Candy

Candy


Dieciséis

Página 18 de 27

DIECISÉIS

A decir verdad, Candy no era la única que se sentía un poco inquieta. Mientras la conducía por el pasillo hacia la cocina, siguiendo el sonido de las voces de Gina y Mike, yo mismo me sentía bastante nervioso. En realidad no sabía qué esperar. Sabía que Gina y Mike serían amables con ella. No era eso lo que me preocupaba. Ambos eran del tipo de personas que serían amables con casi cualquiera a quien yo trajera a casa. No, no era eso lo que me preocupaba… La verdad es que no me preocupaba nada. Sólo quería que Candy genuinamente les cayera bien. Especialmente a Gina. En verdad deseaba que Candy le agradara. Era una expectativa algo egoísta, supongo, tal vez un poco inmadura…

Pero ¿y qué demonios?

Si no puedes ser egoísta e inmaduro con tu hermana mayor, ¿para qué la tienes?

Como sea, cuando llegamos a la puerta de la cocina hice una breve pausa y en voz baja le pregunté a Candy si estaba bien.

Asintió.

Le dije:

—¿Estás lista?

Asintió de nuevo.

Abrí la puerta y ambos entramos en la cocina. Gina y Mike estaban sentados a la mesa, muy metidos en su conversación. Cuando entramos dejaron de hablar y nos miraron.

—Hola —dije con un movimiento de cabeza—. Ella es Candy.

Gina le sonrió:

—Hola, Candy. Yo soy Gina y éste es Mike.

—Hola —respondió Candy en voz baja, saludando con la cabeza.

Mike devolvió el saludo.

Gina se levantó y se acercó a nosotros. Me dio un rápido abrazo y luego le dio la mano a Candy.

—Encantada de conocerte —dijo.

—Gracias —dijo Candy con torpeza.

Gina retrocedió un paso y nos lanzó una mirada larga y dura.

—Dios mío —dijo—. Ambos se ven como si hubieran estado en una guerra —se acercó y tocó la herida en mi cuello—. ¿Qué es esto, Joe?

—Nada…

—No parece nada —se volvió hacia Candy. Pensé que le preguntaría por mi cuello, pero en cambio alzó la mano hacia la cara de Candy y con delicadeza acunó su barbilla. Candy se puso ligeramente tensa—. Está bien —dijo Gina con suavidad, inclinando su cabeza para examinar los moretones alrededor del ojo de Candy—. ¿Cuándo ocurrió esto?

—Hace un par de días —titubeó Candy.

—¿Hiciste que te lo revisaran?

Candy me miró con ansiedad.

—Está bien —le aseguré—. Gina es enfermera. No puede evitar hacer preguntas personales.

—Cállate, Joe —dijo Gina volviendo su atención a la muñe ca vendada de Candy—. ¿Y que hay con esto? —tomó la muñeca de Candy en su mano, sosteniéndola con cuidado, cautelosamente flexionando la coyuntura—. ¿Duele?

—Sólo un poco…

—¿Quién te puso esta venda?

—Yo lo hice.

—Un trabajo bastante bueno, pero necesita cambiarse. Supongo que no has ido a hacerte radiografías.

—No…

Gina asintió. Luego dio un paso atrás mirando a Candy a los ojos.

—¿Estás bien? Quiero decir, ¿necesitas algo? ¿Comida?… ¿algo de beber?

—No… estoy bien, gracias.

—¿Cuándo fue la última vez que consumiste?

Candy titubeó de nuevo, mirándome.

Miré a Gina.

—Está bien —le dijo a Candy—. Está bien, no importa. Sólo quería saber si estabas bien. Nada más.

—Sí… —dijo Candy con desconfianza—. Estoy bien… Yo… hum… usé un poco antes de subirnos al tren.

—¿Cuánto te queda?

—Suficiente para esta noche.

—¿Y luego qué?

