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TERCERA PARTE - Recuento de victimas » 87

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La teniente le dijo a Henri que comprendía muy bien lo que era un retiro en el desierto, pero que ese lugar no era seguro.

—Si el piloto del helicóptero no hubiera visto la caravana, no habría ninguna patrulla por aquí. ¿Qué sucedería si se quedara sin combustible? ¿O sin agua? Nadie lo encontraría y usted moriría —dijo Brooks—. Esperaré mientras recoge sus cosas.

Oí el crepitar de una radio.

—Lo tengo, Yusef —dijo la teniente.

Esperé el inevitable disparo, pensé en abrir la puerta de un puntapié y tratar de arrebatarle el arma a Henri, salvar a esa pobre mujer.

—Es un monje, una especie de anacoreta —dijo la teniente por radio—. Sí, está solo. No; todo bajo control.

—Teniente, es tarde —intervino la voz de Henri:—. Puedo partir por la mañana sin dificultad. Agradecería una noche más aquí, para mis meditaciones.

—Lo siento, pero no es posible.

—Claro que sí. Sólo pido una noche más —insistió él.

—¿Su depósito de gasolina está lleno?

—Sí. Lo llené antes de entrar en el parque.

—¿Y tiene agua suficiente?

La puerta de la nevera se abrió con un chirrido.

—Está bien. Pero mañana por la mañana se va de aquí —cedió la mujer—. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. Lamento las molestias.

—Vale. Que tenga buenas noches, hermano.

—Gracias, teniente. Que Dios la bendiga.

Oí que el coche de la mujer arrancaba. Un minuto después, Henri abrió mi puerta.

—Cambio de planes —dijo mientras yo salía penosamente del baño—. Yo cocinaré. Trabajaremos toda la noche.

—Muy bien —dije.

Miré por la ventana y vi que los faros del coche patrulla regresaban a la civilización. A mis espaldas, Henri puso unas hamburguesas en la sartén.

—Esta noche tenemos que avanzar bastante —dijo.

Yo pensaba que al mediodía del día siguiente estaría en Venice Beach contemplando a los fisicoculturistas y las chicas en tanga, los patinadores y ciclistas en las sinuosas sendas de cemento de la playa y la costa. Pensaba en los perros con pañuelo y gafas, los críos con sus triciclos, y que comería huevos rancheros con salsa extra en Scotty's con Amanda.

Le contaría todo.

Henri me puso delante una hamburguesa y un bote de kétchup. —Aquí tienes, don bistec-con-patatas.

Se puso a preparar café.

La vocecilla de mi cabeza dijo: «Todavía no estás en casa».

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