Belle

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Capítulo 6

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Capítulo 6

La casa de campo de Gabriel era hermosa, le había dicho que su nombre era Primrose Manor y le quedaba perfecto porque el lugar estaba rodeado de aquellas flores hermosas con su tono amarillo muy vivo, que le daba un aire de alegría al lugar. El estaba más entusiasmado incluso desde el camino. Ella le preguntaba por cualquier cosa sobre las casas o el paisaje y él le respondía con entusiasmado. Al llegar, después de un viaje largo, ambos estaban cansados y él le presentó a los sirvientes y le dijo al ama de llaves que Belle era su dama de compañía y le aclaró delante de ella que no admitiría comentarios de mal gusto o suposiciones malintencionadas con respecto a ella. El ama de llaves lo miró sin saber bien que decir o hacer al respecto, pues para ella debía ser extraño que no llegara la baronesa, sino una mujer desconocida, que además tampoco era la amante del barón. Por más loco que pareciera los sirvientes sabían más como comportarse con la amante de su señor que con su dama de compañía. Eso era algo que se estilaba en las damas, no en los caballeros. Le dijo a la mujer que la llevara a una de las habitaciones de arriba, y Belle se sorprendió al escuchar eso, pues esperaba ser compañía pero no ser tratada como invitada. Ella pensó que iría a las habitaciones de las criadas y comería con el personal de la casa pero al parecer el barón no había pensado igual.

—Muy bien, milord. La llevaré a la habitación de las flores.

—Esa estará bien.

—Descansa, Peggy. Luego te llevaré por un recorrido, para que no te pierdas en esa enorme casa.

—Sí, milord.

Esa noche ambos cenaron juntos y quedaron de hacer el recorrido mejor en la mañana que había más luz. Ella al principio se sintió cohibida porque jamás se imagino compartiendo la misma mesa que el barón, sin embargo, fue agradable. Los dos cenaron en un cómodo silencio, y de vez en cuando él le preguntaba algo a lo que ella respondía y luego muy educadamente, ambos se despidieron para ir a dormir.

La mañana siguiente comenzó con una criada que fue a llevarle un té y luego le dijo que si quería darse un baño, ella podía ayudarla. Pero Belle sintió vergüenza de que una chica que tenía el mismo puesto que ella, la sirviera. De manera que le dijo que si solo le hacían llegar el agua a la habitación de baño, ella haría el resto. Luego de aquello el barón desayunó muy temprano por lo que no la esperó, pero le dejó dicho que vendría mas tarde para que fueran a conocer la casa. Belle desayunó sola, sintiendo los ojos de más de un sirviente clavadose en ella. Luego de eso, se levantó de la mesa y preguntó por la biblioteca para ir a tomar un libro, al menos para entretenerse. Pero cuando estaba comenzando a leerlo, escuchó la voz de Gabriel, que al parecer acaba de llegar. Luego sus pasos se escucharon cerca y ella saltó de la silla, esperando a que abriera la puerta y tal vez la regañara por estar allí.

—Buenos días, Peggy.

—Buenos días, milord. Siento mucho haber entrado así a su biblioteca.

—No tienes porque pedir disculpas, puedes venir cuando quieras. No sabía que te gustaba leer.

—Sí, me encanta. En mi casa teníamos una… —de repente se dio cuenta de lo que iba a decir sobre la biblioteca de su casa y se detuvo.

—Me decías que en tu casa…

—Oh si, teníamos una señora que nos llevaba de vez en cuando libros y mi padre nos alentaba a leerlos para educarnos un poco.

—Bueno, eso fue muy inteligente de parte de tu padre. Ojalá a todas las personas de pocos medios, les dieran esa oportunidad y sobre todo que sus padres estuvieran de acuerdo. No sabes cuantos hay que piensan que educarse no es bueno para sus hijos porque no son ricos y creen que la educación solo es para quienes tienen dinero.

—En eso estamos de acuerdo —le sonrió.

Gabriel la observó ahora que la tenía más de cerca; sus ojos eran realmente bonitos y ahora que no llevaba aquella cofia horrible del servicio, podía ver que su cabello tenía un tono castaño muy hermoso. Ella pareció algo incómoda por su inspección y se alejó —me…me dijo que iríamos a un recorrido por la casa, hoy. ¿Verdad?

—Sí, es verdad. Por eso he venido.