—No sé…

Se miraron durante un rato y yo me pregunté si Gina estaba presionando demasiado, confrontando la verdad un poco demasiado rápido. Pero luego pensé: «Tal vez sea lo mejor… sacarlo a la luz, enfrentarlo, aceptarlo. Tal vez es lo que yo debí haber hecho».

—Ok —dijo Gina sonriéndole a Candy—. ¿Quieres refrescarte o algo? ¿Usar el baño?

Candy asintió.

—No estaría mal.

—Joe te mostrará dónde es. Si necesitas cualquier cosa, mi habitación está en el piso de arriba. Segunda puerta a la derecha. Toma lo que necesites. Yo subiré en un rato y te volveré a poner la venda en la muñeca, ¿de acuerdo?

—Sí, gracias —sonrió Candy.

—¿Joe? —dijo Gina.

—¿Qué?

—El baño…

—Ah, sí… cierto —miré a Candy; estudiaba a Gina con cierta expresión que no podía identificar del todo: una mezcla de confusión, alivio, suspicacia y gratitud—. ¿Bien? —le pregunté.

Parpadeó y me miró.

—Ajá.

—Bien, es por aquí.

Mientras la conducía hacia el baño en el piso superior, sentí que la balanza se había movido de nuevo. Ahora había tres personas en el subibaja: Candy, Gina y yo. Se sentía bien, de alguna forma —de una forma reconfortante, como si ya no estuviéramos solos, de modo que la situación ya no resultaba tan atemorizante—. Pero también había algo más… algo que me incomodaba de esta nueva presencia. Ya sé que suena infantil, pero se sentía como si alguien más se entrometiera en nuestro juego. En nuestro subibaja, mío y de Candy, y yo no quería compartirlo con nadie más.

¿Suena infantil?

Era infantil.

Aun entonces lo sabía. «¿Qué te pasa? —me pregunté—. Hace diez minutos estabas desesperado porque Candy le cayera bien a Gina… Y ahora… ahora que sabes que sí le cae bien… ¿qué haces? Te empiezas a preocupar por eso…».

—Es linda, ¿verdad?

—¿Qué?

—Tu hermana… es muy linda.

—Sí… —dije sintiéndome avergonzado—. Sí, lo es.

—Es una lástima, en serio…

—¿Qué cosa?

—Quiero decir, es una lástima que nos tengamos que ir. Me habría gustado llegar a conocerla un poco mejor.

—Bueno, pues tal vez puedas. No tenemos que…

—No, te lo dije. No puedo quedarme aquí.

—Sí, lo sé, pero…

—No puedo, ¿de acuerdo? No sería justo.

—¿Por qué no?

—Porque… pues porque no —apartó la vista, ansiosa por cambiar de tema—. ¿Éste es el baño?

—Sí —le dije abriendo la puerta—. Debe de haber algunas toallas limpias en el armario…

—Gracias —dijo rápidamente, y entró—. Te veo en un minuto.

Cerró la puerta.

Me quedé ahí un momento, preguntándome por qué todo tenía que ser tan complicado. Luego regresé a la cocina.

Gina estaba sentada frente a la mesa, empacando en una mochila latas de comida y trapos y cosas así. Y Mike estaba sentado, observándola, sorbiendo café negro de un tazón blanco.

—No sé por qué hago esto —dijo Gina sacudiendo la cabeza—. Esa niña necesita ayuda profesional. Necesita rehabilitarse, terapias, ayuda médica seria… Y yo, ¿qué hago? La envío a la selva con el tonto de mi hermanito, por amor de Dios. Debo estar loca.

—No puede pagarse la rehabilitación —le dije sentándome a la mesa.

Gina me miró.

—Ya lo .

—No quiere volver con sus padres, no tiene amigos, no quiere quedarse aquí porque no quiere causar ningún problema. ¿Adónde más puede ir?

—No lo sé —dijo Gina—. Es sólo que no me gusta, eso es todo. Quiero decir, ¿y si pasa algo? ¿Y si papá se entera? ¿Y si…?

