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11. El gurú de los medios de comunicación

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El gurú de los medios

de comunicación

 

 

 

El periodismo desempeña un papel crítico en una sociedad libre.

JEFF BEZOS

 

 

El 16 de enero de 2014, Jeff Bezos apareció fugazmente en el 1.150 de la calle Quince en la capital de Estados Unidos. A tan sólo una manzana del nido de lobbies que nutre el nervio político de la urbe, y a once minutos de la Casa Blanca, se asienta The Washington Post, el juguete que el fundador de Amazon compró por cuenta propia a través de Nash Holdings LLC, una compañía creada únicamente para estos menesteres, a un precio aproximado de 250 millones de dólares. En poco más de cinco meses desde que anunciase la adquisición de la mítica cabecera, hasta entonces en manos de la familia Graham, su nuevo dueño visitaba por segunda vez las oficinas del rotativo. Sin embargo, y al contrario que en otras ocasiones, no hubo fanfarrias ni tampoco interacción con los redactores. A la cita, como suele suceder con Jeff y su aura de misterio, sólo estaban convocados los mandamases del periódico, cuya reputación siempre ha estado marcada por la clara transparencia, una cualidad de la que Bezos, como buena parte de Silicon Valley, no es demasiado simpatizante.36

Con 47 premios Pulitzer a sus espaldas y el orgullo de haber contribuido a la resignación de Richard Nixon gracias a sus labores de investigación sobre el escándalo Watergate, The Washington Post es una joya del decadente periodismo escrito en la mayor economía del planeta. De ahí que la atracción de Bezos por una industria condenada a una muerte lenta despertase el interés de muchos y, sobre todo, la incredulidad de otros. En esta visita, Bezos no llegó solo. Lo acompañaba Henry Blodget, quien tras el estallido de la burbuja de las dot.com se transformó en la oveja negra de los analistas al ser acusado de fraude y le fue prohibido ejercer de nuevo dicha profesión. Sin embargo, como el ave Fénix, Blodget supo resurgir de sus cenizas y decidió contraatacar a todos los que osaron destruirlo con el lanzamiento en 2007 de Silicon Alley Media/The Business Insider. En aquel momento, y tras varios años colaborando con publicaciones como Slate, Euromoney o Newsweek, el que fuera consejero de DoubleClick, uno de los pesos pesados de la publicidad online, Kevin Ryan, planteó la posibilidad a Blodget de crear una publicación digital. Fue entonces cuando nació Silicon Alley Insider, un portal donde podían conocerse todos y cada uno de los secretos de las cientos de compañías que invadían el Valle del Silicio. Claro está que el sector ha comenzado a ir de la mano con Wall Street, de ahí que el portal terminase convirtiéndose en una web de referencia que cubre más de una decena de industrias en profundidad. También cambió su nombre a The Business Insider.

Como cualquier pequeña compañía que se precie, al igual que ocurrió con Amazon en 1994, los inversores fueron muy importantes durante los primeros compases de la plataforma. «El capital riesgo suele ponerse bastante nervioso a la hora de financiar empresas de “contenido”, por lo que tuvimos que probar que nuestro concepto funcionaría antes de comenzar a recaudar capital institucional —explicó el propio Blodget en una entrevista—. El negocio no requería al principio una gran cantidad de dinero en efectivo, así que era perfecto para los inversores individuales», añadió. Entre estos ángeles de la guarda a título personal se encontraría años más tarde Jeff Bezos, quien ha invertido más de 5 millones de dólares en The Business Insider, tras una cena con Blodget, donde el fundador de Amazon supo ver las similitudes entre la minorista online y el portal de noticias. De hecho, la buena sintonía entre ambos ha sido tal que, según informó The Wall Street Journal, Bezos volvió a incrementar su participación en el proyecto de Blodget en los primeros compases de 2014. Al fin y al cabo, el portal ingresó en 2013 alrededor de 20 millones de dólares, un 80 por ciento más que el año anterior, de ahí que Jeff y otros inversores como RRE Ventures e Institutional Venture Partners financiaran una nueva ronda de capital por valor de 12 millones de dólares. Con más de 24 millones de visitas únicas al mes y alguna que otra polémica a sus espaldas, The Business Insider ha despuntado frente a otros competidores como The Slate, The Daily Beast y plataformas similares. De hecho, en la segunda mitad de 2013, el gigante digital AOL, propietario de The Huffington Post, intentó hacerse con la compañía de Blodget, por la que llegó a ofrecer entre 100 y 150 millones de dólares. Aunque The Business Insider no cierra la puerta a una posible venta, la cantidad ofrecida por Tim Armstrong no se acercaba, ni por asomo, a la oferta idónea que ronda la mente de su fundador, quien podría pensar más en 250 millones de dólares. Para los expertos en la materia, podría ser Yahoo! la compañía más apropiada para hacerse con el portal de contenido, ya que Blodget colabora muy de cerca con la empresa liderada por Marissa Mayer.

