Alex

Alex


CAPÍTULO 39

Página 34 de 38

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 39

 

 

-Si te pidiera que te casaras conmigo, ¿aceptarías? –oyó la profunda y ronca voz de Alex, susurrarle al oído.

Sí, claro que sí. ¿Cómo no lo haría, si lo amaba tanto?

-Por supuesto que lo haría, Alex –susurró, girándose para poder mirarlo a los ojos, finalmente.

Y los celestes ojos de Alex lograron ver en su interior, como siempre.

Él sonreía ampliamente, emoción reflejada en su amplia sonrisa.

-¿En serio? –preguntó, realmente dudoso al respecto, aunque, luciendo más emocionado que nunca.

¿Cómo podía si quiera pensar que ella no aceptaría?

¿Es que acaso no era obvio lo terriblemente enamorada que estaba de él?

-Claro que sí –le aseguró, de igual modo,  hundiendo sus dedos en su siempre suave cabello–. Sabes lo que siento por ti –agregó, a modo de explicación.

Alex juntó sus labios con los de ella, inmediatamente.

-Casémonos, entonces –pidió, tomando su rostro entre sus manos–. Vayamos a donde tú quieras ir y casémonos –continuó, como si ya lo tuviese todo perfectamente planeado-. Así, sin más. Que nadie nos pueda separar. Nada. Que seamos tú y yo, para siempre –finalizó.

Y sus palabras lograron plasmar una enorme sonrisa en el rostro de Emily.

-Todo lo que tú quieras, cariño –replicó.

Siempre, lo que él quisiera.

 

 

Había movimiento.

¿Por qué había movimiento?

Quería abrir los ojos, pero se sentía demasiado cansada como para hacerlo.

¿Por qué estaba tan cansada?

Ni siquiera recordaba haberse quedado dormida.

¿Por qué se había quedado dormida, si no tenía sueño la noche anterior?

Demasiadas preguntas y ninguna respuesta.

Y, de nuevo, su cuerpo comenzó a deslizarse hacia el sueño.

 

 

-¿Por qué me estas dejando, Em? –preguntó Alex, su voz cargada de dolor y sufrimiento.

Cargada con todo aquel dolor que habían pasado aquellos ocho meses.

¿Qué?

¿Cuándo había sucedido eso?

¿Cuándo lo había dejado?

Él estaba parado frente a ella, pero parecía estar a kilómetros de distancia. Sus ojos estaban perdidos en el horizonte, como si no pudiera verla, incluso cuando, claramente, sabía que ella se encontraba ahí.

No entendía que sucedía.

Se sentía demasiado confundida.

-No… no te estoy dejando, Alex –susurró, dando un paso hacia él, en un intento de detener su malestar.

Él no se movió, pero pareció que se estaba alejando, a la velocidad de la luz y Emily comenzó a correr, para atraparlo, antes de que estuviera demasiado lejos de su alcance.

Quería envolver sus brazos alrededor de él.

Quería detener su dolor.

¿Qué estaba sucediendo?

¿Por qué no podía llegar donde él?

-Te vas –lo escuchó continuar, su voz apenas un susurro llegando a sus oídos, incluso cuando estaba demasiado lejos como para que ella lo escuchara susurrar-. Y me dejas –continuó-. Y yo no puedo estar sin ti –finalizó.

Y Emily pudo ver, incluso desde la distancia, las lágrimas cayendo por sus mejillas.

¿Por qué lloraba?

No quería hacerle daño.

Nunca lo habría querido.

Ellos tenían que estar juntos.

Ellos estarían juntos.

¿No iban a casar, acaso? ¿Ya no lo había aceptado, acaso?

-¡No me voy! –gritó, en un último intento de llegar a él, pero Alex ya no estaba ahí.

Silencio y oscuridad. Era lo único que había, de pronto.

 

 

Se sentía más cansada.

Sentía como si hubiera corrido kilómetros antes de quedarse dormida.

¿Se había dormido otra vez?

Quería abrir los ojos, pero parecían tan increíblemente pesados.

Quería gritar, de pronto. Pero no podía.

Su cuerpo le pesaba.

Todo pesaba.

Y estaba demasiado cansada.

