Alex

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CAPÍTULO 32

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CAPÍTULO 32

 

 

Cinco meses.

 

-¿Entregaste el trabajo? –le preguntó Lilian, cerrando su casillero y colgándose la maleta al hombro.

Emily se apoyó en el suyo, encogiéndose de hombros, como si realmente no le interesara el tema. Y es que, no quería hablar más de él. Ya pasaba tiempo suficiente recordando lo mucho que lo amaba. No necesitaba más.

-Sip –contestó, aun así.

Lo había empezado a escribir un día antes y lo terminó bien entrada la noche. No había querido escribirlo, de hecho, había planeado no hacerlo y había dejado los días pasar. Pero a último minuto, lo había tenido que hacer. Y es que, había predominado el hecho de que su madre probablemente habría perdido los papeles si Emily no hubiera entregado aquel trabajo, viéndose que su nota final en el curso dependía por completo de él. Había estado tan distraída los pasados meses que había bajado sus notas por completo y aquel trabajo era la única oportunidad que le quedaba para volver a subirlas.

Si es que lo escribía bien, claro está.

Probablemente no fuera así, debido a que no lo había hecho tan bien, viéndose que había estado completamente distraída.

Había repetido aquel video más de veinte veces, en el instante en que le hacían aquella pregunta tan incoherente a Alex. Lo había repetido hasta el cansancio y cada vez, el dolor se había hecho más intenso.

Porque no entendía.

Porque no lograba entender.

Porque quería retroceder el tiempo y ver cuando dejó que aquello sucediera.

-¿Qué tal te fue? –le preguntó Lilian, finalmente sacándola de sus pensamientos.

Emily se encogió de hombros, una vez más, fingiendo desinterés, a pesar de que sabía que a Lilian no podía engañarla.

-No lo sé –respondió, mientras caminaban hacia la salida–. Pero no me importa, realmente –agregó, un segundo después.

Sabía que aquella actitud volvía loca a Lilian. De hecho, habían discutido varias veces en el pasado mes, por culpa de ella. Pero no encontraba otra mejor manera de afrontar el incesante dolor que sentía.

Lilian resopló, pero no saltó a gritarla, como algunas veces ya lo había hecho.

-Debería –la aconsejó, aparentemente tranquila–. Has bajado tus notas demasiado –explicó.

Emily hizo una mueca. Claramente, lo sabía.

-Soy consciente –replicó-. ¿Por qué otro motivo crees que entregué el trabajo? –preguntó, alzando una ceja.

-De acuerdo, de acuerdo –murmuró Lilian, alzando ambas manos delante de sí, a modo de disculpa-. No te esponjes –agregó.

Y Emily no pudo evitar soltar una carcajada. Lilian, inventando palabras desde días inmemorables.

-¿Qué diablos significa eso? –preguntó, ahora sin poder sacar la sonrisa de su rostro.

Lilian se encogió de hombros, pero tenía una sonrisa plasmada en su rostro, también.

-Puedo inventar palabras si quiero –replicó, pasando por la puerta de salida y dirigiéndose hacia el estacionamiento.

Emily sacudió la cabeza, riéndose suavemente y la siguió, hacia donde Alonso probablemente ya las esperaba.

Sus ojos se deslizaron por el lugar y se detuvo abruptamente cuando se percató de que aquel auto que ahora parecía ver a cada momento, estaba estacionado no muy lejos de ahí.

Entrecerró los ojos. ¿Qué diablos?

-Lil –llamó a su mejor amiga, que se le había adelantado varios pasos.

Y ella se giró, con el ceño fruncido.

-¿Qué sucede? –preguntó, siguiendo su línea de mirada.

Emily había visto aquel auto en la mañana, también. Y diablos, lo había estado viendo por meses, ya.

-¿Es el mismo de la mañana? –preguntó Lilian, regresando en sus pasos, hasta estar posicionada al lado de Emily.

Ella asintió, resoplando. ¿Es que la estaban persiguiendo? ¿O acaso era otra cosa?

-¿Qué crees que significa? –preguntó, no muy segura de querer oír la respuesta.

Lilian se encogió de hombros, claramente estando tan perdida como ella misma lo estaba.

-¿Quizás tu madre te está espiando? –comentó, en tono de pregunta.

Emily frunció el ceño. ¿Por qué su madre gastaría dinero en un auto nuevo, solo para espiarla? Además, probablemente se lo habría dicho, de haberlo hecho. Para que estuviera segura de que Emily supiera que no debía hacer nada fuera de lugar.

