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Capítulo 4

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Una sonrisa traviesa fue dibujándose en su cara a medida que escuchaba el mensaje de su interlocutor. Habían acabado con el corrupto, así que tachó su nombre de la lista. Ahora le tocaba el turno al ladrón, según habían acordado. Acarició a su perro mientras le daba otro sorbo al café humeante. Agarró de nuevo el teléfono y marcó un número con calma.

– ¿Diga? ¿Eres tú? – contestó una voz masculina al otro lado del teléfono.

– Sí. La excursión a Jaén está lista. Ya sabes lo que hay que hacer. – dijo una voz ronca y colgó el teléfono.

Realizó tres llamadas más, escuetas como la anterior. Cuando finalizó las llamadas, se entretuvo en escribir unos mensajes en folios cortados por la mitad. Eran las instrucciones para las siguientes víctimas. No serían enviados hasta tener confirmación de las ejecuciones de la lista.

Se levantó, apagó la radio y llevó la taza de café al fregadero. Su perro lo seguía, moviendo la cola. Acabó dirigiéndose a la puerta de su casa, le estaban esperando fuera.

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