Aurora

Aurora


Capítulo 21

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Capítulo 21

—Te pasaste Rebecca —sentenció Aurora de manera seria después de colgar el teléfono y exhalar—. Que vergüenza me hiciste pasar.

—¿Por qué? ¿Por qué acaso no fue él el de las flores? —interrogó molesta.

Aurora la miró advirtiéndole que no siguiera suponiendo nada y menos delante de los demás empleados, su vida privada era precisamente eso, muy privada y deseaba que así se siguiera manteniendo.

Margy notó la tensión entre ambas y prefirió no meterse, ni siquiera tenía la opción de dejarlas solas porque necesitaban avanzar con el trabajo así que mejor se hizo la desentendida. Aurora volvió a su labor ignorando la provocación de Rebecca y las tres, se quedaron en la oficina para seguir en sus cuentas. Haciendo esas variantes numéricas les iba a llevar al menos toda la mañana y debían aguantarse.

Poco después de las once que ya habían terminado, Margy regresó a su oficina mientras Aurora le pedía a Rebecca quedarse un poco más, tenían una plática y era el momento para poner las cartas sobre la mesa de una vez.

—Cumplí con llegar a trabajar hoy, no me vas a reclamar unos minutos de retraso ¿o sí? —Rebecca no reparaba en hablar en un despectivo tono de voz que comenzaba a mostrar el irrespeto a su superior, sentándose en la silla otra vez.

—¿Puedes bajarle a ese tonito? —Atacó Aurora—. Sabes bien que no es por eso que hice que te quedaras.

—¿Entonces? ¿Es por el doctor?

—No creo que él te importe, tu interés evidentemente es otro.

Rebecca giró la cara un tanto seria, sabía que su actitud se estaba saliendo de control.

—Hice que te quedaras porque no estoy dispuesta a seguir tolerando la majadería que te cargas y no me engañes —la detuvo cuando Rebecca quiso abrir la boca para defenderse—. Por supuesto que te has vuelto una majadera, me has faltado el respeto con toda la intención y ahora para colmo, buscas meterme en problemas con Maximiliano por este asunto de las rosas. Hasta hace unos días estabas bien y éramos las amigas de siempre pero todo fue que apareciera Ethan y ¡pum! —Chocó sus palmas—. Que la señorita Winston de repente se transformó en quien sabe qué y que ahora piensa que él me corteja abiertamente enviándome flores. Lo siento Rebecca, pude tolerar tus fantasías con él desde que lo conociste la semana pasada, incluso todavía eras una mujer normal cuando viajábamos a Los Ángeles pero ¿Y ahora qué? ¿De la noche a la mañana te crees la dueña del hombre sólo porque decidiste abrirle las piernas la noche del sábado?

—Me estás ofendiendo Aurora —le hizo ver molesta.

—¿Ofendida? ¿Y desde cuando decir la verdad es una ofensa? ¿Para eso decidiste quedarte verdad? ¿Lo buscaste otra vez?

—¿Y por qué te molesta que lo haga?

—No, no me molesta, me enfurece y no por lo que piensas, de una vez te aclaro que él a mí no me interesa para nada.

—¿No te interesa? De haber sido así no hubieras accedido a cenar con él cuando lo solicitó.

—¿Y eso es lo que te pudre verdad? Que decepción me das Rebecca, no te conocía egoísta pero veo que lo eres, esa noche nos dedicamos a hablar de negocios nada más, yo no soy como tú y me conoces. Entre él y yo no hubo ni habrá nada, además no creo importarle tanto si luego corrió a llamarte a ti después del evento, ¿a qué juega este hombre? ¿Le interesa tanto ser el centro de atención como para querer que nos enemistemos por él? ¿Tanto crees que vale la pena? Lo que tú y él hagan no me interesa pero el prestigio de la agencia sí y por eso no puedo tolerar tus amoríos con los clientes porque es el primer caso del que tengo conocimiento.