 

 

-Em –la voz de Alex apareció de nuevo, pero esta vez era un suave susurro, detrás de ella. Sintió sus manos deslizándose por su cintura, hacia abajo, por sus caderas, hacia abajo, por sus muslos. Y luego hacia arriba, de nuevo. Se sentía bien estar en sus brazos, una vez más–. Te amo tanto –continuó. Y Emily sintió que hundía su rostro en su cuello, forzándola a cerrar los ojos, inevitablemente–. Estamos hechos para estar juntos, Emily Stone –dijo, dejando un beso sobre la piel de su cuello, en aquel lugar que la volvía loca–. Para siempre –finalizó.

Definitivamente, para siempre.

 

 

Sus ojos se abrieron y pareció un esfuerzo inmenso lograrlo.

Y comprendió, finalmente, por qué había movimiento.

Y comprendió que no estaba en su casa.

Y comprendió que no estaba en su cuarto.

Y que no estaba en su cama.

No.

Estaba en su auto. Su papá manejaba en silencio, su mamá estaba demasiado calmada y Jimmy estaba en su teléfono. Todos actuaban como si nada malo estuviera sucediendo, pero Emily podía sentirlo en su pecho. Sentir que todo se estaba saliendo de control, increíblemente rápido.

-¿Qué está sucediendo? –preguntó, de todas formas.

Y es que, estaba demasiado confundida como para pensar con claridad.

¿Por qué no tenía ni la más mínima idea de que estaba haciendo en el auto?

¿Cómo se había hecho de día?

¿A dónde se dirigían?

¿Qué diablos estaba sucediendo?

-Nos vamos de viaje –contestó su madre, desde el asiento del copiloto, sin molestarse en girarse, para mirarla.

-¿De viaje? –preguntó, sin saber muy bien cómo reaccionar. Y es que, su madre estaba tan malditamente calmada. No era natural en ella. Entonces, muy de pronto, fue como si le hubiera caído encima un balde de agua fría, la realidad haciéndose clara frente a sus ojos, de inmediato-. ¿Qué has hecho? –exigió saber, sintiendo el pánico abriéndose paso por su pecho, rápidamente.

Su madre se giró hacia ella, entonces. Su padre siguió manejando, en silencio. Jimmy seguía en su teléfono. Nadie decía absolutamente nada.

Su madre estaba a cargo de todo. Siempre lo había estado.

-Lo que debí de hacer cuando me enteré de todo –replicó, clavando sus ojos en los de Emily, sin ninguna clase de remordimiento por lo que estaba haciendo. ¿Es que realmente no se daba cuenta del daño que le estaba haciendo? ¿Por qué no podía darse cuenta de que estaba cometiendo un grave error?–. Nos vamos lejos de aquí y lejos de él –espetó.

Realmente había perdido la cabeza. Y es que, alejarla de Alex no iba a lograr que sus sentimientos por él cambiaran o se desvanecieran. Además, ya había cumplido la mayoría de edad, podría irse con él, si le venía en gana y su madre no podría hacer nada al respecto.

Emily ya estaba sacudiendo la cabeza antes de que ella hubiera terminado de hablar. ¿Qué había sucedido la noche anterior? ¿Se había vuelto a quedar dormida? Abrió los ojos como platos, entonces.

-¿Me drogaste? –exigió saber, alzando la voz, sin poderlo evitar.

Definitivamente, su madre había perdido la cabeza.

-Por favor –su madre no tardó en replicar, rodando los ojos, claramente irritada-. No seas tonta –continuó, sacudiendo su mano en el aire-. Sólo mezclé una pastilla para dormir en tu leche –agregó, a modo de explicación.

¿Qué diablos?

-¿Sólo? –preguntó en un inevitable grito–. Dios santo, has perdido la cabeza –susurró, más para sí misma que para su madre. ¿Por qué su padre no estaba diciendo nada al respecto? ¿Es que la noche anterior él había participado del plan de su madre? ¿O no había sabido? Emily observó su rostro por el espejo retrovisor y vio que no mostraba emoción alguna en sus facciones. Parecía un maldito robot. Y Jimmy, seguía perdido en su celular, pero Emily pudo ver la forma en que sus cejas se arrugaron, con malestar. ¿Es que estaba de acuerdo con ella, por una vez en su vida?-. ¿¡Porque sigues haciendo esto!? –gritó, de nuevo, sintiendo el dolor en su pecho, que había desaparecido hacía poco, regresar de forma brusca y violenta-. ¿No ves que me haces daño? –exigió saber.

Su madre soltó una carcajada sin humor.

