Bitcoin: La última revolución

Bitcoin: La última revolución

por Ulises Bacilio

BITCOIN la Última Revolución

PREÁMBULO: ¿PORQUÉ CAMBIAR EL MODELO ECONÓMICO ACTUAL?

Una nota de Sergio Sarmiento.

Algo está mal con el sistema económico actual: crisis recurrentes, inflación descontrolada, quiebras bancarias con el subsecuente rescate con los impuestos de los ciudadanos y que aún seguimos pagando (FOBAPROA), burbujas que estallan y recesiones financieras que llegan a provocar la ruina de familias e individuos. Lo que he llegado a descubrir es que la gran mayoría de nosotros no entiende qué es o cómo funciona el dinero. Yo tampoco comprendía su naturaleza hasta que estudié BITCOIN y discerní su funcionamiento. Fue una labor que me tomó meses y que me dio luz para entender la pregunta inicial: qué es el dinero y los más importante, cómo actúa.

Encontré datos bastante sorprendentes. El sistema económico, conocido como Sistema Monetario Fraccionado, que actualmente usamos, es una práctica que no se ha modificado en los últimos 300 años y se originó durante el mandato del Rey William III de Inglaterra (1689–1702). Aunque fue un sistema que de alguna manera detonó la primera revolución industrial y la consolidación del imperio más grande del mundo, es un hecho que, hoy en día ya no se ajusta a la realidad socioeconómica, geográfica y humanitaria actual. Nuestro mundo ha cambiado y se ha reflejado en muchas industrias pero no ha el cambio no ha llegado al medio como creamos dinero. En mi opinión, por eso considero que Bitcoin es la revolución de una práctica anticuada.

Comenzaré con un escrito de unos de mis columnistas favoritos, Sergio Sarmiento, y que aplica a nosotros los mexicanos. La publicación salió hace casi tres años en agosto de 2014 en el periódico Reforma.

JAQUE MATE

Sergio Sarmiento

27 Ago. 2014

Castigar el ahorro

Periódico Reforma

“Ahorra un poco de dinero cada mes y te sorprenderá al final del año qué tan poco tienes”.

Ernest Haskins

Hace algunas semanas una joven me preguntó en qué instrumento podía ahorrar una cantidad pequeña, de unos 2 mil o 3 mil pesos al mes, para irse preparando para el futuro. Después de considerar las diferentes opciones tuve que decirle que lo mejor sería comprar dólares en efectivo. Pero aun así, añadí, perdería algo de su ahorro. Quizá el mejor consejo es decirle que gaste todo lo que reciba.

Los mexicanos no ahorramos. Éste ha sido siempre uno de los grandes obstáculos a nuestro desarrollo económico. Pero si con anterioridad podíamos atribuir esta situación a un problema cultural, hoy debemos responsabilizar a las políticas del gobierno y el Banco de México.

Los ahorradores mexicanos recibimos actualmente un rendimiento negativo por el dinero que colocamos en los bancos. Con el simulador de inversiones de HSBC en internet he calculado, por ejemplo, que un pagaré de 365 días de 100 mil pesos genera un rendimiento de 2.01 por ciento anual que equivalen a 2,037.92 pesos por año. Como la inflación se encuentra en 4.07 por ciento (julio), el dinero depositado perderá un 2.06 por ciento de su poder adquisitivo en el año. El interés que tendrían que darme los 100 mil pesos para mantener su poder de compra debería ascender a 4,070 pesos anuales. Así, al “ahorrar” 100 mil pesos pierdo 2,032.08 pesos al año.

Como si esa pérdida no fuera suficiente, Hacienda retiene a los ahorradores un impuesto, como si el rendimiento fuera positivo. Del interés bruto que recibe la inversión de 100 mil pesos en un pagaré a un año, el gobierno se queda con 600 pesos por concepto de Impuesto Sobre la Renta. El rendimiento que resta es de sólo 1.44 por ciento sobre el capital, lo cual equivale a 1,437.92 pesos en un año. La pérdida de poder adquisitivo del ahorro de 100 mil pesos en un año asciende así a 2,632.08 pesos.

Es verdad que los ahorradores de mayores recursos, los que presentan declaraciones anuales, pueden recuperar el impuesto un año después. Pero de manera muy injusta Hacienda se queda con lo retenido a ahorradores de menos recursos, aquellos que no presentan declaración anual. Hay que añadir ahora la drástica reducción de la deducibilidad de los fondos de inversión para el retiro por la reforma hacendaria. Parecería que la política fiscal está hecha para castigar el ahorro.

Mientras se mantengan reglas que hacen que los ahorradores pierdan dinero de manera sistemática, el ahorro de los mexicanos permanecerá en niveles muy bajos. Según el Banco Mundial nuestro país registraba en 2012 un ahorro bruto de 22 por ciento del Producto Interno Bruto. En contraste Corea del Sur tenía 35 por ciento y China 51 por ciento.

¿Por qué es importante contar con un ahorro sustancial en una economía en desarrollo? Porque éste se traduce en capital para la inversión productiva. Una de las razones que explican las altas tasas de crecimiento de China y Corea del Sur es precisamente su gran ahorro, el cual financia inversiones sin necesidad de depender de capitales externos.

Del ahorro que generamos en México una parte importante proviene de las Afores. En este 2014 el dinero reunido en las cuentas individuales representa 12.9 por ciento del PIB según la Consar. Pero de poco sirve haber hecho un esfuerzo tan importante para generar este monto, cuando las reglas están hechas para socavar el ahorro voluntario.

No podemos pedir a los mexicanos que ahorren más si el gobierno castiga el ahorro.

Necesitamos políticas que permitan que preserve su valor o lo incremente. De otra manera tendremos que seguir dependiendo de capitales externos y acostumbrarnos a no crecer.

@SergioSarmiento

PARTE 1: ¿Qué le da valor a el dinero y cómo funciona?

Para entender esta revolución primero tenemos que entender qué es el dinero. Los próximos párrafos tratan de llevarlos a un viaje a través de su evolución, siendo una de las más destacadas y más pobremente entendidas invenciones de la humanidad.

¿Qué es el dinero?, ¿qué representa?, ¿Cómo es que la sociedad desarrolló este sistema para intercambiar bienes y medir su valor? Como en cualquier campo de estudio, para entender cómo funciona algo, especialmente una invención humana, se logra siguiendo su línea temporal de manera ascendente.

