Alba

Alba


1 “El comienzo”

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Toda mujer sueña con ese momento, es algo que las películas de Walt Disney meten en nuestra conciencia desde pequeñas, el sueño de calzarse el zapatito de cristal, de llevar el vestido ideal, de ser una princesa, ese sueño de que el príncipe azul llegue cabalgando en su corcel blanco y te prometa una eternidad de felicidad.

Alba había pensado muchas veces como seria ese momento ideal, cuando su príncipe se arrodillara ante ella y abriera una pequeña caja de terciopelo rojo para mostrarle un anillo de diamantes caído desde el mismísimo cielo, un anillo que se deslizaría por su dedo a la perfección, que encajaría en una conjunción perfecta. Bajó las escaleras vestida con un vestido camisero rosa palo, iba descalza, le gustaba el tacto de la madera en sus pies.

Se sentó en la mesa del comedor donde Borja había preparado una fuente de fondue de 4 quesos, mini hamburguesas de atún y canapés de anchoas y queso camembert.

-Estas hecho un cocinillas- Borja solo sonrió

Cenaron en silencio, acompañados de un buen vino y una sugerente música que danzaba a su alrededor de una forma realmente sutil.

Para el postre, Borja había preparado una falsa tarta de queso, presentada en pequeños vasitos de cristal. La velada perfecta, el menú perfecto, el hombre perfecto “¿o no?”, todo lo que algún día soñó, solo se encontraba a unos pasos de ella. Decidieron sentarse en el pequeño porche donde se encontraba uno de esos columpios que cuelgan del techo, Alba siempre había querido tener uno, se sentaron agarrados de la mano, observando el reflejo de la luna en el calmado lago, la brisa era agradable, sus respiraciones se encontraban sin encontrarse.

-Alba

-¿Qué?- entonces fue, cuando el mundo se paró por un instante, cuando ese sueño, esa película de Disney los eligió como protagonistas, Borja se arrodilló ante ella metiendo la mano en su bolsillo, una pequeña cajita de terciopelo rojo que acarició antes de abrir

-Quiero pedirte algo- “Pánico” Alba solo pudo sentir pánico, cuando debía sentirse en el día más feliz de su vida “¿Habían dejado de interesarme estas cosas?”. La cajita se abrió mostrando un delicado anillo de oro blanco con más diamantes juntos de los que Alba nunca podría haber imaginado, solo cerró los ojos apretándolos con fuerza, Borja deslizó el anillo en su dedo anular, despacio y armándose de todo ese valor que un hombre necesita, simplemente lo dijo- ¿Quieres casarte conmigo?- “Lo dijo” Una boda, una boda en una iglesia grande con vidrieras de colores, un vestido largo hasta los pies, un ramo de rosas blancas, una ceremonia en una hacienda al aire libre, con sus familiares y amigos, una casa, grande y espaciosa, con jardín, un perro ¿quizá un pastor alemán? Y los hijos ¿dos, tres?, Alba se dedicaría a los niños, una familia feliz al fin y al cabo “¿Por qué todo eso dejaba de tener sentido?” y el anillo se detuvo, se encajó a mitad de camino

-No me entra

-Eh… no te preocupes, lo mandaremos a arreglar- Borja volvió a guardar el anillo en su caja. No encajaba, no era perfecto, ese no era el anillo, ese no era el hombre- ¿no vas a contestar?

-Si- un “si” sin aliento, sin vida

-¿si vas a contestar o si…?

-Sí, me caso contigo

 

31 “Dejando atrás…”

-¿Qué te casas? ¡Alba estás como una puta cabra!

-Gracias- Sonia no podía contener ni su asombro, ni su risa- ¿Quieres dejar de reírte?

-Lo siento- dijo al tiempo que secaba sus lágrimas producto de la risa- Es que no te veo tía, no te veo…- las dos guardaron silencio, un silencio insípido- Estás contenta ¿no?

-Claro- respondió instintivamente- es lo que siempre he querido

-Boda por todo lo alto ¿eh?

