Capital
Introducción
Página 2 de 16
Introducción
¿Qué es la
Capital de un país? Es el centro del país. Allí generalmente se encuentran el
Gobierno, el Parlamento, el Congreso, las principales sedes gubernamentales. Es
allí donde las compañías y organizaciones internacionales deciden poner su
principal sede. Una Capital ha de ser un modelo a seguir para el resto de
ciudades. Ha de tener las mejores infraestructuras, la mejor organización, la
mejor calidad de educación. ¿Y si no fuera así? París es la capital de Francia.
Londres es la de Gran Bretaña. Tokio, la de Japón. Pekín, China. Madrid,
España. ¿Qué ocurre cuando un país no tiene capital? ¿Qué ocurre si no hay un
modelo a seguir?
Tal
vez pensemos que nuestra Capital es la mejor ciudad del país, y puede que
estemos en lo cierto, pero no por ello hemos de olvidar que es una ciudad como cualquier
otra, y que como tal, tiene sus rincones oscuros, sus deficiencias, atracos y
asesinatos. Es más, seguramente en nuestro querido país haya otras ciudades con
mejores cualidades que nuestra capital: mayor limpieza en las calles, más
seguridad, ciudadanos con mejor educación… ¿Deberíamos entonces hacer una
competición de ciudades? La verdad es que ya hay organizaciones que se dedican
a hacer estudios sobre el promedio de ciudadanos que usa el transporte público
en lugar del privado (por ejemplo), así que podemos dedicar el tiempo a otra
cosa.
Podríamos
decir que vivir en la Capital de un país no nos hace más importantes frente a
otras personas. Todo es cuestión de mirar detenidamente nuestras costumbres y
eliminar las etiquetas tipo “pueblerino” u “hombre de ciudad”.
Estamos
en una época donde todo el mundo está conectado. Bueno, la verdad es que
siempre estuvimos conectados los unos con los otros, pero es ahora cuando más
evidente es esa unión. Tenemos ordenadores con los cuáles podemos tener una videoconferencia
con nuestros familiares en Dinamarca. Tenemos cientos de canales de televisión
con los que podemos estar al día de todo lo que pasa en el mundo entero. Hay
medios de transportes que nos hacen viajar de Sudáfrica a Canadá en cuestión de
horas. Eso nos hace estar más conectados entre todos los seres humanos. Nos
encontramos en una época claramente maravillosa.
La
interconexión mundial se ve en otros lugares. Por ejemplo, las gestiones de una
empresa en Italia repercuten en una fábrica en China, ya que el señor ejecutivo
decide aumentar la producción de su producto, por lo que hay que contratar a
unas doscientas personas más. La subida del precio del barril de petróleo en un
país lejano hace que en nuestro país nos pensemos dos veces si coger el coche
para ir a casa de nuestros padres. La crisis de un país afecta al conjunto de
sus países vecinos. El descubrimiento de la cura definitiva contra el cáncer
ayudaría a millones de personas en todo el globo terráqueo.
La
información viaja por el aire a través de señales que rebotan en los satélites
que nosotros mismos hemos colocado. Viaja del mismo modo que las nubes atraviesan
continentes, del mismo modo que las bandadas de pájaros emigran hacia el sur en
invierno.
Lo
que ocurre lejos de nosotros, aunque parezca increíble, llega a afectar a
nuestras vidas.
Del
mismo modo, los acontecimientos que ocurren en nuestro entorno familiar o
amistoso pueden afectarnos de tal forma que modifiquemos nuestros pensamientos
o hábitos de vida.
Un
“te quiero”, un abrazo, un testamento, una disputa familiar, una despedida. Todo
llega afectar en nuestras vidas.
Pero…
¿Qué ocurre con los hechos más sutiles? Hay situaciones que pasan perfectamente
desapercibidas ante nuestros sentidos, y que, sin embargo, están ahí. Muchos
científicos dicen que existe explicación para todo. Otros no piensan lo mismo.
Hay místicos que dicen que todo es obra de Dios o que se trata de una ley tipo
acción-reacción mediante la cual se rige todo el universo. ¿Qué es lo que más
importa en esta vida? Para algunos, lo más importante es vivirlo todo. Para
otros, comprender todo. Para unos pocos, nada tiene especial importancia.
Cruzar
la mirada con alguien mientras se atraviesa un paso de cebra puede ser la
chispa que encienda multitud de estímulos internos en el ser humano. El ladrido
de un perro puede recordarnos aquel miedo infantil y casi olvidado de cuando
éramos pequeños y un perro en el parque por poco nos muerde.
Un
sueño, una pesadilla…
Recuerdos
que vuelven a la mente por estímulos que no llegamos a percibir. Sensaciones
nuevas para nosotros, grandes descubrimientos en algo tan pequeño como nuestra
vida. El llanto de un bebe, la sonrisa de una anciana, una tienda de helados,
un café con leche, una parada de autobús llena de interminables besos.
¿Qué
hay después de todo esto? ¿Qué es la vida? ¿Qué significado tiene?
A
mi parecer, cada persona tiene que sacar sus propias conclusiones. No todos
somos iguales, cada uno tiene un idioma, unos sentidos, unos recuerdos, unas
vivencias… cada uno sacará sus propias conclusiones. ¿Qué sentido tendría si no
la vida?
Si
todos fuéramos iguales, si todos viviéramos exactamente lo mismo, no tendría
sentido que hubiera tantas personas en el mundo. Gracias a que somos millones
de personas en toda la Tierra, tenemos diferentes tipos de prosa y poesía con
los que explicar lo que sentimos.
Amor,
desamor, odio, alegría, unión, compasión, ira.
¿No
sería bueno compartir todas nuestras experiencias para conocernos un poco mejor
a nosotros mismos? ¿No sería mejor empezar a respetar esas leyes humanas que
tanto adoramos?
Y
ahora, me auto-formulo una pregunta: ¿Qué finalidad tiene la vida? Ya tenemos
la respuesta, y la estamos viviendo ahora mismo.
Puede
que la mayoría de cosas que acabo de escribir no tengan sentido para algunos,
para otros sí lo tendrá. Así es la historia que os presento a continuación.
Espero que esta introducción, y nuestro querido narrador, ayuden a explicar un
poco mi respuesta ante la finalidad de la vida.
Un
cordial y cariñoso saludo.
Igor,
en un bonito mes de noviembre