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Libro II

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LIBRO II

DESCENDENCIA DE ÍNACO

Hijos de Ínaco. Hijos de Foroneo. Argos y Pelas go. Argos Panoptes

1 Puesto que ya hemos tratado de la estirpe de Deucalión, hablemos ahora de la de Ínaco.

Océano y Tetis tienen un hijo, Ínaco, de quien recibe nombre un río en Argos[1]. De éste y Melia, hija de Océano, nacieron Foroneo y Egialeo. Muerto Egialeo sin descendencia toda la región se denominó Egialea[2]. En cuanto a Foroneo[3], reinando en todo lo que después se llamó Peloponeso, engendró en la ninfa Telédica a Apis y Níobe. Apis transformó su poder en tiranía y llamó Apia al Peloponeso; por actuar como tirano violento fue víctima de las intrigas de Telxión y Telquín; murió sin hijos y fue deificado con el nombre de Sarapis[4]. De Zeus y Níobe (la primera mortal amada por Zeus) nació un hijo, Argos, y según Acusilao también Pelasgo, por quien los habitantes del Peloponeso se llamaron pelasgos; sin embargo, Hesíodo dice que Pelasgo era autóctono. Pero de éste 2 hablaremos después[5]. Argos, obtenida la realeza, dio su propio nombre al Peloponeso, y casado con Evadne, hija de Estrimón y Neera, engendró a Écbaso, Pirante, Epidauro y Críaso —quien heredó el reino.

De Écbaso nació Agénor, y de éste, Argos, llamado Panoptes[6], pues tenía ojos por todo el cuerpo; dotado de extraordinaria fuerza, mató al toro que asolaba Arcadia y se vistió con su piel; asimismo, enfrentándose a un sátiro que causaba daños a los arcadios y robaba los ganados, lo mató. Se dice que también dio muerte a Equidna[7], hija de Tártaro y Gea que raptaba a los caminantes, sorprendiéndola dormida; vengó además el asesinato de Apis, matando a los culpables.

Ío

De Argos e Ismene, hija de Asopo, 3 nació Yaso, quien, según se cree, fue el padre de Ío, aunque el cronista Cástor y muchos de los poetas trágicos afirman que Ío era hija de Ínaco[8]; para Hesíodo y Acusilao era hija de Pirén. A esta Ío, sacerdotisa de Hera, la sedujo Zeus, pero descubierto por la diosa, tocando a la muchacha la transformó en una vaca blanca[9] y juró que no se había unido con ella; por eso dice Hesíodo que los perjurios por amor no atraen la cólera de los dioses[10]. Hera pidió la vaca a Zeus y le puso como guardián a Argos Panoptes, quien según Ferecides era hijo de Aréstor —aun cuando Asclepiades dice que era hijo de Ínaco, y Cercope que de Argos e Ismene, hija de Asopo; Acusilao lo tiene por autóctono. Argos ató la vaca a un olivo que había en el bosque de Micenas. Zeus encargó a Hermes que la robara, pero éste, como al delatarlo Hiérace no pudo hacerlo a escondidas, mató a Argos de una pedrada, por lo que recibió el sobrenombre de Argifontes[11]. Entonces Hera envió un tábano en persecución de la vaca[12], la cual primero se dirigió al golfo por ella denominado Jónico, luego a Iliria y, habiendo recorrido el monte Hemo, cruzó el llamado entonces estrecho Tracio y ahora, desde su paso, Bósforo[13]. Siguió hacia Escitia y la tierra Cimeria y, después de andar errante por varias regiones, atravesó a nado muchos mares de Europa y Asia hasta que, finalmente, llegó a Egipto, donde, recuperada su forma primigenia, dio a luz a un hijo, Épafo, junto al río Nilo[14]. Hera pidió a los Curetes que lo ocultaran y ellos así lo hicieron. Zeus al saberlo aniquiló a los Curetes e Ío salió en busca de su hijo vagando por toda Siria (pues le había sido revelado que allí lo criaba la esposa del rey de Biblos); una vez encontrado Épafo, volvió a Egipto y se casó con Telégono, a la sazón rey de los egipcios. Erigió una estatua a Deméter, a quien los egipcios llamaron Isis —nombre con que también designaron a Ío[15].

Descendencia de Ío: Agénor y Belo. Hijos de éste: Dánao y Egipto

Épafo fue rey de los egipcios y se desposó 4 con Menfis, hija del Nilo; en su nombre fundó la ciudad de Menfis y engendró una hija, Libia, epónima de ese país[16]. De Libia y Posidón, nacieron gemelos, Agénor y Belo. Agénor marchó a Fenicia donde reinó y fue origen de la gran estirpe; por ello diferimos hablar de él[17]. Belo permaneció en Egipto y fue rey; se casó con Anquínoe, hija del Nilo, y tuvo hijos gemelos, Egipto y Dánao, y según Eurípides además Cefeo y Fineo. Belo estableció en Libia a Dánao y en Arabia a Egipto —quien también subyugó el país de los melámpodes y lo denominó Egipto, como él. De múltiples mujeres tuvieron Egipto cincuenta hijos y Dánao cincuenta hijas. Más tarde, al surgir entre ellos la rivalidad por el trono, Dánao, por temor a los hijos de Egipto, construyó el primero una nave con el consejo de Atenea, y embarcando en ella a sus hijas huyó. Al arribar a Rodas erigió la estatua a Atenea Lindia[18]. Desde allí marchó a Argos, donde Gelánor, entonces rey, le cedió el trono; una vez adueñado del país llamó dánaos a sus habitantes. Como la tierra estaba yerma, pues Posidón, encolerizado con Ínaco por declarar que el país pertenecía a Hera[19], había secado incluso las fuentes, Dánao envió por agua a sus hijas. Una de ellas, Amimone, mientras la buscaba, lanzó una flecha a una cierva y alcanzó a un sátiro dormido, el cual despertó y quiso forzarla. Al aparecer Posidón el sátiro huyó y Amimone yació con el dios, quien le reveló las fuentes de Lerna[20].

