Carmina Burana

Carmina Burana


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<El burdel>

Amable descripción de un burdel de clase elevada, asimilado por el poeta al templo de Venus, pero con una clara moraleja final cuando el amante, desplumado, lamenta su desgracia. El tono, sin embargo, es siempre alegre y festivo. Estrofas en verso goliárdico de cuatro versos monorrimos.

1

Al volver de la taberna, de vino embriagado,

junto al templo de Venus[143] me había hospedado.

Iba solo, de buenos vestidos engalanado,

llevando una bolsa llena de la izquierda colgando.

2

Las puertas del venerable templo estaban bien guardadas;

no pude entrar aunque bien lo deseaba.

Dentro se oían los sones de una dulce cantilena

y muchos pensaban que serían de Sirena.

3

Descansé un poco charlando con la portera,

una joven distinguida, hermosa y pequeña.

Siguiendo mi conversación con fácil lengua,

al fin cumplí mi deseo de cruzar la puerta.

4

Tras cruzar la puerta, a sentarme invitado,

por esta hermosa manceba fui interrogado:

«¿Quién eres, joven, en lo nuestro tan interesado?»

A la que respondí: «Señora, uno de vuestros afiliados».

5

«¿Qué causa, dime, te trajo a este puerto?

¿A estos litorales te arrastró qué viento?

«¿Te impulsa la necesidad o el temperamento?»

Yo le respondí: «Aquí obligado me presento.

6

Estoy aquí dentro y fuera alcanzado

por la flecha de Venus; desde que a este mundo he llegado

llevo un dardo en mi pecho aún no curado.

Vengo aquí en secreto para verme de él liberado.

7

Te ruego una y otra vez, manceba tres veces bienaventurada,

que a Venus anuncies estas mis palabras».

Ella, conmovida por mis preces y tan insistente plegaria,

anunció a Venus estas premeditadas palabras:

8

«De todos los secretos[144] salud divina,

que eres dulce, poderosa, del amor primacía,

a un joven enfermo con tu medicina

socórrelo, por favor, aplícate y date prisa».

9

Entré en la mansión por mandato de la sagrada Venus;

contemplando su belleza de arriba abajo temblé.

Al fin, la saludé, cayendo de rodillas:

«Salve», le dije, «ínclita Venus, a quien tanto deseé».

10

«¿Quién eres», dijo, «joven, que tan bien hablas?

¿Dime por qué viniste y cómo te llamas?

¿Eres tú acaso el joven a quien Paris llaman?

¿El mal que me cuenta la manceba por qué así te ataca?»

11

«Venus clementísima, feliz criatura,

veo que conoces las cosas pasadas y las futuras.

Yo soy un pobre desgraciado, carne de sepultura,

a quien tú podrías sanar con suave cura».

12

«¡Al lugar oportuno vienes», dijo, «nuestro dilecto

joven! Con justa razón te acoges a nuestra secta.

Si tú nos das denarios de buena moneda,

recibirás el remedio para una salud perfecta».

13

«Aquí está», le dije,«mi bolso de monedas lleno,

todo, en verdad, a ti, sagrada Venus, te lo entrego.

Si tú me das remedio para vivir siempre sereno,

veneraré a perpetuidad tu abolengo».

14

Los dos, cogidos de la mano, fuimos con premura

a donde se encontraban hermosas criaturas.

Todas eran parecidas, de la misma natura,

con los mismos atavíos y vestiduras.

15

Al acercarnos, todas se levantaron;

cuando las saludamos, ellas nos contestaron:

«¡Seáis bien venidos! ¿No queréis sentaros?»

Venus les respondió. «En otra cosa queremos solazarnos».

16

Haciéndoles señales, las mandó salir al momento.

Nos quedamos los dos en seguro aposento,

descansando solos; en el adornado lecho

hablamos de muchas cosas con lenguaje selecto.

17

La madre del amor se despojó de sus vestidos,

mostrándome sus carnes de níveo resplandor.

Tumbándola en el lecho, casi diez horas seguidas

mitigué con ella la rabia de mi febril ardor.

18

Luego nos fuimos a tomar un baño

en un baño ajardinado a Júpiter consagrado.

Con el agua de aquel baño me sentí aliviado

de todas mis dolencias y completamente aplacado.

19

Sobremanera débil, por el baño afectado,

por un hambre canina me quedé apresado.

Dirigiéndome a Venus: «Estoy[145] desmayado»,

le dije, «quisiera comer, si es que queda algo».

20

Perdices y gansos trajeron a la cocina,

toda clase de aves, grullas y gallinas.

Para hacer tortas trajeron un modio de harina.

Después de prepararlo todo, comí a toda prisa.

21

Tres meses, creo, con ella me he quedado,

con una bolsa llena bien equipado

allí me hospedaron. Ahora de mi dinero me ves aligerado

gracias a Venus y así me la han jugado[146].

22

¡Que os sirva de escarmiento, jóvenes, lo que habéis oído!

¡Cuando en vosotros la flecha de Venus hayáis sentido

acordaos de mí! A cualquier lugar que hayáis ido

podréis ser libres, si así lo hubieseis decidido.

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