Antifa

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Antifa. El manual antifascista

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[196] Ibid., pp. 720-724; Luma Nichol, «London antifascist conference sabotaged by sectarian politics of its organizers» [La conferencia antifascista de Londres arruinada por las actitudes sectarias de sus organizadores], Freedom Socialist, enero de 1998, en http://www.socialism.com/drupal-6.8/?q=node/1312.

[197] Entrevista con Luis, abril de 2017; Simon Erlanger, «At issue: “the anti-germans”-the pro-Israel German left» [A debate: los antialemanes, la izquierda alemana proisraelí], Jewish Political Studies Review 21, n.º 1/2, 2009, pp. 95-106.

[198] La información sobre Noruega se ha tomado de Adrien Alexander Wilkins: «Vold og motvold-antifascistisk voldbruk i Norge 1990-2001»; «20 Jahre organisierte Antifa in Norwegen» [20 años de organización antifascista en Noruega], Antifaschistisches Infoblatt, enero de 2014, en https://www.antifainfoblatt.de/artikel/20-jahreorganisierteantifa-norwegen.

[199] Ibid.

[200] Katsiaficas, The subversion of politics, pp. 115-119.

[201] Job Polak, «A history of Dutch fascism and the militant anti-fascist response» [Una historia del fascismo holandés y de la respuesta antifascista militante], libcom, en https://libcom.org/history/history-dutch-fascismmilitant-anti-fascist-response.

[202] Stanley G. Payne, A history of fascism, 1914-1945, Nueva York: Routledge, 1995, pp. 504-507 [trad. cast.: Historia del fascismo, Barcelona: Editorial Planeta, 1995]; Robert C. Meade, Red Brigades: the story of Italian terrorism [Brigadas Rojas: la historia del terrorismo italiano], Basingstoke: Macmillan, 1990, pp. 34-56; Lia Luchetti y Anna Lisa Tota, «An “unaccomplished memory”: the period of the ‘strategy of tension’ in Italy (1969-1993) and the Piazza Fontana bombing in Milan» [Una «memoria inconclusa»: el periodo de la «estrategia de tensión» en Italia (1969-1993) y el atentado de la Piazza Fontana en Milán] en Anna Lisa Tota y Trever Hagen (eds.), Routledge international handbook of memory studies [El manual internacional de Routledge sobre estudios de la memoria], Londres: Routledge, 2016, p. 386; Peter Dale Scott, The road to 9/11: wealth, empire, and the future of America [El camino hasta el 11 de Septiembre: riqueza, imperio y el futuro de Estados Unidos] Berkeley: University of California Press, 2007, p. 182. Gracias a Ahmed Daoud por compartir información extraída de su tesis: «A conquistare la rossa primavera’? Politiche della memoria, uso pubblico della Resistenza italiana e pratiche dell’antifascismo durante la “Seconda Repubblica” (1993-2009)» [¿Conquistar la roja primavera? Políticas de la memoria, uso público de la resistencia italiana y prácticas del antifascismo durante la Segunda República (1993-2009)].

[203] Meade, Red Brigades, pp. 42 y 43; Barry Rubin y Judith Colp Rubin, Chronologies of modern terrorism [Cronologías del terrorismo moderno], Armonk: M. E. Sharpe, 2008, p. 43.

[204] Meade, Red Brigades, pp. 35, 84-86.

[205] Entrevista con Niccolò Garufi, marzo de 2017.

[206] Piero Ignazi, «Fascists and post-fascists» [Fascistas y posfascistas], en Erik Jones y Gianfranco Pasquino (eds.), The Oxford handbook of Italian politics [El manual de Oxford de la política italiana], Oxford: Oxford University Press, 2015, p. 220.

[207] Filippo Focardi, «Antifascism and the resistance: public debate and politics of memory in Italy from the 1990s to the present» [Antifascismo y resistencia: debate público y política de la memoria en Italia, desde la década de 1990 hasta la actualidad] en García et al. (eds.), Rethinking antifascism, p. 263.

[208] Entrevista con Niccolò Garufi.

[209] Ibid.

[210] Ibid.