Las Danaides

5 Pero los hijos de Egipto llegaron a Argos, exhortaron a Dánao a poner fin a su enemistad y le pidieron a sus hijas en matrimonio. Dánao, aunque desconfiaba de sus propósitos y guardaba rencor por su exilio, consintió y distribuyó a las muchachas. Reservaron a Hipermestra, que era la mayor, para Linceo, y a Gorgófone para Proteo, pues éstos le habían nacido a Egipto de una mujer de linaje real, Argifía. De los restantes, Busiris, Encélado, Lico y Daifrón lograron las hijas que Dánao había tenido de Europa: Autómate, Amimone, Ágave y Escea; éstas le nacieron a Dánao de una princesa, pero Gorgófone e Hipermestra habían nacido de Elefantis. Istro obtuvo a Hipodamía, Calcodonte a Rodia. Agénor a Cleopatra, Queto a Asteria, Diocoristes a Hipodamía[21], Alces a Glauce, Alcménor a Hipomedusa, Hipótoo a Gorge, Euquénor a Ifimedusa, Hipólito a Rode; estos diez habían nacido de una mujer árabe y las doncellas de ninfas Hamadríadas, unas de Atlantea y otras de Febe. Agaptólemo recibió a Pirene, Cércetes a Dorio, Euridamante a Fartis, Egio a Mnestra, Argio a Evipe, Arquelao a Anaxibia, Menémaco a Nelo; estos siete eran hijos de una mujer fenicia, y las muchachas de una etíope. Los hijos de Tiria eligieron sin sorteo a las hijas de Menfis por la semejanza de sus nombres: Clito a Clite, Esténelo a Esténele, Crisipo a Crisipe; los doce hijos de la ninfa náyade Caliadne obtuvieron por sorteo a las hijas de la ninfa náyade Polixo; los hijos eran: Euríloco, Fantes, Perístenes, Hermo, Driante, Potamón, Ciseo, Lixo, Imbro, Bromio, Polictor y Ctonio; y las muchachas: Autónoe, Teano, Electra, Cleopatra, Eurídice, Glaucipe, Antelea, Cleodora, Evipe, Erato, Estigne y Brice. Los hijos de Egipto nacidos de Gorge consiguieron las hijas de Pieria; y Perifante obtuvo a Actea, Eneo a Podarce, Egipto a Dioxipe, Menalces a Adite, Lampo a Ocípete, Idmón a Pilarge. Los más jóvenes eran éstos: Idas que recibió a Hipódice, Daifrón a Adiante (la madre de ellas era Herse), Pandión a Calídice, Arbelo a Eme, Hiperbio a Celene, Hipocoristes a Hiperipe; la madre de ellos fue Hefestine y la de ellas Crino.

Una vez que hicieron el sorteo de los matrimonios Dánao celebró un banquete y proporcionó cuchillos a sus hijas. Éstas degollaron a sus esposos mientras dormían, excepto Hipemestra, quien salvó a Linceo porque había respetado su virginidad[22]; por ello Dánao la encerró manteniéndola vigilada. Las otras danaides enterraron las cabezas de sus esposos en Lerna y tributaron honras fúnebres a los cuerpos ante la ciudad[23]. Atenea y Hermes las purificaron por mandato de Zeus. Más tarde Dánao unió en matrimonio a Hipermestra y a Linceo y asignó las restantes hijas a los vencedores de una competición atlética[24].

Nauplio

Amimone tuvo de Posidón un hijo, Nauplio, que vivió largos años; recorriendo el mar solía atraer con antorchas a los que encontraba, para matarlos[25]. Ocurrió que también él vino a perecer del mismo modo. Antes de morir, refieren los trágicos, casado con Clímene, hija de Catreo —o, según el autor de los Nostoi[26], con Fílira, o aun, a juicio de Cercope, con Hesíone—, había engendrado a Palamedes, Éax y Nausimedonte.

Acrisio y Preto. Las hijas de Preto curadas por Melampo de su locura

2 Linceo reinó en Argos después de Dánao y tuvo de Hipermestra un hijo, Abante; de éste y Aglaya, hija de Mantineo, nacieron gemelos, Acrisio y Preto. Éstos se peleaban ya en el vientre materno[27], y cuando crecieron se disputaron el trono, habiendo sido los primeros en usar escudos durante sus guerras[28]. Acrisio venció a Preto y lo expulsó de Argos; Preto llegó a Licia, a la corte de Yóbates —o, en opinión de otros, a la de Anfianacte—, y se casó con su hija, a la que Homero nombra Antea, pero los trágicos Estenebea[29]. Con la ayuda de un ejército licio, su suegro lo restituyó a su país y él ocupó Tirinto, que los cíclopes le habían amurallado[30]. Se repartieron luego el territorio argivo y lo habitaron: Acrisio reinó en Argos y Preto en Tirinto[31]. Acrisio tuvo 2 una hija, Dánae, de Eurídice, hija de Lacedemón, y Preto, de Estenebea, tuvo a Lisipe, Ifínoe e Ifianasa. Cuando éstas llegaron a la edad núbil enloquecieron, según Hesíodo[32], por no aceptar los misterios de Dioniso, o, como dice Acusilao, por haber menospreciado la estatua de madera de Hera. En su insania andaban errantes por toda la región argiva, y después, atravesando Arcadia y el Peloponeso, corrían en el mayor desorden por lugares yermos. Melampo, hijo de Amitaón y de Idomene, hija de Abante, que era un adivino y el primero que descubrió la curación por medio de lustraciones y drogas, se brindó para sanar a las muchachas a cambio de la tercera parte del reino. Cuando Preto, rechazó que las curara a tan alto precio, las doncellas enloquecieron más aún, y con ellas las demás mujeres; pues éstas abandonaron también sus casas, mataron a sus hijos y marcharon al desierto. Como la desgracia aumentaba, Preto consintió en pagar lo que se le pedía, pero Melampo sólo aceptó curarlas si su hermano Biante recibía otro tercio. Preto, temiendo que si se retrasaba la curación le pidiera aún más, admitió esas condiciones. Melampo entonces, acompañado de los jóvenes más vigorosos, las persiguió con gritos y danzas frenéticas desde las montañas hasta Sición. En el acoso murió la mayor de las hijas, Ifínoe; pero las otras consiguieron recobrar su lucidez mediante lustraciones[33]. Preto las unió en matrimonio a Melampo y Biante; más tarde engendró un hijo, Megapentes.