Los seres humanos aparecieron en escena hace 200,000 años por evolución en África oriental. La manera en que estos primeros humanos vivieron ha sido motivo de innumerables teorías y estudios antropológicos. De lo que estamos seguros es que estos primeros humanos no tenían dinero. La mayoría de los estudiosos de la evolución humana coinciden en que nuestra primera actividad de supervivencia fue la caza y la recolección de frutos y semillas.

Los cazadores-recolectores no habían inventado el dinero pues no lo necesitaban. Cada banda cazaba, recolectaba y manufacturaba casi todo lo que necesitaba, desde carne a medicinas, y desde sandalias a brujería (la medicina de ésa época). Los diferentes miembros de una banda quizá se especializaban en tareas diferentes, pero compartían sus bienes y servicios mediante una economía de favores y obligaciones. Un pedazo de carne que se ofrecía llevaría consigo la asunción de reciprocidad: una asistencia médica por ejemplo. La banda de homo sapiens era económicamente independiente; solo unos pocos artículos raros que no podían encontrarse localmente (conchas marinas, pigmentos, obsidiana, entre otros) tenían que obtenerse de foráneos. Por lo general, esto podría conseguirse mediante simple trueque: «Les daremos nuestras bonitas conchas a cambio de un pedernal de gran calidad para hacer fuego».

Esta forma de actuar cambió muy poco con el inicio de la revolución agrícola. La mayoría de la gente continuaba viviendo en comunidades pequeñas e íntimas. De manera muy parecida a una cuadrilla de cazadores-recolectores, cada aldea era una unidad económica autosuficiente que se mantenía mediante favores y obligaciones mutuos y el trueque con los forasteros. Un aldeano bien podría haber sido particularmente hábil a la hora de hacer zapatos y otro como dispensador de cuidados médicos, de manera que los lugareños sabían a quién dirigirse cuando iban descalzos o estaban enfermos. Pero las aldeas eran pequeñas y sus economías limitadas, de modo que no podía haber zapateros ni médicos a tiempo completo.

El auge de ciudades y reinos y la mejora en las infraestructuras de transporte produjeron nuevas oportunidades para la especialización. Las ciudades densamente pobladas proporcionaban empleo a tiempo completo no sólo a zapateros y médicos, sino también a carpinteros, sacerdotes, soldados y abogados. Las aldeas que se labraron una reputación por producir vino, aceite de oliva o cerámicas realmente buenos descubrieron que valía la pena especializarse casi exclusivamente en dicho producto, y canjearlo con otros poblados por todos los demás bienes que necesitaban. Esto tenía mucho sentido. Los climas y los suelos difieren, de modo que ¿por qué beber vino mediocre procedente del propio huerto si se puede comprar una variedad más suave de un lugar cuyo suelo y clima están mucho mejor adaptados a la vid? Si la arcilla que podemos obtener cerca de casa produce cacharros más resistentes y bellos, entonces podemos conseguir un intercambio. Además, los especialistas vinateros y alfareros a tiempo completo, por no mencionar los médicos y los abogados, pueden perfeccionar su experiencia para beneficio de todos. Pero la especialización creó un problema: ¿cómo gestionar el intercambio de bienes entre especialistas?

Una economía de favores y obligaciones no funciona cuando hay un gran número de extraños que pretenden cooperar. Una cosa es proporcionar asistencia gratuita a una hermana o un vecino, y otra muy distinta es atender a extraños que quizá nunca devuelvan el favor. Se puede volver al trueque. Pero el trueque es efectivo solo cuando se intercambia una gama limitada de productos. No puede formar la base de una economía compleja.

Con el fin de entender las limitaciones del trueque, imagine el lector que posee un manzanar en las colinas que produce las manzanas más firmes y dulces de toda la provincia. Trabaja tan duro en el manzanar que sus zapatos se desgastan. De modo que amarra el asno a la carreta y se dirige al pueblo que hay junto al río, que tiene mercado. Su vecino le dice que un zapatero que hay en el extremo sur del mercado le hizo un par de botas realmente resistentes que le han durado cinco temporadas. El lector encuentra el taller del zapatero y le ofrece baratar algunas de sus manzanas a cambio de los zapatos que necesita.

El zapatero duda. ¿Cuántas manzanas debe pedir en pago? Cada día se encuentra con decenas de clientes, algunos de los cuales le traen sacos de manzanas, mientras que otros le traen trigo, cabras o tela, todo ello de calidad variable. Otros todavía le ofrecen su experiencia en dirigir peticiones al rey o en curar el dolor de espalda. La última vez que el zapatero canjeó zapatos por manzanas fue hace tres meses, y entonces pidió tres sacos de manzanas. ¿O fueron cuatro? Pero, ahora que lo piensa, aquellas manzanas eran las ácidas del valle, y no las de primera calidad de las colinas. Por otro lado, en aquella ocasión obtuvo las manzanas a cambio de pequeños zapatos de mujer. Este compadre le pide botas de tamaño apropiado para un hombre. Además, en las últimas semanas una enfermedad ha diezmado los rebaños de los alrededores del pueblo y las pieles escasean. Los curtidores han empezado a pedir el doble de zapatos acabados por la misma cantidad de cuero. ¿No debería tomar esto en consideración?

En una economía de trueque, todos los días el zapatero y el agricultor de manzanas tendrán que aprender de nuevo los precios relativos de decenas de mercancías. Si hay 100 artículos diferentes que se truecan en el mercado, los compradores y los vendedores tendrán que conocer 4.950 tasas de canje. Y si los artículos que se truecan son 1.000, ¡los compradores y los vendedores tendrán que habérselas con 499.500 tasas de canje distintas! ¿Cómo se resuelve esto?

Sin embargo, todavía puede ser peor. Aun en el caso de que el lector consiga calcular cuántas manzanas equivalen a un par de zapatos, el trueque no siempre es posible. En un principio que los economistas llaman: “coincidencia de intereses”, cuando esto falta el trueque es imposible. ¿Qué ocurre si al zapatero no le gustan las manzanas y, en el momento en cuestión, lo que realmente desea es el divorcio? Ciertamente, el granjero puede buscar un abogado al que le gusten las manzanas y establecer un trato a tres partes. Pero ¿qué ocurre si el abogado está hasta el tope de manzanas pero necesita un corte de pelo?