—No puedes decidir sobre mi vida Aurora.

—No, no puedo, pero si decido sobre mis empleados y te recuerdo que esa noche usabas uniforme y eso es algo muy delicado. Eres libre y lo bastante grandecita para saber lo que te conviene o no y creí que habías aprendido tu lección cuando me dijiste que él no había sido el hombre que creíste, lo llamaste medio hombre porque creo que no te cumplió a cabalidad, ¿ya no te acuerdas? Creí que estabas lo suficientemente borracha y que lo inventabas pero hasta dijiste meterte con otro del que me diste todos los detalles del encuentro. Lo siento Rebecca pero te superaste si esa era tu intención y es algo que jamás imaginé, si quieres ir tras Ethan porque supongo que ya está en Canadá pues vete, anda, síguelo, ¿quieres que le diga a Margy que resolvamos ya lo de tus prestaciones? Creo que gracias al mismo Ethan puedo liquidarte sin problemas.

Rebecca intentaba procesar todo lo que Aurora le decía.

—¿Me estás despidiendo? —la miró con asombro.

—Te estoy dando lo que quieres.

—¿No será lo que tú quieres?

Aurora exhaló intentando controlarse, ante todo sentimentalismo era una autoridad y el prestigio y profesionalismo de su empresa era lo primordial para ella porque era lo que había aprendido de sus padres y el motivo por el cual la agencia era lo que era gozando de la estima de muchos.

Sencillamente el asunto no podía cambiar.

—Rebecca lo que repruebo es tu comportamiento —dijo con más tranquilidad—. Como profesional no tengo quejas, lo haces muy bien pero lo ocurrido en Los Ángeles… temo que no es secreto para nadie y no quiero que los demás empleados lo vayan a comentar porque si llega a oídos de muchas personas… sé que conociéndome esperarán que tome una decisión en cuanto a ti. ¿Te olvidas quien fue el que presentó a Ethan? Ese hombre… Ulysses nos recomendó, ¿qué crees que hará sabiendo que una empleada de la agencia se enredó una noche con el millonario empresario?

Pensará entonces que esta es una agencia de citas y no de eventos y hasta pensarán que soy igual, ¿se te olvida que ese sinvergüenza rabo verde se me insinúa? ¿Crees que algunos no pueden valerse de esto para chantajearme? Escúchame bien Rebecca, el día que alguien me diga que solicita “mis servicios” —hizo las comillas con los dedos—. Y no me refiero a los de la agencia sino a los míos propios creyéndome también una cualquiera ese día no sólo nuestra amistad se acaba sino que también el prestigio de la agencia se viene abajo, ¡y eso no puedo tolerarlo! esto es el todo de la familia Warren, esto es el patrimonio de mis hermanas y mío y yo soy la responsable.

Rebecca retenía el aire que respiraba, estaba molesta y más sabiendo que Aurora tenía razón en algunas cosas, odiaba reconocerlo.

—¿Alguien de los demás te ha mencionado algo? —inquirió Rebecca con más calma.

—No, hasta ahora no, pero todos fueron testigos de cómo Ethan solicitó por ti después del evento. Espero que hayan creído que se trataba para algo profesional ya que estábamos muy nerviosas esa noche, pero creo que Margy… debe sospechar algo más. Es mejor ya no dar cabida a nada y olvidar este asunto pero vuelvo a repetirte, si deseas ir tras él, si piensas que puedes convertirte en su mujer o trabajar con él en sus empresas pues bien, yo no voy a detenerte.

La chica bajó la cabeza, le parecía el colmo que todo por culpa de un hombre se viera afectado.

Lo cierto era que su amistad con Rebecca ya tenía una fisura, una que la misma mujer se había empecinado en hacer crecer y antes de que la relación terminara de quebrarse de una manera irremediable era mejor terminar la fiesta en paz.

—¿Sabes que le interesas verdad? —preguntó Rebecca evitando evidenciar la tristeza y decepción.