Belerofontes y la Quimera

3 Belerofontes[34], hijo de Glauco, hijo de Sísifo, después de matar involuntariamente a su hermano Delíades —al que algunos llaman Pirén y otros Alcímenes—, llegó ante Preto, quien lo purificó. Pero Estenebea se enamoró de él y le envió propuesta para un encuentro; como éste rehusara, ella dijo a Preto que Belerofontes le había hecho proposiciones infames. Preto lo creyó y entregó a Belerofontes una carta para Yóbates, en la que había escrito que le diese muerte[35]. Yóbates, después de leer la carta, le ordenó matar a la Quimera, esperando que la fiera acabaría con él, ya que no era fácil de dominar por muchos y menos por uno: tenía la parte anterior de león, la cola de dragón y en medio una tercera cabeza de cabra por la que arrojaba fuego. Devastaba la región y destruía los ganados, pues era una sola criatura con la fuerza de tres animales. Se dice también que la Quimera había sido criada por Amisodaro, y así lo asegura también Homero[36], y que había nacido de Tifón y Equidna, según 2 relata Hesíodo[37]. Belerofontes, montado en Pegaso, caballo alado nacido de Medusa y Posidón, elevándose por los aires, asaeteó desde allí a la Quimera[38]. Después de este lance, Yóbates le mandó combatir contra los sólimos[39], y una vez cumplida esta tarea, le ordenó luchar contra las amazonas; y como también las aniquilara, Yóbates escogió a los licios sobresalientes por su valentía, y les encargó que lo mataran tendiéndole una emboscada. Pero cuando todos ellos hubieron sucumbido a manos de Belerofontes, Yóbates, admirado de su fuerza, le mostró la carta y lo invitó a quedarse junto a él; además de entregarle a su hija Filónoe[40], al morir le legó el reino.

Dánae y su hijo Perseo

Cuando Acrisio preguntó al oráculo 4 cómo tendría hijos varones, el dios le contestó que de su hija había de nacer un hijo que lo mataría. Acrisio, temiendo esto, construyó una cámara subterránea de bronce y allí encerró a Dánae. Pero, según algunos, la sedujo Preto, a causa de lo cual se suscitó una reyerta entre ambos hermanos[41]; según otros, Zeus, transformado en lluvia de oro, se unió a ella, cayendo hasta el seno de Dánae a través del techo. Cuando más tarde Acrisio supo que había dado a luz a Perseo, no creyendo que hubiera sido poseída por Zeus, puso a su hija y al niño en un arca y la arrojó al mar; al arribar el arca a Sérifos, Dictis recogió y crió al niño.

Perseo ante las Grayas y las ninfas. Medusa

El hermano de Dictis, Polidectes, que 2 era rey de Sérifos, se enamoró de Dánae, pero ante la dificultad de yacer con ella porque Perseo era ya adulto, convocó a sus amigos y con ellos a Perseo diciéndoles que reunieran regalos de boda para Hipodamía, hija de Enómao[42]. Al decir Perseo que no vacilaría ni ante la cabeza de la Górgona, Polidectes pidió a los demás que buscasen caballos, pero de Perseo no aceptó caballos sino que le ordenó traer la cabeza de la Górgona. Ayudado por Hermes y Atenea, Perseo marchó al encuentro de las Fórcides, Enío, Pefredo y Dino; éstas eran hijas de Ceto y Forco, hermanas de las Górgonas, viejas de nacimiento[43]. Las tres disponían de un solo ojo y un solo diente, que compartían: Perseo los cogió y cuando se los reclamaron dijo que los devolvería si le indicaban el camino que llevaba hasta las ninfas. Estas ninfas tenían sandalias aladas y la kíbisis, que al parecer era un zurrón. Píndaro, y también Hesíodo en el Escudo, dicen de Perseo[44]:

Toda la espalda la cubría la cabeza de un horrible monstruo

Górgona, y la kíbisis lo rodeaba.

La kíbisis se llama así porque el vestido y la comida se depositaban en ella[45]; las ninfas poseían además el casco de Hades. Cuando las Fórcides hubieron encaminado a Perseo, les devolvió el ojo y el diente, y al llegar ante las ninfas obtuvo lo que buscaba. Cogió la kíbisis, ajustó las sandalias a sus tobillos y se caló el yelmo en la cabeza; cubierto con él veía a quien quería, pero era invisible para los demás[46]. Con una hoz de acero recibida de Hermes llegó volando al Océano y sorprendió dormidas a las Górgonas, Esteno, Euríale y Medusa. Ésta era la única mortal, por eso Perseo fue enviado a buscar su cabeza. Las Górgonas tenían cabezas rodeadas de escamas de dragón, grandes colmillos como de jabalí, manos broncíneas y alas doradas con las que volaban; petrificaban a quien las miraba. Perseo se detuvo junto a ellas aún dormidas y, guiada su mano por Atenea, volviendo la mirada hacia el escudo de bronce en el que se reflejaba la imagen de la Górgona, la decapitó[47]. Al cortar la cabeza, surgieron de la Górgona el caballo alado Pegaso y Crisaor, el padre de Gerión; a éstos los había engendrado Posidón[48]. Perseo guardó 3 la cabeza de Medusa en el talego y emprendió el regreso. Las otras Górgonas despertaron de su sueño y lo persiguieron, pero no podían verlo pues iba cubierto con el yelmo.

Liberación de Andrómeda. Castigo de Polidectes

Llegado a Etiopía, donde reinaba Cefeo, encontró a la hija de éste, Andrómeda, expuesta como presa para un monstruo marino[49]. Pues Casiopea, la esposa de Cefeo, había competido en en belleza con las Nereidas y se había jactado de ser mejor que todas; por ello éstas se encolerizaron y Posidón, compartiendo su ira, afligió al país con un monstruo y una inundación. Amón reveló que cesaría la calamidad si Andrómeda, la hija de Casiopea, era ofrecida como alimento del monstruo. Cefeo, obligado a hacerlo por los etíopes, la encadenó a una roca. Cuando Perseo la vio, enamorado de ella, prometió a Cefeo acabar con el cetáceo si una vez rescatada se la otorgaba en matrimonio. Hechos los juramentos en estos términos, Perseo acechando al monstruo lo mató y liberó a Andrómeda. Pero Fineo, hermano de Cefeo, a quien antes había sido prometida Andrómeda, conspiró contra Perseo; éste, enterado de la maquinación, mostrando la cabeza de la Górgona a los confabulados los petrificó al instante[50]. Al regresar a Sérifos halló a su madre y a Dictis refugiados en los altares a causa de la violencia de Polidectes; entró en el palacio donde Polidectes había reunido a sus amigos, y volviéndose les mostró la cabeza de la Górgona: cada uno de los que miraron quedó petrificado en la posición en que se encontraba. Después de dejar a Dictis como rey de Sérifos, restituyó a Hermes las sandalias, la kíbisis y el yelmo, mientras que la cabeza de la Górgona se la entregó a Atenea. Hermes devolvió aquellas cosas a las ninfas, y Atenea insertó en medio de su escudo la cabeza de la Górgona. Algunos dicen que Medusa fue decapitada a causa de Atenea, pues esta Górgona había querido rivalizar en belleza con ella.