—No pasará nada —le dije—. Y papá no tiene por qué enterarse.

—¿No? ¿Y si llama? ¿Y si quiere hablar contigo?

—No sé… dile que estoy dormido o algo.

—¿Y si llama a las seis de la tarde? Si le digo que estás dormido a las seis de la tarde, comenzará a hacer preguntas…

—Dile que salí.

—Se supone que estás castigado… ¿Recuerdas?

—Entonces dile que estoy bañándome. Dile lo que sea… no importa. De todas formas probablemente ni llame. Casi nunca lo hace —inhalé profundamente y despacio dejé salir el aire—. Escucha —le dije—, de verdad aprecio lo que haces, y siento mucho todo este embrollo. No era mi intención que las cosas terminaran así… Nada de esto era mi intención…

Gina suspiró.

—¿Cómo demonios la encontraste?

—Yo sólo… no lo sé. Es una larga historia —miré el reloj, eran casi las diez—. Tendremos que irnos pronto. Debemos alcanzar el último tren…

—No tienen que irse esta noche —dijo Gina—. ¿Por qué no se quedan los dos aquí? Descansen un poco. Podemos hablar por la mañana…

—No, creo que es mejor que nos vayamos.

—¿Por qué?

La miré sin saber qué decir. No sabía por qué. Tenía sentido quedarse ahí… Era seguro y cálido y cómodo, y Gina y Mike estarían cerca, de modo que yo no tendría que lidiar solo con todo, y probablemente a Candy le ayudaría a tener alguien más con quién hablar…

Pero ella no deseaba eso, ¿verdad? Ella no quería quedarse ahí. Y yo no podía forzarla, ¿o sí?

—Mira —dijo Gina—. Si realmente tienen que irse esta noche… aunque aún no veo por qué sea necesario… pero si tienen que irse, al menos déjanos llevarte en auto hasta la cabaña.

—Gracias, pero no tienen que hacer eso. El tren nos queda muy bien.

—No es problema. No nos importa llevarlos…

—Ya sé que no les importa, sólo creo que es mejor que no lo hagan.

—Pero ¿por qué no? Es tarde, hace frío, la cabaña está al menos a unos veinte kilómetros de la estación. A esta hora de la noche no habrá ningún autobús…

—Tomaremos un taxi.

—No seas tonto, Joe. ¿Qué te sucede? No vamos a…

—Déjalos tomar el tren —interrumpió Mike—. Estarán bien.

Un destello de enfado cruzó la cara de Gina y por un momento pensé que comenzaría a gritarle a Mike. Pero entonces intercambiaron una mirada, un intercambio íntimo de confianza, y después de un rato Gina, reticente, asintió en señal de consentimiento.

Mike me dijo:

—Los llevaré a la estación. ¿A qué hora sale el tren?

—Diez y media.

Mike miró el reloj. Luego se volvió hacia Gina.

—Más vale que subas a ver a Candy. Tendremos que partir en unos diez minutos.

—¿Y qué hay de Joe? —dijo Gina—. Necesita saber…

—Yo hablaré con él.

Gina asintió. Me miró, comenzó a decir algo. Luego cambió de parecer y salió en silencio. La vi partir, me volví hacia Mike. Sus ojos estaban fijos en los míos, calmados, fríos y firmes.

—Gracias —le dije.

—Sólo te estoy dando un aventón.

—No lo digo por eso…

—Lo sé —dijo sorbiendo su café. Se tomó su tiempo, saboreándolo. Luego puso la taza sobre la mesa y me miró de nuevo—. Entonces —dijo—, ¿tuviste un buen día?

—No estuvo mal —sonreí—. Un poco cansado…

Asintió lentamente mirando la herida en mi cuello.

—Parece que estuviste cerca.

—Sí, algo así.

—¿Quieres hablar de ello?

—No mucho… quizá en otra ocasión.

