Asylum

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Capítulo Treinta y cuatro

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–Dan, esto es ridículo —susurró Abby con urgencia—. ¿Por qué estamos yendo al sótano si hay alguien peligroso allí?

Ella y Jordan lo seguían en el avance en pie de guerra hacia la sección antigua.

—Jordan y tú no tienen que venir. De hecho, probablemente no deberían venir. Pero yo tengo que hacer esto. Tengo que hacerle frente.

—Yo, por mi parte, no volveré a bajar a ese lugar —dijo Jordan—. Y que conste que creo que estás demente por siquiera considerarlo. Por favor… ¿no podemos recurrir a la policía?

No —gruñó Dan, asustándolos—. No. No puedo. Tienen que dejarme ir. No les estoy pidiendo que me acompañen.

—Y yo no voy a dejarte ir solo —dijo Abby obstinadamente. Le lanzó una mirada a Jordan, pero él solo alzó los brazos como para decir que tenía las manos atadas.

—En serio, chicos: los quiero a ambos, pero simplemente no puedo hacerlo. Desearía que atendieran mis razones y se quedaran aquí afuera conmigo.

Habían llegado a la puerta de la oficina del director. Estaba sin candado, tal como él suponía. Quien le hubiera enviado la nota ya estaba allí abajo.

—Está bien —dijo Dan, abriendo la puerta y dando un paso hacia el interior—. De todas formas esta no es tu pelea, Jordan. Es mía.

Antes de entrar detrás de él, Abby se acercó a Jordan y le dio un abrazo rápido, seguido de una patada en la pantorrilla. Ese gesto parecía sintetizar muy bien al trío.

—Te veré pronto, cabeza de chorlito —susurró por encima de su hombro.

—Más te vale —respondió Jordan.

Dan arrastró a Abby, ansioso por enfrentar lo que estuviera por suceder. De una forma u otra descubrirían quién los había estado aterrorizando, ya fuera un fantasma o un imitador o

qué. La recepción estaba, como era de esperar, vacía, fría y silenciosa.

Recorrieron el ya familiar trayecto hasta la oficina del director. Dan recordó el extraño correo electrónico que había recibido durante su cita con Abby: «Respuesta: Paciente 361: pregunta acerca de la sesión del jueves».

Por dos horas más, era jueves por la noche.

—¿Dan?

Levantó la mirada y descubrió que Abby lo observaba fijamente, con una pequeña sonrisa preocupada en sus labios. No debería involucrarla en esto. Ella debería estar arriba, en la cama, sana y salva, lejos de la locura que acechaba en el sótano. Pero no podía pensar en nadie más que prefiriera tener a su lado.

—Vamos —dijo.

Sintió un escalofrío, convencido de que alguien les estaba pisando los talones, respirando con su aliento caliente contra su cuello. Cada vez que se volvía para mirar, no había nadie; sin embargo, no podía quitarse la sensación de que los estaban observando y siguiendo.

Se agacharon detrás del fichero y pasaron por la abertura en la pared. La oscuridad era intensa, impenetrable, pero Dan avanzó caminando de puntas, volviéndose para asegurarse de que Abby había logrado entrar a salvo por el pasadizo. Entrecerró los ojos, intentado ver en las sombras. Tampoco había nada diferente en esta habitación: todos los ficheros alfabetizados estaban en sus lugares correctos y el familiar frío mohoso subía por la escalera de la derecha.

Abby colocó su pie en el primer escalón; se veía más valiente de lo que Dan se sentía.

—¿Siempre estuvo tan oscuro? —preguntó.

—Sí —respondió Abby irónicamente, dándose golpecitos en la cabeza con su celular—. Solo tienes que apuntar tu linterna hacia arriba en lugar de hacia el suelo.

—Eso no ayuda mucho… —movió el haz de su linterna en todas direcciones para enfatizar su argumento—. Igual no puedo ver nada.

Dan se unió a Abby en la escalera, apuntando su linterna hacia el lúgubre túnel que estaba abajo. Ella tomó su mano y bajaron un escalón a la vez, deteniéndose a mitad de camino para escuchar. No había nada que oír, excepto el sonido amortiguado de sus respiraciones.

Esto era parte del plan del asesino, pensó, mientras daban vuelta a la esquina al pie de la escalera y continuaban avanzando por el largo corredor de celdas vacías. El descenso era una tortura en sí mismo. Sentía que su cuerpo quería ir más rápido,

correr; la adrenalina inundaba sus sentidos, pero sabía que podían emboscarlos en cualquier momento. Estar atentos podía ser su única defensa.