Algunas sociedad intentaron resolver el problema mediante el establecimiento de un sistema de trueque centralizado que recolectaba productos de los granjeros y artesanos especialistas y los distribuía a los que los necesitaban. El mayor y más famoso de dichos experimentos se realizó en la Unión Soviética y fracasó estrepitosamente. La frase “Todos trabajarán según sus capacidades y recibirán según sus necesidades” se transformó, en la práctica, en “Todos trabajarán tan poco como puedan y recibirán todo lo que puedan conseguir”. En otras ocasiones se hicieron experimentos más moderados y con más éxito, por ejemplo en el Imperio inca. Pero la mayoría de las sociedades encontraron una manera más fácil de conectar a un gran número de especialistas con necesidades especializadas: el dinero.

CONCHAS Y CIGARRILLOS

El dinero fue creado muchas veces y en muchos lugares. Su desarrollo no requirió grandes descubrimientos tecnológicos: fue una revolución puramente mental. Implicó la creación de una nueva realidad intersubjetiva que solo existe en la imaginación compartida de la gente.

El dinero no son las monedas y los billetes. El dinero es cualquier cosa que la gente esté dispuesta a utilizar para representar de manera sistemática el valor de otras cosas con el propósito de intercambiar bienes y servicios. El dinero permite que la gente comparar rápida y fácilmente el valor de bienes distintos (como manzanas, zapatos y divorcios), que intercambie fácilmente una cosa por otra, y que almacene la riqueza de manera conveniente. Ha habido muchos tipos de dinero. El más familiar es la moneda, que es una pieza estandarizada de metal acuñado. Pero el dinero existió mucho antes de que se inventara la acuñación, y ha habido culturas que han prosperado empleando otras cosas como dinero, como conchas, ganado, pieles, sal, grano, cuentas, tela y notas de pago. Las conchas blancas o cauris se utilizaron como moneda durante unos 4.000 años en toda África, el Sudeste Asiático, Asia oriental y Oceanía. A principios del siglo XX, en la Uganda Británica todavía podían pagarse los impuestos mediante cauris.

En las prisiones y los campos de prisioneros de guerra modernos, a menudo se han utilizado cigarrillos como moneda. Incluso los prisioneros que no fuman se han mostrado dispuestos a aceptar cigarrillos como pago, y a calcular el valor de todos los demás bienes y servicios en cigarrillos. Un superviviente de Auschwitz describía el dinero en cigarrillos que se usaba en el campo: «Teníamos nuestro propio dinero, cuyo valor nadie discutía: el cigarrillo. El precio de todos los artículos se expresaba en cigarrillos […] En época “normal”, es decir, cuando los candidatos a las cámaras de gas llegaban a un ritmo regular, una hogaza de pan costaba doce cigarrillos; un paquete de margarina de trescientos gramos, treinta; un reloj, de ochenta a doscientos; un litro de alcohol, ¡cuatrocientos cigarrillos!».

De hecho, incluso hoy en día las monedas y billetes son una forma rara de dinero. Actualmente, la suma total de dinero en el mundo era de unos 60 billones de dólares, pero la suma total de monedas y billetes no llegaba a los 6 billones de dólares. Más del 90 por ciento de todo el dinero (más de 50 billones de dólares que aparecen en nuestras cuentas) existe solo en los servidores informáticos. De acuerdo con esto, la mayoría de las transacciones comerciales se ejecutan moviendo datos electrónicos de un archivo informático a otro, sin ningún intercambio de dinero en efectivo, físico. Solo un delincuente compra una casa con un maletín lleno de billetes de banco. Mientras la gente esté dispuesta a canjear bienes y servicios a cambio de datos electrónicos, ello es incluso mejor que las monedas relucientes y los billetes nuevos y crujientes: son más ligeros y menos voluminosos y es más fácil seguirles la pista.

Para que los sistemas comerciales complejos funcionen, es indispensable algún tipo de dinero. Un zapatero, en una economía monetaria, solo necesita saber los precios que hay que atribuir a los distintos tipos de zapatos; no hay necesidad de memorizar las tasas de cambio entre zapatos y manzanas o cabras. El dinero libera asimismo a los expertos en manzanas de la necesidad de buscar zapateros a los que les gusten las manzanas, porque todo el mundo quiere el dinero, lo que significa que puede intercambiarse dinero por todo lo que uno quiera o necesite. Al zapatero siempre le convendrá aceptar nuestro dinero porque, sea lo que fuere que quiera (manzanas, cabras o un divorcio), lo puede obtener a cambio de dinero.

El dinero es así un medio universal de intercambio que permite a la gente convertir casi todo en casi cualquier cosa. El músculo se convierte en cerebro cuando un soldado licenciado financía su matrícula universitaria con sus prestaciones militares. La tierra se convierte en lealtad cuando un barón vende propiedades para mantener a sus servidores. La salud se convierte en justicia cuando un médico usa sus ingresos para contratar a un abogado… o para sobornar a un juez. Incluso es posible convertir el sexo en salvación, como hacían las prostitutas en el siglo XV cuando se acostaban con hombres a cambio de dinero, que a su vez empleaban para comprar indulgencias de la Iglesia católica.

Los tipos de dinero ideales no solo permiten a la gente transformar una cosa en otra, sino también almacenar caudales. Muchas cosas valiosas no pueden almacenarse, como el tiempo y la belleza. Algunas cosas pueden guardarse solo por un corto tiempo, como las fresas. Otras cosas son más duraderas, pero ocupan mucho espacio y requieren instalaciones y cuidados caros. El grano, por ejemplo, puede guardarse durante años, pero para hacerlo hay que construir grandes almacenes para preservarlo de las ratas, los hongos, el agua, el fuego y los ladrones. El dinero, ya sea en forma de papel, bits informáticos o conchas de porcelana, resuelve estos problemas. Los cauris no se pudren, a las ratas no les gustan, pueden resistir los incendios y son lo suficientemente compactos para encerrarlos en una caja fuerte.

Con el fin de utilizar los caudales no basta simplemente con almacenarlos. A veces es necesario trasladarlos de un lugar a otro. Algunas formas de riqueza, como los bienes raíces, no pueden transportarse en absoluto. Artículos como el trigo y el arroz pueden transportarse con cierta dificultad. Imaginemos a un agricultor acomodado que vive en una tierra sin dinero y que emigra a una provincia lejana. Sus riquezas consisten principalmente en su casa y sus arrozales. El granjero no puede llevarlos consigo. Puede cambiarlos por toneladas de arroz, pero sería muy engorroso y caro transportar todo este arroz. El dinero resuelve estos problemas. El granjero puede vender su propiedad a cambio de un saco de cauris, que puede transportar fácilmente a dondequiera que vaya.