—De acuerdo —dijo—. Como quieras —dio otro sorbo a su café—. Dos cosas, sin embargo… dos preguntas sencillas.

—No creo…

—Escucha, Joe —dijo—. Lo que hagas con tu vida es tu problema, y para mí está perfecto así. Pero si has hecho algo que pueda afectarnos a Gina o a mí, entonces sí es mi problema, ¿de acuerdo?

Asentí.

—Bien —dijo—. Primera pregunta: ¿Iggy está vivo?

—Sí.

—Segunda pregunta: ¿Sabe quién eres?

—¿Qué quieres decir?

—¿Sabe tu nombre?

—No lo sé, no creo…

—Bueno, pues piénsalo. Es importante. Si sabe tu nombre, puede averiguar dónde vives. Lo pensé, intentando recordar si alguna vez me había llamado por mi nombre. Pero me costaba trabajo pensar… era difícil ver a través de los nubarrones del miedo.

—Estoy casi seguro de que no lo sabe —le dije a Mike—. Sólo nos hemos topado con él dos veces, de modo que no sé cómo podría saberlo… a menos que Candy se lo haya dicho. Sin embargo, estoy seguro de que ella no lo habría hecho.

—Necesitas averiguarlo antes de que se vayan.

—Le preguntaré.

—Bien —dijo mirando su reloj—. Sólo hay algo más antes de que te marches. Gina cree que debes saber qué esperar si Candy va en serio acerca de dejar la heroína. Personalmente, no creo que saber qué esperar haga ninguna diferencia, pero supongo que no te hará ningún daño. ¿Crees que vaya en serio?

—No estoy seguro.

—¿Ha intentado dejarlo antes?

—No lo sé.

—Está bien. Básicamente, y para lo que sirva, si de verdad intenta dejarlo, se va a sentir terriblemente mal. Quiero decir, de verdad terriblemente mal. Va a pensar que se muere. Pensará que se está volviendo loca. Estará irritable y deprimida, insomne, con náusea, le dolerá todo: calambres en el estómago, dolores musculares, diarrea, fiebre… te gritará, te odiará, te mentirá, probablemente se ponga violenta contigo… —me miró—. ¿Crees estar listo para todo eso?

—No lo sé.

—Pero ¿estás dispuesto a intentarlo?

—Sí, creo que sí.

Sonrió.

—Debe significar mucho para ti.

—Sí… así es.

—Está bien —dijo—, pero sólo recuerda una cosa: lo que sea que ella sienta por ti, no será tan fuerte como lo que siente por la heroína. Si quieres ayudarla, tal vez tengas que perderla. En aquel momento no supe qué quería decir Mike, pero más tarde descubrí que tenía razón. Tal vez no de la forma en la que él creía, pero no creo que eso importe. Tenía razón, lo quisiera o no…

Tenía razón.

Cinco minutos después estábamos todos en el auto de Mike, camino a la estación. Gina había limpiado la cara de Candy y le había puesto una venda limpia en la muñeca. Ahora nos decía lo que había empacado en la mochila.

—Hay mucha comida enlatada, fruta fresca, jugo de naranja, pan… vendas, aspirinas, crema para la cara, dentífrico… no creo haber olvidado nada. ¿Recogiste la llave de la cabaña, Joe?

—Sí.

—¿Recuerdas dónde está todo? La caja de los fusibles, focos extra, sábanas, cobijas…

—No te preocupes —dije—. Estaremos bien. Si necesitamos algo, te llamaré.

—Puse tu cargador en la bolsa.

—Gracias.

Nos acercábamos a la estación. Mike me miró por el espejo retrovisor, señalando a Candy con los ojos. Por un momento no supe qué estaba haciendo. Luego pronunció la palabra nombre y de pronto me acordé.

Me volví hacia Candy y le dije:

—¿Iggy sabe mi nombre?

—¿Tu nombre?

—Sí… quiero decir, ¿alguna vez te preguntó cómo me llamo?