Avanzaron espalda con espalda por el corredor de celdas abandonadas, cada uno mirando en todas direcciones. De esa forma podían asegurarse de que no los estaban siguiendo y de que no iban a tropezar con ninguna de las camillas o con los escombros que obstruían el camino.

Dan echaba un vistazo dentro de cada habitación que pasaban y hacía un recuento mental de lo que debía haber en cada una. Cerca del final del pasillo, se detuvo, con la mirada fija en el piso, que estaba vacío pero no se suponía que lo estuviera. No solo recordaba que antes había habido algún tipo de objeto, sino que había una marca en el polvo donde antes estaba dicho objeto.

¿Qué es? ¿Qué falta?

Dan contuvo la respiración mientras un fragmento de un recuerdo, una canción delicada, regresaba a su memoria. La cajita de música ya no estaba donde la había dejado. Ni siquiera vio rastros de porcelana.

Alguien estuvo aquí.

—Rayos —susurró.

—¿Qué? —Abby se volvió para mirarlo—. ¿Qué sucede?

—Alguien estuvo aquí —dijo—. O

está.

Apenas terminó de decir la última palabra escuchó un fuerte chirrido metálico arriba. Se quedaron inmóviles y por un largo momento Dan se preguntó si se trataba de una tubería que había estallado en el techo o… Abby se puso en movimiento rápidamente, corriendo de vuelta por donde habían venido. Él la siguió, y un segundo más tarde se dio cuenta de lo que debía estar sucediendo.

Era el fichero: alguien estaba intentado atraparlos allí abajo. Abby iba a toda velocidad, subiendo la escalera con dificultad porque saltaba los escalones de a dos o tres por vez. Pero llegaron arriba demasiado tarde. El fichero ya estaba bloqueando la salida. Abby se acercó corriendo y lo empujó con todo su cuerpo, intentando encontrar una forma de agarrarlo con las uñas. Dan la escuchaba intentando tragar aire por encima del sonido ensordecedor de su propio pulso.

Atrapados. Estaban atrapados, encerrados en la oscuridad de su última celda.

No, no podían estar atrapados… Dan pensó en Jordan, que estaba allí afuera, en un principio con la esperanza de que fuera su salvador y después preguntándose si Jordan era quien había hecho esto. Dan apenas podía confiar en su propia mente; parecía lógico que tampoco pudiera confiar en sus «amigos».

—¡Vamos! ¡Ayúdame! —gruñó Abby, dando otro empujón con su hombro.

—¿Quién está ahí afuera? ¡No seas cobarde y muéstrate! —gritó Dan. Se colocó junto a Abby y sumó su propia fuerza a la de ella, pero el fichero no se movió. Golpeó el metal con su puño y gritó—: Déjanos salir, déjanos salir —hasta quedarse ronco. Escuchó a Abby respirar profundamente y estremecerse antes de desplomarse contra la pared, llorando.

Ella revisó su celular.

—No hay señal —dijo, secándose una lágrima—. ¿Quién haría esto, Dan?

¡Shh! Oigo algo… —se quedaron callados y escucharon. Detrás del fichero, Dan percibió claramente el sonido de pasos. Pensó que había oído un clic, tal vez el golpeteo suave de los tacones de una mujer. Pero después, nada.

Escucharon cómo los pasos se alejaban de la oficina y se apagaban. Abby empujó el fichero una vez más, hundiendo sus talones en el suelo, pero parecía que lo habían asegurado desde el otro lado.

Dan pateó el fichero y después se tambaleó hacia atrás, tomándose de la pared para no caerse.

—No puedo creerlo… ¿Por qué nos guiaría hasta abajo solo para atraparnos aquí dentro? A menos que tenga otros planes y nos necesite fuera de su camino…

—¿Quién es «él»? —dijo Abby—. Realmente estás asustándome… Démonos un momento para recuperar el aliento y después intentaremos empujarlo juntos nuevamente, ¿está bien?

Dan asintió. Ella tenía razón, entrar en pánico no los ayudaría. Saldrían de ahí y castigarían a Dennis, o a quien estuviera imitándolo, de una vez por todas.

Entonces Dan oyó un sonido como de un zapato que raspaba contra madera. Venía de la escalera detrás de ellos.

—¿Qué fue…? —pero no pudo terminar la pregunta. Una figura oscura emergió y se lanzó hacia ellos.

Escuchó un golpe seco y hueco, y Abby cayó en sus brazos. En lo último en lo que pensó Dan antes de caer fue en ella, en lo linda que se veía en ese momento, como si estuviera bailando, con los labios entreabiertos y su trenza deshaciéndose.

Entonces sintió el golpe en la parte de atrás de su cabeza.

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