Puesto que Blodget es considerado un visionario de las noticias en formato digital, no es de extrañar que Bezos quiera contar con su opinión a la hora de definir cuál será el rumbo de un ídolo periodístico como The Washington Post. «Creo que va a pasar mucho tiempo antes de que el modelo de la prensa basado en el papel desaparezca por completo, pero el concepto de “periódico” es cada vez más absurdo —indicó el director de The Business Insider al ser preguntado por el futuro de las cabeceras convencionales—. El viejo modelo de periódico era tremendamente rentable, por lo que a medida que disminuye la circulación, los beneficios comienzan a colapsar; sin embargo, ya hay muchas publicaciones digitales que generan beneficios haciendo periodismo real, por lo que la idea de que el mundo se va a acabar cuando los periódicos quiebren es ridícula», explicó. A ojos de Blodget, el futuro del contenido digital estará anclado en un modelo híbrido, que incluya contenido de pago y gratuito. «Algunas áreas tendrán que ser gratuitas y, de hecho, las compañías que cobran por contenidos amables acabarán por quebrar», señaló mientras hablaba de Bloomberg como modelo de empresa que ha conseguido centrar el núcleo duro de su negocio gracias a sus sabrosas bases de datos.

Poco más de dos semanas después de la visita de Bezos y Blodget a The Washington Post, su editor, Martin Baron, anunció a bombo y platillo que el presupuesto para 2014 del rotativo contaría con una importante alocación para rediseñar la página web del periódico, incrementar el contenido digital, así como la revista dominical y la información política. Sin embargo, desde que Bezos se convirtiera en el patrono de la cabecera más antigua de la capital estadounidense, la fuga de talentos, especialmente en el área digital de The Washington Post, ha sido espectacular. Entre aquellos que han decidido apearse del barco se encuentra Ezra Klein, uno de los columnistas digitales que más atención había acumulado durante los últimos años al frente de Wonkblog. Klein intentó antes de marcharse convencer a sus editores, y al propio Bezos, para que invirtieran cerca de 10 millones de dólares en un proyecto que definió como «una plataforma digital de periodismo de investigación más allá de la política». El carpetazo de Jeff a esta idea provocó la inmediata salida de Klein, quien fichó por Vox Media, al igual que Max Fisher, otra de las firmas de referencia de The Washington Post. «El nivel de arrogancia en Silicon Valley es muy alto —afirmaba a la revista New Yorker un antiguo editor del Post—. La realidad es que no tienen ni idea de lo que hacer», señaló al referirse al plan que Bezos tiene en mente para recomponer la decadente industria del periodismo escrito. Los ingresos por publicidad llevan desplomándose durante siete años, sólo en 2013 alrededor de 1.100 millones de dólares. La sangría ha sido moderada gracias al incremento de la publicidad digital y las fases experimentales por las que atraviesan vacas sagradas como The New York Times, que implementa ya el muro de pago, o la editora Gannett, dueña del USA Today.