Muerte de Acrisio. Descendencia de Perseo

4 Perseo con Dánae y Andrómeda se marchó rápidamente a Argos para ver a Acrisio. Éste al enterarse, temeroso del oráculo[51], abandonó Argos y se retiró a la tierra pelásgica. Por entonces Teutámidas, rey de Larisa, organizaba juegos deportivos en honor de su padre muerto, y Perseo acudió allí con intención de tomar parte en ellos; cuando competía en el pentatlon alcanzó con el disco a Acrisio en un pie, matándolo al instante[52]. Al comprender que el oráculo se había cumplido, enterró a Acrisio fuera de la ciudad y, sintiendo vergüenza de volver a Argos en busca de la herencia de su víctima, se dirigió a Tirinto, y por intercambio con Megapentes, hijo de Preto, éste fue rey de los argivos y Perseo de Tirinto, después de haber fortificado Midea y Micenas[53]. Tuvo hijos de Andrómeda: 5 antes de ir a la Hélade, Perses, a quien dejó con Cefeo (se dice que de él descienden los reyes de Persia); y en Micenas, Alceo, Esténelo, Heleo, Méstor y Electrión, y una hija, Gorgófone, a la que desposó Perieres[54]. De Alceo y Astidamía, hija de Pélope —o según algunos de Laónome, hija de Guneo, y, según otros, de Hipónome, hija de Meneceo—, nacieron Anfitrión y una hija, Anaxo. De Méstor y Lisídice, hija de Pélope, nació Hipótoe. Posidón raptó a ésta y, llevándola a las islas Equínades, se unió a ella y engendró a Tafio, quien colonizó Tafos y llamó a los habitantes teléboas por haber marchado lejos de su patria[55]; de Tafio nació un hijo, Pterelao, a quien hizo inmortal Posidón insertándole un cabello de oro en la cabeza[56]. De Pterelao nacieron Cromio, Tirano, Antíoco, Quersidamante, Méstor y Everes.

Electrión se casó con Anaxo, la hija de Alceo, y engendró una hija, Alcmena[57], e hijos, Estratóbates, Gorgófono, Filónomo, Celeneo, Anfímaco, Lisínomo, Querímaco, Anactor y Arquelao; y después de éstos tuvo también un hijo bastardo, Licimnio, de Midea, mujer frigia.

De Esténelo y Nicipe, hija de Pélope, nacieron Alcíone y Medusa, y más tarde Euristeo, que reinó también en Micenas. Cuando Heracles estaba a punto de nacer, Zeus declaró ante los dioses que el primer descendiente de Perseo reinaría en Micenas, y Hera por envidia convenció a las Ilitías para que retrasaran el parto de Alcmena, y apresuró el nacimiento del hijo de Esténelo, Euristeo, que así fue sietemesino[58].

Lucha de Electrión contra los teléboas. Muerte de Electrión

6 Reinando Electrión en Micenas llegaron los hijos de Pterelao con algunos tafios y reclamaron el reino de Méstor, su abuelo materno[59]; al no acceder Electrión le robaron el ganado, y cuando sus hijos trataron de impedirlo, los desafiaron y se mataron unos a otros. Pero de los hijos de Electrión se salvó Licimnio, que era aún pequeño, y de los de Pterelao, Everes, que estaba guardando las naves. Algunos tafios escaparon por mar llevándose el ganado sustraído y se lo entregaron a Políxeno, rey de los eleos; Anfitrión lo rescató de Políxeno y lo condujo a Micenas. Electrión, deseoso de vengar la muerte de sus hijos, entregó el reino a Anfitrión, juntamente con su hija Alcmena, haciéndole jurar que la mantendría virgen hasta su regreso, y se dispuso a guerrear contra los teléboas. Pero mientras recogía las vacas, una lo atacó, y Anfitrión le arrojó una clava que tenía en las manos, la cual, rebotando en los cuernos, fue a parar a la cabeza de Electrión y lo mató[60]. Esténelo se valió de ello como pretexto para expulsar a Anfitrión de todo Argos y adueñarse del trono de Micenas y Tirinto; mandó llamar a los hijos de Pélope, Atreo y Tiestes, y les entregó Midea.

Anfitrión y Alcmena en Tebas. La zorra de Cadmea. Lucha contra los tafios: Pterelao

Anfitrión con Alcmena y Licimnio llegó a Tebas, donde, purificado por Creonte[61], entregó su hermana Perimede a Licimnio. Alcmena dijo que se casaría con Anfitrión después que fuera vengada la muerte de sus hermanos[62], y Anfitrión, habiéndoselo prometido, se aprestó a luchar contra los teléboas, e invitó a Creonte a ayudarle. Éste convino en que pelearía si antes Anfitrión libraba a Cadmea de la zorra, pues una feroz zorra asolaba la comarca[63]; pero aunque Anfitrión lo intentó, estaba predicho que nadie la cazaría. Al tiempo que la región era devastada, 7 los tebanos cada mes ofrecían el hijo de un ciudadano a la zorra, que se hubiera apoderado de muchos de no hacerlo así. Anfitrión partió hacia Atenas y persuadió a Céfalo, hijo de Deyoneo, a que, a cambio de una parte del botín de los teléboas, llevase a la cacería el perro que Procris había traído de Creta, obsequio de Minos[64]; pues también estaba predestinado que todo lo que éste persiguiera lo alcanzaría. Sin embargo, cuando el perro acosaba a la zorra, Zeus transformó a ambos en piedra. Anfitrión, teniendo como aliados a Céfalo de Tórico, en el Ática, a Panopeo de Fócide, a Heleo, hijo de Perseo, de Helos, en la Argólide, y a Creonte de Tebas, asoló las islas de los tafios. Mientras vivió Pterelao no pudo conquistar Tafos; pero Cometo, hija de Pterelao, que se había enamorado de Anfitrión, arrancó el cabello dorado de la cabeza de su padre[65], y así, al morir Pterelao, Anfitrión se apoderó de todas las islas; luego dio muerte a Cometo, regresó con el botín y entregó las islas a Heleo y Céfalo; éstos fundaron ciudades a las que dieron sus nombres y las habitaron.

