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48 – CONMOCIÓN

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8 de mayo, 2043

Hoy tenía Silvia la última reunión de las programadas con los miembros del Comité de Dirección de BEGIN. Dicha reunión era con Fahir Urhdugan, el responsable de Seguridad. Silvia estaba algo extrañada, porque en los documentos que le habían entregado había muy poco material sobre Seguridad de la empresa, a diferencia del resto de áreas, cuya documentación era muy completa y detallada.

Silvia comprendía que se trataba de un área muy sensible, más que el resto, y que seguramente sus entresijos más íntimos no deberían ponerse por escrito, ni mucho menos dejar que los dossieres corrieran por ahí sin control, por lo que no le extrañaba que la información contenida en los documentos que le entregaron fuera tan magra. Además, ni siquiera creía que ella debiera saber demasiado sobre la seguridad en BEGIN. No se figuraba en qué podía ayudarle a ella conocer bien los misterios de la seguridad para ejercer su misión de «ministro sin cartera» que había comentado Barrash hacía unas semanas… Bueno, la realidad es que tampoco sabía muy bien cuáles eran las funciones de un ministro sin cartera. Todavía no sabía cuál iba a ser su trabajo de verdad, pero sorprendentemente eso no la preocupaba lo más mínimo. Rodeada de talento como estaba y sabiéndose como se sabía poseedora ella misma de talento, cualquier cosa que le encargaran lo podría resolver bien. Estaba segura.

A la hora en punto llamó a la puerta del despacho de Fahir Urhdugan, que inmediatamente le abrió la puerta en persona, de forma eficiente como era costumbre en BEGIN. Se saludaron con bastante frialdad por parte de Fahir, lo que no dejó de sorprender a Silvia. Fahir era un hombre bajo y de piel cetrina, de unos cincuenta y cinco años de edad, que, a pesar de su frío recibimiento, la invitó de todos modos a tomar asiento en la mesa de su despacho.

—Bien, señora Ruiz… ¿qué desea saber sobre los aspectos de la Seguridad de BEGIN? —comenzó Urhdugan, al grano para no perder la costumbre.

—Pues no sabría decirle, señor Urhdugan —respondió Silvia, que, en vista de cómo había comenzado Fahir la conversación, apeó el tuteo que había utilizado hasta ahora con el resto de integrantes del Sanedrín—. La información contenida en el dossier que me pasó Francis… el señor Barrash hace un par de semanas no es muy detallada sobre esta área de la empresa. Usted verá lo que puede contarme.

Fahir se removió en su silla, claramente incómodo. Silvia, a su vez, lo comenzó a estar también. No sabía qué pasaba, pero algo preocupaba a su interlocutor. Por fin Fahir explicó la situación.

—Mire, señora Ruiz… comprenda que todo lo que tenga que ver con seguridad, y más con la seguridad de una empresa como ésta, es confidencial. Muy confidencial —Silvia asintió sin decir nada—. Pero el caso es que el señor Barrash me ha pedido que sea explícito con usted. Que le informe de todo… de todas nuestras interioridades —Fahir estaba muy incómodo, no cabía duda—. De todas nuestras iniciativas, sin omitir detalle. Esto es muy irregular y peligroso, en mi opinión, dicho con todos los respetos.

—Ehh… señor Urhdugan, mire, yo no sé muy bien qué está pasando —intervino Silvia, conciliadora—, pues no sé exactamente qué es lo que tiene usted que contarme y qué repercusiones tiene… Si quiere, le dejo un momento para que llame usted al señor Barrash y le aclare sus dudas. Lo último que deseo es ser un problema para usted ni mucho menos para la compañía… ¡si llevo aquí menos de un mes, por favor!

Fahir se relajó un poco. Eso era precisamente lo que no comprendía: por qué Francis le había instruido de forma muy precisa para que desnudara los más íntimos secretos de BEGIN ante una recién llegada, que podría ser un genio de la sociología o lo que fuera, pero que no dejaba de ser una advenediza en la empresa. Pero, en fin, el jefe había demostrado siempre una clarividencia asombrosa en todo cuanto proponía, por lo que, aunque renuentemente, decidió que tenía que seguir sus instrucciones al pie de la letra.