-Si, bueno, no se…la verdad es que aún no hemos hablado nada

-¿Y él anillo?- dijo Sonia reparando en su mano desnuda

-Eh, no me entraba- dijo acariciándose el dedo anular

-Ah- y por un momento Alba pensó que Sonia había pensado lo mismo que ella “Si el anillo no entra, ese no es el anillo, ni el hombre. Era una señal con luces neones a tutiplén”- ¿se lo has dicho ya a tus padres?

-No, solo lo sabes tú, por ahora

-¿Se lo has dicho a Austin?- “¿De dónde cojones salía esa pregunta?”

-¿Por qué debería decírselo?

-Bueno, se supone que mantenéis una idílica relación de amistad- dijo al tiempo que se levantaba del sofá recogiendo las tazas de café ya vacías.

-Pues déjame decirte que no es tan idílica

-Bueno Alba, solo creo que…debe saberlo- “Tenia que decírselo”

-Voy a terminar de destrozarle el corazón

-Déjame decirte que ya se lo has destrozado querida

-Perdona pero fue él quien se follo a otra y fue él quien me dejó

-No te cubras de gloria Albita, tu no follaste pero el tonteo con tu jefe también cuenta

-¿Se puede saber desde cuando estas de su parte?- dijo Alba creciendo en su ofuscación

-No estoy de su parte Alba- dijo Sonia con esa voz tan calmada que le salía a veces- solo digo que las cosas podían haber sido de otra manera, piensa bien lo que vas a hacer- dijo mientras acariciaba con cariño su mano derecha.

Y Alba solo pudo callar, porque en el fondo Sonia llevaba razón, “Tenia que pensarlo, una boda no es algo que se toma a la ligera, se suponía que iba a estar con Borja para toda la vida… podía llegar a ser cómodo, ¿pero era eso lo que quería? ¿Una relación cómoda?”

Hay noticias que se asimilan mejor con el estómago lleno, así que Alba se había encargado de hacer un bizcocho de arándanos, no era lo que se dice “repostería creativa”, pero estaba bien y era un detalle “Toma Austin te he traído un bizcocho, por cierto, que me caso con Borja. No”. Austin  abrió la puerta tras observar la silueta de Alba por la pequeña mirilla, estaba guapa, llevaba el pelo recogido en una coleta de caballo, los labios pintados en un tono granate oscuro, unos pantalones vaqueros que se ajustaban a su cuerpo y una camisa blanca metida por dentro “Para mi desgracia, estaba muy guapa”.

-Eh… ¿Qué…?- “Que guapa joder, que guapa”- ¿Qué haces aquí?

-He traído esto- dijo Alba enseñando el pequeño plato con un bizcocho redondo y deformado cubierto por papel film. Austin abrió la puerta dejándola pasar, sin mediar palabra.- Perdona, debería haber avisado de que venía, a lo mejor tenías planes

-No, que va- dijo con desdén- eso- dijo al tiempo que señalaba el bizcocho- pega con café ¿verdad?

-Sí, creo que si- se echaron a reír.

Austin se retiró a la cocina y Alba se sentó en el salón, no pudo evitar pensar en sus cuerpos desnudos sobre la alfombra, sudorosos, dándose todo el amor que les quedaba. La cafetera sonaba de fondo, decidió sentarse en uno de los cojines bordados que tanto le gustaban, pero la postura no era lo que se dice “cómoda, dentro de lo cómoda que se puede estar cuando le dices a tu ex que te casas con otro”, Austin llegó con dos tazas de café bien cargadas y se sentó en la alfombra, frente a ella.

-Entonces ahora seremos como esas parejas de abuelitas que quedan para tomar café y cotillear ¿no?, tú has traído bizcocho, mañana me tocan a mí las magdalenas- se echaron a reír, habían cambiado muchas cosas, pero algo que no había cambiado era como se iluminaban los ojos de Austin al mirarla.

-Dudo que sepas hacer magdalenas- rieron más.

Saborearon el silencio un trozo de bizcocho.

-Joder, está muy bueno, no sabía que se te daba bien la repostería- “Seguro que si sabes en que postura me gusta correrme, Albaaa” puso mentalmente los ojos en blanco.

-Gracias, es la primera vez que hago algo así, la miré en internet- Alba agachó la mirada hacia sus manos.

-¿Has venido por algo en especial?- “Din, din, din ¡Bingo!”

