BAC

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Capítulo 55

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– Os lo repito otra vez, ¡no tenía ni puta idea de que mis padres estaban relacionados con los BAC! – gritó Ander, claramente alterado. – Será posible…

Olga lo miró con gesto aburrido. Por culpa de aquello, habían enviado a otra persona en su lugar. Otra inspectora estaba en Castellón investigando el asesinato de Andrea Caminero. Otra, no ella. Estaba cabreada, mucho. Prefería estar sobre el terreno a interrogar interrogando a un compañero. Apreciaba a Ander, le había cogido cariño. No se sentía cómoda haciendo esa tarea y se notaba. Tanto, que Álvaro tomó las riendas del interrogatorio y lo condujo a un terreno más impersonal.

– ¿Qué hiciste ayer por la noche? No respondiste a mensajes de WhatsApp ni a varias llamadas. – preguntó Álvaro, directo.

Ander miró a Álvaro a los ojos. Aquella mirada sí que contenía rasgos de culpabilidad. Olga lo notó y se echó hacia delante.

– Estaba acompañado. – respondió Ander, escueto.

– ¿Por quién? A ver, Ander, entiéndelo, ponte en nuestro lugar. No estamos disfrutando con esto. – dijo Álvaro. – Me encantaría poder decirles a nuestros superiores que no tienes nada que ver con lo de tus padres, pero no estas ayudando…

Ander bajó la mirada y se rascó la mejilla izquierda. Estaba sin afeitar, despeinado, su rostro estaba desencajado, aunque se empeñaba en aparentar entereza.

– Una mujer. Estuve con una prostituta casi toda la noche. Por eso no hacía caso al móvil, lo tenía en silencio. – dijo finalmente Ander. – Espero que no se difunda mucho, no me jodáis.

– ¿Cómo podemos localizarla para que lo confirme? – preguntó Álvaro.

Olga ni pudo ni supo disimular su asco. No comprendía a los hombres que buscaban los servicios sexuales de una prostituta para satisfacer sus necesidades. Aquel detalle le recordó que no se conoce a una persona por el mero hecho de trabajar juntos. Nunca lo hubiese dicho de Ander.

– El número está en mi móvil. Hablé con ella sobre las nueve de la noche. Sasha. Al menos se hacer llamar así. – contestó Ander. – Ya habréis mirado el registro de llamadas de mi teléfono. No hablo con mis padres desde hace casi un mes.

Álvaro envió un WhatsApp para que alguien contactase con la tal Sasha. Sí, habían comprobado las comunicaciones de Ander con sus padres y no parecía haber nada sospechoso. Varias llamadas, mensajes de WhatsApp en un grupo familiar y algunos emails.

– ¿No te resultaron familiares ninguna de las fotos del piso de Ramón Tresánchez? ¿Tampoco la que nos pasó Gracia? Tus padres estaban en algunas, ¿por qué no dijiste nada? – preguntó Olga.

– No me descargué la foto, la miré por encima en el móvil de Eva.  En el apartamento no miré las fotos, estuve con Diego en la habitación casi todo el tiempo. Salí cuando hablabais en el comedor y las vi sobre la mesa, pero no a una distancia donde pudiese reconocer a mis padres. – dijo Ander.

– ¿Y tampoco los reconociste en los emails que enviamos con el resumen de lo que encontramos en aquel piso? – preguntó Álvaro.

– ¿Crees que me iba a leer un documento donde se explica algo en lo que he estado trabajando? No, ni lo había abierto. No me aportaba nada abrir ese email. ¿Tú lo habías leído? ¿Y tú? – preguntó Ander mirando a Olga y después a Álvaro.

Ambos asintieron con la cabeza extrañados, lo que dejó sin argumentos a Ander, que soltó un bufido.

– Me jode mucho que mis padres sean sospechosos de pertenecer a los BAC, no tenéis ni idea, ni puta idea. Pero me jode aún más que se cuestione mi profesionalidad y mi sinceridad. – dijo Ander, quien se había levantado y caminaba de un lado a otro de la sala, como un lobo acorralado. – He tenido que lidiar con terroristas, he recibido amenazas de muerte, llevo toda mi vida trabajando para velar por la seguridad y todo se pone en duda por culpa de mis padres. Me has dicho antes que me ponga en vuestro lugar. ¡Intentad poneros vosotros en el mío!

Dicho esto, Ander se quedó en pie, con los brazos cruzados frente a sus dos compañeros de investigación.

Álvaro y Olga se miraron. Quizás Ander estaba diciendo la verdad. Álvaro recordó que en ningún momento se había acercado a ver las fotos. Pentium estaba comprobando si el documento del email había sido descargado y abierto. Aun así, eso no demostraba nada, era su palabra contra una sospecha. Muy a su pesar, Álvaro debía recomendar que apartasen a Ander del caso.

– ¿No habías notado nada raro en tus padres? Ningún cambio de actitud, que se volviesen más reservados…  – dijo Álvaro. – Ander, eres policía, si pertenecen a los BAC debían tener cuidado al hablar contigo, ¿no crees?

