Belle

Belle


Capítulo 9

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Capítulo 9

Habían pasado unos días de relativa calma, donde no hacían mucho más que hacer el amor y disfrutarse mutuamente. Gabriel había insistido sin lugar a discusiones en que ella debía vestir no como criada sino como su mujer, y que para eso debía ir a la modista del pueblo, por el momento. Allí muerta de la vergüenza y en su compañía, el mismo escogió las telas y le dijo a la modista que solo quería lo mejor que tuviera, sin importar el precio.

La mujer de vez en cuando la miraba y le sonreía amablemente, pero Belle sabía que debía estar haciéndose toda clase de ideas sobre que era la amante del barón y quien sabe cuántas cosas más. Aunque en este momento no podía criticarle a la mujer si esas eran sus conclusiones, pues en ese instante, eso era en lo que se había convertido; en su amante.

Gabriel veía hipnotizado cada tela, cada vestido que ella se probaba y pensaba que Belle en realidad era una preciosa mujer, y su forma de ser, era lo que hacía más hermosa aún. Ella tenía que ser una dama o la hija de alguien pudiente, tenía ese porte y esa gracia, que solo tenía una joven de noble cuna o una aristócrata. No había querido insistir sobre su historia y le había dado espacio para que fuera ella quien le contara todo. Sin embargo estaba comenzando a inquietarse porque no veía que tuviera mucho ánimo de contarle y él no podía dejar de pensar en lo que había pasado con la mentirosa de Elinor. No quería otra mujer llena de mentiras y secretos. Decidió que si esa misma tarde ella no le decía nada, él le daría un ultimátum.

Alguien tocó la puerta y Belle que estaba sentada junto a él, leyendo lo miró extrañada.

—¿Esperas a alguien?

—No, que yo sepa.

El mayordomo entró en ese momento —Milord, ha venido a buscarlo alguien —dijo el mayordomo con celeridad absoluta en el momento en que entró a la biblioteca.

—¿Quien es, Whitlock? —le preguntó Gabriel absorto completamente en el libro que leía.

—Es la baronesa, milord.

Gabriel enseguida alzó la cabeza — ¿qué hace esa mujer aquí?

—No sabría decirle, milord —el rostro del hombre no mostraba la menor expresión.

—Dile que se largue, no quiero verla.

—Deberías ver que es lo que quiere. No necesitas que se quede —comentó Belle sin querer parecer demasiado entrometida.

—He dicho que no —declaró molesto.

—Como diga, milord —el  mayordomo se dio la vuelta y salió de allí pero unos minutos después volvió a entrar.

—¿Y ahora qué? —protestó Gabriel.

—La baronesa dice que si no la atiende, dormirá en la entrada, pero que no se irá de aquí hasta haber hablado con usted.

—Maldita, mujer. Siempre quiere que todo se haga a su manera —se levantó iracundo y salió de la biblioteca en dirección a la entrada. La vio sentada en un bordillo y luego notó que se ponía a llorar. Llegó hasta ella molesto, sus lágrimas no harían que cambiara de opinión se fue diciendo todo el tiempo.

—¡Gabriel! —se levantó de donde estaba y se lanzó hacia él abrazándolo —por favor, perdóname.

Él no sabía qué hacer. Ella jamás en su vida le había pedido perdón por algo y vaya que tuvo ocasiones para hacerlo. Trató de zafarse de su abrazo — ¿Qué haces aquí? Sabes muy bien que no tienes nada que hacer en esta casa después de lo que has hecho.

—Sé que no hice las cosas de la mejor manera, pero por favor, ten piedad de mí. Estoy sola, en la calle y sin un peso.

—¿Y eso es acaso asunto mío? ¿Debería importarme, cuando a ti no te importó dejarme como un idiota cornudo frente a toda la sociedad en Londres?

—Yo estaba ciega, no sabía lo que hacía, Todo es culpa de ese hombre. Él fue quien me sedujo.