Pero, además de encontrar un modelo de negocio rentable, Bezos se enfrenta ahora a algo mucho peor, dada su adicción al secretismo y aversión a la transparencia. Poco después de hacerse con The Washington Post que, recordemos, no forma parte de Amazon sino que es una compra directa de Jeff, Amazon se adjudicó un contrato para construir y gestionar un sistema de almacenaje privado en la nube para la Agencia Nacional de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) al que ya hice referencia en el capítulo anterior. Nada más conocerse la noticia, el evidente conflicto de interés se hizo más que evidente, especialmente entre los redactores del Post. Durante su primera visita a la redacción de The Washington Post, Bezos aceptó contestar toda clase de preguntas provenientes de sus nuevos empleados. Andrea Peterson, especialista en tecnología y ciberseguridad, puso el dedo en la llaga al preguntar a su nuevo jefe si tenía algún tipo de comentario que hacer sobre su contrato para el gobierno, para el que Amazon ha fichado a un centenar de ingenieros que han tenido que pasar un minucioso examen de seguridad. Jeff, con su sonora carcajada, explicó parte del acuerdo sin entrar en demasiados detalles. Evidentemente, es un experto en torear a los periodistas, incluso a los que trabajan para él, y también es consciente de la delgada línea que existe en su nuevo cometido como dueño y señor de un medio de comunicación con acceso a información confidencial.

Eso es algo que no ha pasado desapercibido para la opinión pública en Estados Unidos. El grupo de presión RootsAction.org abanderó un movimiento que culminó con más de 25.000 firmas y una carta abierta al director de The Washington Post, Martin Baron, y su mano derecha, el subdirector, Kevin Merida. En dicha misiva el mensaje era más que claro. «Un principio básico del periodismo es reconocer cuándo el propietario de un medio de comunicación tiene una relación financiera importante con alguno de los temas que dicho medio cubre —explicaba Norman Solomon, director y cofundador de RootsAction.org—. Instamos enérgicamente a The Washington Post a ser totalmente sincero con sus lectores sobre el hecho de que el nuevo propietario del periódico, Jeff Bezos, es el fundador y consejero delegado de Amazon, que recientemente firmó un contrato de 600 millones de dólares con la CIA», continuó, indicando que toda información que The Washington Post hiciera de la CIA debería revelar que el dueño del Post es el principal propietario de Amazon, compañía que a su vez gana dinero directamente ofreciendo servicios a la CIA. Es una petición que no parece desproporcionada si tenemos en cuenta, por ejemplo, que en Estados Unidos todos los periodistas financieros están obligados por sus empresas a dar a conocer si invierten o no en las compañías sobre las que escriben o informan; lecciones básicas de ética periodística, dirían algunos.

Ante esta nueva polémica, Baron no dudó en responder con eficacia y contundencia. «El Post tiene una de las políticas éticas más estrictas en el campo del periodismo, que cumple rigurosamente —señaló en su respuesta a Solomon—. Hemos divulgado de manera rutinaria conflictos de intereses cuando eran directamente relevantes en la cobertura de nuestras historias.» De hecho el director del periódico no dudó en apuntar que el Post había informado sin pelos en la lengua sobre las actividades de agencias de inteligencia que incluían desde la CIA hasta la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés). En este sentido, no hay que olvidar que el rotativo fue uno de los más activos a la hora de denunciar el espionaje ilegal llevado a cabo por esta agencia tras las filtraciones de su contratista, Edward Snowden. Otro artículo que no sentó nada bien en la Agencia Central de Inteligencia fue el que indicaba su papel en la lucha contra las FARC en Colombia y, en especial, un ataque con misiles en la frontera con Ecuador. «Ni Amazon, ni Jeff Bezos participaron ni lo harán en el futuro en nuestra cobertura de los servicios de inteligencia de Estados Unidos», reiteró Baron en su respuesta. En cierta forma, y aunque suene aséptico, es cierto que la compra del Post es una inversión a título personal de Bezos. Jeff, aunque es dueño y fundador de Amazon, contando con una buena participación en la compañía, no es el accionista mayoritario. El contrato con la CIA, por valor de 600 millones de dólares, es una migaja con los casi 75.000 millones de dólares que ingresó la minorista online en 2013 y, sobre todo, Amazon no guarda ninguna relación corporativa directa con The Washington Post.

