Algo

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¡Oh! ¡¡el honor!!

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¡OH! ¡¡EL HONOR!!

Extraña pregunta, á fe,

la de V.

pues á preguntar se atreve,

y esto gran audacia implica,

lo que el honor significa

en el siglo diez y nueve.

¡Qué pregunta! ¡¡Es un horror!!

¿Y su ignorancia no llora?

¿Un hombre del siglo ignora

lo grande que es el honor?,

¡oh!, ¡¡el honor!!

Pues yo se lo probaré,

verá V.

Si se atreve un periodista

á decir en su diario

que fué un tiempo presidiario

quien hoy es capitalista.

Tal verdad será un error

si el aludido, en tal trance,

da muerte al otro en un lance

llamado lance de honor

¡oh!, ¡¡de honor!!

Lo mismo que yo lo sé

sabe usted

que si en ciertos escondrijos

hay quien á jugar se atreve,

y, para quedar bien, debe

robar el pan á sus hijos.

De su familia al amor

antepondrá su honor ciego,

porque una deuda de juego

es una deuda de honor

¡oh!, ¡¡de honor!!

La casada que yo sé,

dice usted

que tiene con más de cuatro

correspondencia secreta;

pues bien: lo que más le inquieta

es asistir al teatro.

Pues encienden su rubor,

que brilla con falsas lumbres,

esos dramas de costumbres

en que se ofende al honor

¡oh!, ¡¡al honor!!

Más todavía diré,

¡oiga usted!

La voz del caudillo escucha,

y, en el fragor del combate,

no hay quien no muera ó no mate,

aun sin saber por qué lucha.

No le da al caudillo horror

de aquella gente la suerte

y da á aquel campo de muerte

nombre de campo de honor

¡oh!, ¡¡de honor!!

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