizo, antes de partir hacia Sonora, México, fue cortarse el pelo, un acto que tuvo repercusiones inesperadas en el futuro de Casablanca.

Aunque su actriz protagonista ya había terminado con la película, a Hal Wallis aún le restaba mucho trabajo por hacer en Casablanca. Le quedaba, ni más ni menos, que solucionar la cuestión de la frase final. Hacia el final de la escena, Rick advierte a Renault que «aún me debe diez mil francos», la suma apostada sobre el intento de Laszlo de salir de Casablanca. «Ese dinero podrá pagar nuestros gastos», contesta Renault, insinuando que tiene intención de acompañar a Rick a Brazzaville. A continuación venía la frase final, para la que Wallis barajaba cuatro opciones: 1) «Louis, empiezo a entender su repentino ataque de patriotismo. Defendiendo a su país también protege su inversión». 2) «Si muere usted como un héroe, ¡que el Cielo proteja a los ángeles!». 3) «Louis, debí suponer que combinaría usted su patriotismo con un poco de latrocinio», o 4) «Louis, presiento que éste es el comienzo de una hermosa amistad».

El productor tenía mucho tiempo para decidirse. La frase no se iba a grabar hasta finales de agosto, después de que Bogart terminara el rodaje y se tomara unas breves vacaciones. Se grabaría en el estudio y se añadiría más adelante a la banda sonora, mientras los dos se alejan entre la niebla. El 7 de agosto, Hal Wallis ya había reducido la liza a las dos últimas opciones. El 21 de agosto se decidió por la última, y Bogart la grabó a finales de mes. Irónicamente, a pesar de todos los escritores de talento que trabajaban en el guión, el autor de esta frase era el mismo Wallis.[33]

También fue el productor quien decidió el comienzo de la cinta en estilo documental: el globo terráqueo girando y la línea negra siguiendo la ruta de los refugiados hasta fundirse en un montaje de masas en movimiento. La narración se realizó utilizando el modelo de The March of Time, una nueva serie muy popular, y con la voz de un locutor radiofónico de la emisora KFWB de Warner Bros.

¡TÓCALA, SAM!

“As Time Goes By” forma ya parte tan indisoluble de Casablanca, tanto de la película como de la leyenda, que a muchos fans les sorprende descubrir que no fue compuesta especialmente para el cine. Y, aunque les duela, lo cierto es que esta canción fue uno de los muchos legados de la obra de teatro de Murray Burnett y Joan Allison, “Everybody Comes to Rick’s”.

La canción la compuso Herman Hupfield para una obra de variedades titulada “Everybody’s Welcome”, montada en 1931. La cantaba Frances White. Obtuvo cierta popularidad y fue editada varias veces, una de ellas con voz de Rudy Vallee. Una de estas grabaciones cayó en manos de Murray Burnett, por entonces estudiante en la Cornell University. El futuro dramaturgo quedó hechizado con la melodía, y con tanta frecuencia la escuchaba que sus compañeros de fraternidad llegaron a amenazarle físicamente.

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