Gabriel soltó una risa amarga —Por Dios, eres una mentirosa. ¿Después de haberte visto coquetear descaradamente con cuanto hombre se te pasaba por delante, crees que voy a creerte? ¡Eloise, lo hacías en mis narices!!

—Te juro que estoy arrepentida —su voz sonaba contrita —he visto lo mucho que te hice sufrir y no te lo merecías. Te prometo que voy a cambiar. Sí me deja volver, seré la esposa más fiel, la más cariñosa y devota.

Gabriel la miraba como si estuviera loca —.deja de mentir y marchate —se dio la vuelta para irse y entonces ella se arrodillo y se agarró de sus piernas, rogándole piedad —no me dejes, mi amor. Sabes que te amo, pero nunca fui muy buena en demostrarlo. ¿Es que acaso no recuerdas cuando nos conocimos? ¿No recuerdas cuando me visitabas en casa de mis padres y me cortejabas, lo enamorados que estábamos?

—Creo que la que no recuerdas eres tú, querida. Jamás tuviste un gesto de cariño hacia mí, ni siquiera entonces. Y si en ese momento me hubiera dado cuenta de que como serían las cosas, jamás te habría pedido matrimonio.

Eloise, cansada de tanto rogar se levantó con la cara roja de la ira — ¡Ya es suficiente! ¿Qué diablos tengo que hacer para me dejes entrar a mi casa?

—No tienes que hacer o decir nada. Esta ya no es tu casa, Eloise —le dijo calmado, sin alzar la voz, como lo hacía ella en ese momento.

—Seguro que lo haces por tu amante. Eso es lo que pasa. La tienes aquí, y no quieres dejarme entrar, ¡A mí! que soy tu esposa legítima.

Gabriel se dio la vuelta —no te atrevas a reclamarme, cuando tu eres una desvergonzada.

—Puede que lo sea pero soy tu esposa a los ojos de Dios y de toda la sociedad y merezco respeto.

Gabriel soltó una carcajada ¿tu mereces respeto? ¡Estás loca mujer!!

—¿Quien ese esa zorra?

—Cuidado con lo que dices —le dio una mirada de advertencia.

—¿Por qué? —Le  dio una sonrisa siniestra — ¿vas a defenderla? Ya me han dicho que la tienes en tu casa y que la llevas a todo lado sin vergüenza alguna.

—Lávate la boca cuando hables de mi mujer. No tienes moral alguna para hablar de ella cuando eres una desvergonzada.

—Esta es mi casa todavía, aunque te duela admitirlo, y no me iré de aquí.

—Oh si… si te irás —la tomó con fuerza por el brazo y comenzó a sacarla delante del mayordomo y de dos lacayos que estaban ahí viéndolo todo.

—Gabriel, por favor no. —la voz de Belle, lo detuvo.

Eloise la miró con rabia —así que aquí estás —comenzó a reír mirando a su esposo —debí imaginarme que terminarías con alguien así, Gabriel. Una sucia criada —río más fuerte.

—¡Cállate! —gritó él.

Luego observó con odio a belle —eres lista querida, admito eso. Esperaste a que pasáramos por un mal momento para seducirlo y meterte en su cama. Él como el estúpido que es, cayó en tu trampa.

—¡Eso es mentira! —dijo Belle molesta. Usted no supo valorar a su esposo y se fue con otro sin pensar un un poco en él, en lo que lo sumiría en la vergüenza.

—Oh…tan sacrificada. Voy a llorar —le dijo haciendo un mohín — ¿Crees que no averigüé sobre ti? ¿Crees que por que ahora te vistas con seda y telas finas, eso te convierte en alguien de la nobleza o al menos en una aristócrata? Desde mismo instante en que me dijeron que Peggy, una de mis criadas, había llegado con ínfulas de dama a mandar en mi casa, averigüé todo sobre ti.

Belle sintió un frío terrible en todo su cuerpo, tenía una terrible corazonada.