Debido a que el dinero puede convertir, almacenar y transportar de manera fácil y barata los bienes, su contribución fue vital a la aparición de redes comerciales complejas y a mercados dinámicos. Sin dinero, las redes comerciales y los mercados se habrían visto condenados a permanecer muy limitados en su tamaño, complejidad y dinamismo.

¿CÓMO FUNCIONA EL DINERO?

Los cauris y los dólares solo tienen valor en nuestra imaginación común. Su valor no es intrínseco a la estructura química de las conchas y el papel, ni de su color, ni de su forma. En otras palabras, el dinero no es una realidad material; es un constructo psicológico. Funciona al convertir materia en mente. Pero ¿por qué tiene éxito? ¿Por qué desearía nadie cambiar un fértil arrozal por un puñado de inútiles cauris? ¿Por qué querríamos preparar hamburguesas a la plancha, vender seguros de enfermedad o hacer de canguro de tres mocosos detestables si todo lo que obtendremos por nuestro esfuerzo son unos pocos pedazos de papel coloreado?

La gente está dispuesta a hacer estas cosas cuando confía en las invenciones de su imaginación colectiva. La confianza es la materia bruta a partir de la cual se acuñan todas las formas de dinero. Cuando el granjero rico vendió sus posesiones por un saco de cauris y viajó con ellos a otra provincia, confiaba en que al llegar a su destino otras personas estarían dispuestas a venderle arroz, casas y campos a cambio de las conchas. En consecuencia, el dinero es un sistema de confianza mutua, y no cualquier sistema de confianza mutua: El dinero es el más universal y más eficiente sistema de confianza mutua que jamás se haya inventado.

Lo que creó dicha confianza fue una red muy compleja y a muy largo plazo de relaciones políticas, sociales y económicas. ¿Por qué creo en la concha de cauri, o la moneda de oro, o el billete de dólares? Porque mis vecinos creen en ellos. Y mis vecinos creen en ellos porque yo creo en ellos. Y todos creemos en ellos porque nuestro rey cree en ellos y los exige en los tributos, y porque nuestro sacerdote cree en ellos y los reclama en los diezmos. Tomemos un billete de un dólar y observémoslo con detenimiento. Veremos que es simplemente un pedazo de papel de color con la firma del secretario del Tesoro de Estados Unidos a un lado y la leyenda «En Dios confiamos» en el otro. Aceptamos el dólar como pago, porque confiamos en Dios y en el secretario del Tesoro de Estados Unidos. El papel crucial de la confianza explica por qué nuestros sistemas financieros están tan fuertemente entrelazados con nuestros sistemas políticos, sociales e ideológicos, por qué las crisis financieras suelen desencadenarse por acontecimientos políticos, y por qué el mercado de valores puede subir o bajar en función del humor que tengan los empresarios en una mañana concreta.

Inicialmente, cuando se crearon las primeras versiones de dinero, la gente no tenía este tipo de confianza, de modo que fue necesario definir como «dinero» cosas que tenían un valor intrínseco real. El primer dinero conocido de la historia, el dinero de cebada sumerio, es un buen ejemplo. Apareció en Sumer hacia 3000 a.C., en la misma época y el mismo lugar, y en las mismas circunstancias, en las que apareció la escritura. De la misma manera que la escritura se desarrolló para dar respuesta a las necesidades de intensificar las actividades administrativas, el dinero de cebada apareció para dar respuesta a las necesidades de actividades económicas que se hacían más intensas.

El dinero de cebada era simplemente cebada: cantidades fijas de granos de cebada utilizadas como una medida universal para evaluar e intercambiar todos los demás bienes y servicios. La medida más común era la sila, equivalente aproximadamente a un litro. Cuencos normalizados, cada uno de ellos con capacidad para una sila, se produjeron en masa para que, siempre que la gente tuviera necesidad de comprar o vender algo, fuera fácil medir las cantidades de cebada necesarias. También los salarios se establecían y se pagaban en silas de cebada. Un obrero ganaba 60 silas al mes y una obrera 30 silas. Un capataz podía ganar entre 1.200 y 5.000 silas. Ni el más hambriento de los capataces podía comer 5.000 litros de cebada en un mes, pero podía utilizar las silas que no comía para comprar todo tipo de artículos: aceite, cabras, esclavos y alguna otra cosa para comer que no fuera cebada.

Aunque la cebada tiene un valor intrínseco, no fue fácil convencer a la gente para que la utilizara como dinero en lugar de como cualquier otra mercancía. Para comprender por qué, piense el lector qué ocurriría si llevara un saco lleno de cebada a su centro comercial local, e intentara comprar una camisa o una pizza. Probablemente, los vendedores llamarían a seguridad. Aun así, era algo más fácil llegar a confiar en la cebada como el primer tipo de dinero, porque la cebada tiene un valor biológico intrínseco. Los humanos pueden comerla. Por otra parte, la cebada era difícil de almacenar y transportar. El gran avance en la historia del dinero se produjo cuando la gente llegó a confiar en dinero que carecía de valor intrínseco, pero que era más fácil de almacenar y transportar. Tal dinero apareció en la antigua Mesopotamia a mediados del tercer milenio a.C. Era el siclo de plata.

El siclo de plata no era una moneda, sino 8,33 gramos de plata. Cuando el Código de Hammurabi declaraba que un hombre superior que matara a una mujer esclava tenía que pagar a su dueño 20 siclos de plata, esto significaba que debía pagar 166 gramos de plata, no 20 monedas. La mayor parte de los términos dinerarios en el Antiguo Testamento se dan en términos de plata y no de monedas. Los hermanos de José lo vendieron a los ismaelitas por veinte siclos de plata, o 166 gramos de plata (el mismo precio que una esclava; después de todo, era un joven).

A diferencia de la sila de cebada, el siclo de plata no tenía un valor intrínseco. La plata no se puede comer, beber ni hacer vestidos con ella, y es demasiado blanda para producir herramientas útiles: los arados o las espadas de plata se deformarían casi tan rápidamente como las hechas de papel de aluminio. Cuando son usados para algo, la plata y el oro son transformados en joyas, coronas y otros símbolos de jerarquía: bienes de lujo que los miembros de una determinada cultura identifican con un nivel social elevado. Su valor es puramente cultural.

