Alex

Alex


CAPÍTULO 24

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CAPÍTULO 24

 

 

ALEX.

 

Estaba en su camioneta.

Desesperado.

Completamente descontrolado.

El dolor era prácticamente palpable.

¿A dónde ir? ¿Buscar a la mujer que tanto odiaba?

Tenía que hacerlo. Y es que, ver si Emily se encontraba bien era lo primero que tenía que hacer.  No había otra manera de comprobar si la llamada había sido falsa o si realmente la tenían secuestrada.

Aceleró, sin importarle en lo más mínimo el hecho de que estaba excediendo la velocidad más de lo que nunca antes lo había hecho.

Avanzó a través de las desiertas calles de la noche, sin importarle que el sonido de sus llantas chirriando, podría haber despertado a cualquiera.

Y pareció completamente irreal, cuando llegó a la casa de Emily y se estacionó frente a esta. Pareció irreal porque diablos, parecían haber pasado años desde la última vez que estuvo ahí. Y el lugar hacía que sintiera la necesidad de tenerla entre sus brazos, de nuevo.

La extrañaba tanto que dolía.

Se bajó precipitadamente de su auto y prácticamente corrió hacia el porche, para aporrear la puerta, en el segundo en que estuvo frente a ella.

Pasaron segundos y la puerta se mantuvo cerrada.

Maldijo por lo bajo y volvió a tocar, con más fuerza, el sonido de su puño golpeando la puerta, pareciendo hacer eco en toda la cuadra.

Entonces, finalmente, la puerta se abrió.

Y el rostro demacrado de la madre de Emily fue lo único que bastó para traer abajo todas sus esperanzas. Tenía lunas oscuras bajo sus ojos y lucía increíblemente cansada. Sus hombros estaban ligeramente hacia adelante, dándole un aspecto aún más cansado.

Y sus ojos estaban rojos e hinchados, demostrando que había estado llorando.

-No –susurró, sacudiendo la cabeza y tirando de su cabello, con sus dedos.

-Tú te las has llevado. ¿No es así? –preguntó la mujer, su mirada asustada y nerviosa tornándose en una de odio y rabia, de inmediato.

Alex la fulminó con la mirada.

-¿Qué? –exigió saber, clavando sus ojos en los de ella, retándola a seguir acusándolo de algo que claramente no era cierto.

-No está con Lilian –explicó la mujer-. Han pasado cuatro días. Había pensado que estaba contigo… -estaba continuando con su explicación, cuando Alex saltó a interrumpirla.

-No, no lo estaba –la interrumpió, sin importarle nada que no fuera Emily y tenerla entre sus brazos de nuevo-. ¿Acaso no recuerda que me pidió que rompiera su corazón? –no pudo evitar agregar la pregunta, a pesar de que aquello no era lo principal en aquel momento-. ¿A qué se refiere con cuatro días? –exigió saber, entonces.

¿Cuatro días?

El rostro de la mujer se crispó de dolor y un sollozó escapó sus labios, que ella rápidamente cubrió con una mano.

-¿Entonces dónde está? –preguntó, pero aquella pregunta se la estaba haciendo a sí misma, no estaba dirigida a él.

-Diablos –masculló Alex, al comprender la situación. No había forma de intentar buscar un motivo a aquello. Era claro que realmente la tenían secuestrada. E iba a hacer todo lo que estuviera en sus manos para poder recuperarla. Dejó que sus dedos marcaran un número en su celular, rápidamente y aguardó, con impaciencia, a que contestaran. Y, a penas se descolgó el teléfono, comenzó a hablar, sin poderlo evitar–. Derek –dejó salir.

-Son casi las doce de la noche –la voz de su mejor amigo lo detuvo, antes de que pudiera continuar-. ¿Cuál es tu prob…? –comenzó a preguntar, entonces, pero Alex no pudo evitar hablar por encima de él, necesitando apurar las cosas lo más que podía.

-Voy a hacer una llamada –dijo, rápidamente, sin tomarse el tiempo de darle mayores explicaciones. Ya podía decírselo después, cuando Emily estuviera sana y salva–. Grábala y rastrea el número –pidió, sin más.

Derek comprendería. Derek sabría que era importante.

-¿Qué está sucediendo, Alex? –lo escuchó preguntar en la otra línea, mientras el sonido de algo moviéndose y siendo arrastrado, resonaba en el fondo.

-Te lo explicaré después –dijo-. Sólo hazlo, por favor –pidió, antes de cortar la llamada.

-¿Quién es Derek? -oyó vagamente a la madre de Emily preguntándole, pero no podía contestarle, no cuando ya estaba comenzando a marcar el número de los secuestradores, de inmediato.

Vio de reojo que la mujer lo fulminaba con la mirada y como el padre de Emily –o eso suponía Alex- aparecía por el pasillo apresuradamente, parándose en seco cuando lo vio ahí.

Alex ignoró todo lo que sucedía a su alrededor, cuando contestaron en la otra línea.

-¿Finalmente has decidido colaborar? –escuchó, inmediatamente.

Alex tragó saliva, sabiendo que los siguientes segundos o minutos iban a ser los más dolorosos de su vida.