—Lo sé, no es necesario que él lo diga, no puede disimular al menos su interés pero él a mí no, ¿puedes entender eso?

—No es justo Aurora —se puso de pie para irse a su oficina—. No es justo enamorarse de alguien que para colmo gusta de otra persona, ¿sabes lo que se siente? ¿Sabes lo que se siente querer estar con alguien y que ese alguien quiera estar con otra?

Aurora la miró sin decirle nada, no era ajena a temas parecidos pero no quiso abrir la boca.

—Estaré en mi oficina —caminó hacia la puerta—. Si decides despedirme me avisas.

Salió sin decir nada más, Aurora negó evitando desesperarse, le dolía la actitud de la que consideraba su amiga y lo único que sabía era que como relacionista pública ya su imagen estaba dañada. Volvió su vista a las rosas y habiendo sido eliminado uno de los candidatos que ella prefería sólo pensaba en los demás y ese juego de “adivina quién” no le hacía ninguna gracia porque no tenía la paciencia, podía tolerarlas de Alonso como última opción pero no de Ethan y menos de otro.

Pasado el mediodía un leve toque en la puerta de la oficina de Aurora se escuchó.

—Pase —contestó mientras revisaba unos papeles.

Penetrando el recinto laboral un hombre vestido de jean de azulón y camisa de tela fina a cuadros beiges y cafés doblada hasta los antebrazos caminó lentamente hacia ella, miró las flores y sonrió.

—Me alegra que te hayan gustado —le habló con voz grave y Aurora sintió la sangre congelarse quedándose estática con la mirada en las hojas de papel, cerró los ojos y exhaló con lentitud, a quien menos esperaba era a quien tenía frente a ella.

“No, no, no”

—pensó con extrema decepción.

—Vete —le ordenó sin verlo.

—No Aurora, no me iré sin que ni siquiera me veas esta vez.

—Vete —volvió a decirle evitando quebrar el lápiz grafito que sostenía—. Te dije que no quería verte, no me busques, ¿no entiendes que te odio?

—Recibiste mis flores, eso me dice otra cosa.

Aurora sintió estallar como un volcán, sin pensarlo se levantó de su sillón, cogió el arreglo y con fuerza lo lanzó al basurero. El hombre no creía lo que miraba y estaba sorprendido.

—Lárgate —sentenció ella volviéndose a la ventana para darle la espalda, era ese el lugar que le daba, atrás, como el pasado debía estar.

—No Aurora, vas a escucharme.

—No voy a escucharte y además tengo que salir a un almuerzo.

Recordó de súbito que Maximiliano la había invitado a almorzar e iba a valerse de eso para librarse de la visita indeseable que tenía. Cogió su bolso y buscando su móvil con las manos temblorosas buscó el número del doctor y le marcó sin pensarlo.

—Aurora no permitiré que salgas y menos con él, tenemos que hablar.

—No vas a decirme que hacer, tú no eres nadie, además no tenemos nada que hablar. Todo quedó claro hace años, ¿no recuerdas? —le reprochó con firmeza.

—Hola —Max contestó al otro lado.

—Hola Max, te llamaba por lo del almuerzo que me dijiste ayer, ¿te acuerdas? —habló ella con naturalidad para que ninguno de los dos la notara.

—Sí, claro —el hombre se extrañó pero también se alegró—. No pensé que ibas a recordarlo y la verdad yo tampoco lo recordaba.

Maximiliano sabía que con mentir no ganaba nada y menos engañarse él mismo, no era que lo había olvidado pero dado a lo que pasó cuando habló con ella prefirió no decir nada. El asunto de las flores lo había puesto de mal humor.

—Aurora vine por ti, quería que almorzáramos juntos —dijo Greg en tono alto para que el otro escuchara, quería meterla en problemas y Aurora al escucharlo, sintió que los nervios le recorrían por todo el cuerpo poniéndola trémula y helada. Muy tarde intentó cubrir el teléfono.