—De acuerdo, señora Ruiz. Tiene usted razón, por supuesto. Perdóneme mi descortesía…

—Silvia, por favor. Silvia. Cuando oigo eso de «señora Ruiz», miro siempre a mi lado, porque me parece que no es a mí a quien se dirigen —Fahir sonrió por vez primera en toda la mañana.

—Fahir. Nada de señor Urhdugan tampoco. Lo siento. Perdóneme usted a mí —Fahir miró un momento por la ventana, como buscando inspiración o fuerzas, y luego se volvió hacia Silvia para decir—. Comencemos, pues.

Fahir tomó aire y comenzó a desgranar ante Silvia los aspectos más tenebrosos de BEGIN. Fue prácticamente un monólogo, pues Silvia apenas interrumpió el discurso del turco.

En los primeros momentos tras la creación de BEGIN en 2022 y su irrupción en el mundo de la energía como elefante en cacharrería, todos los integrantes del lobby del gas y petróleo, los que estaban interesados en el mantenimiento del status quo y que de pronto se sentían amenazados por el singular

modus operandi del recién llegado, comenzaron una campaña anti-BEGIN en toda regla y en todos los ámbitos. Ataques en las cámaras legislativas, en los medios de información, ataques financieros… De todos esos ataques se ocupó Francis Barrash. Se ignoraba de dónde salieron los recursos financieros que utilizaba, que fueron gigantescos, pero con su política de no contestar sino actuar pronto se ganó un merecido respeto.

Pero no sólo de ese tipo fueron los ataques. Hubo poderosos ataques informáticos contra las instalaciones de BEGIN. Hubo espionaje industrial. Los enemigos de BEGIN no repararon en gastos: intentaron todos los tipos de sabotaje que se pueda imaginar. Robo de información o alteración de información sensible, robo de componentes, de materiales críticos, ataques «terroristas» a instalaciones de BEGIN, secuestros… Barrash, el bienintencionado, se dio cuenta de que debía tomar una decisión, una que no quería tomar, que odiaba tomar, para responder de forma expeditiva a tanto ataque ilegal o criminal.

Entonces fue cuando Barrash acudió a Fahir, por entonces dueño de una pequeña empresa de seguridad con buena reputación tanto por sus resultados como por tener fama de ser fiel a sus clientes, absolutamente fiel a aquellos que les contrataban y para los que trabajaban. Por lo visto era bastante habitual que una empresa de seguridad que estuviera custodiando activos secretos de una cierta empresa decidiera mejorar su margen de beneficio compartiendo algunos de esos aspectos secretos con empresas de la competencia. La empresa de Fahir no lo hacía, y por eso estaba tan bien considerada.

Francis habló varias veces por teléfono con Fahir e intentó ficharlo a él y a su gente para BEGIN, pero éste rehusó en un primer momento. Entonces Francis voló hasta Estambul para reunirse en persona con él. No siendo muy conocido aún, pudo quedar con Fahir en la plaza de SultanAhmet sin temor a ser reconocido. Allí, entre la Mezquita Azul y Santa Sofía, se encontraron y, tras presentarse mutuamente, ambos entraron en la Mezquita Azul. Allí se sentaron a la manera turca sobre la espectacular alfombra que cubre todo su suelo, lo más apartados que pudieron del gentío de turistas que venían a admirar la mejor obra del mejor discípulo del gran Sinan, Sedefkar Mehmet Agá. Pero ellos no se dedicaron a admirar su cúpula ni la decoración de azulejos de Iznik de tonos predominantemente azules, con sus más de cincuenta diseños distintos de tulipanes, la flor nacional de los otomanos. Francis hablaba y Fahir se limitaba a negar con la cabeza… al principio. Luego comenzó a asentir y una hora más tarde, cuando el almuédano llamó a la oración y los no creyentes fueron invitados a abandonar el templo, ambos hombres se estrecharon la mano y, tras recoger sus zapatos, salieron junto con los últimos turistas.