-¿Dónde está? –preguntó, sabiendo que estaba corriendo un gran riesgo al enfrentarlos de aquella forma. Pero necesitaba a Emily. Necesitaba al menos oírla, para poder saber que estaba bien–. Quiero pruebas de que la tienen –exigió, presionando el celular fuertemente en su mano. Sabía que podría romperlo, si seguía así, pero no podía evitarlo. Estaba perdiendo la paciencia. Estaba volviéndose loco.

Y cuando vio de reojo que la madre de Emily se llevaba ambas manos a la boca, claramente recién dándose cuenta de la gravedad de la situación, sintió algo en su interior arder.

Iba a destruir a quien sea que se había atrevido a meterse con él y con su pequeña.

-No creemos que las necesites –replicó la voz del hombre-. Pero, ¿crees que una foto de su dedo baste? –preguntó, entonces, soltando una carcajada sin humor.

Alex sintió su corazón saltar en su pecho, ante la idea de que le hubieran hecho daño a Emily. Cuatro días. La habían tenido cuatro malditos días, antes de comunicarse con ella. Él perdía el control, de solo pensar en todo lo que ella podría haber pasado, en aquellos cuatro largos días.

Apretó con fuerza el celular, incluso sabiendo que podría romperse en cualquier momento.

-Si quieren que colabore, más vale que no le hayan tocado un solo pelo –espetó, sin poderlo evitar.

Una carcajada más llenó su oído e hizo una mueca. Tiempo. Necesitaba que la llamada durara algunos segundos más, quizás un minuto más, para que Derek realmente pudiera grabar todo lo esencial y rastrear el lugar del que provenía la llamada.

Hubo silencio, de pronto y Alex temió que hubieran cortado la llamada, pero no tardó en escuchar el sonido de unos pasos y luego, un sonido de queja, que logró disparar su corazón en un aleteo doloroso y excesivamente rápido.

-Habla –espetó el hombre y la rabia se abrió paso por el pecho de Alex, lo cual se vio incrementado, apenas un segundo después, cuando escuchó un llanto, seguido de un grito-. ¡Habla! –la voz del hombre invadió la línea, nuevamente.

Y Alex se vio forzado a cerrar los ojos, el dolor haciéndose más intenso y el deseo de romperle el cuello a aquel idiota, haciéndose increíblemente irresistible.

Nadie podía hablarle así a su pequeña. Nadie. No iba a dejarlos salirse con la suya.

Entonces, cuando ya todo parecía perdido. Y Alex sintió su corazón detenerse, ante el terror de perderla. Ante el terror de perder realmente a Emily. Entonces, su dulce voz habló por la otra línea.

-¿Alex? -escuchó la voz de su pequeña. Una voz temblorosa y cargada de llanto, apenas reconocible. Sintió las palabras quedarse atascadas en su garganta, cuando fue a hablar. Y es que, la última vez que había hablado con ella, había roto su corazón en mil pedazos. Y la había dejado marchar, sabiendo todo el daño que le había ocasionado. No sabía cómo hablarle, después de aquello.

Y cuando finalmente decidió intentarlo, se la arrebataran de nuevo. Demasiado pronto. Demasiado rápido. No quería que se fuera aún.

-¿Eso te bastó? –la voz del hombre reemplazó la de su pequeña, de pronto.

Alex volvió a ponerse en actitud defensiva y comenzó a hablar, antes de poderse detener. Sabía de sobra que podría finalizar la llamada ya y Derek sabría de dónde provenía el celular y quizás, con un poco de suerte, de quien se trataba tras la línea. Pero no podía evitar seguir hablando. Cualquier cosa, con tal de hablar con ella una vez más.

-Más vale que no le hayan hecho daño –comenzó, de nuevo-. Si no juro que… -intentó continuar, pero se vio abruptamente interrumpido por el hombre, de nuevo.

-Quinientos mil dólares –espetó, sin siquiera inmutarse, claramente–. Deposítalos en el número de cuenta que te enviaré –exigió, sin más-. Entonces tendrás noticias de ella –agregó, como si hubiera sabido que aquello haría que él diera su brazo a torcer más rápido.

Entonces, ya habían cortado. Y los ojos de Alex se encontraron con los desesperados de la madre de Emily.

Y Alex, por un extraño motivo, sintió sus ojos comenzar a escocer. ¿Es que iba a llorar? No. Necesitaba controlarse, porque no podía romperse, no hasta que la tuviera a salvo.

Pero no podía evitar lo que estaba sintiendo. Todo era su culpa. Ella estaba en peligro y solo gracias a él. Nunca se lo perdonaría, nunca iba a perdonarse a sí mismo el hecho de haberla puesto en aquel peligro.

Quizás Clara, la mamá de su pequeña, había tenido la razón.

Ellos no estaban hechos para estar juntos.

Pero no quería seguir apartado de ella. Quería poder abrazarla de nuevo. Y quería asegurarle que todo lo que había dicho era una mentira. Que en realidad la amaba y que nunca más volvería a dejarla.

Pero no podía. No hasta que la encontrara, en todo caso.