Pues su madre claramente no gastaría dinero en vano.

Ahora, Lilian tenía dinero de sobra.

-¡Oye! –la llamó, viéndose que había continuado con su camino hacia su auto, estacionado no muy lejos de ahí-. No son guardaespaldas tuyos, ¿cierto? –preguntó, cuando logró estar a su altura, de nuevo.

Sonaba bastante posible. Que Lilian le hubiera puesto guardaespaldas en cubiertos, por miedo a que pudieran volver a secuestrarla.

Es decir, aquel frío hombre estaba tras las rejas ya, por diversos crímenes que había cometido, pero aún cabía la posibilidad de que, si él había sabido sobre su relación con Alex, alguien más lo pudiera saber.

-¿Cómo? –preguntó Lilian, completamente confundida–. Claro que no –dejó salir, cruzándose de brazos y luciendo un tanto enfadada, de pronto-. Te lo habría dicho, ¿no crees? –agregó, entonces.

Emily hizo una mueca.

Si, probablemente se lo habría dicho.

Entonces, ¿quién diablos era?

-Si no son tuyos, ¿entonces de quién? –preguntó, más para sí misma que para su mejor amiga.

Y solo bastó encontrar sus ojos para que estos le dijeran absolutamente todo. Emily había estado intentando dejar esa opción completamente fuera de la imagen. Pero era posible. ¿Cierto? ¿Qué Alex hubiera puesto aquellos guardaespaldas para ella?

Pero, ¿Por qué habría de hacerlo, si claramente no le importaba en lo más mínimo ella?

-¿Quién diablos se cree que es? –espetó, sacudiendo la cabeza. ¿Es que le encantaba jugar con ella?-. ¡No tiene derecho! –estalló, alzando las manos al cielo, completamente enfadada.

-Shh –la calló Lilian, cogiéndola del brazo y comenzando a tirar de ella hacia su auto, donde Alonso aún las esperaba–. Déjalo estar, Em. No hay nada que puedas hacer –explicó, tranquilamente

Pero Emily soltó una carcajada sin humor.

-Por supuesto que hay algo que puedo hacer –replicó, zafándose de su agarre y comenzando a encaminarse hacia aquel auto, sin molestarse en oír las protestas de su mejor amiga.

Él no tenía ningún derecho a seguir fingiendo que sentía algo de preocupación por ella. Por todos los cielos. ¿No le había bastado ya con todo el daño que le había hecho?

Continuó con pasos seguros hacia el auto, solo para detenerse abruptamente cuando Jem apareció frente a ella.

Tragó saliva.

Aquello no lo había previsto.

-Hola, Ems –la saludó, inclinándose para dejar un suave beso en su mejilla, dejándola sorprendida, como siempre.

-Hola, Jem –lo saludó, intentando no lucir desesperada por seguir con su camino.

-¿Dónde ibas? –le preguntó él, entonces, mirando detrás de ella, con el ceño ligeramente fruncido en confusión-. El auto de Lilian está por allá –agregó, como si aquello lo explicara todo.

Al diablo. Jem sabía parte de la verdad. Lo demás podría seguir manteniéndolo un secreto y no tenía por qué contárselo.

-Hay algo que debo hacer –replicó, sin más, antes de continuar con su camino en dirección al auto.

Para su sorpresa, Jem no la siguió, pero sabía de sobra que su mirada se mantuvo fija en ella, mientras continuaba con su camino hacia el auto. Y este, extrañamente, no arrancó cuando ella llego hasta él.

Tocó la ventana del conductor con sus nudillos, cruzándose de brazos, mientras esta se deslizaba hacia abajo, lentamente.

Un señor no muy mayor con lentes negros tapando sus ojos, apareció frente a ella, luciendo increíblemente tranquilo, a pesar de que muy probablemente, había sido descubierto. A su lado, había otro hombre con el mismo aspecto.

-¿Por qué me están siguiendo? –demandó saber.

El señor se quitó los lentes y sus ojos marrones se clavaron en los de ella, completamente desprovistos de emoción alguna, probablemente porque estaba haciendo su trabajo.

Pero, ¿cuál era su trabajo, exactamente?

-Sólo hacemos nuestro trabajo, señorita –explicó, como si le hubiera leído el pensamiento y sin perder la compostura.

Lucía increíblemente frío y con una enorme pared frente a él.