Es importante apreciar también que Bezos no es ni mucho menos el único multimillonario que posee un medio de comunicación. También en 2013, la matriz de The New York Times vendió su cabecera, The Boston Globe, al dueño del equipo de béisbol de los Red Sox, John Henry, a cambio de 70 millones de dólares en efectivo, una operación que se completó en octubre de dicho año. Aun así, quien colecciona periódicos como si fueran cromos es el Oráculo de Omaha, Warren Buffett, una de las tres personas más ricas del planeta. En sólo dos años, Berkshire Hathaway, su brazo financiero, ha desembolsado alrededor de 344 millones de dólares para comprar un total de 28 periódicos locales. «Los periódicos siguen siendo la estrella a la hora de consumir noticias locales37 —ha reconocido reiteradamente Buffett—. Si alguien quiere saber lo que pasa en su ciudad, de momento, no hay sustituto alguno para una cabecera local», estima este gurú de los negocios que cuenta con una fortuna de 58.500 millones de dólares.

De hecho, una de las históricas inversiones de Buffett ha sido el Post. Berkshire Hathaway ha sido el mayor accionista de la editora de The Washington Post desde la década de los setenta y el propio Oráculo de Omaha se ha sentado en su consejo de administración durante más de veinte años. Por esta misma razón, muchos consideraron una puñalada por la espalda que la familia Graham, propietaria de The Washington Post, decidiera vender el rotativo sin dejar que el propio Buffett hiciera una oferta. En cierto modo, habría sido el comprador ideal, ya que conocía los entresijos de la compañía desde hace años, nunca ha tenido ningún gran compromiso político, salvo su campaña por elevar los impuestos a los ricos, y, sobre todo, confía plenamente en que los periódicos todavía tienen futuro. Sin embargo, los 250 millones de dólares desembolsados por Bezos no casan con los cálculos de Buffett, conocido por ser un inversor centrado en el valor a largo plazo de las compañías que adquiere. No debemos olvidar que, antes de la compra por parte del fundador de Amazon, las cabeceras que forman parte de la matriz de Graham Holdings, la familia propietaria de The Washington Post, generaron una pérdida de 34,5 millones de dólares en el primer trimestre de 2013, una cifra insignificante para el multimillonario, siempre y cuando éste viera que, en el futuro a medio plazo, las cabeceras pudieran corregir esta sangría de pérdidas y generar algún tipo de beneficio.

Fuera como fuese, tras darse a conocer el trato entre la familia Graham y Bezos, Buffett sólo tuvo palabras de admiración hacia Jeff. «Es un tipo muy listo», dijo el Oráculo de Omaha al ser preguntado acerca del fundador de Amazon durante un encuentro público en la Universidad de Georgetown en Washington. «Es un gran logro lo que Bezos ha conseguido hasta ahora y me quito el sombrero ante él», aseguró Buffett mientras añadía que Jeff, además de ser «un gran hombre de negocios», es también «un buen tipo». Con estas palabras amables y correctas, el mandamás de Berkshire Hathaway dio su beneplácito a la operación que se había llevado en silencio a sus espaldas. Quizá no hubo ningún tipo de animosidad contra Bezos, pero el enfado con la familia Graham se convirtió en un secreto a voces, tanto que Buffett estudia deshacerse de los cerca de 1.100 millones dólares invertidos en Graham Holdings y poner así fin a sus cuatro décadas como accionista más importante en la empresa familiar. De acuerdo con un comunicado presentado por Berkshire Hathaway ante la Comisión de Mercados y Valores de Estados Unidos, Buffett mostró su intención de renunciar a su participación del 23,4 por ciento en la compañía. A cambio, Graham Holdings estaría dispuesto a dividir parte de su lucrativo negocio televisivo y educativo, que incluye la marca Kapan, en una nueva entidad que estaría controlada únicamente por Berkshire Hathaway.

