Bondage

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Capítulo 12

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Capítulo 12

Dicen que el tiempo todo lo cura, pero eso es una sarta de mentiras que se ha inventado alguien que jamás ha perdido al amor de su vida. Hace ya tres meses que perdí a Keyra, y el dolor no ha disminuido ni un ápice. Estoy aprendiendo a vivir con ello, pero eso no quita que duela como el demonio.

Gracias a Dios en el trabajo ni siquiera me cruzo con ella. No sé si sigue trabajando en el hospital y me evita deliberadamente, o es que ha pedido el traslado a algún otro centro. El caso es que no verla me ayuda a vivir con el dolor.

Mis amigos han optado por dejar de intentar animarme, de todas formas no sirve de nada. Los primeros días fueron los peores. Me emborrachaba hasta perder el sentido y venía al hospital con una resaca de mil demonios. Pero eso era mejor que enfrentarme a la realidad.

Hoy es uno de esos días en los que preferiría estar muerto. Estoy de descanso, y el no tener la cabeza ocupada en el trabajo me hace darle más vueltas de las que debería al tema. Me dejó por otro hombre, fin de la historia. Quizás era más alto, más guapo, más bueno en la cama. Quizás no la traté todo lo bien que se merecía, quizás me preocupé más de mis necesidades que de las suyas…

Mi hermana me saca de mi ensimismamiento entrando en mi casa como si fuese la suya. Es una costumbre que ha adquirido desde que se enteró del estado en el que me encontraba cuando Keyra me dejó. Deja sobre la mesa una fiambrera con la comida y se sienta a mi lado en el sofá.

—¿Cómo te encuentras hoy?

—Jodido, nena. Muy jodido. No paro de pensar en ella, ¿sabes? Y duele como el Infierno.

—Nathan… deberías hablar con ella.

—¿Hablar con ella? ¿Para qué?

—Quizás te sientas mejor. Quizás descubras que ya no duele tanto, y podáis volver a ser amigos.

—Livy… Aprecio de verdad tus intenciones, pero no es la mejor idea que has tenido. Me dejó por otro hombre, y no voy a ser capaz de verla con él, ¿entiendes?

—Nathan… En serio, habla con ella. Necesitas hacerlo.

—Sabes algo que yo no sé, ¿verdad?

—Eso es algo que debe decirte ella, no yo.

—Livy… Entiendo que sea tu amiga, y puedes estar tranquila, que jamás te pediría que dejaras de verla. Pero yo no voy a hablar con ella, ¿de acuerdo? Hace tres meses que me dejó, y ha seguido con su vida, así que yo seguiré con la mía.

—Pero Nat…

—¡Basta, Livy! ¡No insistas más! Ella no quiere estar conmigo y no voy a insistirle. Keyra eligió, Livy, eligió no darle una oportunidad a lo nuestro. Fin de la historia.

Mi hermana se marcha derrotada, y no puedo sentirme más miserable. He sido un borde, lo sé, pero si no lo hacía así Livy estaría insistiendo hasta el día del juicio final, y no es eso lo que necesito. Entiendo que se sienta entre la espada y la pared por la lealtad que nos tiene a ambos, pero tiene que dejarlo estar.  

Decido salir a dar una vuelta para despejarme, porque como siga así voy a acabar ahogado en alcohol. Recorro las calles sin rumbo, intentando distraerme con cualquier cosa, pero todo es inútil. Termino sentado en la barra del Inferno, con una copa de bourbon en la mano.

Cristal llega una hora después. Sigo en el mismo sitio, con la misma copa, en el mismo estado. ¿Cómo se consigue olvidar a una parte de ti? ¿Cómo consigo deshacerme de su recuerdo?

Cris se acerca y me pasa una mano por los hombros.

—Ey, Nat. ¿Qué haces aquí tan pronto?

—Salí para dejar de pensar en ella… y terminé aquí.

—¿Cuánto has bebido?

—Tranquila… es la primera.

—Hoy tenemos una exhibición. Quizás eso te distraiga.

Una carcajada sale de mis labios. ¿Distraerme? Todo me recuerda a ella. Absolutamente todo. Tengo que salir de aquí… Tengo que escapar.

Marc se acerca en ese momento, besa a su chica y se sienta a mi lado.

—Hola, colega. ¿Cómo te va?

—Cojonudo, Marc. Me va cojonudo.

—Quizás deberías empezar a pensar en rehacer tu vida. Podrías empezar con alguna sumisa dispuesta a…

—No.

—Nathan…

—He dicho que no, Marc. Me voy a casa.

—¿Quieres que te lleve?