-Sí, tengo que decirte algo

-Me da mucho miedo cuando dices eso- Sus peores temores, el perderla para siempre, el caer en un abismo sin salida, se le vinieron a la garganta esperando por salir.

-Me caso- así, sin más “sin vaselina” Austin se sintió “¿traicionado?”

-Que te casas…

-Si- trago saliva, deslizó por su garganta el poco aliento que le quedaba- Bo…Borja me lo pidió, el sábado

-Enhorabuena- bajó la mirada hasta fijarla en el suelo y más abajo, como si pudiera atravesar las paredes, llegar al subsuelo, hasta el centro de la tierra y más abajo, a un lugar en el que no tuviera que fingir alegrarse por algo que le hacía inmensamente infeliz “¿Quién me haría feliz ahora? ¿Quién llenaría, mis besos, mi cama, mi vida?”.

Callaron, mucho tiempo, más de lo permitido, tanto que la incomodidad se había dejado de notar, no había nada que decir, Alba había tomado una decisión, que aun siendo la correcta o no, los apartaba irremediablemente al uno del otro, los alejaba para siempre, era un punto y final, un final de verdad.

-¿Estás…feliz?

-Si- “Doy saltos de alegría”

-No pareces muy convencida, el café debe de haberse quedado helado de darle tantas vueltas- Alba soltó la taza inmediatamente dejándolo en la mesa, siguió mirando sus manos entrelazadas y Austin fijó su mirada en sus dedos largos, estilizados, los imaginó recorriendo cada centímetro de su piel, los imaginó ágiles, simplemente pasando las páginas de un libro al leer, cualquier cosa entre sus manos se volvía grácil, sinuosa y “perfecta”, se fijó que en sus dedos faltaba un anillo, pero no dijo nada- ¿Por qué no me miras a la cara?

-Porque si lo hago es muy probable que cambie de opinión- lo miró con los ojos llenos de lágrimas atascadas, con el corazón en la garganta, lo miró hecha pedazos, unos pedazos que ni siquiera recordaban a la antigua Alba.

-Alba, el matrimonio es algo muy serio, se supone que es para siempre ¿estas segura de que estas preparada? Y te lo digo como amigo y porque…me importas, mucho- “No, no lo estoy, jamás lo estaré si no eres tú el que me espera al otro lado del altar”

-Sí, es solo que, es todo muy repentino…

-Ya…

-Tengo que irme

-De acuerdo- Alba se levantó arrastrando su cuerpo, estaba de pie casi por inercia y se dirigió a la puerta sin volverse para mirarlo, “¿Era una despedida?” Así lo sentían los dos, como una fría despedida, estaban intentando estirar del hilo aun sabiendo que acabaría por romperse, hizo girar el manillar de la puerta y la atrajo hacia ella- Espera- su mano derecha recorrió el brazo de ella hasta alcanzarle la mano, la acarició con suavidad, ambos tensaron su cuerpo bajo sus pieles, con un suave movimiento la hizo girar, se tuvieron frente a frente, se ahogaron en sus miradas como la primera vez, Alba notó su corazón desbocado, notó el tacto de su piel activando su circulación, como si con un solo roce la hubiera devuelto a la vida, estaban cerca “Muy cerca, demasiado…” podían olerse, podían sentir su calor, sus respiraciones trabajosas se entremezclaron y se quedaron así unos segundos- Alba piensa esto bien- los susurros iban directos a su boca, como si le besaran sus palabras- no se trata de mí, se trata de tu vida, no te cases sino es lo que quieres, te mereces ser feliz- “Austin y sus palabras correctas dichas en los momentos correctos”. Alba no dijo nada, simplemente salió por la puerta dejando atrás todo lo que algún día la hizo feliz.