Francis había compartido su misión con Fahir y éste había sido abducido por su idea de crear un mejor mundo, eliminar a los corruptos y los inútiles de los puestos decisorios y buscar el talento estuviera donde estuviera. Para ello debían primero protegerse, pues los ataques estaban realmente haciendo peligrar la existencia misma de BEGIN, y después contraatacar con las más formidables armas que pudieran. Ya lo escribió Vegetius en el siglo IV: «

si vis pacem, para bellum». Si deseas la paz, prepárate para la guerra. Y BEGIN, bajo la dirección de Fahir y la anuencia de Barrash, se preparó para la guerra. ¡Y de qué manera!

Gracias a sus aparentemente infinitos recursos, Fahir pudo crear un grupo de especialistas en diferentes áreas, todos ellos empleados de BEGIN y todos ellos excelentemente pagados. Sabían que cualquier infidelidad sería fulminantemente castigada con el despido o algo peor. Trabajaron sin descanso, al principio atajando todos los ataques de todo tipo que sufría BEGIN, desde dentro y desde fuera. Cuando unos meses más tarde esto estuvo relativamente controlado y la mayor parte de los ataques, rechazados, entonces Fahir comenzó de verdad a prepararse para la guerra. Al resultado lo llamaron «programa Lucy», según dijo Barrash, que fue quien lo bautizó, en homenaje a una cierta canción de los Beatles, el mítico conjunto de Liverpool de los años 60 del siglo anterior.

No merecía la pena entrar en cómo Lucy fue evolucionando conforme BEGIN iba entrando en cada vez más sectores y sufriendo los ataques de los que veían atacado su

modus vivendi por la entrada de un nuevo jugador que siempre llevaba la verdad por delante y una máxima incomprensible para la mayor parte de ellos: «

los contratos están para cumplirlos». Entonces, en un par de horas alucinantes, Fahir desgranó ante una asombrada Silvia cuáles eran los actuales grupos de trabajo, o, como él los llamó, divisiones de Lucy.

Contraterrorismo informático. Esta división de Lucy constaba de más de ochocientos matemáticos, ingenieros y técnicos de altísimo nivel. Tenían a su disposición la capacidad de entrar cuando lo necesitaran en virtualmente todos los ordenadores del mundo sin dejar huella. Incluso en los de las Agencias más secretas de los más poderosos países del mundo. Y lo hacían. Nunca para sacar provecho de cualquier información que pudieran encontrar, sino para evitar de forma preventiva cualquier tipo de ataque contra cualquiera de los intereses de BEGIN. Si detectaban algo así, y Fahir aseguraba que esto era cada vez menos frecuente, entonces sí que pasaban a la acción… por las vías más duras. Desde la destrucción de toda la información de la empresa, hasta, si hacía falta, la destrucción física de las instalaciones. Cualquier método era válido. Sí, también la destrucción de la reputación o del patrimonio financiero del que estuviera detrás y, en raras ocasiones muy especiales, la eliminación física del terrorista.

Por cierto, dijo Fahir de pasada, los algoritmos desarrollados por este grupo eran capaces de descifrar cualquier mensaje cifrado con los métodos habituales, incluso con los más potentes y seguros. Leían correos electrónicos, memorandos, documentos y oían conversaciones telefónicas casi en tiempo real, mientras se estaban escribiendo o hablando si hacía falta. Y, por fin, un grupo muy escogido de no más de cinco personas que trabajaban en otra ciudad diferente se encargaba de vigilar precisamente a los vigilantes, al resto de técnicos de Lucy. Fahir comentó de pasada a Silvia que el flamante ordenador SG1 que había tenido disponible en su Instituto en realidad no era el SG1, como se había publicitado hasta la saciedad… era el SG8. Los siete primeros estaban instalados en las instalaciones de Lucy en Cagliari, Cerdeña, Italia. Ahora había allí, además, tres más del nuevo modelo, aún más potente.