A ella le gustó que él lo recordara y dejara de hacer sus cosas para venir a mostrarle el lugar. Mientras avanzaban por un pasillo, le mostró las diferentes habitaciones por las que iban pasando, y se detenían a mirarlas, mientras él le contaba alguna historia particular sobre el mobiliario, o quien la había habitado. Ella aprovechó para hacerle preguntas sobre la historia en general de la casa, sobre  el personal, y los cuadros de las paredes. Y después de un rato, de caminar por la casa, ella sintió que lo conocía un poco más. De regreso, bajaron las escaleras y sin darse cuenta ella tropezó en un escalón, pero afortunadamente  Gabriel estaba allí para ayudarla, de manera que solo fue el susto. Sin embargo cuando él la sostuvo, las miradas de ambos se cruzaron y ella no pudo evitar sentir una especie de aleteo en su corazón. No se te ocurra, Belle Dwan. Tú no estás a la altura de ese hombre, por lo menos ya no. Además él todavía está pasando por un terrible momento con su esposa, sin agregar que hasta hace poco, pensabas que era algo muy parecido a un ogro.

Pero lo que ella no sabía, era que Gabriel aunque lo disimuló, también sintió lo mismo. Era algo extraño para él, que una chica, tan joven o más que Eloise y que además era una criada, hubiera causado esa sensación tan extraña de anhelo, en su corazón. Gabriel desestimó el asunto y cuando vio que ella estaba bien, la soltó. —creo que es mejor que vayamos a sentarnos.

—Milord, yo creo que no debería portarse conmigo como si yo fuera una dama.

—¿Y es que no lo eres? Porque no te pareces en nada, a alguien del género masculino.

Belle sonrió al escucharlo bromear —sabe bien que no me refiero a eso. El personal me mira extraño y los entiendo. Yo soy solo su criada.

—Pero aquí eres mi invitada para acompañarme.

Belle se resignó a que no había forma de hacerle entender al barón, lo incómoda que ella se sentía ante la servidumbre, todo el tiempo mirándola como una mujerzuela y no como alguien a quien su señor había llevado a la casa como compañía. Él solo quería pasar los días un poco más entretenidos sin pensar en todo lo que había sucedido. Belle sin querer, escucho un día que una de las criadas decía que no se tragaba el cuento de que era una persona decente, que ella sabía bien que eran amantes. Gabriel parecía hacerse el de oídos sordos a eso, sin embargo ella, una chica a la que habían educado con valores y principios, eso le parecía escandaloso. Más de una vez en el transcurso de los días que siguieron, ella estuvo a punto de decirle que no seguía más con ese trato, pero el acuerdo económico  al que ellos habían llegado , era lo que la obligaba a ir con él a todos lados y no regresar a Londres, mientras Gabriel no quisiera.

Pasadas varias semanas, ella conocía muy bien la casa y se había adaptado lo mejor que podía teniendo en cuenta las circunstancias. A menudo salía a cabalgar con Gabriel, algo que le encantaba, y algunos otros días solo caminaban por los alrededores sin rumbo fijo. Se conocieron cada vez más y ella pudo ver el lado jovial de Gabriel, ese que a no a todo el mundo mostraba. Descubrió cosas de él que la fueron haciendo cambiar su forma de verlo. Pero el problema era que Gabriel también empezó a conocerla más y a notar cosas que antes, por todo lo que había pasado, no pudo. Peggy parecía saber muchas cosas; un día la vio leyendo filosofía, algo que estaba muy lejos de ser una lectura común en una criada. Era normal en esos días que la servidumbre supiera leer. Aunque algunas criadas no lo hacían y no lo veían necesario, pues sus deberes no lo requerían, y por eso no vio raro que leyera, pero el tipo de temas que le gustaban, era otro asunto. Un día podía jurar que la escuchó decir una expresión en francés, pero creyó que lo había imaginado. Otro día estaba hablando de los grandes poetas y ella le nombró unos cuantos. Cuando él le preguntó que si esos también eran libros de aquella señora que iba mucho a su casa, le dijo que si pero a él le pareció inusual que una mujer educada, llevara ese tipo de lectura a una muchacha humilde. Por último, una de las cosas que más llamaban su atención, era el hecho de que comía con modales impecables y no se expresaba como una criada, no hablaba atropelladamente, sino de manera pausada. Gabriel a esas alturas ya no tenía sospechas sino que estaba seguro de que ella no era quien decía ser. Peggy podría ser una joven de la aristocracia, que se había metido en problemas y estaba huyendo o algo mas podía haberla llevado a pedir empleo en casas de familia.

