Amira

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SEXTA PARTE » Cameron

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La llamada se produjo una fría noche de septiembre.

—¿Podría venir, señora Sorrel? ¿Ahora mismo?

—¿Qué ocurre, Josh? —La voz del chico había cambiado tanto que Jenna no la reconoció de inmediato.

—Es que mi padre le ha hecho daño a mi madre. Ahora se ha ido y ella me ha pedido que la llamara. Yo… ¿podría darse prisa?

Jenna se apresuró a acudir. Al llegar a la casa de los Chandler, echó un vistazo al rostro de Carolyn y se dirigió al teléfono. Al parecer Cameron había olvidado su pequeño truco de golpear donde no se veía..

—¿Qué estás haciendo?

—Llamar a la policía.

—No. —Carolyn le arrebató el auricular y colgó.

—Carolyn, por favor, intenta comprenderlo. Puede que estés gravemente herida. Desde luego corres peligro. ¿Volverá esta noche?

—Seguramente —respondió Carolyn, encogiéndose de hombros. Al menos no parecía conmocionada.

—¿Ha bebido? —preguntó Jenna, intentando razonar.

Carolyn no respondió y Jenna se volvió hacia Josh, que miró a su madre antes de contestar.

—Sí, señora.

—Muy bien. Debería irme y llamar a la policía y a una ambulancia, pero tú no quieres que lo haga y respetaré tus deseos. Tú respeta los míos. Pasaréis la noche en mi casa los dos. Coged lo que necesitéis ahora mismo y marchémonos. Por la mañana lo veremos todo más claro.

—Muy bien —dijo Carolyn, asintiendo, para sorpresa de Jenna—. No es mala idea.

Al llegar a su apartamento, Jenna curó a su amiga lo mejor que pudo. Sobre todo tenía contusiones y ronchas. No parecía haber huesos rotos ni cortes que requirieran puntos.

Carolyn hablaba sobre Cameron de un modo práctico y extraño que inquietó a Jenna.

—Sencillamente necesita algo que pueda controlar, que pueda dominar. Desgraciadamente, ese algo resulto ser yo.

Josh y Karim estaban sentados en la cocina intercambiando alguna que otra frase en voz baja. Su forma de expresar la amistad más por el silencio que por las palabras les hacía parecer más adultos.

Eran las dos de la madrugada cuando por fin se fueron a dormir. Carolyn compartió la cama con Jenna; Karim cedió la suya a Josh y se fue a dormir al sofá.

Media hora más tarde sonó el timbre de la puerta.

—Sé que mi mujer está aquí, Jenna. Déjame hablar con ella. ‹—Vete a casa, Cameron. —Ella no quitó la cadena de la puerta.

—Jenna, por favor. Sé que todo es culpa mía, lo admito. Sólo quiero hablar con ella.

—Es muy tarde, Cameron. Vete a casa. Mañana podréis hablar.

—Jenna, te lo pido de rodillas. —Horrorizada, ella lo vio arrodillarse—. Sólo quiero hablar con ella.

—Cameron, si no te vas ahora mismo llamaré a la policía.

El se levantó. Algo que vio en él hizo que Jenna cerrara la puerta con llave.

—Adelante —gritó—. Llama a la policía. Yo llamaré a mis abogados, y te pondrán un pleito tan deprisa que la cabeza te dará vueltas. ¿Qué tal te suena enajenación del afecto?

—¿De qué estás hablando?

—De usted y de mi mujer, señora.

—Cameron, no seas ridículo.

—Esto no es Francia, ni Egipto, o de donde demonios vengas. Ésta es mi ciudad. Si te entrometes en mi vida, lo lamentarás.

Llama a la policía, se dijo Jenna, pero vaciló, avergonzada del miedo que sentía. Aquélla, ciertamente era la ciudad de Cameron, y ella no era francesa ni egipcia. ¿Qué ocurriría si él cumplía con su amenaza?

En ese momento apareció Carolyn seguida de Josh.

—Gracias, Jenna, pero será mejor que te quedes al margen.

—¿Qué estás haciendo?

—Me voy a casa con mi marido y mi hijo.

—Carolyn…

—Jenna, aprecio tu bondad y tus buenas intenciones, pero esto es entre Cameron y yo. Realmente no es asunto tuyo.

Carolyn abrió la puerta, retiró la cadena con dificultad y salió al rellano.

—Oh, nena, lo siento mucho —dijo Cameron con voz melosa—. ¿Estás bien? ¿Estás bien? Mi amor, lo siento.

Josh volvió el rostro y miró desesperanzado a Jenna y a Karim, luego se fue en pos de sus padres.

Fue el final de la primera amistad auténtica de Jenna en su nueva vida. Jenna permaneció de pie, muda, contemplando a Carolyn alejarse. Carolyn había levantado un muro entre ellas en el que jamás podría abrir brecha, como el cristal que separa al visitante del preso en una cárcel.

Aquello supuso un cambio para Jenna, aunque tardó meses en darse cuenta. El cambio dio un nuevo rumbo a su trabajo. Le había fallado a su mejor amiga, pero si trabajaba, estudiaba y aprendía con el suficiente empeño, tal vez podría ayudar a otras mujeres que padecieran el mismo sufrimiento.

Una mañana se despertó con el tema y el título de su siguiente libro:

Prisiones del corazón: la negación de las mujeres.

Incluso pensó en la dedicatoria, aunque jamás podría usarla:

«Para Alí R. y Cameron C, que lo hicieron posible.»

Mientras tanto, sin que ella lo supiera y en un rincón del mundo que hubiera preferido olvidar, un hombre por el que sentía un profundo agradecimiento estaba a punto de influir nuevamente en su vida, por última vez pero con un efecto decisivo.

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