Tenía que salvarla, tenía que sacarla de ahí, sino, el dolor lo iba a consumir lentamente. Y no podía más con él. Ya lo había estado consumiendo desde hacía cuatro días, el quinto día, aparentemente, iba a ser el peor de todos.

El repentino sonido de su celular lo sacó de sus atolondrados pensamientos y se apresuró en contestar, al ver que se trataba de Derek,

-He rastreado el número y me ha llevado hasta un pequeño departamento en una calle cerca a dónde estás tú –fue lo primero que lo escuchó decir y agradeció a todos los cielos que así fuera.

-Bien –respondió, intentando mantener la compostura–. Llamaré a Garner y nos encontramos en la central de policías –añadió.

Garner era el jefe central de la policía, un viejo amigo de la infancia, alguien que no dudaría en ayudarlo, también.

-Espera –lo detuvo su mejor amigo, segundos antes de que hubiera cortado la llamada-. También pude reconocer la voz –comenzó a explicar, rápidamente-. Se trata de un hombre que ha vivido en las sombras por mucho tiempo. Rebusqué información sobre él y resulta que es un ex trabajador de tu empresa –explicó.

Alex frunció el ceño. ¿Qué? ¿De quién podría tratarse?

-¿Ex trabajador? –preguntó, pasando una mano por su cabello, repentinamente más nervioso, al descubrir que la culpa era completamente suya, como había creído.

-Trabajó algún tiempo como gerente del área de comunicaciones, pero lo despediste, porque había intentado robar dinero por lo bajo –explicó Derek, entonces.

Y poco a poco regresó a Alex el recuerdo de aquel señor. No tenía idea de cuál era su nombre, ni su apellido. Recordaba vagamente su rostro, pero fuera de eso, lo único que resaltaba de él era el hecho de que había intentado robarle miles de dólares.

¿Y ahora quería robarle de nuevo? ¿Y se atrevía a utilizar a su pequeña como señuelo?

Sintió la furia creciendo en su interior nuevamente. Iba a destruir a aquel hombre, apenas pusiera sus manos sobre él.

-Toda esa información, dásela a Garner –pidió Alex-. Y nos vemos en la central –finalizó, antes de cortar la llamada, desesperado por llegar al lugar cuanto antes y finalizar con aquel martirio, de una vez por todas.

-¿Qué está sucediendo? –le preguntó Clara, entonces.

Alex finalmente se permitió a sí mismo girar su rostro hacia ella. Se percató de que su esposo, Jaime, si mal no recordaba, estaba parado a su lado, luciendo completamente confundido y, al mismo tiempo, ligeramente asustado.

-Un hombre decidió que la mejor manera de robarme era secuestrando a lo que más quiero en este mundo –dejó salir, sabiendo que no tenía caso intentar endulzar la noticia, porque de igual manera, la mujer iba a odiarlo con todas sus fuerzas.

Alex tomó una respiración profunda, aguardando a que ella perdiera el juicio. Y lo hizo, fulminándolo con la mirada.

-Todo esto es tu culpa –espetó, el miedo de sus facciones viéndose reemplazado por enojo, de inmediato.

-Voy a traerla de vuelta –replicó, sin molestarse en intentar aplacar la ira de aquella loca mujer-. Si a ella le sucede algo… Diablos, no quiero ni pensarlo –murmuró, sintiendo que algo en su interior se comenzaba a derrumbar, lentamente-. La traeré de vuelta –repitió, comenzando a girarse, para bajar las escaleras de porche.

Y es que, sin darse cuenta, se había quedado parado ahí, sin ingresar a la casa.

-Yo tengo que ir también –dijo Clara, deteniendo sus pasos. Alex pensó en decirle que no, por un breve momento, pero finalmente se decidió por lo contrario. Y es que, sabía de sobra como debía sentirse ella, al saber que su hija estaba secuestrada. Diablos. Él mismo se estaba volviendo loco de solo pensar en que quizás no la volvería a ver. No lo soportaría. No podría…-. Iré con él, tú quédate, por si llaman –dijo ella, hablándole a su marido.

Y él era tal cual Emily lo había descrito. Siempre haciendo caso a su mujer. Siempre siendo el bueno. Siempre estando en silencio.

-De acuerdo –aceptó, la preocupación visible en sus ojos.

Entonces, Alex comenzó a caminar hacia su auto de manera apresurada, sintiendo que la madre de Emily lo seguía de cerca. No quería estar en su camioneta a solas, con ella. Y es que, aquello le traía recuerdos de la noche en que le pidió aquella atrocidad. Pero se tragó sus malos recuerdos y se subió, con la mujer.

Y arrancó, dispuesto a ir a la velocidad que fuera necesaria, para poder encontrar a Emily cuanto antes.

No podía esperar más. Necesitaba tenerla a salvo, costara lo que costara. Garner iba a ayudarlo. Él podría encontrarla.

Quiso que aquel pensamiento lo tranquilizara, pero nada podía tranquilizarlo.

Nada.

Sólo verla a salvo podría ser la solución.

Todo lo demás no era suficiente. Nada nunca lo sería.

Sólo ella.

Nadie más que ella.

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