No le dijo por varios días, pero pasado un tiempo, decidió confrontarla. Y mientras cenaban le preguntó sobre eso que había notado.

—No sé de lo que habla, milord. Yo solo soy una criada.

—Ya pueden retirarse —le dijo a los lacayos y al mayordomo que estaban allí.

—Ahora podremos hablar más tranquilos, sin que nadie escuche.

Belle se puso nerviosa —milord, no hay nada que pueda decirle al respecto.

—Por favor, no lo niegues Peggy. Tus modales, tu forma de hablar, te delatan. ¿De verdad pensaste que nadie se daría cuenta?

—Yo… —ella no sabía que decir.

—Tal vez, al principio, no me di cuenta porque pasaban demasiadas cosas en mi hogar, pero aquí las cosas son más tranquilas y he tenido tiempo de observarte mejor.

—No sé qué  tipo de persona cree que soy, pero lo único que puedo decirle, es que si ve que soy un poco más educada, es porque vengo de una familia humilde, donde se inculcaba la educación a pesar de no tener una posición alta. Mi padre amaba leer y me inculcó que estudiara siempre. Me incentivó para que abriera mi mente a todo, y que fuera como una esponja absorbiendo conocimiento de cualquier fuente.

—¿Y dónde está tu padre, ahora?

—Él murió… —ella pidió perdón a Dios, por aquella mentira, pero no quería que nadie se enterara de quién era y de la verdad sobre su padre. Había contado con suerte hasta ese momento, al no encontrase con nadie más que con aquella persona en el baile de la baronesa, y teniendo en cuenta eso, también había sido una buena decisión salir de Londres. Afortunadamente las cosas en el campo, eran muy distintas y en la situación de él, dudaba de que alguien lo visitara en casa. Sí lo hacían serían los terratenientes y la gente de la localidad y ella no conocía a nadie allí. Gabriel no pareció muy convencido, pero tampoco ahondó más en el asunto. Y Belle aprovechó para disculparse y retirarse temprano aludiendo a que estaba cansada. Gabriel solo asintió y su mirada pareció atravesarla como si buscara algo más. Se despidió con un escueto “buenas noches” y salió de allí rezando porque al día siguiente él hubiera olvidado el asunto.

 

 

*****

 

Un gorrión de garganta roja, se posó en la ventana de Belle y comenzó a cantar. Ella todavía estaba entre las sábanas aprovechando un poco el hecho de que ahora no tenía que levantarse tan temprano como cuando trabajaba en Londres. No había podido dormir bien y toda la noche no hizo más que pensar en lo que haría si él descubría su mentira. No podía darse el lujo de perder su trabajo. Se aseó y se vistió, para bajar a desayunar, pero por su cabeza pasó la idea de que tal vez, él quisiera aprovechar ese momento para volver a preguntarle sobre lo mismo de la noche anterior. Mejor me quedo aquí y bajo después con algún pretexto. Puede que se haya ido cuando baje una hora más tarde. Su estómago protestó ante la idea, pero no le quedaba más remedio.

Gabriel estaba desayunando solo, y le dijo al mayordomo que enviara por Belle. Se le hizo extraño que ella, que siempre se levantaba temprano, no estuviera en el comedor todavía. Se sorprendió al ver la falta que le hacía verla allí como todos esos últimos días, en los que hablaban un rato mientras disfrutaban del desayuno y luego salían a pasear o ella lo acompañaba a tareas en el pueblo. Sin lugar a dudas, Peggy se había convertido en un bálsamo para sus heridas. Su risa, sus comentarios jocosos y su conversación inteligente, lo habían ayudado mucho a dejar de sentir lástima por él mismo. Aunque también le preocupaba estar empezando a sentir otro tipo de cosas por ella. Belle era una joven con más o menos la misma edad de Eloise y seguramente ella no lo vería como un hombre sino como su anciano patrón al que deseaba ayudar. No podía permitirse esos pensamientos, tenía que dejar de pensar en que la mujer indicada todavía existía, y si así fuera jamás la encontraría en una criada.

Pero después de unos minutos, el mayordomo se apareció diciendo que una de las criadas había subido a la habitación de Peggy y esta le había dicho que se sentía un poco indispuesta. Le avisó que la muchacha le había subido algo para aliviar su estómago.

Gabriel supo que no se trataba de eso sino de que ella si estaba ocultando algo. Bien decían que el pecado acobarda, pero ahora él tenía que descubrir cuál era su pecado.

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