Los pesos fijados de metales preciosos acabaron dando origen a las monedas. Las primeras monedas de la historia las hizo acuñar hacia el año 640 a.C. el rey Aliates de Lidia, en Anatolia occidental. Estas monedas tenían un peso normalizado de oro o plata, y se acuñaban con una marca de identificación. La marca testificaba dos cosas. Primera, indicaba cuánto metal precioso contenía la moneda. Segunda, identificaba la autoridad que emitía la moneda y que garantizaba su contenido. Casi todas las monedas en uso en la actualidad son descendientes de las monedas de Lidia.

Las monedas tenían dos ventajas importantes sobre los lingotes de metal sin marcas. Primera, estos tenían que pesarse para cada transacción. Segunda, pesar el lingote no es suficiente. ¿Cómo sabe el zapatero que el lingote de plata que yo le entrego para pagar sus botas está hecho realmente de plata pura, y no de plomo cubierto en el exterior por un delgado revestimiento de plata? Las monedas ayudan a resolver estos problemas. La marca impresa sobre ellas atestigua su valor exacto, de manera que el zapatero no necesita tener unas balanzas en su caja registradora. Y más importante todavía: la marca en la moneda es la rúbrica de alguna autoridad política que garantiza su valor.

La forma y el tamaño de la marca variaron enormemente a lo largo de la historia, pero el mensaje era siempre el mismo: «Yo, el Gran Rey Fulano de Tal, os doy mi palabra personal de que este disco de metal contiene exactamente cinco gramos de oro. Si alguien osa imitar esta moneda, eso significa que está falsificando mi propia firma, lo que sería una mancha en mi reputación. Castigaré este crimen con la mayor severidad». Esta es la razón por la que la falsificación de moneda siempre se ha considerado un crimen mucho más grave que otros actos de impostura. Producir moneda falsa no es solo timar: es una violación de soberanía, un acto de subversión contra el poder, los privilegios y la persona del rey

El término legal era lèse majesté («lesa majestad»), y se solía castigar con la tortura y la muerte. Mientras el pueblo confiara en el poder y la integridad del rey, confiaban en sus monedas. Personas totalmente extrañas podían aceptar fácilmente el valor de un denario romano, porque confiaban en el poder y la integridad del emperador romano, cuyo nombre e imagen adornaban la moneda.

A su vez, el poder del emperador se apoyaba en el denario. Pensemos simplemente en lo difícil que hubiera sido mantener el Imperio romano sin monedas, si el emperador hubiera tenido que recaudar impuestos y pagar salarios en cebada y trigo. Habría sido imposible recaudar impuestos de cebada en Siria, transportar los fondos a la tesorería central en Roma y transportarlos de nuevo a Britania con el fin de pagar a las legiones que allí había. Habría sido igualmente difícil mantener el imperio si los habitantes de la propia Roma hubieran creído en las monedas de oro, pero los galos, griegos, egipcios y sirios hubieran rechazado esta creencia y hubieran depositado su confianza en cauris, cuentas de marfil o rollos de tela.

EL EVANGELIO DEL ORO

La confianza en las monedas de Roma era tan fuerte que incluso fuera de los límites del imperio a la gente le gustaba recibir su paga en denarios. En el siglo I d.C., las monedas romanas eran un medio de intercambio aceptado en los mercados de la India, aunque la legión romana más cercana se hallaba a miles de kilómetros de distancia. Los indios tenían una confianza tan fuerte en el denario y en la imagen del emperador que cuando los gobernadores locales acuñaron sus propias monedas imitaron fielmente al denario, ¡incluso hasta el retrato del emperador romano! El nombre «denario» se convirtió en un término genérico para las monedas. Los califas musulmanes arabizaron este nombre y emitieron «dinares». El dinar sigue siendo el nombre oficial del dinero en Jordania, Irak, Serbia, Macedonia, Túnez y otros países.

Al tiempo que el sistema lidio de acuñación de moneda se extendía por el Mediterráneo hasta el océano Índico, China desarrolló un sistema monetario ligeramente distinto, basado en monedas de bronce y lingotes de plata y oro sin marcar. Pero los dos sistemas monetarios tenían suficientes cosas en común (en especial el basarse en el oro y la plata) para que se establecieran relaciones monetarias y comerciales entre la zona china y la zona lidia. Los mercaderes y conquistadores musulmanes y europeos extendieron gradualmente el sistema lidio y el evangelio del oro a los rincones más alejados de la Tierra. A finales de la era moderna, todo el mundo era una única zona monetaria, que se basaba ante todo en el oro y la plata, y posteriormente en unas pocas monedas en las que se confiaba, como la libra inglesa y el dólar estadounidense.

La aparición de una única zona monetaria transnacional y transcultural puso los cimientos para la unificación de Afroasia, y finalmente de todo el globo, en una única esfera económica y política. Las personas continuaban hablando en idiomas incomprensibles, obedecían a gobernantes diferentes y adoraban a dioses distintos, pero todos creían en el oro y la plata y en las monedas de oro y plata. Sin esta creencia compartida, las redes comerciales globales habrían sido prácticamente imposibles. El oro y la plata que los conquistadores del siglo XVI encontraron en América permitieron a los mercaderes europeos adquirir seda, porcelana y especias en Asia oriental, con lo que movían las ruedas del crecimiento económico tanto en Europa como en Asia oriental. La mayor parte del oro y la plata extraídos de las minas de México y los Andes se escapó de las manos europeas hasta encontrar una buena acogida en las bolsas de los fabricantes chinos de seda y porcelana. ¿Qué le hubiera ocurrido a la economía global si los chinos no hubieran padecido la misma «enfermedad del corazón» que afligía a Cortés y sus compañeros, y hubieran rechazado aceptar pagos en oro y plata?

Pero ¿por qué razón los chinos, los indios, los musulmanes y los españoles, que pertenecían a culturas muy diferentes que no consiguieron ponerse de acuerdo en casi nada, compartían no obstante la creencia en el oro? ¿Por qué no ocurrió que los españoles creyeran en el oro, mientras que los musulmanes creían en la cebada, los indios en los cauris y los chinos en los rollos de seda? Los economistas ofrecen una respuesta rápida. Una vez que el comercio conecta dos áreas, las fuerzas de la oferta y la demanda tienden a igualar los precios de los bienes transportables. Con el fin de comprender por qué, consideremos un caso hipotético. Supongamos que cuando se abrió el comercio regular entre la India y el Mediterráneo, los indios no estaban interesados en el oro, de modo que casi no tenía valor. Pero en el Mediterráneo el oro era un codiciado símbolo de estatus social, de manera que su valor era elevado. ¿Qué habría ocurrido después?