Lucía exactamente como Alex había lucido algunos meses atrás, mientras le decía que todo lo que había tenido era una completa mentira.

Emily entrecerró los ojos y se cruzó de brazos. No cabía duda de que aquello era obra de Alex. Y no iba a dejar que él se saliera con la suya.

-Háganle saber al señor Black que si deseaba espiarme, mejor lo hubiera hecho el mismo –espetó, haciendo un gesto de fastidio.

-El señor Black no nos mandó a espiarla –replicó él, volviendo a colocar sus lentes sobre sus ojos.

El otro hombre seguía con su vista fija al frente, de momento a otro girando su rostro hacia su ventana, seguramente para mirar a su alrededor.

Emily entrecerró los ojos.

-¿Entonces? –preguntó.

Hubo un pequeño momento de silencio, en el cual el señor, claramente se debatió entre si debía decírselo o no. Hasta que, finalmente, lo dejó salir.

-Estamos aquí para cuidarla –respondió, sin dar mayor explicación.

Emily dejó caer sus brazos a sus costados, completamente estupefacta con su respuesta.

¿Cuidarla?

-¿Cuidarme? –preguntó, en un susurro.

-El señor Black deseaba que usted estuviera segura –explicó el hombre, finalmente.

¿Segura?

¿Qué diablos significaba aquello?

Emily tragó saliva, no muy segura de que más decir y asintió, porque vamos, no tenía idea de que más hacer.

-De acuerdo –dejó salir, finalmente-. Gracias, supongo –agregó, logrando que el hombre asintiera, antes de volver a subir su ventana polarizada.

Entonces, Emily hizo su camino de regreso hacia donde se encontraba Lilian, ahora con Jem a su lado.

Hizo una mueca.

¿Y ahora que se suponía que hiciera para explicar aquello?

-¿Quién era? –preguntó Jem, cuando ella finalmente estuvo lo suficientemente cerca-. Era él. ¿Cierto? –preguntó, entonces.

Emily arrugó la frente, no queriendo hablar del tema, pero tampoco queriendo dejar a Jem con la palabra en la boca.

-No lo era –replicó, porque de alguna manera u otra, era la verdad-. ¿Nos vamos? –le preguntó a Lilian, entonces, sabiendo que su actitud probablemente heriría a Jem, pero no pudiendo evitarlo.

Necesitaba estar lejos de ahí, desesperadamente. Y donde pudiera hablar con su mejor amiga, a solas.

Lilian asintió.

-Adiós, Jem –se despidió, dejando un beso en su mejilla, antes de escabullirse hacia su auto.

Y Emily fue a seguirla, pero se detuvo cuando los dedos de Jem se curvaron alrededor de su brazo.

-¿Em? –preguntó, logrando que ella alzara la vista hacia él. Sintió su corazón doler, al ver la expresión de tristeza que se había apoderado de las facciones del chico.

-Lo siento, Jem –se disculpó, sin verse capaz de decirle algo más.

Entonces, dejando un rápido beso en su mejilla, se escabulló por su lado, prácticamente corriendo hacia el auto de Lilian.

Entonces, cuando finalmente estuvo en la seguridad de aquel auto, se permitió a sí misma suspirar, ligeramente aliviada.

-¿Qué dijeron? –preguntó su mejor amiga, finalmente.

-Alex los envió –contestó, lo más tranquilamente que pudo, a pesar de que por dentro, sentía su corazón continuar desgarrándose, una y otra vez-. Me están cuidando –susurró, hundiéndose en el asiento, intentando mantenerse serena, a pesar de que sentía que, en cualquier momento, iba a romper a llorar.

Silencio.

Eso fue lo único que hubo en el auto, hasta que llegaron a la casa de Lilian. Y Emily lo agradeció, de alguna manera. Porque fue eso lo que la ayudó a estar tan tranquila como era posible.

Ella tenía ganas de tener a Alex frente a ella, para poder decirle todo lo que quería.

Quería gritarle, quería golpearlo.

Quería dejarle ver que era un idiota.

Si, estaba molesta.

Pero el dolor era el causante de aquella rabia.

-Hay muchas cosas que sigo sin entender –comenzó a decir Lilian, cuando finalmente estuvieron dentro de su casa. Emily la observó lanzarse sobre el sillón de su sala y hundirse en este, viéndose que era increíblemente grande.

