Aurora

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—Carbonilla, Hojarasca, venid conmigo —ordenó Estrella de Fuego, deteniéndose junto al cauce; mientras, Nariz Inquieta, Escarcha y Cola Pintada ya estaban siguiendo a Borrascoso a través de los pasaderos—. El resto del clan debe esperarnos aquí hasta que regresemos.

Le hizo una señal a Zarzoso, dejándolo al mando, y fue tras los veteranos.

Los juncos que rodeaban el campamento del Clan del Río estaban resecos y quebradizos, incluso las raíces estaban expuestas. Hojarasca siguió a su padre hasta el claro, y se estremeció al ver que varios gatos se volvían hacia los visitantes con sorpresa, mirándolos con hostilidad.

Estrella Leopardina se hallaba en la entrada de la guarida de los curanderos, con ojos centelleantes.

—¿Qué estáis haciendo aquí? ¿No os ha transmitido Borrascoso mi mensaje?

—Lo he hecho —maulló Borrascoso, corriendo al centro del claro—. Pero Estrella de Fuego ha venido a proponer algo.

—Escarcha y Cola Pintada no van a venir con nosotros —explicó Estrella de Fuego—, y se han ofrecido a cuidar de Arcilloso.

Estrella Leopardina inclinó la cabeza.

—Eso es muy amable de su parte —maulló—, pero no será necesario. Arcilloso ya está casi con el Clan Estelar.

Hojarasca se apartó de un salto al ver que Nariz Inquieta resollaba de la impresión e iba tambaleándose hacia el claro de los curanderos. Carbonilla lo siguió, y Hojarasca se apresuró a ir tras ellos, mirando de reojo a la líder del Clan del Río al pasar. Pero Estrella Leopardina los dejó entrar sin poner objeción alguna.

Ala de Mariposa levantó la vista cuando los tres accedieron al claro; se le empañaron los ojos de pesar.

—No hay nada que podamos hacer ya —le dijo la joven a Carbonilla—. Ya no sufre. Me he asegurado de eso.

Arcilloso estaba tendido en mitad del claro. La lluvia se colaba entre las ramas y goteaba sobre su desgreñado flanco, pero a él no parecía importarle: no hacía el menor intento de trasladarse a un lugar más resguardado. Junto a Ala de Mariposa estaba sentada Sombra Oscura, una veterana del Clan del Río, contemplando con tristeza al moribundo.

Nariz Inquieta se adelantó para acariciar la cabeza de Arcilloso con el hocico.

—Vete deprisa con el Clan Estelar, amigo mío. Nosotros cuidaremos de tus compañeros de clan.

Carbonilla se inclinó para posar el hocico sobre el pelaje del viejo curandero. Cuando Hojarasca se dispuso a imitarla, su nariz se llenó del inconfundible olor de la muerte. Obligándose a no retroceder, cerró los ojos. «Por lo menos tú puedes estar seguro de que el Clan Estelar está esperándote», pensó.

De pronto, con un respingo entrecortado, Arcilloso tomó desesperadamente su última bocanada de aire; su costado se elevó una vez, y luego se quedó inmóvil para siempre: su espíritu había ido a reunirse con sus antepasados guerreros.

—Ahora está con el Clan Estelar —murmuró Ala de Mariposa.

Hojarasca parpadeó apenada ante el bulto peludo sin vida. Aquel gato jamás vería su nuevo hogar, estuviera donde estuviese. ¿Cuántos gatos más no llegarían al final del viaje?

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