Los mercaderes que viajaban entre la India y el Mediterráneo habrían advertido la diferencia en el valor del oro. Con el fin de obtener un beneficio, habrían comprado oro barato en la India y lo habrían vendido caro en el Mediterráneo. En consecuencia, la demanda de oro en la India habría aumentado mucho, al igual que su valor. Al mismo tiempo, en el Mediterráneo se habría asistido a una entrada de oro, cuyo valor, en consecuencia, habría caído. Al cabo de poco tiempo, el valor del oro en la India y en el Mediterráneo habría sido muy parecido. El mero hecho de que las gentes del Mediterráneo creyeran en el oro habría hecho que los indios empezaran a creer también en él. Aun en el caso de que los indios no tuvieran todavía un uso real para el oro, el hecho de que las gentes del Mediterráneo lo desearan habría sido suficiente para hacer que los indios lo valoraran.

De forma similar, el hecho de que otra persona crea en las conchas de porcelana, o en los dólares, o en los datos electrónicos, es suficiente para fortalecer nuestra propia creencia en ellos, incluso si, de otro modo, odiamos, despreciamos o ridiculizamos a esta persona. Los cristianos y los musulmanes que no pueden ponerse de acuerdo en creencias religiosas pueden no obstante coincidir en una creencia monetaria, porque mientras que la religión nos pide que creamos algo, el dinero nos pide que creamos que otras personas creen en algo.

Durante miles de años, filósofos, pensadores y profetas han vilipendiado el dinero y lo han calificado de la raíz de todos los males. Sea como fuere, el dinero es asimismo el apogeo de la tolerancia humana. El dinero es más liberal que el lenguaje, las leyes estatales, los códigos culturales, las creencias religiosas y los hábitos sociales. El dinero es el único sistema de confianza creado por los humanos que puede salvar casi cualquier brecha cultural, y que no discrimina sobre la base de la religión, el género, la raza, la edad o la orientación sexual. Gracias al dinero, incluso personas que no se conocen y no confían unas en otras pueden, no obstante, cooperar de manera efectiva.

EL PRECIO DEL DINERO

El dinero se basa en dos principios universales:

a) Convertibilidad universal: con el dinero como alquimista, se puede convertir la tierra en lealtad, la justicia en salud y la violencia en conocimiento.

b) Confianza universal: con el dinero como intermediario, cualesquiera dos personas pueden cooperar en cualquier proyecto.

Un punto de referencia común entre economistas es que para que algo pueda ser considerado dinero debe tener por lo menos 3 características:

  1. Funcionar como un medio de intercambio
  2. Ser una unidad de contabilidad
  3. Ser un depósito de valor.

Estos principios han permitido a millones de extraños cooperar efectivamente en el comercio y la industria. Pero estos principios aparentemente benignos tienen un lado oscuro. Cuando todo es convertible, y cuando la confianza depende de monedas y cauris anónimos, esto corroe las tradiciones locales, las relaciones íntimas y los valores humanos, y los sustituye por las frías leyes de la oferta y la demanda.

Las comunidades y familias humanas siempre se han basado en la creencia en cosas «que no tienen precio», como el honor, la lealtad, la moralidad y el amor. Estas cosas quedan fuera del ámbito del mercado, y no deberían comprarse ni venderse por dinero. Incluso si el mercado ofrece un buen precio, hay ciertas cosas que, sencillamente, no se hacen. Los padres no deben vender a sus hijos como esclavos; un cristiano devoto no debe cometer un pecado mortal; un caballero leal no debe nunca traicionar a su señor, y las tierras tribales ancestrales no deben venderse nunca a extranjeros.

El dinero siempre ha intentado romper estas barreras, como el agua que rezuma por las grietas de un dique. Hay padres que se han visto obligados a vender a algunos de sus hijos como esclavos con el fin de comprar comida para los otros. Cristianos devotos han asesinado, robado y engañado… y después han usado su botín para comprar el perdón de la Iglesia. Caballeros ambiciosos subastaban su lealtad al mejor postor, al tiempo que aseguraban la lealtad de sus seguidores mediante pagos en efectivo. Se vendieron tierras tribales a extranjeros del otro lado del mundo con el fin de adquirir un billete de entrada en la economía global.

Sin embargo, el dinero tiene un lado todavía más oscuro. Si bien el dinero compra la confianza universal entre extraños, esta confianza no se invierte en humanos, comunidades o valores sagrados, sino en el propio dinero y en los sistemas impersonales que lo respaldan. No confiamos en el extraño, ni en el vecino de la puerta de al lado: confiamos en la moneda que sostienen. Si se les acaban las monedas, se nos acaba la confianza. Mientras el dinero hace caer los diques de la comunidad, la religión y el Estado, el mundo se encuentra en peligro de convertirse en un mercado enorme y despiadado.

De ahí que la historia económica de la humanidad sea una danza delicada. La gente se basa en el dinero para facilitar la cooperación con extraños, pero temen que corrompa los valores humanos y las relaciones íntimas. Con una mano, la gente destruye voluntariamente los diques comunales que durante mucho tiempo mantuvieron a raya el movimiento de dinero y el comercio. Pero con la otra construyen nuevos diques para proteger a la sociedad, la religión y el medio ambiente de la esclavización por parte de las fuerzas del mercado.

Ahora es general la creencia de que el mercado siempre prevalece, y que los diques levantados por reyes, sacerdotes y comunidades no podrán detener durante mucho tiempo la marea del dinero. ¡Qué ingenuidad! Guerreros brutales, fanáticos religiosos y ciudadanos preocupados han conseguido repetidamente vapulear a los mercaderes calculadores, e incluso remodelar la economía. Por eso es imposible entender la unificación de la humanidad como un proceso puramente económico. Con el fin de comprender de qué manera miles de culturas aisladas se aglomeraron a lo largo del tiempo para formar la aldea global de hoy, hemos de tener en cuenta el papel del oro y la plata, pero no podemos pasar por alto el papel igualmente crucial del acero.

Parte 2: ¿Cómo funciona HOY el dinero a nivel mundial?

