Capital

Capital


Introducción

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Introducción

 

¿Qué es la

Capital de un país? Es el centro del país. Allí generalmente se encuentran el

Gobierno, el Parlamento, el Congreso, las principales sedes gubernamentales. Es

allí donde las compañías y organizaciones internacionales deciden poner su

principal sede. Una Capital ha de ser un modelo a seguir para el resto de

ciudades. Ha de tener las mejores infraestructuras, la mejor organización, la

mejor calidad de educación. ¿Y si no fuera así? París es la capital de Francia.

Londres es la de Gran Bretaña. Tokio, la de Japón. Pekín, China. Madrid,

España. ¿Qué ocurre cuando un país no tiene capital? ¿Qué ocurre si no hay un

modelo a seguir?

Tal

vez pensemos que nuestra Capital es la mejor ciudad del país, y puede que

estemos en lo cierto, pero no por ello hemos de olvidar que es una ciudad como cualquier

otra, y que como tal, tiene sus rincones oscuros, sus deficiencias,  atracos y

asesinatos. Es más, seguramente en nuestro querido país haya otras ciudades con

mejores cualidades que nuestra capital: mayor limpieza en las calles, más

seguridad, ciudadanos con mejor educación… ¿Deberíamos entonces hacer una

competición de ciudades? La verdad es que ya hay organizaciones que se dedican

a hacer estudios sobre el promedio de ciudadanos que usa el transporte público

en lugar del privado (por ejemplo), así que podemos dedicar el tiempo a otra

cosa.

Podríamos

decir que vivir en la Capital de un país no nos hace más importantes frente a

otras personas. Todo es cuestión de mirar detenidamente nuestras costumbres y

eliminar las etiquetas tipo “pueblerino” u “hombre de ciudad”.

Estamos

en una época donde todo el mundo está conectado. Bueno, la verdad es que

siempre estuvimos conectados los unos con los otros, pero es ahora cuando más

evidente  es esa unión. Tenemos ordenadores con los cuáles podemos tener una videoconferencia

con nuestros familiares en Dinamarca. Tenemos cientos de canales de televisión

con los que podemos estar al día de todo lo que pasa en el mundo entero. Hay

medios de transportes que nos hacen viajar de Sudáfrica a Canadá en cuestión de

horas. Eso nos hace estar más conectados entre todos los seres humanos. Nos

encontramos en una época claramente maravillosa.

La

interconexión mundial se ve en otros lugares. Por ejemplo, las gestiones de una

empresa en Italia repercuten en una fábrica en China, ya que el señor ejecutivo

decide aumentar la producción de su producto, por lo que hay que contratar a

unas doscientas personas más. La subida del precio del barril de petróleo en un

país lejano hace que en nuestro país nos pensemos dos veces si coger el coche

para ir a casa de nuestros padres. La crisis de un país afecta al conjunto de

sus países vecinos. El descubrimiento de la cura definitiva contra el cáncer

ayudaría a millones de personas en todo el globo terráqueo.

La

información viaja por el aire a través de señales que rebotan en los satélites

que nosotros mismos hemos colocado. Viaja del mismo modo que las nubes atraviesan

continentes, del mismo modo que las bandadas de pájaros emigran hacia el sur en

invierno.

Lo

que ocurre lejos de nosotros, aunque parezca increíble, llega a afectar a

nuestras vidas.

Del

mismo modo, los acontecimientos que ocurren en nuestro entorno familiar o

amistoso pueden afectarnos de tal forma que modifiquemos nuestros pensamientos

o hábitos de vida.

Un

“te quiero”, un abrazo, un testamento, una disputa familiar, una despedida. Todo

llega afectar en nuestras vidas.

Pero…

¿Qué ocurre con los hechos más sutiles? Hay situaciones que pasan perfectamente

desapercibidas ante nuestros sentidos, y que, sin embargo, están ahí. Muchos

científicos dicen que existe explicación para todo. Otros no piensan lo mismo.

Hay místicos que dicen que todo es obra de Dios o que se trata de una ley tipo

acción-reacción mediante la cual se rige todo el universo. ¿Qué es lo que más

importa en esta vida? Para algunos, lo más importante es vivirlo todo. Para

otros, comprender todo. Para unos pocos, nada tiene especial importancia.

Cruzar

la mirada con alguien mientras se atraviesa un paso de cebra puede ser la

chispa que encienda multitud de estímulos internos en el ser humano. El ladrido

de un perro puede recordarnos aquel miedo infantil y casi olvidado de cuando

éramos pequeños y un perro en el parque por poco nos muerde.

Un

sueño, una pesadilla…

Recuerdos

que vuelven a la mente por estímulos que no llegamos a percibir. Sensaciones

nuevas para nosotros, grandes descubrimientos en algo tan pequeño como nuestra

vida. El llanto de un bebe, la sonrisa de una anciana, una tienda de helados,

un café con leche, una parada de autobús llena de interminables besos.

¿Qué

hay después de todo esto? ¿Qué es la vida? ¿Qué significado tiene?

A

mi parecer, cada persona tiene que sacar sus propias conclusiones. No todos

somos iguales, cada uno tiene un idioma, unos sentidos, unos recuerdos, unas

vivencias… cada uno sacará sus propias conclusiones. ¿Qué sentido tendría si no

la vida?

Si

todos fuéramos iguales, si todos viviéramos exactamente lo mismo, no tendría

sentido que hubiera tantas personas en el mundo. Gracias a que somos millones

de personas en toda  la Tierra, tenemos diferentes tipos de prosa y poesía con

los que explicar lo que sentimos.

Amor,

desamor, odio, alegría, unión, compasión, ira.

¿No

sería bueno compartir todas nuestras experiencias para conocernos un poco mejor

a nosotros mismos? ¿No sería mejor empezar a respetar esas leyes humanas que

tanto adoramos?

Y

ahora, me auto-formulo una pregunta: ¿Qué finalidad tiene la vida? Ya tenemos

la respuesta, y la estamos viviendo ahora mismo.

Puede

que la mayoría de cosas que acabo de escribir no tengan sentido para algunos,

para otros sí lo tendrá. Así es la historia que os presento a continuación.

Espero que esta introducción, y nuestro querido narrador, ayuden a explicar un

poco mi respuesta ante la finalidad de la vida.

Un

cordial y cariñoso saludo.

Igor,

en un bonito mes de noviembre

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