Nacimiento de Heracles

8 Antes de que Anfitrión regresara a Tebas, Zeus se presentó una noche y, haciéndola durar como tres, yació con Alcmena en figura de Anfitrión y le relató lo sucedido con los teléboas[66]. Cuando llegó Anfitrión y vio que su mujer lo acogía sin entusiasmo, le preguntó el motivo, y al decirle Alcmena que a su regreso la noche anterior ya se había acostado con ella, Tiresias le aclaró que la unión amorosa había sido con Zeus. Alcmena concibió dos hijos, de Zeus a Heracles, mayor una noche que Ificles, habido de Anfitrión. Siendo Heracles de ocho meses, Hera, deseosa de matarlo, envió dos enormes serpientes a su cama[67]; Alcmena llamó en su ayuda a Anfitrión, pero Heracles, incorporándose, las estranguló con las manos. No obstante Ferecides dice que Anfitrión, para averiguar cuál de los niños era el hijo de Zeus, puso las serpientes en la cama; y como Ificles huyó y Heracles se quedó, supo que aquél era su hijo.

Educación de Heracles; Lino

Anfitrión enseñó a Heracles a conducir 9 el carro, Autólico a luchar[68], Éurito a disparar el arco, Cástor a usar las armas y Lino a tocar la cítara. Éste era hermano de Orfeo y, llegado a Tebas, se hizo tebano; Heracles, enfurecido porque lo había maltratado, lo mató con un golpe de cítara[69]. Cuando fue juzgado por asesinato, citó la ley de Radamantis según la cual quien rechaza a un agresor injusto es inocente, y así fue absuelto. Pero Anfitrión, por miedo a que en otra ocasión hiciera lo mismo, lo envió a cuidar los rebaños. Criado allí, superaba a todos en tamaño y fuerza; por su aspecto estaba claro que era hijo de Zeus, pues su cuerpo medía cuatro codos y tenía brillo de fuego en los ojos; no fallaba un disparo, ni de flecha, ni de lanza.

El león del Citerón. Las hijas de Tespio

Estando con el ganado, a los dieciocho años, mató al león del Citerón que destruía los bueyes de Anfitrión y Tespio[70]. Éste era el rey de los tespios, a 10 quien se dirigió Heracles a fin de cazar al león. Tespio lo hospedó durante los cincuenta días que salió a cazar, y cada noche lo hacía acostarse con una de sus hijas (eran cincuenta las que había tenido de Megamede, hija de Arneo), pues deseaba que todas procrearan hijos de Heracles. Éste, creyendo que se unía siempre a la misma, yació con todas[71]. Cuando hubo cazado al león, se cubrió con la piel y usó las fauces como casco.

Heracles y los minias. Mégara

11 Al volver de la caza se encontró con unos heraldos enviados por Ergino para reclamar de los tebanos el tributo. Los tebanos lo pagaban a Ergino por este motivo: un auriga de Meneceo, de nombre Perieres, al arrojar una piedra en el recinto sagrado de Posidón en Onquesto, hirió a Clímeno, rey de los minias; éste fue conducido moribundo a Orcómeno, y antes de expirar suplicó a su hijo Ergino que vengara su muerte. Ergino marchó contra Tebas y, después de matar a muchos, pactó con los tebanos, bajo juramentos, que habían de enviarle un tributo anual de cien bueyes durante veinte años. Heracles, al encontrarse con los emisarios que se dirigían a Tebas en busca del tributo, los ultrajó; pues cortándoles orejas, narices y manos, se las ató al cuello y les ordenó que llevasen este tributo a Ergino y a los minias. Indignado por ello Ergino atacó Tebas; pero Heracles, asumido el mando y con armas recibidas de Atenea, mató a Ergino y puso en fuga a los minias, obligándolos a pagar un tributo doble a los tebanos[72]. Ocurrió que en la batalla murió Anfitrión luchando valerosamente. Heracles recibió de Creonte como premio a su hija mayor Mégara, que le dio tres hijos, Terímaco, Creontiades y Deicoonte[73]. Creonte entregó su hija menor a Ificles, quien ya tenía un hijo, Yolao, de Automedusa, hija de Alcátoo. Y Radamantis, hijo de Zeus, se desposó con Alcmena después de la muerte de Anfitrión y vivió desterrado en Ocáleas de Beocia[74].

Las armas de Heracles

Tras haber aprendido de Éurito el manejo del arco, Heracles recibió de Hermes la espada, de Apolo el arco y las flechas, de Hefesto una coraza de oro y de Atenea una túnica[75]; la clava la había cortado él mismo en Nemea.

Locura de Heracles

Después del combate contra los minias, 12 Hera, celosa, lo enloqueció y Heracles arrojó al fuego a sus hijos habidos en Mégara y a dos de Ificles[76]; por ello se condenó a sí mismo al exilio y, purificado por Tespio, marchó a Delfos y preguntó al dios dónde debería vivir. La Pitia entonces lo llamó por primera vez Heracles, pues antes era conocido por Alcides[77], y le dijo que habitara en Tirinto sirviendo a Euristeo doce años y que realizara los diez trabajos que le impondrían; y añadió que, una vez terminados, sería inmortal[78].

Los trabajos de Heracles: el león de Nemea

5 Al oír aquello, Heracles marchó a Tirinto y cumplió lo mandado por Euristeo. Éste primero le ordenó traer la piel del león de Nemea, animal invulnerable nacido de Tifón[79]. Yendo en busca del león, llegó a Cleonas y se hospedó en casa de un jornalero llamado Molorco; cuando éste se disponía a inmolar una víctima Heracles le pidió que aguardara treinta días y, si regresaba indemne de la cacería, ofreciera el sacrificio a Zeus Soter[80], mientras que si moría, se lo dedicara a él como héroe[81]. Una vez en Nemea y habiendo rastreado al león, primero le disparó sus flechas, pero al darse cuenta de que era invulnerable, lo persiguió con la maza enarbolada; cuando el león se hubo refugiado en una cueva de dos bocas, obstruyó una, entró por la otra en pos del animal, y rodeándole el cuello con el brazo lo mantuvo apretado hasta que lo estranguló; luego lo cargó sobre sus hombros hasta Cleonas. Encontró a Molorco en el último de los treinta días dispuesto a ofrendarle una víctima por creerlo muerto, y entonces dedicó el sacrificio a Zeus Soter y llevó el león a Micenas. Euristeo, receloso de su vigor, le ordenó que en lo sucesivo no entrara en la ciudad sino que expusiera la presa ante las puertas. Dicen que por temor a Heracles había aprestado bajo tierra una tinaja de bronce para esconderse[82], y le señalaba los trabajos por medio del mensajero Copreo, hijo de Pélope el eleo. Este Copreo había matado a Ífito y huido a Micenas, donde habitaba después de purificado por Euristeo.