Disputas y conflictos solventados, al menos hasta la fecha, la pregunta que pesa en estos momentos sobre propios y extraños es qué hará Bezos con The Washington Post. «Si tuviera la fortuna de Jeff Bezos, yo también habría hecho una adquisición como la de The Washington Post», aseguraba durante una entrevista para este libro un antiguo director de desarrollo corporativo de The New York Times —la conocida dama gris que compite directamente con el Post—, que prefiere permanecer en el anonimato. «Bezos es un visionario, ha sabido revolucionar tanto el negocio de los libros como el del comercio electrónico, y entiende que el negocio de prensa escrita sufre una erosión importante y necesita una revolución.» Como bien relata este insider de la industria de la prensa estadounidense, ninguno de los grandes editores de prensa escrita patrios, bien sean periódicos o revistas, han descubierto todavía la forma de generar los mismos ingresos en sus operaciones digitales que los que se embolsan en el formato tradicional. Los pesos pesados de la industria saben que no hay marcha atrás y que el mercado cada vez se hace más y más pequeño. Los anunciantes desaparecen, los lectores tradicionales que compran el periódico son cada vez más reducidos y el viraje a la plataforma digital es una pura obligación para todas y cada una de las cabeceras que quieran luchar por su supervivencia. «Bezos es consciente de esta situación y seguramente dará cuatro o cinco pasos en falso antes de encontrar la fórmula correcta», reconocía el ex ejecutivo del rotativo neoyorquino. The Washington Post es un conejillo de Indias de excepción porque cuenta con una plataforma de impresión de gran influencia y alta calidad. De hecho, la cabecera de Bezos, The New York Times, The Wall Street Journal, Los Angeles Times y el Chicago Tribune, a lo sumo, son los únicos periódicos estadounidenses que podrían experimentar una transición fructífera al formato digital manteniendo su versión tradicional intacta. «El resto morderá el polvo si no cierra su edición impresa», afirmaba rotundo este conocedor de los números reales que atormentan al sector.

No debemos olvidar que Bezos hereda un negocio que ha visto como las ventas de circulación se han desplomado desde los 832.000 suscriptores de media registrados en 1993 hasta los 474.000 actuales. Si el personal operativo en la redacción llegó en su día a contratar a más de mil empleados, ahora sólo conserva alrededor de 640 y sus pérdidas superan los 30 millones de dólares. A día de hoy, no hay manera de conocer a ciencia cierta qué tipo de cambios implantará Bezos, pero es cierto que la cabecera podría haber caído en manos de otros individuos o entidades con una mayor marca política o ideológica que la del fundador de la minorista online más grande de Estados Unidos. Bezos no es una figura fácilmente definible, no es del todo un héroe… pero tampoco un villano. Sus ideologías políticas casan a la perfección con las del resto de sus coetáneos en la industria de la tecnología: socialmente liberal, económicamente agresivo. Amazon es considerada un arma de doble filo en Estados Unidos, como hemos podido observar hasta el momento. Por un lado, se ha convertido en el estandarte de la comodidad y el consumo masivo a través de internet, y, por otro, es símbolo de la explotación a través de márgenes asfixiantes que acaban por pasar factura a su fuerza laboral y al resto de sus competidores. Lo que nadie puede negar es que Bezos es innovador. Si hay alguien en estos momentos capaz de crear un nuevo modelo para la prensa que garantice la integridad periodística y la rentabilidad es Jeff Bezos.

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