El documento de la reserva federal: MODERN MONEY MECHANICS

Hoy el sistema monetario internacional es global y complejo. Un momento clave fue cuando Estados Unidos en 1969 creó el sistema monetario actual desconociendo todos los demás sistemas existentes tanto de Europa como en Asia, a base de poder, y guerras este sistema es el que HOY se ha logrado imponer y está descrito en el documento MODERN MONEY MECHANICS. La principal guerra que obligó a todos los demás países a utilizar este sistema de manera obligatoria fué la guerra de Vietnam. Más adelante doy referencias de por qué es eso. El que mejor explica este tema es la segunda parte de un documental llamado Zeitgeist: Addendum, minuto 6:56 es donde da la explicación crucial acerca de cómo funciona la deuda, los bonos de tesoro y el dinero nuevo que se imprime en el mundo. El cual hoy está centralizado y monopolizado por el Banco Central de Estados Unidos.

https://youtu.be/gmIYMMYDXK8?t=6m56s

Parte 3: La contraparte BLOCKCHAIN Y BITCOIN: El oro del internet.

“Si la moneda es buena, no es necesario su imposición forzosa pues la gente la aceptará de manera voluntaria”

Como hemos visto el Dinero es una herramienta e institución social. Su importancia es vital, ya que una sociedad tan compleja como la que hemos creado, no se puede organizar las diferentes actividades sin un sistema como el dinero, el cual cumple con 3 funciones ya descritas antes:

  1. Unidad de cuenta
  2. Reserva de valor
  3. Medio de intercambio

Bitcoin funciona a través de una tecnología llamada Blockchain, hay 3 componentes principales para que la red de bitcoin funcione:

  1. Mineros: resuelven problemas matemáticos complejos y mantienen la cadena de bloques.
  2. Nodos: confirman que los mineros sean honestos y que las transacciones no sean fraudulentas.
  3. Usuarios: mueven los bitcoins con llaves privadas.

En realidad para entender el bitcoin tomaría mucho tiempo pues habría que estudiar criptografía, redes computacionales y la nueva tecnología blockchain. Pero poniéndolo de una manera simple será así:

  1. Miles de mineros en todo el mundo fijan las transacciones con problemas matemáticos complejos y criptografía para garantizar la inhackeabilidad de la red.
  2. Los nodos (otros usuarios) se encargan de vigilar que los mineros hagan bien su trabajo y sean honestos.
  3. Todo se guarda en un registro público global llamado blockchain que no controla ninguna autoridad, ningún político o rey, sino es controlado por el software.

Y para saber más que por qué Bitcoin:

https://www.weusecoins.com/es/

Para empezar a utilizarlo como empresa:

https://www.weusecoins.com/es/getting-started/

Un bestseller internacional en Bitcoins:

https://www.amazon.com/The-Age-Cryptocurrency-Challenging-Economic

Más clavado aún:

https://www.youtube.com/watch?v=JP9-lAYngi4&list=PLZvSjJphwk_Wk1SYkECKUxCdq5aOzmmhf

CONCLUSIONES:

“¿Quien controla bitcoin? Esta pregunta equivale a preguntar quién controla el internet? La respuesta es nadie y todos a la vez, nadie tiene control del internet, ni los gobiernos más autoritarios pueden controlar el internet. La tecnología misma es quien lo controla, el árbitro es: La tecnología. Concentra el poder en la tecnología (blockchain), descentralizando la operación de la misma y dejando que cada individuo la explote según sus capacidades e imaginación… eso es la democratización del dinero.” — R.S.

Los partidarios de las criptomonedas digitales tenemos algo de desesperadamente utópicos. Esta idea de que la gente pueda conducir su propio dinero, su propio negocio, cualquier negocio, por sí mismos sin la necesidad de intermediarios como los bancos, las casas de bolsa, las casas de cambio y los gobiernos, es una idea altamente extravagante para la mente moderna, como seguramente debió haber sido la idea del autogobierno en 1776 que llevó a muchas de las revoluciones que iniciaron en todas partes del mundo y descentralizaron el gobierno de las monarquías y la aristocracia.

Creo que si de repente el mundo entero comenzará a usar un dinero que los gobiernos no puedan imprimir de manera ilimitada tan solo porque se les da la gana, no podrían seguir operando estas gigantescas máquinas de guerra que han matado y están matando tanta gente alrededor del mundo. Entonces veo a bitcoin como una palanca que puede utilizarse para tratar de mover al mundo hacia una dirección más pacífica.

Una vez que descubran o entiendan este paradigma del dinero moderno. Una vez que la verdadera naturaleza y amplitud de este paradigma les sea claro, será imposible regresar a las antiguas ideas de cómo eran las cosas.

Quisiera desarrollar más lo de estas “máquinas de guerra” financiadas por el gobierno:

En el libro: The Age of Cryptocurrency: How Bitcoin and Digital Money Are Challenging the Global Economic Order, el autor, Paul Vigna (reconocido periodista del Wall Street Journal) nos cuenta la historia del dinero desde Babilonia hasta los tiempos modernos, siendo un viaje revelador para muchos de nosotros, acerca de cómo llegamos al sistema actual: el sistema monetario fraccionado, que se encuentra en el documento Modern Money Mechanics que utiliza la reserva federal de Estados Unidos, y por ende en todo el mundo pues todo los países del mundo adoptaron este mecanismo. Si quieren saber cómo se crea el dinero hoy, aquí lo pueden ver en el documental llamado Zeitgeist https://youtu.be/cJyKrK90co0?t=5m52s 

En el minuto 5:52 explica cómo se crea el dinero por si alguien se pregunta cómo.

Lo interesante es que este mecanismo de creación, que pocos conocen, salvo quizá los economistas, no es un sistema que haya creado el actual líder económico global Estados Unidos; fue creado por su madre patria: Inglaterra en 1694 exactamente.

El Rey William III, el tatara tatarabuelo del príncipe William y toda la realeza inglesa actual traía una rivalidad muy fuerte con Francia, y quería construir una gran armada para poder derrocar a Francia y obtener el control del Mediterráneo en esa época con el sistema bancario tradicional de hacer monedas con oro y plata, era muy costoso producir dinero, y lo que más anhelaba el rey, era el poder construir una armada para derrocar a su enemigo.

Ante este dilema, el rey de Inglaterra llegó a un acuerdo con todos los banqueros del país y solicitó un “préstamo” de 1.2 millones de libras esterlinas. Una cantidad enorme para la época; es como si hoy se pidiera 1 trillón de dólares al banco. 

Los presentes reunieron todos los fondos, calcularon la cantidad disponible, pero no fue posible completar la suma indicada, aun reuniendo los depósitos de todos los cuentahabientes. Sin embargo, el rey no desistiría de su deseo bélico. Por lo que propuso crear notas bancarias para respaldar la deuda y las aceptaría como pago de impuestos, además, de que se permitiría que esas mismas notas bancarias se prestarían a otros cuentahabientes con su debido interés.