-Lo hago por tu propio bien –estalló, su voz alzándose más de lo que Emily alguna vez la había oído hablar.

Ya no estaba calmada, claro está.

Pero su padre seguía en silencio.

Y Jimmy seguía en su teléfono, aun ligeramente fastidiado.

¿Y porque ella no podía ser feliz?

-No –dijo Emily, negando con la cabeza. Estaban todos dementes. Y nadie hacía nada–. Para el auto, papá –dijo, dirigiéndose a su padre, incluso cuando sabía –o sentía, más bien- que no tenía sentido hacerlo. Literalmente parecía un robot acatando las órdenes de su mujer-. Déjame bajar –espetó, incluso cuando era tonto decir, viéndose que estaban en plena carretera, llena de autos que avanzaban a toda velocidad.

-No –replicó su madre, una mirada amarga descargándose sobre Emily. Su padre continuó manejando, como si nadie hubiera dicho nada-. Si tú te bajas de este auto, haré que lo metan a la cárcel –amenazó, finalmente metiendo a Alex en la conversación.

Alex.

La estaban llevando lejos de él. No volvería a verlo. Y él creería que se había ido sin más. Porque su celular no lo tenía. Y sabía de sobra que no valía la pena preguntar por él. Probablemente su madre se había deshecho del aparato nada más dejarla dormida.

-¡No puedes hacerlo! –gritó, en un intento desesperado por terminar con aquello-. ¡Soy mayor de edad!  -estalló.

-¡Eso no importa! –replicó su madre, también gritando. Había perdido la compostura, de pronto y finalmente–. Puedo hacer que pase y haré que se dé –indicó, sus ojos clavándose en los de ella-. Créeme Emily. No dudes que lo haré –finalizó.

Su madre parecía no tener sentimientos. Siempre había vivido bajo sus reglas, pero nunca había creído que realmente llegaría hasta aquel punto. Nunca había creído que realmente sería capaz de hacerle tanto daño.

Emily sintió sus ojos llenarse de lágrimas.

¿Qué iba a ser de ella sin Alex?

¿A dónde se dirigían?

¿Cómo podría ser feliz?

-¿A dónde vamos? –preguntó, sintiendo toda esperanza de detener aquello, desaparecer de su alcance.

-Estados Unidos –contestó su madre, sonriendo ampliamente, de pronto.

¿Cómo podía sonreír cuando le estaba rompiendo el corazón?

¿Por qué lo estaba haciendo?

¿Por qué actuaba así?

Tenía que haber una razón detrás de su comportamiento. Una verdadera razón, en todo caso.

-¿Por qué haces esto? –preguntó, entonces, negándose a llorar.

No frente a ella.

No frente a nadie.

No.

-Ya te lo he dicho –contestó ella, inmediatamente, una mirada exasperada cruzando sus ojos-. Por tu… -comenzó a decir, de todas formas, pero Emily se metió rápidamente.

-¡No! –la interrumpió, sacudiendo la cabeza–. La verdad, madre –espetó-. Sabes que esa no es la verdad –finalizó.

Los ojos de su madre se encontraron con los de ella a través del espejo del retrovisor, viéndose que se había vuelto a girar hacia adelante. Por un segundo, solo uno, pudo ver enojo pasando estos y algo más… dolor. Un recuerdo doloroso, quizás. Pero tan rápidamente como lo había visto, este desapareció.

-Es la única verdad que hay, Emily –le contestó, finalmente, si molestarse en girar a mirarla.

Y estaba calmada de nuevo.

Y su padre aún estaba en silencio.

Y Jimmy aún estaba en su teléfono.

Y ella no era feliz.

Nunca lo sería sin Alex.

¿Cómo iba a encontrarla?

¿Cómo sabría que no lo había abandonado?

Emily sintió el mundo venirse abajo.

Y entonces, apareció el cartel que indicaba que estaban cerca del aeropuerto.

Y su madre seguía demasiado calmada.

Y ella estaba demasiado molesta.

Y su padre seguía en silencio.

Y ella no entendía por qué.

Y Jimmy seguía en su teléfono.

Y Emily sintió el mundo venirse abajo.

Y luego todo sucedió demasiado rápido.

Abrió la puerta y se lanzó fuera. Sin pensar que estaban en medio de la carretera.

Y sin pensar que el auto iba a toda velocidad.

 

Ir a la siguiente página

Report Page