Belle

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Epílogo

 

 

Un año después…

Belle caminaba por el jardín de su casa en Londres, diciéndole al jardinero sobre algunos cambios que deseaba hacer. Estaba tan concentrada que no vio a su esposo llegar por detrás. Gabriel la tomó por la cintura dándole un susto de muerte y luego haciéndola reír.

—Mi amor, has llegado temprano hoy.

—No fueron muchas las diligencias que tenía que hacer.

—Que bueno que fue así, hoy tenemos la cena en casa de los vizcondes Bearting

—Es cierto, lo había olvidado —dijo con gesto aburrido —preferiría quedarme en casa.

Ella sonrió y lo abrazó —lo sé, cariño pero ya nos comprometimos para asistir. De hecho tengo que hablar con Celeste, antes de irnos.

Su esposo le dio un beso —no demores, te esperaré en la habitación —sus ojos la miraban traviesos.

—Sabes que no podemos, se nos hará tarde.

—Seré rápido —le guiñó un ojo.

—Eres incorregible —Belle se fue riendo a buscar a su hermana. Celeste estaba viviendo con ellos y asistía a una prestigiosa escuela de señoritas. La vida triste que había tenido aquella casa en Manchester con sus tíos, era parte del pasado y ella ahora era una niña feliz. Ellos quedaron devastados cuando Belle fue a recogerla, diciéndole que era como una hija y que les dolía alejarse de ella. Le insinuaron que la dejara, que ellos no tendrían problema en mantenerla como una hija más. Pero ella sabía que las noticias corrían rápidamente, y ellos se habían enterado de que se casaría con el barón, y por eso habían cambiado su forma de ver las cosas. Ahora no eran parientes pobres, sino miembros de la sociedad y de la nobleza, y ellos lo veían como una gran oportunidad. Aunque Belle no les hizo caso y se llevó a su hermana de allí, prometiéndoles una generosa ayuda por todas sus molestias.

Su padre por otro lado, vivía feliz y tranquilo en una pequeña casa que Gabriel le había comprado y después de haber limpiado su nombre, y de hubieran metido a la cárcel al verdadero ladrón, tenía mucha gente interesada en su opinión científica y sus nuevas expediciones. Ya tenía preparada una exposición con hallazgos impresionaste sobre civilizaciones antiguas. Afortunadamente llegaron a tiempo para evitar que Eloise hiciera algo contra su padre y gracias al cielo, mientras hacían el papeleo de su divorcio, ella puso sus ojos en su próxima víctima, un conde de ochenta años con el que seguramente ella esperaba casarse y enviudar muy pronto.

Gabriel había sido más que generoso con ella y su familia. Cada día se esmeraba por hacerlo feliz y ella se enamoraba más y más de su esposo, al que todo el mundo le decía que lucía rejuvenecido de un tiempo para acá , pues se le veía lleno de vitalidad y alegría.

Los dos habían aprendido a lo largo del camino que debían confiar. Ella jamás confió en nadie para ayudarla porque siempre se sintió sola y le cerraron tanto las puertas, sus supuestos amigos y los de su padre, que ella jamás se imaginó que podía confiar en Gabriel para que la sacara de sus apuros sin verse como una mujer interesada y calculadora. Y por no decirle lo que pasaba realmente, estuvo a punto de perderlo.

Él también tuvo que aprender a confiar una vez más en otra mujer. Les había costado pero al final lo habían logrado. Su corazón rebosaba de amor y esperanza. No veía la hora de tener hijos con Gabriel y mirar lo que el futuro les deparaba. Sabía que no todo sería miel y hojuelas, pero también sabía que lo que vivieran bueno o malo, lo harían juntos.

 

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