La Hidra de Lerna

Como segundo trabajo le ordenó matar 2 a la Hidra de Lerna[83]. Ésta, criada en el pantano de Lerna, irrumpía en el llano y destruía el campo y los ganados. La Hidra tenía un cuerpo enorme, con nueve cabezas, ocho mortales y la del centro inmortal[84]. Heracles, montado en un carro que guiaba Yolao, llegó a Lerna y refrenó los caballos; al descubrir la Hidra en una colina, junto a la fuente de Amimone donde tenía su madriguera, la obligó a salir arrojándole flechas encendidas, y una vez fuera la apresó y dominó, aunque ella se mantuvo enroscada en una de sus piernas. De nada servía golpear las cabezas con la maza, pues cuando aplastaba una surgían dos. Un enorme cangrejo favorecía a la Hidra mordiendo el pie de Heracles[85]. Él lo mató y luego pidió ayuda a Yolao, quien, después de incendiar parte de un bosque cercano, con los tizones quemó los cuellos de las cabezas e impidió que resurgieran. Evitada así su proliferación cortó la cabeza inmortal, la enterró y le puso encima una pesada roca, cerca del camino que a través de Lerna conduce a Eleúnte. Abrió el cuerpo de la Hidra y sumergió las flechas en su bilis[86]. Pero Euristeo dijo que este trabajo no sería contado entre los diez porque no había vencido a la Hidra Heracles solo sino con ayuda de Yolao.

La cierva cerinitia

3 Como tercer trabajo le ordenó traer viva a Micenas a la cierva cerinitia[87]. Tenía cuernos de oro y estaba en Énoe consagrada a Ártemis; por eso Heracles no quería ni matarla ni herirla, y la persiguió un año entero. Cuando la cierva fatigada por el acoso huyó al monte llamado Artemisio, y desde allí al río Ladón, al ir a cruzarlo, Heracles, flechándola, se apoderó de ella y la transportó sobre sus hombros a través de Arcadia. Pero Ártemis, acompañada por Apolo, se encontró con él, quiso arrebatársela y le reprochó haber atentado contra un animal consagrado a ella[88]. Heracles, alegando su obligación e inculpando a Euristeo, aplacó la cólera de la diosa y llevó el animal vivo a Micenas.

El jabalí erimantio. Lucha con los centauros y muerte de Quirón

4 Como cuarto trabajo le mandó traer vivo el jabalí erimantio; este animal devastaba Psófide, bajando del monte que llamaban Erimanto[89]. Heracles, al atravesar Fóloe, se hospedó en casa del centauro Folo, hijo de Sileno y de una ninfa melia[90]. Éste ofreció a su huésped carne asada, mientras que él la comía cruda. Cuando Heracles pidió vino, le dijo que temía abrir la tinaja común de los centauros; pero Heracles, animándolo, la abrió y no mucho después, atraídos por el olor, acudieron a la cueva de Folo los centauros armados con rocas y abetos. A los primeros que osaron entrar, Anquio y Agrio, Heracles los rechazó con tizones, y a los restantes los persiguió a flechazos hasta Malea. Allí se refugiaron junto a Quirón, que expulsado del monte Pelión por los lápitas se había establecido cerca de Malea. Al agruparse en torno suyo los centauros, Heracles arrojó una flecha que después de atravesar el brazo de Élato se clavó en la rodilla de Quirón; Heracles, afligido, corrió hacia él, extrajo la flecha y le aplicó un remedio entregado por el mismo Quirón. Éste, como la herida era incurable, se retiró a la cueva deseoso de morir allí, pero por su condición de inmortal no lo consiguió hasta que Prometeo se ofreció a Zeus para ser inmortal en su lugar. Los otros centauros huyeron a sitios diferentes, unos al monte Malea, Euritión a Fóloe, Neso al río Eveno. Posidón acogió a los demás en Eleusis y los ocultó en un monte. Folo arrancó la flecha de un cadáver y se maravillaba de que algo tan pequeño pudiera dar muerte a seres tan grandes; entonces la flecha resbaló de su mano y al hincársele en un pie lo mató en el acto. Heracles, de regreso a Fóloe, encontró a Folo muerto y después de enterrarlo marchó a cazar el jabalí; cuando con sus gritos lo hubo ahuyentado de un matorral, lo hizo adentrarse, ya exhausto, en un lugar de nieve espesa, y enlazado lo condujo a Micenas.

El establo de Augías

5 Como quinto trabajo Euristeo le ordenó sacar en un día el estiércol del ganado de Augías[91]. Éste era rey de Élide, hijo de Helios según unos, según otros de Posidón, y según otros aún de Forbante, y poseía muchos rebaños de ganado. Heracles se presentó a él y sin revelarle la orden de Euristeo le dijo que sacaría el estiércol en un solo día a cambio de la décima parte del ganado. Augías, aunque incrédulo, aceptó el trato; Heracles, puesto por testigo Fileo, el hijo de Augías, abrió una brecha en los cimientos del establo y desviando el curso del Alfeo y el Peneo, que discurrían cercanos, los encauzó hacia allí e hizo otra abertura como desagüe. Al enterarse Augías de que esto se había realizado por orden de Euristeo, no quiso pagar lo estipulado, y además negó haberlo prometido, y se manifestó dispuesto a comparecer en juicio por ello. Cuando los jueces ocuparon sus asientos, Fileo, citado por Heracles, testificó contra su padre, afirmando que éste había accedido a recompensarlo. Augías, colérico, antes de que se emitiera el fallo desterró de Élide a Fileo y a Heracles. Fileo se dirigió a Duliquio y allí habitó[92]; Heracles se presentó en Oleno ante Dexámeno, cuando éste se veía forzado a entregar en matrimonio su hija Mnesímaca al centauro Euritión; al requerir su ayuda Dexámeno, mató a Euritión, que ya iba en busca de su prometida[93]. Mas Euristeo tampoco aceptó el trabajo entre los diez, alegando que se había hecho por salario.

Las aves estinfálidas

Como sexto trabajo le encargó ahuyentar 6 las aves estinfálidas[94]. En la ciudad de Estínfalo, en Arcadia, había un lago llamado Estinfalide, oculto por abundante vegetación, donde se habían refugiado innumerables aves, temerosas de ser presa de los lobos. Heracles no sabía cómo hacerlas salir de la espesura, pero Atenea le proporcionó unos crótalos de bronce, dádiva de Hefesto, y él entonces, haciéndolos sonar en una montaña próxima al lago, espantó a las aves, que incapaces de soportar el ruido alzaron el vuelo atemorizadas y de esta manera Heracles las flechó.