—¿Te ha dicho ella, que es hija de un convicto? Su padre está preso en la cárcel de deudores.

Él la miró desconcertado — ¿Es eso cierto?

Belle asintió temerosa —lo es.

—Me dijiste que tu padre había muerto —sus ojos la miraban con recelo ¿En qué otras cosas, me has mentido?

—En nada más… —ella no sabía qué hacer —es solo que no podía decirlo sin parecer lo que ella dice que soy.

—¿Por qué no me dijiste todo esto antes? Sabes lo mucho que aprecio la honestidad.

—Es obvio —respondió Eloise —No quería que su teatro se cayera. Ella debía ser la joven enamorada dispuesta a todo por ti incluso a pasar la vergüenza de ser la amante, para poder obtener el dinero que necesitaba y así sacar a su padre de la cárcel. Luego te exprimiría hasta dejarte sin nada. ¿O no es así, Belle Dwan? —su cara estaba retorcida por el odio y el deseo de venganza. Ella no resistía el hecho de que Gabriel se hubiera enamorado de otra y que esa otra mujer fuera una de las criadas de su casa.

—¿Como supo mi nombre?

—Bueno…tengo mis métodos. Además para ser alguien que se esconde de todos, no eres muy discreta. Uno de los invitados a mi última reunión, me comentó tiempo después que conocía a una de mis criadas. Podrás imaginarte mi sorpresa, cuando me lo contó sobre ti, y tu especial historia. —sus ojos resplandecían de júbilo viendo como la desenmascaraba. Me dijo incluso que tuviera cuidado, porque si las cosas empezaban a desaparecer, muy seguramente serías tu, ya que te viene de familia, aquello de…tomar lo que no es tuyo.

Belle se armó de valor. —Pues no es así como dice. Las cosas pasaron muy distinto a como esa persona se lo contó seguramente. Mi padre es inocente y yo solo quiero ayudarlo para que demuestre que no es verdad de lo que lo acusan. En cuanto a que tomo lo que no es mío, no tengo necesidad de eso, me criaron con buenos principios y sería incapaz de robarme algo. —Miró a Gabriel —Yo jamás me robé nada, ni la casa de Londres, ni de aquí, y nunca pensé en aprovecharme de ti. Yo te amo, como jamás he amado a nadie.

—¿Entonces por qué no decir la verdad? —su rostro era una máscara de frialdad — ¿eres como ella? —la miró con tal desconfianza que ella se sintió dolida.

—No te lo dije porque me avergonzaba que mi padre estuviera en ese lugar. Y cuando me dijiste de ese contrato para solo acompañarte, estuve de acuerdo porque podría abonar a la deuda de mi padre. Yo no tenía planes contigo sobre nada. Jamás pensé que terminaría enamorándome.

—¿No le iras a creer, verdad? —Eloise lanzó su veneno —ella diría cualquier cosa para que le creyeras porque ahora ve que sus planes se están arruinando.

—Puede que ella no tenga una mente tan calculadora como la tuya —respondió Gabriel harto de que se metiera en lo que no le importaba.

—Haz lo que te dé la gana, pero verás como tengo razón.

—Porque no te largas de una vez.

—¿Y a donde voy a ir? ¿De verdad quieres que duerma afuera de la casa? ¿O que me vaya al pueblo a dormir en la plaza? Eso sí que le gustaría a los chismosos.

Gabriel sopeso las cosas y pensó que era mejor dejarla quedar esa noche allí y ya mañana darle dinero para que se largara a alguna parte. No quería más chismorreos sobre él o su matrimonio arruinado. Dejó que ella se quedara  con la condición de que a primera hora de la mañana se largaría y no vería nuevamente su rostro. Se frotó las sienes y se fue a su habitación sin hablarle a Belle. Ella tendría que esperar a ver que decidía mañana. Por lo pronto no se sentía capaz de pensar en nada más, solo sabía que quería estar solo.

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