Batman

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LA CASA DE LOS HORRORES

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LA CASA DE LOS HORRORES

 

TENGO ganas de llegar a la "batcave" para descansar —dijo Batman a Robín mientras el "batmóvil" rodaba a gran velocidad por las afueras de Gotham City.

Era la una de la madrugada y había muy poca circulación, por lo que resultaba fácil conducir el vehículo.

—A mí también me vendrán bien unas cuantas horas de sueño —repuso Robín—. Después de medianoche, prefiero estar durmiendo.

Ante ellos, marchaba un coche conducido por una mujer joven y, cómo no iba a gran velocidad, Batman se dispuso a adelantarle. Pero en el preciso momento en que lo intentaba, el otro vehículo efectuó un extraño viraje y faltó poco para que se produjera una colisión peligrosa. Batman tocó el claxon advirtiendo el peligro y, entonces, la joven maniobró insegura y detuvo su automóvil a un lado de la carretera, casi en el mismo borde de una zanja.

Batman comprendió que algo raro sucedía y detuvo el "batmóvil" al lado del otro vehículo.

Cuando la joven vio que se acercaban, exclamó llorando:

—Perdóneme: sé que no debería conducir en el estado en que me encuentro… Estoy nerviosa y las lágrimas no me dejan ver con claridad… ¡Oh, sí son Batman y Robín!… ¡Tal vez este encuentro con ustedes pueda ayudarme en algo…!

—¿Qué le ocurre, señorita? —preguntó amablemente Batman.

—Me llamo Lynda Oakley y soy hija del juez Oakley —respondió la joven—. Tal vez no les diga nada este nombre, pero hace muchos años, mi padre fue un juez famoso en el Estado…

 

 

—¡Ya lo creo! —asintió Batman—. Conocí mucho a su padre, Lynda: tuve el honor de colaborar con él, deteniendo a varios criminales que luego él hubo de juzgar… Era un hombre justo y jamás se apartó lo más mínimo de lo que le dictaba su conciencia…

Lynda Oakley sollozó angustiosamente y continuó:

—Mi padre ha desaparecido esta misma noche de casa. Yo había cenado en casa de unos amigos y hacia las diez de la noche telefoneé a papá que no tardaría en regresar. Papá me contestó normalmente, diciéndome que me esperaba; pero cuando llegué un cuarto de hora después, no le encontré en casa. Sobre la consola del recibidor había una nota, escrita con su misma letra, en que me decía: "Querida hija: debemos separarnos… No me preguntes por qué: sólo te diré que un hombre debe pagar ciertas cuentas pendientes". Subí a su habitación y faltaba una maleta y ropa…

—¿Tiene usted la nota que escribió su padre? —preguntó Batman.

—He ido a la Policía y se han quedado con ella; me han dicho que la necesitan para hacer investigaciones y ver si consiguen descubrir alguna pista… Tengo la impresión de que no creen lo que les he contado: han debido tomarme por una chiflada y me han prometido tomar con gran interés el asunto para librarse de mí. Además, ninguno de los agentes conoce a mi padre…

—Es natural —comentó Batman—: serán todos nuevos en este distrito y el juez Oakley se retiró hace más de cinco años…

Batman permaneció un momento pensativo y después decidió:

—Robín: lleva a la señorita a su casa. Yo voy a la "batcave" para echar un vistazo a mi fichero y no tardaré en reunirme con vosotros… Estoy casi seguro de que se trata de un rapto perpetrado por alguno de los criminales juzgados por el juez…

* * *

No había transcurrido media hora cuando Batman llegó a casa de los Oakley; era un chalecito de dos plantas rodeado de un pequeño jardín y defendido con una verja.

—He escogido tres personajes de mi fichero —dijo Batman cuando se reunió con Robín y Lynda—: "Gorila Burke", estrangulador, condenado a veinte años de prisión por el juez Oakley; el "Gentleman", ladrón de bancos, con una condena de siete años; y "Dandy Kravitz", un envenenador condenado a la silla eléctrica, que luego se le conmutó por veinte años. "Dandy Kravitz" decía que era médico y parecía ser un especialista en venenos y drogas… Se fugó de la prisión de San Quintín hace algunos años. Lynda: le ruego me permita examinar los ficheros de su padre por si descubro alguna pista más…

El examen de los ficheros del juez Oakley proporcionó varios nombres de criminales que podían haber sido los autores del presente rapto.