Con las notas bancarias, (o bonos de la tesorería como se conocen hoy) firmadas por el rey, se puede considerar como efectivo puro. Se creó el Bank of England (BOE) que hasta la fecha persiste por decreto del rey de Inglaterra para poder hacer este innovador movimiento, un banco que en inicio era propiedad privada, y que después fue nacionalizado durante la Segunda Guerra Mundial. Se le dió el poder a los bancos de poder crear dinero de la nada o sea que en otras palabras el dinero moderno es DEUDA del gobierno a su banco central de su país esta deuda es la que se le presta a la gente a tasas de interés fijadas entre el gobierno y el banco central de cada país. El dinero es deuda, y para que haya más dinero tiene que haber más deuda muchos critican a la administración de Bush y de Clinton que endeudaron enormemente a Estados Unidos lo que no entienden es que en el sistema económico actual si no hay deuda no hay dinero, el gobierno tiene que ser ineficiente, pagar a millones de burócratas y pedir más y más dinero, pues entre más dinero pide, más dinero hay en el país pues el dinero sale de la deuda de un gobierno a su banco central.

El dinero sólo puede originarse de la deuda de un país a el Bando Federal de Estados Unidos en el caso de obama y al Banco de México en el caso de Peña Nieto o el presidente en turno, sin embargo la mayor concentración de poder por su eficiencia e innovación contínua (pagos electrónicos, instrumentos financieros innovadores, hipotecas y un largo etcétera) la tienen los Megabancos Transnacionales, que eran (o al menos así se creía) demasiado grandes para fracasar. Lo que hay que notar, es que lo que motivó esta innovación financiera (dinero de la deuda) fue el afán de declarar una guerra a Francia y conquistar el mediterráneo. Al hacer dinero de la nada, pudieron pagar a los obreros ingleses que construyeron los barcos, y a los soldados ingleses que pelearon contra los franceses y que eventualmente CONQUISTARON TODO EL PLANETA, creando el imperio más grande que ha conocido la humanidad: el Imperio Inglés con presencia en todos los continentes y más de la mitad de la población bajo el dominio inglés. Todo porque un día su rey fué capaz de tener una idea para crear dinero de la NADA. Con ese dinero ficticio se pudo acelerar la economía para que un obrero o un soldado pudieran comprar comida para su familia. Con esto estos obreros y soldados cooperaron para la construcción de la armada más grande que jamás había conocido la humanidad.

Cada revolucionario que ha aprendido a crear dinero, se ha vuelto el rey de esa época. A partir de entonces numerosos debates surgieron acerca de cómo controlar la impresión discrecional de dinero y poder “respaldar” este dinero ficticio se decía que tenía que estar respaldado por oro, estos debates llevaron a firmar un pacto en la conferencia de Bretton Woods en 1944 para que se no se abusara de la impresión del dinero por parte de Estados Unidos, respaldando siempre su dinero con sus reservas de oro, y por ende de todos los países.

Dos décadas y media después Estados Unidos entró a una guerra con Vietnam y así como el Rey William III de inglaterra necesitaba dinero para pagar a sus fabricantes de armas, y soldados, además de que ya no sólo eran barcos ahora eran misiles, armas de fuego y napalm. La limitante del oro era insostenible, no podía mantener reservas de oro suficientes para poder financiar esta monstruosamente cara (y monstruosa) guerra. Sintiéndose atrapado, nuestro querido presidente Nixon, y ante una posible recesión económica de tanto gasto en esta guerra, tomó un paso valiente y cínico, el 15 de agosto de 1971 para ser exactos anunció que estados unidos desconocía el pacto de Bretton Woods y que el dólar ya no iba a estar apegado a las reservas de oro esta orden fue consultada con él, unos cuantos consultores del departamento del tesoro, la fed y la casa blanca para 1973 todos los países habían seguido los pasos de EUA, desconociendo el oro como respaldo para su moneda la moneda Fiduciaria (de fe, fé en tu gobierno) se había creado, conocida como FIAT, derivado del Latin fiat (“se convertirá en”) por eso siempre que me refiera a el dólar y el peso se les nombrará como moneda FIAT y con esta licencia de los gobiernos para imprimir dinero de manera ilimitada las guerras se pudieron extender durante muchas décadas y nacieron las crisis económicas como las de López portillo, como la de Zimbabwe, como la de Salinas, la del 2008 de Estados Unidos, y básicamente de todos los gobiernos que luego cometen “errores” de cálculo entre el producto interno bruto, las tasas de interés, y el dinero circulante. Con estos errores de cálculo justifican sus crisis.

ESTE el sistema, como lo notarán es fuertemente dependiente de que haya empresas costosas para los gobiernos, como fué la guerra contra Francia y Vietnam, en épocas modernas hemos visto las guerras del Golfo, Afganistán, Croacia, Irak, Sierra leona y una que nos impacta muy de cerca, la guerra del narcotráfico en México es lo único que puede generar riqueza en un país pues nada más caro que una guerra, de aquí a que nos inventemos el siguiente ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO UNO sea Al qaeda, ISIS, los terroristas de francia, el Chapo Guzmán, el sistema monetario y económico actual sólo fomentan una cosa: LA GUERRA.

Es por eso que la manera en que Bitcoin genera valor a través de su algoritmo criptográfico y la cadena de bloques, no son de lejos tan irracionales como es hoy el sistema de dinero fraccionado.

Bitcoin es la primera de muchas cryptomonedas que están por venir, el mundo nunca será igual ahora que descubrimos este concepto de Blockchain, o Contabilidad Distribuida. Cambiará la manera en que interactuamos unos con otros al eliminar la confianza que se deposita en intermediarios, para convertirla en una red segura e incorruptible. No sólo cambiará el ámbito financiero, sino también el ámbito político, y la propiedad privada para siempre. Marc Andreessen uno de los fundadores de Twitter escribió la legendaria frase: El software se está comiendo al mundo, bueno pues blockchain llegó para comerse la última rebanada que parecía intocable: el sistema económico y político global, ¿de que lado de la historia vas a estar?


Escrito por: Ulises Bacilio

Médico, Radiólogo, Emprendedor y entusiasta de las criptomonedas. Puedes contactarme via todas las redes sociales con el mismo handler: @ubacilio esto incluye twitter, facebook, telegram y quora. Siempre estoy abierto para una buena discusión de cualquier tema.

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