[211] ARA Minneapolis Newsletter n.º 1, 1988 (Cortesía de ATS); entrevista con Kieran, abril de 2014.

[212] Entrevista con Kieran, abril de 2014.

[213] ARA Minneapolis Newsletter n.º 1, 1988 (Cortesía de ATS).

[214] «Kieran Knutson of Anti-Racist Action, interview in Maximumrocknroll» [Kieran Knutson de Acción Antirracista, entrevista en Maximumrocknroll], en Stephen Duncombe y Maxwell Tremblay, White riot: punk rock and the politics of race [Revuelta blanca: punk rock y política racial], Londres: Verso, 2011, pp. 147-149.

[215] Horace Randall Williams y Ben Beard, This day in civil rights history [El día de hoy, en la historia de los derechos civiles], Montgomery: NewSouth Books, 2009, p. 333; entrevista con Kieran, marzo de 2017.

[216] Entrevista con Kieran, marzo de 2017.

[217] Harvey Klehr, Far left of center: the American radical left today [Lejos del centro, a la izquierda: la izquierda radical en Estados Unidos, hoy], New Brunswick: Transaction Publishers, 1991, pp. 110-112; Zoe Trodd, «A theatrical manager: John Brown and the radical politics of the American makeover mythos» [Un productor de teatro: John Brown y las ideas radicales del mito de cambio de imagen en Estados Unidos], en Dana Heller (ed.), The great American makeover: television, history, nation [El gran cambio de imagen de Estados Unidos: televisión, historia, nación], Nueva York: Palgrave Macmillan, 2006, p. 27; Death to the Klan!, otoño de 1983, p. 16 (cortesía de ATS); presentación del Comité contra el Klan John Brown en la conferencia ROAR de San Francisco, marzo de 2017.

[218] Entrevista con Kieran, marzo de 2017; «Kieran Knutson of Anti-Racist Action», en Duncombe y Tremblay, White riot, pp. 147 y 148; Timothy Brown, «From England with hate: skinheads and “nazi rock” in Great Britain and Germany» [Desde Inglaterra con odio: cabezas rapadas y «rock nazi» en Gran Bretaña y Alemania], en Timothy Brown y Lorena Anton (eds.), Between the avant-garde and the everyday: subversive politics in Europe from 1957 to the present [Entre la vanguardia y lo cotidiano: políticas subversivas en Europa, desde 1957 hasta el presente], Nueva York: Berghahn, 2011, pp. 127 y 128; Kevin Young y Judith H. Sumner, «Beyond white pride: identity, meaning and contradiction in the Canadian skinhead subculture» [Más allá del orgullo blanco: identidad, significado y contradicciones en la subcultura de los cabezas rapadas de Canadá], The Canadian Review of Sociology and Anthropology 34, n.º 7, mayo de 1997, pp. 175-206; Todd Ferguson, «”Taking it back, making it strong!”: the boundary establishment and maintenance practices of a Montréal anti-racist skinhead gang» [«¡Recuperarlo, hacerlo más fuerte!»: el establecimiento de límites y las prácticas de mantenimiento en un grupo de skinheads antirracistas de Montreal], trabajo de fin de máster, McGill University, 2002.

[219] Entrevista con Iggy, marzo de 2017.

[220] Anti-Racist Action Bulletin, octubre de 2001, p. 3; Antifa forum, antifascism in Canada [Foro antifascista: antifascismo en Canadá], Toronto Antifa Forum, 1996; entrevistas con Kristin, Walter Tull, Kieran, Gato, Howie.

[221] Daniel J. Wakin, «York, Pa., mayor is arrested in 1969 racial killing» [El alcalde de York, Pensilvania, detenido por un asesinato racista de 1969], The New York Times, 18 de mayo de 2001; Dennis B. Roddy, «York street fighting between neo-nazis, anti-racists leads to 25 arrests» [25 detenidos en los enfrentamientos callejeros en York, entre neonazis y antirracistas], Pittsburgh Post-Gazette, 13 de enero de 2002.

[222] «Midwest shooting spree ends with apparent suicide of suspect» [La oleada de tiroteos del Medio Oeste termina con el aparente suicidio del sospechoso], CNN, 5 de julio de 1999, en http://www.cnn.com/US/9907/05/illinois.shootings.02/.