 

 

 

 

 

 

 

 

32 “Insatisfacción emocional”

Pasaron los días, las semanas, los meses y llegó el frio, las largas jornadas de trabajo, hacía unos días que Alba se había mudado a casa de Borja ¿Para qué? “Para no tener que encontrarme a Austin por el pasillo”, poco a poco se acomodaron, la vida avanzaba sin detenerse, se acomodó, estableció una zona de confort de la que no quería salir, trabajo, pareja, la comodidad de sentirse segura, lo que siempre había querido y de hecho pensó que podría acostumbrarse a ello, pero indudablemente, había algo que le faltaba y ese algo era “él”, porque por mucho que se empeñara él seguía estando ahí, los días pasaban y seguía siendo él el que esperaba ver al otro lado al despertar, miraba su anillo “Un precioso anillo que podría pagar mi antigua casa” y solo podía ver desgracia, una atadura que se avecinaba a cogerla para no soltarla, asfixia, era la única sensación que en los últimos días la podía hacer sentir viva, se estaba equivocando, lo sabía, muchas veces se preguntaba si en realidad había elegido algo “¿Había elegido por mí misma? ¿Había elegido casarme con Borja o simplemente me había dejado arrastrar por los acontecimientos?”. Lo cierto es que no la llenaba, ni su relación con Borja, ni el trabajo, ni siquiera los días que quedaba con Sonia para tomar algo era capaza de estar presente, era como si hubiera dejado de ser ella, de sentir, como si no pudiera más que dejarse llevar, arrastrada por las olas de un mar cada vez más agitado y lo peor de todo es que no quería salir. No quería dar el paso, no era capaz de decir hasta aquí, de decidir ser feliz, de verdad.

Octubre, estaba sentada en una cafetería cerca del British Museum, Sonia la saludó desde fuera, llevaba una faldita corta negra, unas botas negras bajitas con hebillas, una blusa blanca metida por dentro y un cárdigan color crema, entró por la puerta moviendo las caderas y haciendo sonar las botas de tacón, se dieron dos besos sonoros.

-¿Qué tal estás guapa?

-No me quejo- sonrió, vacía. El camarero se les acercó en cuestión de segundos y mientras tomaba nota fijo su mirada en el pronunciado escote de Sonia.

-¿Crees que podrá leer lo que acaba de escribir? ¡Si no paraba de mirarme las tetas!

-Es que estás que te sales

-Gracias, no como tú

-Y dale, tú al grano

-¡Es que no te arreglas! ¿Se puede saber qué te pasa?- Alba había empezado a perder el interés por verse guapa, había dejado de maquillarse, había pasado de los tacones y las faldas ajustadas para dar paso a la ropa cómoda y casual y que conste que no le gustaba, ella nunca había sido así, pero le faltaba motivación, todo hay que decirlo.

-Estoy cansada, la verdad solo pienso en dormir, el trabajo me tiene agotada

-Pues lo tienes fácil solo tienes que pedirle a Borja que te reduzca las horas

-No es tan sencillo

-Bueeno…- puso los ojos en blanco- ¿Qué tal os va?

-¿A quién?

-A Borja y a ti ¡¿A quién va a ser?!

-Eh… si como siempre, bien

-Ya…- Sonia la miró de reojo mientras ponía azúcar a su café.

-¿Qué tal tú? El trabajo y eso…

-Tss para que quejarme, al menos tengo libres los fines de semana y me han subido el sueldo así que, no me quejo

-Me alegro

-¿Cuándo empezarás a preparar las cosas para la boda?

-No será hasta abril

-Hay parejas que se llevan preparándolo meses

-Si, bueno tenemos que sentarnos a hablar del tema, Borja está muy liado

-Ya, como siempre- bebieron de su taza casi a la vez- quería decirte que si no tienes nada que hacer este fin de semana daré una fiestecita en casa, solo con unos pocos amigos ¿Te apuntas?

-No estoy para fiestas Sonia

-No seas aguafiestas hombre

-No se…

-Piénsatelo anda, me tengo que ir, entro a trabajar en diez minutos

-Que te vaya bien- Sonia le dio un beso en la mejilla y salió por patas, contoneando sus delgadas piernas bajo la faldita.

Alba tenía el resto de la tarde libre, así que decidió cogerse el metro hasta la casa de Borja y pasar la tarde metida en la cama leyendo algún libro. Aunque se sentía de lo más rara con las llaves de su casa en la mano, era lo más normal que Borja se las hubiera dado, también era lo más práctico, iban a casarse… hizo girarla en la cerradura y entró en silencio en la casa como si estuviera “robando”, la casa estaba oscura y como siempre olía a muebles nuevos, mezclado con el perfume de Borja y el característico ambientador de lavanda.

