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CUARTA PARTE - Caza mayor » 91

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Hacía un día que había regresado de mi retiro en el desierto cuando Leonard Zagami llamó para decirme que quería publicar el libro pronto, así obtendríamos una cobertura periodística adicional por mostrar la historia de Henri en primera persona antes de que se resolvieran los homicidios de Maui.

Yo había llamado a Aronstein para pedir unas vacaciones del L.A. Times y había transformado mi sala de estar en un búnker, y no sólo por la presión de Zagami. Sentía la presencia de Henri continuamente, como si fuera una boa constrictora que me estrujara las costillas, mirando por encima de mi hombro mientras yo escribía. Ansiaba terminar de una vez con aquella historia obscena y expulsarlo de mi vida.

Desde mi regreso trabajaba desde las seis de la mañana hasta altas horas de la noche, y la transcripción de las cintas me resultó muy instructiva.

Escuchando la voz de Henri en mi casa, tranquilo y concentrado, pude captar inflexiones y pausas, comentarios susurrados que había pasado por alto cuando sufría el acecho de su presencia viperina y me preguntaba si saldría con vida de Joshua Tree.

Nunca había trabajado con tanto empeño ni tan regularmente, pero al cabo de dos semanas había concluido la transcripción, y también el bosquejo del libro. Faltaba un elemento importante, el gancho para la introducción, el interrogante que debía impulsar la narración hasta el final, la pregunta que Henri no había respondido: ¿por qué quería publicar este libro?

El lector querría saberlo, pero yo mismo no lo entendía. Henri era retorcido, pero también un superviviente. Esquivaba la muerte como si fuera el tráfico dominical. Era listo, tal vez un genio. ¿Por qué publicaría una confesión total cuando sus propias palabras podían llevar a su captura y condena? ¿Acaso por dinero? ¿Ansia de reconocimiento? ¿Su narcisismo era tan acuciante que se había tendido una trampa a sí mismo?

Eran casi las seis de la tarde del viernes. Estaba archivando la transcripción de las cintas en una caja de zapatos cuando apoyé la mano en la cinta final, la que contenía las instrucciones de Henri para salir del parque Joshua Tree. No había vuelto a escucharla porque el mensaje de Henri no me había parecido relevante para el libro, pero antes de guardarla inserté la cinta 31 en la grabadora y la rebobiné. Al instante comprendí que Henri no había usado una cinta nueva para su mensaje. Había grabado sobre la cinta que ya estaba en la máquina.

Oí mi voz aturdida y fatigada en el altavoz, diciendo «Esto es importante». Luego hubo un silencio. Yo había tenido un lapsus y olvidado lo que quería preguntarle. Luego la voz de Henri dijo: «Termina la frase, Ben. ¿Qué es importante?».

Mi respuesta: «¿Por qué quieres publicar este libro?».

Yo había apoyado la cabeza en la mesa, y recordé haber oído su voz como a través de una niebla. Ahora la escuché con toda claridad: «Buena pregunta, Ben. Si eres un escritor del calibre que espero, si aún eres el policía que eras, deducirás por qué quiero publicar este libro. Creo que te sorprenderás».

¿Sorprenderme? ¿Qué demonios significaba eso?

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