Contraterrorismo financiero. Esta división estaba ubicada en Omaha, Nebraska, Estados Unidos. Disponía también de varios ordenadores de la serie MM, anterior a la SG, y uno más de la serie SG, conectados a todos los mercados mundiales. Tenían unos programas muy sofisticados, diseñados no para ganar dinero cruzando millones de transacciones por segundo, como era lo habitual en los ordenadores de brokers, bancos y casas de inversión, sino para detectar cualquier tipo de intento de manipulación del mercado. BEGIN, sorprendentemente, no solía operar en demasía en los mercados. Cuando deseaba adquirir una compañía simplemente se dedicaba a adquirir cuanta acción se pusiera a la venta hasta llegar a un porcentaje significativo, y entonces lanzaba una Oferta Pública de Adquisición que normalmente era tan generosa que era aceptada por la práctica totalidad de los accionistas. Y en cuanto a los bancos que pertenecían a BEGIN, no operaban así. Las órdenes de los clientes eran ejecutadas de forma presta y leal y nada más, sin demoras ni trucos ni sobrecostes espúreos, y en cuanto a la gestión del patrimonio de la propia BEGIN, cuando se decidía comprar o vender algún activo, se compraba o se vendía de una vez, sin especular lo más mínimo con su precio.

Cuando la división financiera de Lucy detectaba maniobras irregulares, sobre todo si el movimiento extraño les concernía directamente, contraatacaba de forma brutal, lanzando, entonces sí, miríadas de órdenes en microsegundos que destrozaban cualquier intento de fraude por el método más directo: hacer perder montañas de dinero al felón, aunque eso le hiciera perder dinero también a BEGIN. Pero no importaba. Los ataques se habían reducido a un nivel casi insignificante desde que el duro del barrio hacía de policía con muy malas pulgas. Pero el duro no bajaba la guardia y, en palabras de Fahir, seguía yendo al gimnasio a entrenarse cada día… Éste fue el único momento en que Silvia sonrió durante toda la charla del responsable de Seguridad de BEGIN.

Contraespionaje. Esta división radicada en Utrech, Holanda, tenía como misión evitar a toda costa que se produjeran robos de información o de activos críticos para BEGIN. Los métodos que utilizaba dejaron de piedra a Silvia. Todos los empleados de la empresa eran sometidos de forma continua a una monitorización en tiempo real de sus actividades. Conversaciones, llamadas telefónicas, actividad en el ordenador, mensajes… todo lo que no estuviera exclusivamente en su mente era vigilado, así como sus posesiones, sus cuentas bancarias, sus vacaciones, con quién salía y en qué posturas le gustaba hacer el amor. Y este brutal escrutinio se extendía a todos los proveedores, clientes y contratistas con los que tenía relación la empresa. Los empleados de BEGIN no lo sabían, pero eran un libro abierto, su vida era un libro abierto para los expertos de Utrech, cuya existencia era un secreto para todos, incluida la división Lucy de contraespionaje informático. Barrash estaba orgulloso de esta obra, dijo Fahir. Fue creada por Dmitri Kopskoff, el más brillante hacker informático que jamás conoció, bajo las instrucciones del propio Fahir y siguiendo las líneas marcadas por Barrash. Diseñado como un programa secreto dentro de otro programa secreto, se escondía dentro del tráfico generado por Lucy contraespionaje informático de tal modo que era indetectable incluso para ellos, los superhackers. Era una obra de arte.

Ahora Silvia había pasado a ser una de las doce personas que sabían de su existencia además de los propios empleados de Utrech, que no eran muchos. Y, por descontado, había un pequeño grupo de técnicos de la máxima confianza que supervisaban eso mismo de los vigilantes de Utrech… Sí, Silvia, tú también estás sometida a ese escrutinio, como lo estoy yo mismo y todo el Sanedrín, dijo Fahir. Sólo Francis y Dmitri están exentos de vigilancia, no tendría sentido hacerlo con ellos. Y hay ciertas salas y lugares que también están exentos de vigilancia. Este despacho es uno de ellos. Lo que decimos aquí queda exclusivamente entre nosotros, Silvia. El resto…