—Demasiado complicado —comentó Batman—. De momento, va a ser muy difícil acertar quién puede ser el verdadero autor. Esperadme aquí mientras yo subo a examinar el dormitorio del juez…

Batman subió al piso superior, penetrando en el dormitorio del juez Oakley; sobre la cama, sin deshacer, había un par de corbatas y una camisa. La ventana estaba cerrada desde fuera. Además, en la pared, debajo de la ventana, se veían algunos rasguños en el empapelado. Se disponía a abrir la ventana cuando un repentino y violento olor a gas adormecedor le hizo caer de rodillas y, un momento después, perdió el conocimiento sin haber podido lanzar un grito de socorro.

 

 

La ventana se abrió un instante después y por ella penetraron dos hombres cubiertos de negro, uno de los cuales colocó sobre la cabeza de Batman una bolsa mientras el otro le ataba fuertemente las manos.

 

 

—Desconecta el gas, Rus: es preciso no dejar ninguna pista de nuestra visita…

—Okey, Hermie —contestó Rus—. "Dandy Kravitz" se pondrá contento al ver que le llevamos a este tipo, el más peligroso de sus enemigos…

Poco después, un coche arrancaba silenciosamente y se alejaba llevando a Batman hacia un destino desconocido.

Robín y Lynda saboreaban su café en una salita de la planta inferior esperando en vano que Batman volviera a reunirse con ellos.

—Parece que tarda demasiado —opinó Robín un tanto inquieto.

—Tal vez haya encontrado alguna pista y la haya seguido —dijo a su vez Lynda.

—No lo creo —replicó Robín—. Nunca lo hace sin advertirme… Subamos a ver qué ocurre.

Cuando llegaron a la habitación del juez, pese a que la ventana estaba abierta, Robín y Lynda retrocedieron instintivamente ante el molesto olor que percibieron en el dormitorio.

—Parece que hay un escape en alguna tubería de gas —dijo Robín—: veamos… dónde…

—No hay gas en toda la casa, Robín —dijo Lynda.

Robín quedó pensativo un momento y luego dijo:

—¡Parece gas adormecedor!… ¡Lynda: sospecho que Batman ha sido raptado… igual que su padre! Vayamos al "batmóvil": hemos de estar dispuestos a ir en su busca…

Lynda siguió a Robín sin protestar; pero en cuanto se instalaron en el "batmóvil", la joven indicó:

—¿Cómo irás a buscarle, si no sabes dónde está, ni tienes ninguna pista?

Atento al cuadro de mandos del "batmóvil" y accionando su receptor de muñeca, Robín contestó:

—No se preocupe, Lynda: no tenemos más que esperar a que Batman se comunique con nosotros… Me llamará en cuanto me necesite, utilizando su micro-emisor de infra frecuencia… Yo velaré por si llega su llamada; pero usted debe dormir: la espera puede resultar muy larga…

Lynda se recostó en su asiento y, en su interior, formuló fervientes votos porque Batman estuviera a salvo para que pudiera devolverle a su padre…

Batman respiró una bocanada de aire puro cuando alguien le quitó la bolsa que cubría su cabeza. Quedó momentáneamente deslumbrado ante la soberbia iluminación que había en la amplia estancia en que se encontraba, rodeado de los dos enmascarados que le habían hecho prisionero.

 

 

Batman sentía su cuerpo dolorido y sintió que tenía atadas las manos a la espalda.

Uno de los enmascarados salió y volvió al poco tiempo acompañando a un hombre alto, de pelo blanco muy repeinado y sonrisa diabólica, fumando un cigarrillo perfumado en una larga boquilla y vistiendo un llamativo batín rojo de seda: j Batman reconoció a "Dandy Kravitz", el envenenador fugado de San Quintín!

Kravitz acercó la punta encendida del cigarrillo a la cara de Batman y le contempló con sus ojos de odio. Pero Batman no movió un solo músculo ni exhaló la menor queja.