[223] Entrevista con Murray, abril de 2017.

[224] Roddy, «York street fighting» [Peleas callejeras en York]; «Billy Roper» Southern Poverty Law Center en https://www.splcenter.org/fighting-hate/extremist-files/individual/billy-roper; entrevistas con Howie, Luis, Murray, abril de 2017.

[225] Leonard Zeskind, Blood and politics: the history of the white nationalist movement from the margins to the mainstream [Sangre y política: la historia del movimiento nacionalista blanco, desde los márgenes hasta la normalidad], Nueva York: Farrar, Straus and Giroux, 2009, p. 533; Flint, «Fascists, anti-fascists and the State» [Fascistas, antifascistas y el Estado], Barricada, 2002, en http://nefac.net/node/73.

[226] Entrevista con Howie, marzo de 2017.

[227] Flint, «Fascists, anti-fascists».

[228] Entrevista con Howie; Flint, «Fascists, anti-fascists».

[229] Bethany Barnes, «Plea deal reveals new details in 1998 slayings of anti-racism activists» [Un pacto con la fiscalía saca a la luz nuevos detalles del asesinato en 1998 de unos activistas antirracistas], Las Vegas Sun, 23 de mayo de 2014, en https://lasvegassun.com/news/2014/may/23/plea-deal-reveals-new-details-1998-slayings-anti-r/.

[230] Lynda Edwards, «Death in the desert» [Muerte en el desierto], Orlando Weekly, 17 de junio de 1999, en http://www.orlandoweekly.com/orlando/death-in-the-desert/Content?oid=2263332.

[231] Vergnon, L’antifascisme en France, p. 185.

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El ascenso de los «nazis de corbata»

y el antifascismo actual

«Muerto de miedo» y sin saber lo que le esperaba, Dominic subió a un tren nocturno con destino a Heidenau (Alemania), donde los neonazis estaban atacando a los desplazados sirios que acababan de llegar. La xenofobia había aumentado mucho en el país desde el inicio de las manifestaciones contra los refugiados, en 2013. En octubre del año siguiente, unos racistas intentaron quemar un campamento de demandantes de asilo cerca de Rostock, lo que trajo a la memoria la infame cacería de inmigrantes de veinte años atrás. Para julio de 2015, la situación se había agravado todavía más. Los antifascistas se movilizaron para defender un albergue de refugiados en Dresde, frente a los ataques de los neonazis y de los ultras de fútbol.

Un mes más tarde, el conflicto llegó a su punto álgido en el conservador este del país. La tarde del 20 de agosto de 2015 hubo un intento de prender fuego al centro de acogida de desplazados. Al día siguiente, un millar de miembros del neonazi Partido Nacionaldemócrata (NPD) y residentes locales opuestos a la inmigración bloquearon los autobuses que llevaban a 250 refugiados a Heidenau, en las afueras de Dresde. Por la moche, los xenófobos causaron disturbios. Dominic era uno de los varios cientos de antifascistas que respondieron a una convocatoria del movimiento para defender a los migrantes. La situación se había convertido muy rápidamente en un asunto de vida o muerte.[232]

Al llegar, Dominic y sus compañeros se dirigieron al albergue de refugiados. Pudo ver «lo aliviados que estaban de que yo y mis 200 amigos blancos de clase media, con nuestras cazadoras negras, estuviésemos esperando frente a su casa para defenderles». Los neonazis les atacaron con cohetes, piedras y botellas. Los desplazados respondieron codo a codo con los antifascistas alemanes. Impidieron que los asaltantes llegasen hasta el edificio. «Me dijeron —recuerda Dominic— que venían de una zona en guerra, en la que sus vidas corrían peligro todos los días y ahora estaban amenazados de nuevo». Dominic se sintió «avergonzado» de su país, pero defender a los refugiados, mayoritariamente sirios, le hizo sentir «que estaba haciendo lo correcto» y quiere hacerlo «hasta el final».[233]