—No he bebido casi nada, Marc. Puedo conducir.

A la mañana siguiente me siento un poco mejor. Tengo que trabajar, así que al menos mi mente estará ocupada en cosas más importantes que autocompadecerme por un corazón roto.

No tengo operaciones hasta la tarde, así que por la mañana solo me ocupo de los postoperatorios. Me encuentro a George, el jefe de oncología, frente al tablón de operaciones.

—Hola, O’Connor. ¿Qué tal va tu mañana?

—Tranquila. No opero hasta la tarde. ¿Y la tuya?

—Demasiado complicada. Tengo que operar a la de asuntos internos en media hora.

La sangre abandona mi cuerpo en un segundo. ¿La de asuntos internos? ¿Keyra ha recaído? Mi mirada se desvía hacia el tablón. Keyra Martin. Mastectomía parcial. Quirófano cuatro.

—¿Es… es muy grave?

—Tiene un carcinoma en el seno derecho, pero no va a perder todo el pecho. Gracias a sus análisis anuales hemos podido detectarlo a tiempo.

—Retrasa la operación, George.

—¿Qué? Ya tengo el quirófano reservado, deben ir a por ella en media hora.

—Tío, no te lo pediría si no fuera importante. Solo media hora más. Retrásalo solo media hora más.

—Está bien, lo intentaré.

—¿En qué habitación está?

—Mil doscientos cuatro.  

Salgo a correr por los pasillos sin ver, con el único propósito de llegar hasta Keyra. Ahora todo encaja, ahora comprendo el motivo real por el que me dejó. No había ningún hombre, solo había un cáncer de por medio.

Mi hermana está sentada junto a ella, y se sobresalta cuando me ve aparecer. Livy tiene el buen tino de desaparecer en cuanto me acerco a la cama de Keyra. No puedo dejar de mirarla, no puedo apartar mis ojos de su cara.

—No había otro hombre, ¿verdad? —pregunto.

—Nathan…

—¡Contesta!

—No, no había otro hombre.

—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Creías acaso que te dejaría?

—Voy a perder un pecho.

—Deberías conocerme mejor, Keyra. Deberías saber que me importa una mierda que pierdas el pecho, que se te caiga el pelo o que te pases la mayor parte del día vomitando. ¡Deberías saberlo!

—¡No quiero que pierdas tu vida! ¡No quiero atarte a mí para que me veas morir, ¿no lo entiendes?!

—¡No vas a morir, ¿me oyes?! ¡No vas a morir!

Me siento a su lado y cojo sus manos entre las mías.

—¿Es que no puedes entender que estoy enamorado de ti? ¿Tan difícil es entender que la única vida que quiero es contigo a mi lado?

—No podría soportar verte perder la oportunidad de ser feliz por cuidar de una enferma.

—Cállate, deja de decir sandeces. ¿Es que no sabes que el tiempo que pase a tu lado será el único que esté vivo?

Uno mi boca a la suya con toda el ansia que me lleva inundando desde hace dos meses. Las lágrimas de Keyra recorren mis mejillas, y sé que ya he ganado la batalla. Estúpida mujer… Sus brazos se enredan en mi cuello cuando me tumbo junto a ella en la cama, y llora lo que parecen horas enterrada en mi pecho.

—Te quiero, Keyra. Te quiero tanto que duele. No vuelvas a pensar siquiera en apartarme de tu lado, ¿me oyes? Estamos juntos en esto.

—Tengo miedo, Nat. Tengo mucho miedo.

—Lo sé, pero estoy aquí. Siempre estaré aquí.

Una hora después la anestesia hace efecto a mi chica. No suelto su mano, no me aparto de su lado hasta que abre los ojos después de la operación. Lo primero que hace es palparse el pecho para descubrir que sigue en su sitio. Sonrío ante la cara de estupefacción al sentirlo bajo sus dedos.

—Hola, nena. Bienvenida.

—¿Por qué? —pregunta aterrada.

—El tumor no era demasiado grande, así que no han tenido que quitarte el pecho. Todo ha salido bien, nena. Ya estás de vuelta.

—Te quiero, Nathan O’Connor. Estoy enamorada de ti desde el momento en que te vi en la sala de descanso por primera vez.

—Yo también te quiero. Descansa un poco, estaré aquí mismo.

La observo dormir sentado a su lado. Parece tan vulnerable… pero yo sé que es una guerrera. Saldrá adelante, siempre lo hace. El cáncer es una enfermedad difícil, pero ya ha pasado por ello y esta vez no va a ser distinto.

La vida vuelve a su cauce, por fin. El camino será difícil, pero lo superaremos… juntos.

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