—Sigue siendo un hombre duro, ¿eh, Batman? —rugió Kravitz—. Pero yo le aseguro que muy pronto no necesitará hacer ningún esfuerzo para disimular su dolor: ¡hoy mismo le convertiré en una estatua viviente y no podrá mover ni siquiera un párpado… aunque tenga que soportar la alta tensión de una silla eléctrica…! ¡Pronto, Rus, Hermie: sentad-le cómodamente en su… "trono"!

 

 

Los dos enmascarados llevaron a Batman siguiendo los pasos de Kravitz, sin que nuestro héroe hiciera el menor signo de resistencia. Sin embargo, pudo comprobar que, contrayendo los músculos de sus muñecas las ataduras cedían levemente. Afortunadamente, sólo le restaba ir aflojando sus ataduras con todo disimulo para, llegado el momento oportuno, librarse de ellas y atacar a sus enemigos.

Kravitz había entrado en una habitación extraordinariamente iluminada y con sus paredes totalmente cubiertas de espejos. Cuando Batman penetró en la "Sala de los espejos", quedó sobrecogido de horror ante el horripilante espectáculo que se ofreció a sus ojos: en el centro de la estancia había seis sillas muy similares a las sillas eléctricas en que eran ajusticiados algunos criminales en las prisiones del Estado. Una de ellas estaba vacía, pero las otras estaban ocupadas por cinco personas, una de las cuales era el juez Oakley. Todos ellos estaban rígidos, con la inmovilidad de las estatuas, y únicamente en sus ojos podía adivinarse un atisbo de vida por el extraño brillo que tenían aquellas miradas, todas ellas fijas en una jeringuilla hipodérmica y un frasco con un gran letrero que rezaba "ANTÍDOTO", objetos que descansaban sobre una me-sita, junto a la pared de enfrente.

—¿Qué le parece, Batman? Ese policía lleva ya dos años sin moverse un milímetro: fue quien me detuvo. A la izquierda tiene usted al fiscal que hizo que me condenaran a la silla eléctrica… ¡Ja, ja, ja! Y ése y esa mujer, son los dos testigos que declararon en contra mía cuando fui juzgado. Y el juez Oakley fue quien firmó la sentencia… ¡Pero Kravitz sabe vengarse de sus enemigos!… Todo ha sido muy sencillo, porque tenga en cuenta, Batman, que yo soy un genio en medicina: una inyección en el brazo y un hombre ve suspendida toda su capacidad de movimiento durante más de un siglo… Pero ellos nos escuchan, Batman; y nos ven… Y ven también ese frasco de "Antídoto", inyectándose el cual recuperarían la normalidad…! Pero no podrán conseguirlo!… Y, en cuanto usted' ocupe su silla, los electrocutaré yo mismo pulsando el conmutador que ve sobre la mesita del antídoto… ¡Ja, ja, ja! ¡Buen suplicio, ¿eh? Me gustaría prolongarlo por más tiempo, pero ya me estaba aburriendo y, sobre todo, quiero librarme de usted de una vez para siempre…! ¡Vamos: átenlo a su silla…!

Batman había ido soltando paulatinamente sus ligaduras y, en aquel momento, dio una brusca sacudida y sus manos quedaron libres. Los dos guardianes cayeron al suelo de sendos puñetazos y Kravitz se apresuró a salir de la habitación para librarse del ataque de Batman, siguiéndolo pronto sus dos esbirros.

Antes de intentar nada, Batman manipuló en su micro-emisor de muñeca y habló a Robín:

—Estoy en casa de Kravitz… Mi llamada te guiará. Es necesario que avises a la Policía y que vengáis todos con máscaras antigás… Cuando llegues a la casa, corta el cable de suministro eléctrico… Corto… Noto que hay gas en la habitación… ¡De prisa, Robín…!

Batman se sintió desfallecer a consecuencia del gas que había respirado y que había inundado la habitación, pero sin tener gran potencia. Evidentemente, Kravitz no tenía otra intención que debilitar a Batman para apoderarse de él y someterle al suplicio que le tenía reservado.

En estado semi-inconsciente, vio cómo Kravitz entraba nuevamente acompañado de los dos enmascarados: ¡Kravitz llevaba en su mano una jeringuilla hipodérmica!

