Ana

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Tercera parte. Fantasmas del pasado » 45

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Ginés arqueó las cejas, desconcertado.

—Supongo que te refieres a la ludopatía —traduje.

—Somos ludópatas, esa es la triste realidad —sentenció—. A veces podemos ir por la calle sin que se nos note, sabemos disimular muy bien, podemos incluso compartir la vida con una persona, o una pareja, durante un tiempo, sin que lo descubra. Pero al final, tarde o temprano, de una forma u otra, el bicho asoma. Está ahí dentro, metido en lo más hondo, y salvo en raras excepciones, es casi imposible extirparlo.

La imagen resultaba gráfica y sobrecogedora. Pensé que si conseguía que el Argentino declarase ante un jurado (suponiendo que el caso llegase a un jurado) podría ganar muchos puntos.

—A ver si lo entiendo —recapituló Ginés—. Los llamados recreacionales pierden todos sin excepción. Y de los profesionales, el noventa por ciento también pierde.

—Exacto.

—Entonces, ¿quién gana?

La respuesta era evidente.

—El casino, las casas de apuestas, los bingos, las grandes compañías de juego

online y, por supuesto, el Estado.

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