– A mis padres los veo de tanto en tanto, una vez al mes como mucho. Quedamos para comer o cenar. Nos llevamos bien, pero no estamos metidos unos en la casa de los otros. Desde que se jubilaron, no paraban mucho en casa, viajan a menudo. ¿Notar algo raro? Pues no sabría que decirte, tampoco tengo una relación muy cerrada con ellos, son mis padres, hablaba con ellos de temas triviales, de la salud, de los viajes, de la familia, ya os podéis hacer a la idea. Nunca hemos hablado de trabajo en casa. Ya sabréis que mi padre fue policía nacional… El trabajo se quedaba en la puerta de casa, pero por la parte de fuera. Eso solía decir él. Yo seguía el mismo ejemplo, nunca he hablado con ellos de mi trabajo. – explicó Ander, entristecido.

– Que tu padre trabajase en un cuerpo de policía habrá sido de ayuda a los BAC. Conoce el funcionamiento de las investigaciones, habría trabajado en centenares de casos… Pasar al otro bando le debería permitir jugar con ventaja. – dijo Olga.

Aquella afirmación no fue del agrado de Ander, que tuvo que tragar saliva antes de contestar.

– Si se confirma que pertenecen a las BAC, ¿no? – replicó Ander. – Olga, levantarte por la mañana y enterarte que tus padres son sospechosos de pertenecer a la banda de asesinos que andas investigando no es lo mejor que te puede ocurrir, la verdad. Mi padre siempre ha sido una persona justa, recto, pero justo. Mi madre es un cacho de pan, no la imagino asesinando a nadie. No es por intentar defenderlos, pero me gustaría poder hablar con ellos para saber que ha pasado. Intentar entender porque unos jubilados como ellos se convierten en asesinos o cómplices de asesinos…

Tuvo que detenerse. Ander tenía un nudo en la garganta que le impedía continuar. Olga y Álvaro se miraron. No sabían que decir. Álvaro se levantó y le hizo un gesto a la inspectora.

– Ander, creo que es suficiente. Voy a ver si me comprueban lo de Sasha. Te vendremos a ver, pero te puedes imaginar lo que viene a continuación. – dijo Álvaro.

– Ya. No te preocupes. – contestó Ander, decaído.

Ander sabía que lo apartarían del caso, de forma fulminante. Tenía miedo de la repercusión mediática de todo aquello. Los padres de un policía vasco detenidos por asesinato, por terrorismo. Su familia iba a sufrir las consecuencias de todo aquello. Los medios de comunicación tenían carnaza para meses. Se estaba empezando a agobiar. Pensó en sus padres. La imagen que tenía de ellos era la de dos personas rectas, casi demasiado. No le costó imaginar a su padre hablando de eliminar a algún corrupto. No toleraba ese tipo de actuaciones, incluso había hecho comentarios sobre matar a aquel tipo de gente en alguna ocasión, en cenas familiares, animado por dos copas de vino.

Al mismo tiempo, en un despacho de la capital del país, Santamaría asistía a una reunión urgente del gabinete de Interior. El presidente del gobierno también se encontraba en la sala. La detención de casi treinta personas relacionadas con los BAC era la noticia del día, todo y que aún no había trascendido a los medios. Ese, precisamente era el tema que estaban abordando en la reunión.

– Sí, yo estoy con Segurola, tenemos que filtrar esta información a la prensa. Sin nombres, pero dando el mensaje que los BAC están a punto de ser machacados. – dijo el ministro de Interior.

– Claro que sí, y si hay algún detenido relacionado con alguno de nuestros adversarios políticos, aunque sea de lejos, que lo metan en primera plana. Aprovechemos la ocasión para tirar mierda sobre ellos. – dijo otro de los asistentes, un hombre joven con el pelo engominado.

Santamaría tenía cara de cansado. El madrugón debido a la noticia del nuevo asesinato era la guinda a una semana terrible. No estaba de humor.

– ¿No vais a aprender nunca? – dijo con la voz ronca y un tono algo amargo.

Las nueve personas que compartían sala se giraron hacia él. El presidente del gobierno, estupefacto, le instó a que se explicara.

– Creo que hay que intentar tapar todo esto. Para mucha gente, los BAC son los nuevos héroes del país, como lo fueron ETA o los GRAPO durante la dictadura. Hay que acabar con ellos en silencio, como si no hubiesen existido, sin darles bombo ni protagonismo. Eso es lo que creo. – dijo un Santamaría algo apagado.

– O sea, machacarlos como cucarachas, sin hacer ruido ni dejar rastro. Me gusta la idea. – dijo un militar de alta graduación, con un bigote que rememoraba tiempos pasados.

– Llamad a Gracia, que venga ahora mismo, decidle que es urgente. – dijo el ministro de Interior. – Nos vemos en una hora, vayan pensando en un plan para esos BAC.

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