El estallido de la guerra civil en Siria en 2011 fue el detonante de la mayor llegada de demandantes de asilo vivida en Europa desde los desplazamientos en masa tras la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los 4,9 millones de emigrados sirios huyeron de los enfrentamientos a los países limítrofes, con 2,5 millones de ellos en Turquía y un millón en el Líbano, por ejemplo. Otros 1,3 millones de refugiados de Siria, Afganistán, Irak y otras partes, llegaron hasta Europa. En 2016 lo hicieron 350.000 más. No todos ellos fueron tan afortunados. Al menos 4.812 personas murieron intentando cruzar el Mediterráneo, solo en 2016.[234]

La histeria nacionalista en torno a los refugiados se vio exacerbada por las turbulencias económicas desatadas por la crisis financiera de 2008 y por el temor, ampliamente extendido, que han generado en los últimos años los sangrientos atentados perpetrados por autodenominados «islamistas radicales». Entre estos ataques se incluyen el tiroteo en la redacción de Charlie Hebdo y el ataque a la sala de conciertos Bataclan, ambos en París en 2015; las bombas que estallaron en el metro y en el aeropuerto de Bruselas, en marzo de 2016; el atropello de peatones con un camión en Niza (Francia) en julio de ese mismo año; y, más recientemente, el asesinato de 22 personas en mayo de 2017 en una explosión frente a un concierto en Mánchester (Inglaterra).

Los partidos de extrema derecha recurrieron a una interpretación étnica y lingüística de la ciudadanía para justificar la exclusión social de los inmigrantes, incluso de segundas y terceras generaciones de diferentes minorías. Lanzaron advertencias de un supuesto aumento de la criminalidad, sobre todo de crímenes de tipo sexual. También de una mayor presión sobre los servicios sociales y más competencia por los puestos de trabajo. Sobre todo, advirtieron contra la pérdida de la identidad nacional, racial, cultural y religiosa. Según decía el lema del Frente Nacional francés en la década de 1970: «Un millón de parados es un millón de inmigrantes que sobran».[235] Las estadísticas demuestran que la llegada de refugiados no ha producido un aumento significativo de la pobreza o el crimen, pero «la percepción es la realidad», según argumenta Georg Pazderski, del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD). «En este momento —continúa—, nuestros ciudadanos no se sienten bien, están inseguros».[236]

En este ambiente de tensión, un número significativo de partidos de extrema derecha ha logrado salir de su relativa insignificancia y poner en cuestión el orden europeo. Para conseguirlo, han desechado sus orígenes o asociaciones declaradamente fascistas y cultivan una imagen más convencional. Al pasar del racismo biológico a la diferencia cultural, a la seguridad y a la escasez, han sabido explotar y fomentar los miedos de la población frente a la inmigración. También se aprovechan del descontento causado por las medidas de austeridad aplicadas por partidos socialistas y de izquierda, en ocasiones a regañadientes, otras impulsadas a iniciativa propia. Sus soluciones «euroescépticas» implican un rechazo a la «globalización» que encarna la Unión Europea y una vuelta a la soberanía tradicional y al chovinismo de la nación Estado.

Estos planteamientos se han podido ver sin tapujos por toda Europa. En 2016 en Gran Bretaña, el referéndum del brexit estuvo en buena parte alimentado por el ultraderechista Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP). El Frente Nacional francés, virulento opositor a la inmigración, obtuvo el 27 % de los votos a nivel nacional en las elecciones de diciembre de 2016. Marine Le Pen, que tomó las riendas del partido en 2011 de manos de su padre, Jean-Marie, consiguió el 33,9 % de apoyos en su fracasado intento de ser elegida presidenta de la República, en 2017. Norbert Hofer, del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) recibió el 49,7 % de los votos en las elecciones presidenciales de 2016 con su lema «Austria primero». Perdió por poco frente al candidato del Partido Verde. En los Países Bajos, el Partido por la Libertad (PVV) holandés, personificado por el rabiosamente antimusulmán Geert Wilders, parecía destinado a ganar las elecciones generales de 2017, tras una década de crecimiento. Al final solo consiguió 20 escaños, muchos menos que los 33 del candidato de centroderecha a la presidencia. En las elecciones húngaras de 2014 los ultraderechistas de Jobbik recibieron el 20 % del voto. Pasaron a ser el tercer partido en importancia en Hungría. Dos años más tarde, propusieron leyes contra las «desviaciones sexuales», que contemplaban sentencias de hasta ocho años en prisión. En Grecia en 2012, Amanecer Dorado, al que el comisionado para los derechos humanos del Consejo Europeo se había referido como «grupo neonazi y violento», se convirtió en la tercera fuerza política del país. Consiguió 18 escaños en el Parlamento. En Finlandia, el partido de extrema derecha Los Finlandeses pasó a ser el segundo en importancia dentro de la coalición gobernante. Otros partidos ultraderechistas crecieron de forma similar en Escandinavia. El Partido Popular Danés ganó el 21 % de los votos en 2015, lo que le convirtió en la segunda fuerza política en Dinamarca. Los Demócratas de Suecia pasaron a ser los terceros en ese país.[237]