El toro de Creta

Como séptimo trabajo le impuso traer 7 el toro de Creta[95]. Según Acusilao éste había transportado a Europa para Zeus. Según otros, Posidón lo había hecho surgir del mar cuando Minos prometió ofrendarle lo que saliera del mar: se dice que, admirado de la belleza del toro, lo envió a la manada y en su lugar sacrificó otro a Posidón, por lo cual el dios encolerizado hizo salvaje al toro. Heracles marchó a Creta en su busca, y al pedir ayuda a Minos éste le contestó que luchara por apresarlo; una vez capturado el toro, Heracles lo llevó a Euristeo, quien al verlo lo dejó en libertad. El toro anduvo errante por Esparta y toda la Arcadia, y atravesando el Istmo llegó a Maratón, en el Ática, donde dañaba a los habitantes[96].

Las yeguas de Diomedes

8 Como octavo trabajo le ordenó llevar a Micenas las yeguas de Diomedes el tracio. Éste, hijo de Ares y Cirene, era rey de los bístones, pueblo tracio muy belicoso, y poseía yeguas antropófagas. Heracles zarpó con algunos voluntarios y, dominando a los guardianes de los pesebres, condujo a las yeguas en dirección al mar. Cuando los bístones acudieron armados a rescatar las yeguas, él las encomendó a la custodia de Abdero, hijo de Hermes, oriundo de Opunte, en Lócride, y favorito de Heracles; pero las yeguas lo mataron arrastrándolo. Heracles en combate con los bístones dio muerte a Diomedes y obligó a huir a los restantes[97]; fundó la ciudad de Abdera junto al sepulcro del desaparecido Abdero, y reuniendo las yeguas las entregó a Euristeo. Éste las soltó y las yeguas se dirigieron al monte Olimpo donde acabaron devoradas por las fieras.

El cinturón de Hipólita. Los hijos de Androgeo. Rescate de Hesíone. Sarpedón. Hijos de Proteo

9 Como noveno trabajo ordenó a Heracles conseguir el cinturón de Hipólita[98]. Ésta era la reina de las amazonas, que habitaban cerca del río Termodonte, pueblo sobresaliente en la guerra, pues practicaban las costumbres viriles; y cada vez que, a causa de relaciones sexuales, tenían hijos, criaban sólo a las hembras y les comprimían el pecho derecho para que no les estorbara al lanzar la jabalina, mientras que les dejaban el izquierdo para amamantar. Hipólita ostentaba el cinturón de Ares, símbolo de su soberanía. Heracles fue enviado a buscar este cinturón porque Admete, hija de Euristeo, deseaba poseerlo. Acompañado por voluntarios se hizo a la mar con una sola nave y arribó a la isla de Paros, entonces habitada por los hijos de Minos, Eurimedonte, Crises, Nefalión y Filolao. Pero sucedió que al desembarcar dos de los tripulantes murieron a manos de los hijos de Minos; indignado por ello, Heracles al punto los mató, y a los demás los sitió hasta que enviaron mensajeros para pedirle que eligiera a dos en lugar de los asesinados. Él levantó el cerco, y embarcando a Alceo y Esténelo, hijos de Androgeo, hijo de Minos, arribó a Misia y fue ante Lico, hijo de Dascilo, que le dio hospedaje. Heracles, ayudando a Lico en su lucha contra el rey de los bébrices, mató a muchos y entre otros al rey Migdón, hermano de Ámico; conquistó gran parte del territorio de los bébrices y se lo entregó a Lico, quien lo denominó Heraclea.

Llegado al puerto de Temiscira, se presencó ante él Hipólita, le preguntó por qué había ido y le prometió, entregarle el cinturón; pero Hera, bajo la apariencia de una de las amazonas, iba y venía entre la multitud diciendo que los extranjeros recién llegados habían raptado a su reina; así ellas cabalgaron con las armas hacia la nave. Cuando Heracles las vio armadas, creyendo que se trataba de un engaño, mató a Hipólita y la despojó del cinturón[99]; después de pelear con las restantes se hizo a la mar y arribó a Troya.

Por entonces la ciudad padecía infortunios por la cólera de Apolo y Posidón. Pues éstos, deseando probar la soberbia de Laomedonte, adoptaron forma humana y le propusieron fortificar Pérgamo a cambio de un salario; pero una vez que la hubieron fortificado, aquél se negó a pagarles[100]. Por eso Apolo envió una peste y Posidón un monstruo marino que, elevado por una marea, arrebataba a los hombres de la planicie. Cuando los oráculos vaticinaron que cesarían las desgracias si Laomedonte ofrecía a su hija Hesíone como alimento del monstruo, él la ató a unas rocas del litoral[101]. Heracles, al verla allí expuesta, prometió salvarla a cambio de las yeguas que Zeus había dado en compensación por el rapto de Ganimedes[102]. Laomedonte accedió a entregarlas y Heracles, matando al monstruo, liberó a Hesíone; pero como Laomedonte rehusara cumplir lo acordado, Heracles lo amenazó con guerrear contra Troya y se hizo a la mar[103].

Arribó a Eno, donde fue hospedado por Poltis. Al embarcarse en la orilla eniense mató con una flecha a Sarpedón, insolente hijo de Posidón y hermano de Poltis. Después de llegar a Tasos y someter a los habitantes tracios, cedió la isla a los hijos de Androgeo para que la poblasen. Desde Tasos se dirigió a Torone y allí mató a Polígono y Telégono, hijos de Proteo, hijo de Posidón, que lo habían desafiado a luchar. Luego llevó el cinturón a Micenas y se lo entregó a Euristeo.

