Amira

Amira


SEXTA PARTE » Travis

Página 53 de 69

—Tengo un regalo para ti, cielo —dijo Travis, tendiéndole un paquete grande con un llamativo envoltorio.

—Oh, no deberías haberlo hecho —exclamó Jenna. Cuando resultó ser un traje a juego con el de él, repitió la frase sin atreverse a mirar a su hijo ni a Jacqueline.

Tan pronto como lo permitió la buena educación, sacó a Travis del apartamento. Una vez lejos de miradas de desaprobación, se relajó lo bastante como para disfrutar de mejillones y pasta en el North End y de café y postre en el Copley Plaza, donde se alojaba Travis. Sin embargo, no pudo ir más allá.

—No puedo —dijo, y no lo sentía del todo, pues lo que en Puerto Rico parecía bien, no lo era tanto en Boston—. Karim no lo entendería.

—Bueno, si no lo entiende él, supongo que habré de entenderlo yo —dijo Travis con su hablar cansino, y Jenna le dio un beso, agradecida.

—No te conviene —declaró Karim a la mañana siguiente, y tenía una actitud tan paternal que Jenna se hubiera reído de no ser porque estaba molesta.

La reacción de su hijo era muy normal. Karim no había tenido que enfrentarse jamás con la perspectiva de compartirla con otra persona. No se necesitaba un título de psicología para comprenderlo.

Pero cuando Travis la llamó varias veces en los meses siguientes, las objeciones de Karim se hicieron más concretas.

—Si tienes que salir con alguien, ¿por qué no lo haces con un árabe? ¿Te avergüenzas de lo que eres?

—No pretendía salir con nadie —explicó ella pacientemente—. Sencillamente conocí a un hombre muy agradable en un avión. ¿No crees que tengo derecho a una vida propia?

Karim le lanzó una mirada furiosa. Una vez más, durante unos terribles instantes, Jenna tuvo la impresión de haber vislumbrado a Alí.

Las actuaciones de Travis, y su inclinación natural a no permanecer mucho tiempo en el mismo lugar, no le permitieron convertirse en una presencia constante en la vida de Jenna. Lo cierto era que a ella le convenía. Aunque no era el tipo de vínculo emocional que había tenido con Philippe, Travis la había sacado de su aislamiento autoimpuesto. Le había dado la oportunidad de disfrutar de la vida, de ser menos seria, menos profunda, de reírse de sí misma y de la vida de vez en cuando, de ser joven. Después de que ella comentara bromeando que su relación era una aventura a tiempo parcial, Travis escribió una canción llamada Amante a tiempo parcial y se la dedicó.

«Multa a Badir cierra el caso Mirage», rezaba el titular del Wall Street Journal. Tras varios meses de oscuras revelaciones sobre prácticas bancarias internacionales dudosas, y sobre los negocios y hábitos personales de varios altos funcionarios europeos, la investigación en los negocios de Malik concluyó con consecuencias de tipo menor. Se obligó a varios burócratas de poca categoría a dimitir. Excepto por la multa, que fue elevada, Malik salió indemne.

Alegre y aliviada por la resolución del caso, Jenna estaba en un estado de ánimo propicio para la celebración. Desgraciadamente, no podía contarle a nadie el porqué. Seguramente fue aquella felicidad reprimida la que le hizo contestar «¿Por qué no?» cuando Travis la llamó esa misma noche y la invitó a acompañarle durante parte de su gira estival. Podía tomarse dos semanas de vacaciones en agosto fácilmente, sobre todo porque Karim había decidido ya pasar la mayor parte del mes en la casa de los Chandler en Newport.

Sin embargo, tan pronto como aceptó, Jenna empezó a arrepentirse. Nunca había pasado más de un fin de semana en compañía de Travis. ¿Qué harían durante tantos días? ¿Y cómo se adaptaría ella al estilo de vida nómada de Travis?

No seas ridícula, se dijo. Nos lo pasaremos en grande. Me hará bien romper con la rutina.

Sin embargo, sus inquietudes resultaron bien fundadas. La gira no fue el divertido interludio que esperaba, sino más bien una locura constante. Peor aún, el modo de beber, jugar y divertirse de Travis no resultaron tan encantadores día tras día como lo habían sido una noche o dos de vez en cuando, y el interés de Jenna por los temas intelectuales no fascinaba a Travis diariamente como lo había hecho a pequeñas dosis.

A finales del mes de agosto, ambos comprendieron claramente que su aventura ambulante había terminado también.

Su despedida no fue amarga ni colérica.

—¿Amigos? —preguntó Travis con su sonrisa de siempre.

—Para siempre —prometió Jenna, sintiendo tristeza y alivio a la vez. La habían educado en la creencia de que las relaciones eran un asunto serio, y jamás se había sentido totalmente cómoda con la idea de que el sexo, o un hombre, pudieran servir simplemente como diversión. Sin embargo… todo se resumía en que, antes de conocer a Travis, no sabía realmente lo sola que estaba y se sentía, y ahora sí.

Por ironías del destino, su ruptura sirvió de trampolín para la carrera de Travis, que escribió una agridulce canción sobre su despedida titulada Tú y yo para siempre. Fue número uno en las listas, la primera vez que lo conseguía con una de sus canciones. Después de nueve o diez reapariciones, era por fin una estrella.

Aquel mismo mes de agosto trajo consigo la invasión iraquí de Kuwait, y el invierno siguiente, con la operación Tormenta del Desierto, fue el invierno del mayor descontento de Karim. No estaba a favor de Iraq ni de Saddam Hussein, pero creía fervientemente que Egipto había entrado en la guerra coaccionado por los americanos, y que éstos no comprendían ni simpatizaban con el mundo árabe.

Resultaba extraño oír hablar de todo aquello a un joven que aún tenía un póster del tercer base de los Rex Sox, Wade Boggs, en la pared de su cuarto, y que hablaba con un puro acento bostoniano, pero lo cierto era que Jenna estaba de acuerdo con él hasta cierto punto. El problema estribaba en que ella había conocido los entresijos de la política del Oriente Medio y estaba mucho menos dispuesta que Karim a sentar unas bases morales inamovibles.

Por desgracia, toda palabra de moderación de su parte provocaba un torrente de argumentos idealistas en su hijo. Jenna estaba segura de que una parte del problema residía en la adoración que Karim dispensaba a su héroe, Nasser Hamid. Bajo la influencia del padre de Jacqueline, Karim había leído con avidez sobre Oriente Medio en general y sobre Egipto en particular, y había decidido que se especializaría en historia y política de esa zona en la universidad. Tal vez estudiara para diplomático, carrera que le proporcionaría una sensación de vínculo con lo que creía eran sus raíces.

—¿Los diplomáticos no tienen que aprender a ver las dos caras de la moneda? —preguntó Jenna.

—No todos los diplomáticos son unos cobardes —replicó él.

Los planes de Karim, igual que su ira, hicieron que Jenna se sintiera más culpable que nunca. Su hijo estaba construyendo un edificio con unos falsos cimientos. Bueno, su abuela era egipcia; al menos esa parte era cierta.

Pero no basta, respondió su conciencia. Le has engañado. Le has llenado la cabeza de cuentos de hadas cuando él es un príncipe auténtico.

No se podía evitar. Sencillamente, no se podía evitar.

Ir a la siguiente página

Report Page