—¿Con quién vas a almorzar? —inquirió Maximiliano poniéndose tenso y sintiendo que la ira se apoderaba de él.

—Contigo —le contestó Aurora—. Quedamos juntos y lo haremos.

Maximiliano sentía una serie de emociones que no lograba entender, estaba molesto por saber que ese hombre de nuevo estaba con Aurora. Sabía que era el mismo del club y la había buscado, lo que no entendía era que si lo odiaba tanto qué hacía entonces con ella.

—Creo que estás ocupada —insistió él—. Tienes visita.

—No te preocupes Max, no es nadie importante —reaccionó ella—. El señor sabe que ya se va, sabe que tengo un compromiso contigo y voy a cumplirlo.

—Aurora… —Greg se tensó todo sin saber cómo actuar.

—¿Te está molestando verdad? —entendió el doctor.

—¿Pasas por mí? —ella quiso disimular.

—Ahora mismo —secundó él—. En un momento llego.

Colgaron y Aurora se sintió satisfecha.

—Ya vienen por mí, ¿te vas? —se volvió ella a quien estaba en su oficina pero sin mirarlo.

El hombre ofuscado más por los celos que por el desplante y por el destino de sus flores, se acercó a ella en dos enormes pasos y sujetándola del brazo la pegó a él haciendo que lo mirara.

—¡No vuelvas a tocarme imbécil! —Aurora lo empujó con fuerza sintiendo que la rabia se apoderaba de ella en instantes y subía como llamas por su cuerpo.

Por fin él logró lo que quiso, no estaba en sus planes despertar a la fiera de Aurora sino en que lo viera a los ojos, de una vez. Aurora sintió mil cosas en ese momento, volver a ver la cara del hombre que la había destrozado años atrás y que ahora regresaba como si nada, hacía desear lanzarse sobre él y golpearlo con toda la fuerza que era capaz de soltar en ese momento. Se detuvo a verlo otra vez, era el mismo, casi no había cambiado, tenía más cuerpo que era obvio lo controlaba a través del gimnasio, el cabello castaño cobrizo era el mismo, sus ojos celestes grisáceos también. Tenía la misma condenada boca de carnosos labios de los que ella se había enamorado y que ahora, era adornada por una fina capa de vellos que se convertía en una barba estilo candado que lo hacía ver seductor. Tragó al verlo y reconocer que era más hombre y que estaba hasta más guapo, los años casi no habían pasado como tampoco el olvidar lo que vivieron. Aurora cogió su bolso y se dirigió a la puerta ignorando lo que había visto, los sentimientos negativos le podían más.

—Nunca más vuelvas a buscarme —sentenció con extrema frialdad—. Vete y no vuelvas a cruzarte en mi camino.

—Necesitamos hablar, necesito que me escuches —él la siguió.

—Por una vez en tu maldita vida ¡respétame! —le gritó valiéndole un cuerno el que todos se enteraran—. Respeta mi sentir y mi decisión, tú eres el pasado y por eso quedaste atrás.

—¿Él está contigo ahora?

Aurora evitó contestar y salió rumbo a recepción, él la siguió a paso acelerado también.

—Amy este hombre no tiene permiso para estar aquí ni para solicitar verme, ¿lo entendiste?

¡Que no vuelva a entrar a mi oficina! —se dirigió muy seria a su recepcionista quien al verlos se asustó.

—Él me dijo que era el de las flores y que lo estaba esperando.

Aurora resopló conteniéndose.

—Es un maldito mentiroso y es lo que mejor sabe hacer.

En ese momento miró que Maximiliano estacionaba su camioneta frente a la entrada de la agencia y ella aceleró el paso. Greg apretó los puños y la mandíbula al ver como ella prácticamente corría a los brazos de otro, notó como se dejó abrazar por el hombre cuando él salía y éste, luego le abría la puerta para que subiera. Greg no iba a quedarse tranquilo y saliendo también buscó su auto, iba a seguirlos.

 

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