 

 

—Bien, Batman —dijo sonriendo siniestramente aquel loco criminal—; ha llegado su hora. Comprenderá que no estoy dispuesto a dejarme sorprender después de haber sufrido cinco años de prisión por su culpa… ¡No sabe cuánto ansié este momento, el momento de mi venganza!… Este líquido, inventado por mí, le inmovilizará ¡hasta que yo le aplique el tormento al que me condenaron primeramente: a la silla eléctrica…!

Pero Batman ya no podía escucharle: el gas le había hecho perder el conocimiento.

* * *

Al mismo tiempo, un helicóptero de la Policía descendía sobre la terraza de la casa de Kravitz: Robín, Lynda y varios agentes descendieron de su interior, todos ellos provistos de caretas antigás y con instrumentos radiofónicos instalados en las caretas para poder comunicarse entre sí.

—Yo me adelantaré para cortar la conducción eléctrica —dijo Robín a Lynda.

—De este modo —protestó la joven—, no podremos ver…

—Ya lo tenemos provisto —dijo Robín—: venimos provistos de potentes linternas. Además, es preciso obedecer a Batman al pie de la letra: estoy seguro de que tiene sus razones para haberme ordenado ese corte…

A medida que Robín iba descendiendo por la escala de incendios adosada a la pared trasera del edificio, pudo ver las salas soberbiamente iluminadas, pero cubiertas con cortinas que impedían ver en su interior. Pronto encontró el cable de alta tensión que llevaba a la casa la electricidad.

Robín esperó a que los policías ocuparan los lugares estratégicos que habían convenido previamente y extrajo de un bolsillo una tenaza que aproximó al cable de alta tensión.

 

 

Se oyó un silbato: ¡era la señal! Robín cortó el cable al mismo tiempo que los policías irrumpían en el interior de la casa. Lynda había vuelto al interior del helicóptero, donde esperaría el fin de la operación, en compañía de un policía.

Se produjo un gran alboroto en el interior de la casa, en la que los agentes de Policía habían logrado detener a varios esbirros de Kravitz, mientras éste se desgañitaba llamando a sus ayudantes sin que le respondieran.

Entonces, Kravitz salió furtivamente de la casa para intentar localizar la causa de la avería eléctrica.

Los pasillos y salas de la casa de Kravitz estuvieron iluminados durante algún tiempo por las linternas de los policías y de Robín. Este, atravesando rápidamente los distintos departamentos, llegó a la "Sala de los espejos", donde vio los seis "condenados" por Kravitz a morir en la silla eléctrica.

Sin perder un momento, Robín se dio cuenta de cuanto estaba sucediendo: tomó la jeringuilla hipodérmica e inyectó a Batman el "antídoto", con lo cual Batman recuperó nuevamente su facultad de movimiento. Luego, con su lápiz de "rayos de calor", fundió las muñequeras y los grilletes que le aprisionaban a la silla.

 

 

—Bien, Robín —exclamó Batman cuando se vio libre—. Yo me ocuparé de los demás. Tú, ayuda a la Policía…

En pocos minutos, Batman fue inyectando el "antídoto" a sus compañeros de suplicio, liberándolos después de los hierros que les aprisionaban, tras de lo cual todos fueron saliendo. Batman quedó solo en la habitación, seguro de que Kravitz no tardaría en volver.

Sin embargo, Kravitz le sorprendió nuevamente y con el mismo procedimiento antes usado para adormecerle: ¡el gas! Una cápsula de gas adormecedor precedió a la visita del criminal y Batman comenzó a sentir la modorra fatal. Kravitz se acercó a Batman y le colocó nuevamente en la silla eléctrica. Después, se acercó al interruptor de corriente. Pero Batman, en un supremo esfuerzo, saltó de la silla un segundo antes de que se produjera el fatídico circuito mortal y atacó a Kravitz con un preciso golpe de karate.

Abrió una ventana y se sintió reconfortado por el aire exterior y por la emotiva escena que presenció: fuera, Lynda abrazaba a su padre y los demás miraban emocionados a su salvador, mientras la Policía rodeaba a todos los secuaces de Kravitz, que serían juzgados por la Ley.

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