Las vacas de Gerión

Como décimo trabajo le encargó traer 10 de Eritía las vacas de Gerión[104]. Eritía, ahora llamada Gadir, era una isla situada cerca del Océano; la habitaba Gerión, hijo de Crisaor y de la oceánide Calírroe; tenía el cuerpo de tres hombres, fundidos en el vientre, y se escindía en tres desde las caderas y los muslos. Poseía unas vacas rojas, cuyo vaquero era Euritión, y su guardián Orto, el perro de dos cabezas nacido de Tifón y Equidna[105]. Yendo, pues, en busca de las vacas de Gerión a través de Europa, después de matar muchos animales salvajes, entró en Libia y, una vez en Tartesos, erigió como testimonio de su viaje dos columnas enfrentadas en los límites de Europa y Libia[106]. Abrasado por Helios en el trayecto tendió el arco contra el dios, y éste, admirado de su audacia, le proporcionó una vasija de oro en la que cruzó el océano[107]. Ya en Eritía, pasó la noche en el monte Abas; el perro, al darse cuenta, lo atacó, pero él lo golpeó con la maza y mató al vaquero Euritión, que había acudido en ayuda del perro. Menetes, que apacentaba allí las vacas de Hades, comunicó lo sucedido a Gerión, quien alcanzó a Heracles cerca del río Antemunte cuando se llevaba las vacas, y, trabado combate, murió de un flechazo. Heracles embarcó el ganado en la copa, y habiendo navegado hasta Tartesos, se la devolvió a Helios.

Tras pasar por Abdera[108] llegó a Liguria, donde Yalebión y Dercino, hijos de Posidón, intentaron robarle las vacas, pero los mató[109] y siguió a través de Tirrenia[110]. En Regio, un toro descarriado se arrojó de repente al mar, y nadó hasta Sicilia después de atravesar la región llamada por él Italia (pues los tirrenios llaman italus al toro), llegando al territorio de Érix, rey de los élimos. Érix, hijo de Posidón, incorporó el toro a su propia manada. Entonces Heracles encomendó las vacas a Hefesto y se apresuró a ir en busca del toro. Cuando lo encontró en la vacada de Érix, éste dijo que no se lo devolvería a menos que lo venciese en la lucha; Heracles, después de abatirlo tres veces, lo mató y recobrando el toro lo condujo con el resto al mar Jónico[111]. Al llegar a las zonas de ensenadas, Hera envió un tábano contra las vacas, que así se dispersaron por las faldas de las montañas de Tracia. Heracles las persiguió y reuniendo algunas las trasladó al Helesponto; las que quedaron allí se hicieron salvajes. Por la dificultad de recuperarlas culpó al río Estrimón, antes navegable, y llenándolo de piedras lo hizo impracticable. Llevó las vacas a Micenas y las entregó a Euristeo, quien las sacrificó a Hera.

Las manzanas de las Hespérides

Cumplidos los trabajos en ocho años 11 y un mes, al no aceptar Euristeo ni el del ganado de Augías ni el de la Hidra, como undécimo trabajo le ordenó hacerse con las manzanas de oro de las Hespérides[112]. Estas manzanas no estaban en Libia como han dicho algunos, sino en el Atlas, entre los Hiperbóreos. Gea se las había regalado a Zeus cuando se desposó con Hera. Las guardaba un dragón inmortal, hijo de Tifón y Equidna, que tenía cien cabezas y emitía muchas y diversas voces. Con él vigilaban también las Hespérides, Egle, Eritía, Hesperia y Aretusa. Heracles en su viaje llegó al río Equedoro. Cicno, hijo de Ares y Pirene, lo desafió a un combate singular. Ares defendía a Cicno y dirigía la pelea, cuando un rayo arrojado en medio de ambos hizo cesar el combate[113]. Heracles a través de Iliria se dirigió apresuradamente al río Erídano y llegó ante las ninfas, hijas de Zeus y Temis[114]. Éstas lo encaminaron a Nereo, a quien Heracles apresó mientras dormía y, aunque el dios adoptó toda clase de formas, lo ató y no lo soltó hasta que supo por él dónde se encontraban las Hespérides y sus manzanas. Una vez informado atravesó Libia. Reinaba allí Anteo, hijo de Posidón, que daba muerte a los extranjeros obligándolos a luchar. Forzado a pelear con él, Heracles lo mató con su abrazo mientras lo mantenía en vilo, pues si tocaba la tierra se vigorizaba, y por ello algunos dijeron que era hijo de Gea[115].

Después de Libia cruzó Egipto, donde reinaba Busiris, hijo de Posidón y Lisianasa, hija de Épafo. Busiris solía inmolar extranjeros en el ara de Zeus en cumplimiento de cierto oráculo: desde hacía nueve años la escasez afligía a Egipto, y Frasio, un adivino llegado de Chipre, había dicho que cesaría la esterilidad si cada año se sacrificaba un extranjero a Zeus. Busiris empezó por degollar al adivino y continuó con los extranjeros que llegaban. También Heracles fue apresado y llevado al altar, pero rompiendo las ligaduras dio muerte a Busiris y a su hijo Anfidamante[116].

A través de Asia llegó a Termidras, puerto de los lindios, y después de desuncir uno de los bueyes del carro de un boyero lo sacrificó y se dio un festín. El boyero, incapaz de defenderse, desde una montaña lo maldijo; por eso también hoy, cuando se ofrecen sacrificios a Heracles, se hacen acompañados de imprecaciones.

A su paso por Arabia mató a Ematión, hijo de Titono[117]. Y al llegar, por tierras de Libia, al mar exterior, recibió la copa de Helios; habiendo cruzado al continente opuesto flechó en el Cáucaso al águila, nacida de Equidna y Tifón, que devoraba el hígado de Prometeo[118]. Liberó a éste escogiendo como vínculo el olivo, y presentó ante Zeus a Quirón que, aunque inmortal, estaba dispuesto a morir en su lugar[119].

Prometeo había advertido a Heracles que no fuera él mismo a buscar las manzanas, sino que enviase a Atlante, y que sostuviera entretanto la bóveda celeste; así, cuando llegó al país de los Hiperbóreos ante Atlante, lo reemplazó, según el consejo recibido.

Atlante, después de coger de las Hespérides tres manzanas, regresó junto a Heracles. Y para no cargar de nuevo con el cielo dijo que él mismo llevaría las manzanas a Euristeo, y ordenó a Heracles que sostuviera la bóveda celeste en su lugar. Heracles accedió, pero con astucia consiguió devolvérsela a Atlante. Aconsejado por Prometeo lo invitó a soportarla mientras él se colocaba una almohadilla en la cabeza. Al oír esto, Atlante dejó las manzanas en el suelo y sostuvo la bóveda; entonces Heracles recogió las manzanas y se marchó. Algunos dicen que no las consiguió por mediación de Atlante sino que las cogió él mismo después de matar a la serpiente que las custodiaba[120]. Obtenidas las manzanas, las entregó a Euristeo. Éste, tomándolas, las regaló a Heracles, de quien las recibió Atenea, que las devolvió, pues era impío que estuviesen en cualquier otro lugar.

Heracles saca a Cerbero del Hades

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