Pero no pongas esa cara, Silvia, no debes preocuparte. Aunque lo saben todo de todo el mundo, nunca, jamás se usa para otra cosa que detectar espionaje, robos o acciones desleales. Cuando esto sucede, ya sabes… ¡la cárcel de Astana espera!, y por una vez Fahir soltó una carcajada que Silvia acompañó con bastante poca convicción y cara de horror. Todo lo demás que averiguan se archiva, por si debe utilizarse en el futuro, y a continuación se olvidan de ello. No me mires así, Silvia, dijo Fahir, todo el mundo tiene sus secretos, sus aficiones, sus mentirijillas, sus despistes. Mientras no afecten a BEGIN, mientras no la afecten de verdad, no sale de allí, del bunker de Utrech. Ellos son nuestro segundo secreto mejor guardado.

¿

Segundo?, preguntó incrédula Silvia. Sí, dijo Fahir, y prosiguió con el siguiente y definitivo punto.

Contraterrorismo. Sin adjetivos detrás. Sólo «contraterrorismo». Estaban repartidos por varias ubicaciones en todo el mundo: Moscú, Ginebra, Johannesburgo, San Francisco, Toledo… Eran los grupos de acción. Los mejor preparados. Antiguos marines o SEAL norteamericanos, SAS británicos, GEO españoles, Spetsnaz rusos… los mejores entre los mejores. Actúan muy poco, pero cuando deben hacerlo lo hacen bien, pues pasan buena parte de su tiempo entrenándose para eventuales necesidades.

Silvia aquí sí que quedó en blanco. ¿Una unidad contraterrorista

de acción en BEGIN? Jamás lo hubiera imaginado. Pero siguiendo el razonamiento de Fahir hasta el momento, era lógico. Si no tenían piedad con quienes actuaban con malas artes contra los intereses de la empresa, no la iban a tener contra quienes lo hacían con bombas o a tiro limpio. Y eso era lo que hacían exactamente. Aunque ellos tenían sus propios métodos de investigación contraterrorista, la mayor parte de las veces eran las otras divisiones de Lucy las que alertaban de la posibilidad de un atentado físico… entonces alguien les pasaba la información y ellos se ponían en marcha. Siempre que podían evitaban destruir algo o dañar a personas o propiedades. Siempre que podían. Pero como todo el mundo en BEGIN, siempre buscaban la eficacia. Si para ello tenían que volar algún edificio o eliminar físicamente a algún malo… peor para él.

Ahora Silvia alucinaba. ¿Cuántas personas sabían de la existencia de esta gente? Sólo Barrash, Fahir y Mohamed Mursiki, el segundo de Fahir en Seguridad. Y, ahora, ella. Nadie más. Por algo la existencia de esta división era el secreto mejor guardado de BEGIN. Tanto es así que cada grupo operativo desconoce que existan otros grupos análogos. O mejor, saben de forma difusa que debe haber algún otro grupo con similares cometidos, pero no saben ni cuántos son ni dónde están, ni mucho menos quiénes son. Fahir confesó que esto nunca se lo hubiera contado a Silvia, pero recibió la orden directa de hacerlo por parte de Francis Barrash… y las órdenes, como los contratos, están para cumplirlas. Silvia estaba conmocionada, consternada. Ni en sueños podía imaginar algo así en BEGIN.

Bienvenida al club, Silvia, dijo condescendientemente Fahir. A veces las cosas no son tan bonitas como parecen. O mejor, para que las cosas que se ven sean tan bonitas, alguien debe preocuparse de limpiar el polvo de vez en cuando.

La analogía no era muy buena, reflexionaba Silvia mientras salía del despacho de Fahir flotando entre nubes, pero sí que era descriptiva. Alguien debía limpiar la porquería para que el suelo estuviese reluciente, pensó. Porque la porquería se acumulaba, se acumulaba sin remedio por mucho que intentaras que no lo hiciera. ¡Bien que lo sabía ella, que tenía el suelo de su casa, a la que últimamente iba sólo a dormir, con una buena capa de polvo!

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