En Alemania es la recientemente formada AfD la que defiende el euroescepticismo contrario a la inmigración. Fue fundada en 2013 por periodistas y economistas neoliberales para oponerse al rescate griego aprobado por la canciller Angela Merkel. Cuando esta abrió las puertas del país a más de un millón de demandantes de asilo en 2015, la organización se desplazó más a la derecha. Ese mismo año, hubo en Alemania más de 1.000 ataques contra albergues de refugiados. Esto era un reflejo del descontento de una parte de la población con la política inmigratoria del Gobierno. Este sentimiento de rechazo a los extranjeros aumentó todavía más en la Nochevieja de 2016. Entonces 80 mujeres denunciaron haber sido agredidas sexualmente por un millar de hombres «de aspecto árabe o norteafricano», según la policía.

La AfD aprovechó gustosamente el creciente frenesí antinmigratorio. Declaró que «el islam no tiene cabida en Alemania», un planteamiento con el que está de acuerdo el 60 % de los habitantes del país, según las encuestas. El partido alcanzó su mejor resultado a nivel nacional a finales de 2016, con el 16 % de los votos, pero su influencia se extiende mucho más allá de su electorado. La AfD desempeñó un papel importante a la hora de presionar a Merkel para que se disculpase por su política de apertura hacia los refugiados. También para negociar un acuerdo con Turquía con el que disminuir el número de sirios que llegan a Europa. El propio partido de Merkel busca agresivamente atraer al creciente electorado de la AfD. Para ello, ha propuesto la prohibición del burka en público y una nueva Ley de Integración, que controlaría dónde pueden vivir los demandantes de asilo y les obligaría a aprender la lengua, la cultura y la historia alemanas.[238]

Desde luego, esta historia se halla en la base de la cuestión migratoria. Durante generaciones, el nacionalismo alemán estuvo contaminado por su asociación con el régimen nazi. Este legado condiciona el argumento universalista de Merkel, según el cual el pasado destructivo del país le obliga a recibir a los refugiados. Para el líder de AfD, Björn Höcke, años de «vergüenza» nacional han dejado a los alemanes con «la mentalidad de una comunidad totalmente derrotada». Por el contrario, él defiende que hay que insistir en que «ningún otro pueblo ha dado tanto a la humanidad como Alemania».[239] El proyecto de recuperar la «grandeza» nacional germana empezó su retorcido ascenso en la década de 1990, tras la reunificación. Puede que su manifestación pública más evidente fuera la conmemoración anual del bombardeo aliado de Dresde, en el que murieron 25.000 personas en 1945. Estos actos se iniciaron en 1999 y ganaron empuje con el nuevo milenio. En ellos, neonazis de toda Europa se reunían en esta ciudad cada mes de febrero para lamentar lo que el NPD llamó el «Holocausto de las bombas».