—Sí, lo hizo… pero le mentí. Le dije que te llamas Kevin.

—¿Kevin?

—Sí —sonrió—. Kevin Williams.

—¿Por qué Kevin?

—No lo sé —dijo encogiéndose de hombros—. Fue lo primero que me vino a la mente. Tal vez porque tienes cara de Kevin…

—Muchas gracias —dije—. ¿De modo que Iggy piensa que soy Kevin Williams?

Candy asintió.

Miré a Mike, luego me volví de nuevo hacia Candy.

—¿Le diste a alguien mi verdadero nombre?

—¿Como a quién?

—No lo sé… a quien sea. ¿Qué tal esa chica con la que hablé, la del cabello negro? Ella sabía quién era yo. Sabía que habíamos ido al zoológico.

Candy sacudió la cabeza.

—Sólo le dije que eras un amigo. No le he dicho tu nombre verdadero a nadie.

Asentí tratando de recordar si yo le había dicho mi nombre a la chica de cabello negro. «Soy amigo de Candy —le dije—. Nos hemos visto un par de veces…».

¿Eso fue todo lo que dije?

«Soy amigo de Candy…».

No, le había dicho algo más.

«Mi nombre es Joe».

Mierda.

Mi nombre es Joe.

Alcé la vista y pesqué de nuevo la mirada de Mike en el espejo.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Nada…

—¿Hay algún problema?

—No —le dije—. Ningún problema.

—¿Seguro?

—Sí.

Claro que no estaba seguro… Pero no estaba seguro sobre lo que no estaba seguro. No entendía por qué debíamos preocuparnos por la chica de cabello negro. Le había dado mi nombre de pila, eso era todo. ¿Cómo podía ser eso un problema? De cualquier forma probablemente no se lo diría a Iggy. Y aunque lo hiciera, ¿qué? Iggy sólo sabría que me llamaba Joe. ¿Cómo iba eso a ayudarlo a encontrarme? «No —me reafirmé—, no será un problema. Ni siquiera vale la pena mencionarlo».

De modo que no lo hice.

Pero había algo más… algo que se sentía como un problema y que era digno de mención… Sólo que no sabía qué era. Era sólo un fragmento de algo, un pensamiento a medias que había destellado tan brevemente en mi cabeza que no había tenido oportunidad de identificarlo. Todo lo que sabía de cierto era que había estado ahí, y que ahora se había ido, y todo lo que quedaba era una sombra de preocupación…

«Olvídalo —me dije—. Si es importante, lo recordarás. Si no lo es, no importa».

De modo que eso hice.

Lo olvidé.

El tren se aproximaba a la estación mientras Mike entraba en el estacionamiento. Recogí las mochilas, Candy abrió la puerta y saltamos fuera del auto.

—Llámanos cuando lleguen —gritó Gina por la ventana.

—Sí —le grité a mi vez.

—Y tengan cuidado… ambos. Tómenlo con calma…

Mientras nos apresurábamos hacia la entrada, miré de vuelta hacia el auto y con la mano hice una señal de que la había escuchado. Gina saludó a su vez desde la ventanilla. Hacía su mejor esfuerzo por verse tranquila, pero aun en la distancia pude ver la angustia reflejada en su rostro. Pude ver a Mike poner la mano sobre su hombro mientras ella se enjugaba los ojos, y sólo por un momento pensé seriamente en regresar. Gina era mi hermana. Estaba asustada y alterada. Quería estar con ella…

Pero entonces me llamó la voz de Candy.

—Vamos, Joe… aprisa. Vamos a perder el tren…

Y no pude resistirlo. A pesar de todos los peligros, las dudas, los miedos… a pesar de todo lo que mi mente racional me decía —y me decía bastante—, no pude resistirlo.

Estaba enganchado.

Ciego al resto del mundo.

Volví a despedirme de Gina, di la vuelta y seguí a Candy dentro de la estación y hasta el interior del tren que nos aguardaba.

Ir a la siguiente página

Report Page