Carnaval

Carnaval


CAPITULO XXIX

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Colombina, pesados los ojos, se incorporó. Estaba en un cuarto extraño. Tirada sobre una silla desconocida vio toda su ropa. A través de la blanca y luminosa neblina mañanera, un sol de plata miraba a los tejados; parecía mayor que de costumbre. Agotada, pálida, de tanto pensar, parecía tan frágil como la niebla tempranera de aquella mañana de Santa Valentina. De pronto, se dejó caer sobre la almohada, y así permaneció, con la cara hundida en la blanda pluma, inmóvil, como un muñequillo a quien de pronto se le rompe el resorte que lo animara.

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