El número de participantes en este acto fue aumentando cada año hasta llegar a los varios millares. Pero también lo hizo el de sus oponentes antifascistas. En 2004, estos hicieron una contramanifestación en Dresde con una pancarta en la que se podía leer: «Lágrimas nazis a porrillo — Contra todas las formas de revisionismo histórico».[240]

Fue en esta época cuando Dominic formó un colectivo antifascista, de entre siete y diez jóvenes punks, en la pequeña ciudad de 15.000 habitantes en la que vivía, en el oeste de Alemania. Como para «muchos otros jóvenes», esta militancia fue «el primer paso en un proceso de politización». El pequeño grupo de Dominic se dedicó a investigar a los cabezas rapadas de la localidad y a distribuir panfletos con su identidad, «para complicarles la vida». Todos los segundos fines de semana del mes, unos 100 nazis se manifestaban en su región. Este acto contaba con la oposición no solo de miles de autónomos, sino también de los alcaldes de la zona y de los partidos mayoritarios. Estos eran los que convocaban las contramanifestaciones. Dominic recuerda «lo fácil que era desacreditar a estos nazis irredentos». Los antifascistas podían contar con que «el conjunto de la sociedad estaba con nosotros a un nivel discursivo y, a veces, incluso físico». Eran «tiempos mejores comparados con los de ahora», dice con melancolía.[241]

El punto álgido de esta «etapa clásica» del antifascismo, como la llama Dominic, se alcanzó en 2010. Finalmente, los militantes pudieron impedir el desfile anual en Dresde, la convocatoria nazi más importante de Europa. Ese año, la alianza antifascista ¡No Pasarán! y la coalición Dresde sin Nazis reunieron a 12.000 personas. Formaron bloqueos enormes (incluida una cadena humana en el centro de la ciudad) y levantaron barricadas ardiendo. Hicieron así que el desplazamiento de los nazis al lugar del acto fuera totalmente imposible y obligaron a la policía a cancelarlo. Algunos comentaristas conservadores dijeron que este tipo de enfrentamientos era contraproducente: «Cuanto más fuerte se expresa la indignación contra los neonazis, más se les anima a continuar con sus provocaciones. Les facilita un escenario perfecto». Pero una vez que los militantes lograron impedir finalmente el desfile, tras una década intentándolo, la participación de nazis en la conmemoración de Dresde cayó en picado. De unos 6.000 ese año pasaron a 500 en 2011.[242] El «escenario» no era tan «perfecto», después de todo.

Mientras los antifascistas alemanes «celebraban que habían logrado pararles»,[243] como dice Dominic, el panorama de la extrema derecha se transformó a ojos vista a partir de 2013. Además del desarrollo de AfD, en 2014 en Dresde se creó Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente, más conocida como PEGIDA por sus siglas en alemán. Este nuevo grupo organiza «paseos vespertinos» todos los lunes. En ellos se gritan consignas como: «¡Alí, vete a tu país!» y se ven pancartas contra «Fátima Merkel». En poco tiempo, estos «paseos» llegaron a reunir a 15.000 personas.[244]

En muchos aspectos, PEGIDA plantea a los antifascistas una serie de problemas mucho más serios que las rutinarias convocatorias nazis de la década anterior. El primero es logístico. Es más sencillo movilizarse contra una manifestación anual que frente a «paseos» semanales. Lo que es peor, el este de Alemania se inclina más hacia la derecha. La mayor parte de la oposición a los desfiles nazis no venía de los residentes locales, sino que se «exportaba a Dresde», como decía Dominic.

Además, en una zona en la que «la gente normal tolera al movimiento nazi mucho más» que en el oeste, PEGIDA ha conseguido dar a la islamofobia una apariencia respetable y convencional. Por ejemplo, ha recuperado el lema de las manifestaciones por la democracia de 1989, «Nosotros somos el pueblo», para reclamar el espíritu de estas.[245] Pero también usa otros. En referencia a las denuncias de acoso sexual en Colonia, uno de los líderes de PEGIDA suele llevar una camiseta en la que se puede leer: «Rapefugees not welcome!».[246] Esta organización pone el foco exclusivamente en las ramas más autoritarias del islam, opuestas a la democracia, a la homosexualidad o al feminismo y pasa por alto que la mayoría de las religiones tienen tendencias equiparables. Esto ha hecho que muchos izquierdistas y centristas europeos se hayan visto atraídos por organizaciones de extrema derecha, como AfD y PEGIDA.

