Carmina Burana

Carmina Burana


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<La amada forzada>

Descripción al modo goliárdico de la relación sexual entre el amante ardiente y la reluctante amada. El autor puede ser Pedro de Blois[178]. Estrofas rítmicas con estribillo.

1

Cuando, entrado el verano

y el invierno sepultado,

florecen los matorrales

antes pelados,

yo vi

bajo un tilo verde

a Filis[179],

yo vi

que todo sonreía

a Filis.

Tan pronto la contemplé,

la deseé[180].

Así me capturaron con presteza

con lazo

de doncella

esos ojos cazadores de corazones.

Preso estoy al ver su belleza.

Estr. ¡Ay, que muero!

pero mi muerte es más suave

que la cosa más agradable.

Así vive el amador,

muriéndose de su amor.

2

Con frente clara

salió al campo,

como si la hija de Dione[181]

llegase enviada.

Cuando la veo,

la deseo

y de dulce esperanza me estremezco.

Sonriendo

tomo asiento,

a ella sentada complaciendo.

Mas temblorosa

la doncella,

a modo de trémula hoja,

como inexperta

discípula

a castigo todavía no sometida,

tiembla ante mis caricias.

Estr. ¡Ay, que muero!

pero mi muerte es más suave[182]

que la cosa más agradable.

Así vive el amador,

muriéndose de su amor.

3

El miedo a replicar

la impulsa a llorar.

Mas el amor protervo

con la rapiña contento

mi mano

en su regazo

con presteza introduce

para tocar

sin rubor

el umbral de su pudor.

Entonces me apresuro

y ataco

con mi amenazante máquina de asalto,

pero fracaso,

pues defendiendo la entrada

con uñas afiladas,

mantiene la puerta cerrada.

Estr. ¡Ay, que muero!

pero entre las muertes comparables

ésta es sin duda la más agradable.

Así vive el amador,

muriéndose de su amor.

4

¡Tántalo alcanzar nunca podía

la bebida que se le ofrecía[183]!

Mas para que no frustrase ella por entero

mi deseo,

de nuevo

eché mi brazo

a su cuello,

envolviéndolo,

y deshago

de sus piernas el lazo;

para deflorar

a la doncella

la ataco toda con todas mis fuerzas;

y, concluyendo el combate,

la puerta

quiebro[184].

Así es como lucho yo en esta guerra.

Estr. ¡Ay, que muero!

pero entre las muertes comparables[185]

ésta es sin duda la más agradable.

Así vive el amador,

muriéndose de su amor.

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