-No hay nada más que entender –replicó Emily, porque no quería que su mejor amiga dijera algo que la hiciera cambiar de opinión. Que la hiciera creer que, quizás, había un diferente motivo tras el hecho de que Alex había terminado las cosas entre ellos. Tras el hecho de que Alex había roto su corazón. Y tras el hecho de que, le había dicho que todo había sido una terrible mentira–. Jugó, le gustó y ahora quiere un poco más –explicó, sin más-. Aparentemente –agregó, porque a aquella respuesta apuntaban los hechos, después de todo.

-Em… -intentó decir Lilian, pero Emily la detuvo, antes de que dijera lo que ella ya no quería oír.

-No –la interrumpió, sacudiendo la cabeza y lanzando su maleta al suelo, para posteriormente, lanzarse ella en el sillón, al lado de su  mejor amiga–. No puedes pedirme que no piense de esa forma –dejó salir.

-Es que… -comenzó Lilian, de nuevo. Y cuando Emily no la interrumpió, continuó-. No tiene sentido –dijo, finalmente-. Te dijo que nunca te quiso de verdad. ¿Pero se preocupa por ti? –preguntó, más para sí misma que para Emily.

Y ella se mordió el labio, sacudiendo la cabeza.

-No lo hace –replicó, sintiendo una carcajada sin humor escapar sus labios.

Eran más mentiras. Todo parte de su maldito juego.

-Uff, para nada –dijo Lilian, el sarcasmo colándose claramente en sus palabras-. Si él ni se inmutó cuando te secuestraron, ¿no es así? –preguntó, cruzándose de brazos.

Lo había hecho para salvar su pellejo. ¿Cierto? Aquella era la conclusión a la que Emily había llegado. Incluso cuando las palabras de Alex seguían repitiéndose una y otra vez en su cabeza.

Diablos. Yo…

El alivio que se había oído tras aquellas palabras.

No sé qué habría hecho si…

Lo que él había estado por decir tras aquellas palabras.

No dejaré que nada te suceda

La verdad tras aquellas palabras.

Necesito que confíes en mí

La desesperación tras aquellas palabras.

Pero todo era una mentira, incluso cuando ella misma no podía convencerse de ello.

Dolía. Demasiado.

-Él no estaba ahí –logró susurrar, sintiendo la presión detrás de sus párpados aumentar, causando que las lágrimas se acumularan en sus ojos. Aquel era el hecho que había terminado por dejar las cosas claras.

Si él hubiera estado ahí, cuando ella llegó, quizás habría tenido la esperanza de que hubiera más razones tras sus acciones.

Pero él no había estado. Y ahí se había acabado.

-Él te pidió que confiaras en él, Em –replicó Lilian, entonces. ¿Por qué estaba intentando hacerla cambiar de opinión?-. ¿Por qué no podría haber significado otra cosa? –preguntó, entonces. Pero Emily ya se había hecho aquellas preguntas infinidad de veces-. ¿Por qué no piensas en que aquellas palabras tal vez significaban algo más? –preguntó, finalmente.

Ya se había hecho todas aquellas preguntas. Y ninguna tenía una respuesta coherente. No quería seguir en lo mismo. Necesitaba seguir con su camino, de una vez por todas.

-Él solo estaba jugando conmigo –dijo, las lágrimas deslizándose por sus mejillas, sin que ella se diera cuenta de que habían estado amenazando con hacerlo, por varios segundos ya–. Como lo hizo todo ese tiempo –agregó, en un susurro.

Lilian hundió su rostro entre sus manos, dejando escapar un gruñido de frustración.

-No… -comenzó, pero Emily habló.

-Se fue –la interrumpió, buscando sus ojos, desesperadamente queriendo hacerla entender que no valía la pena seguir esperando a que algo cambiara las cosas. Ella misma ya había perdido esa esperanza, después de todo–. Y no va a volver. Han sido cinco meses ya –explicó. Cinco largos y dolorosos meses-. Necesito superarlo –finalizó.

Y a pesar de que sabía que eso era lo que debía de hacer, no encontraba la fuerza para hacerlo.

Su mente se mantenía aferrada a Alex.

Su cuerpo seguía aferrado a Alex.

Sus recuerdos, también.

Su vida, también.

Lo necesitaba.

Y deseaba que no fuera así.

-Quizás solo necesites confiar –sugirió Lilian, claramente en un último intento por convencerla.

Pero Emily negó con la cabeza. Ya no tenía caso.

-Quizás solo necesito dejar de aferrarme a él –replicó.

Pero, no podía hacerlo, por mucho que quisiera.

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