Algunos observadores se han referido a PEGIDA como «nazis de corbata», para poner de relieve el fascismo que se oculta bajo su apariencia de respetabilidad. A menudo, su imagen convencional sirve para ocultar las actividades de grupos neonazis. Es el caso de los miembros violentos de Ultras contra Salafistas (HoGeSa), de la Liga de Defensa Alemana (así llamada en referencia a la Liga de Defensa Inglesa) o de pandillas de moteros de extrema derecha.[247] Tras la formación de esta organización en Dresde surgieron muchas otras parecidas por todo el país, con las siglas GIDA en su nombre. Por ejemplo, KAGIDA en Kassel y BAGIDA en Baviera. De todas las derivaciones de «GIDA» existentes, a la que mejor le ha ido es a la de Leipzig, LEGIDA, que sacó a la calle a varios miles de manifestantes. No obstante, intentos similares en el oeste del país no tuvieron tanto éxito. Parece que la capacidad de movilización de PEGIDA llegó a su máximo en enero de 2015. El modelo se ha extendido a varios países europeos, como Dinamarca, Noruega, Suecia, Países Bajos y el Reino Unido.[248]

Según cuenta Dominic, el ascenso de AfD y de PEGIDA «causó una crisis en el antifascismo tradicional, porque ya no se oponía a una pequeña minoría de radicales, sino a una gran parte de la sociedad que se expresa de forma racista […]. Las tácticas “militantes” no sirven para enfrentarse a manifestaciones de 15.000 personas en Dresde o a un partido que obtiene el 20 % del voto».

Parece ser que los retos de adaptar sus estrategias para hacer frente a un oponente más popular y convencional han llevado a los movimientos antifascista y antirracista, que antes se encontraban bastante distanciados, a unirse para actuar juntos en defensa de los refugiados. Por ejemplo, en vista de la respuesta xenófoba, activistas alemanes, inmigrantes recién llegados y refugiados han empezado a colaborar para conseguir viviendas y condiciones decentes de habitabilidad. No obstante, la policía ha impedido la mayoría de los intentos de okupar casas para alojar a los demandantes de asilo.

El auge de la política populista de extrema derecha se ha alimentado también del rechazo al «régimen de género» y a sus límites al patriarcado tradicional. Este aspecto del resurgir de la ultraderecha ha espoleado el desarrollo de grupos de antifascismo feminista, tales como el queerfeministische Fantifa Frankfurt, que siguen en la estela de la década de 1990. En mayo de 2016 se celebró un congreso de esta corriente en Hamburgo, «abierto a todos los géneros». En su declaración de objetivos se podía leer: «Dado que el antifascismo actual es excluyente y resulta poco atractivo para las mujeres, debe darse un replanteamiento de este vigoroso movimiento».[249]

A pesar de una serie de intentos para adaptar el antifascismo a la amenaza del populismo de extrema derecha, Dominic se lamenta de que el movimiento «todavía no ha encontrado una respuesta». En última instancia, él propone una estrategia doble. Esta implica «una parte política, que incorpore una gran cantidad de temas, junto con un ala militante, que se enfrente a problemas concretos sobre el terreno […]. Ambos deben estar estructuralmente separados, pero no tienen por qué ser mutuamente excluyentes».[250]

Una dinámica similar se ha dado en Dinamarca a lo largo de las últimas dos décadas. Si los antifascistas alemanes se movilizaban cada año en contra del desfile de Dresde, sus homólogos daneses lo hacían para oponerse a la manifestación anual que conmemoraba el suicidio de Rudolf Hess en 1987. Cinco años después de su muerte, 2.000 nazis desfilaron en su honor en Alemania. A partir de 1995 la represión del Estado hizo que esto fuese más difícil y el acto se trasladó a Roskilde, en Dinamarca. En este país se enfrentaron al movimiento antifascista. Este surgió por primera vez como respuesta ante un atentado neonazi en 1992. Un joven antirracista, Henrik Christensen, fue asesinado con una carta bomba enviada al local de los Socialistas Internacionales. El crimen indignó a la izquierda danesa y llevó a varios grupos a crear la Red Antirracista. Por otra parte, Acción Antifascista se desarrolló a partir del movimiento de okupaciones autónomas de Copenhague. En este destacó la Brigada de Okupación (BZ), que fue muy importante en la década de 1980.[251]

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