Dejó las llaves en el recibidor y se acomodó en el salón, se quitó los zapatos y encendió la televisión poniéndola muy bajito, solo para no sentirse tan sola en ese enorme piso. Las estanterías de Borja siempre resultaban abrumadoras y de hecho nunca podía encontrar el libro que buscaba, Romeo y Julieta, Otelo, Carmen… “No más dramas, gracias” y al final se decidió por una novela de Carlos Ruiz Zafón, ya había leído algunos de sus libros hacia años y le encantaba el toque de misterio que ponía a sus libros. Necesitaba distraerse y desechar toda clase de pensamientos. Se acomodó en el sofá beige de piel y cogió una de las mantitas de terciopelo que Borja “bueno, su asistenta” doblaba cuidadosamente y colocaba en una cestita a los pies del sofá, eso le daba un toque más “home sweet home” dentro del minimalismo de la casa, encendió la pequeña lamparita y se puso a leer, no tardó ni diez minutos en que sus pensamientos se disiparan y no es que el libro no fuera interesante “Que lo era”, si no que tenía mucho en lo que pensar. Desechó en rotundo la idea de la fiesta “no estaba el horno para bollos”, no le apetecía ningún tipo de fiestas y menos del tipo de las de Sonia, que acababa siendo o una catástrofe o algo parecido a una bacanal, “No”. Intentaba pensar lo menos posible en todo lo que su vida había cambiado en tan solo unos meses, desde que se trasladó a Londres no había podido asentarse, tener una rutina, seguir unos ritmos marcados por el reloj, había dado vueltas, había retrocedido “¿Y ahora?” ahora se sentía en el mismo punto en el que había empezado, con el corazón roto y muchos sueños guardados en el cajón de su mesita.

Borja la despertó dos horas más tarde:

-Bella durmiente- Alba se sobresaltó

-Eh… ¿Cuánto tiempo llevo dormida?

-No lo sé, acabo de llegar- era guapo, de todos los adjetivos que se le ocurrían para definirlo la palabra era “guapo”, incluso con la corbata descolocada y el pelo desaliñado.

-Estás muy guapo

-Gracias- Borja depositó un beso en la frente de Alba y se dirigió a la ducha

Alba recogió sus cosas, avergonzada, como cuando tu madre te pilla con la habitación desordenada. Cenaron en la pequeña mesita del salón, un buen vino “a juzgar por la etiqueta” y un quiche de verduras que Borja había dejado hecho el día anterior, la conversación fue de todo menos amena.

-¿Estás bien Alba? Te noto distraída

-Eh…no, nada- “Estaba pensando en lo insatisfecha que me siento emocionalmente”

-Has estado con tu amiga esa esta tarde ¿no?

-Sonia

-Eso

-Si

-¿Y qué tal?

-Ni si quiera la conoces

-Bueno, ¿Cómo habéis pasado la tarde?

-Hemos charlado un poco y tomado un café, tenía que trabajar- Alba no sabía si le dolía mas que no conociera el nombre de sus amigas o que ni siquiera le importaba- Me ha invitado una fiesta, en el piso- Borja abrió los ojos como platos

-¿Una fiesta de veinteañeros?- se echó a reír- ya no te pega eso

-Tengo 22- las ganas de ir a la fiesta aumentaban por momentos- nunca me han gustado ese tipo de fiesta pero bueno, supongo que…

-Ve- la interrumpió

-¿Qué?

-Que vayas, pásalo bien, te vendrá bien despejarte ¿Cuándo es?

-El sábado

-Me viene perfecto porque tengo mucho que trabajar

-Genial- siguieron comiendo en silencio y Alba se llenó de incertidumbres, “Su indiferencia” la mataba lenta y dolorosamente “¿Podría interesarse por venir conmigo no? Presentarle a mis amigos, no sé, que se moviera en mi circulo” pero sabía que eso a él no le interesaba.

Alba se fue a la ducha y se desmaquilló cuidadosamente, cuando se fue a la cama Borja ya estaba allí, sin camiseta y leyendo un libro. Por muchas cosas que le molestaran de él y aunque su personalidad la mayoría de las veces le pareciera “un auténtico asco” tenía que reconocer que “Estaba para quitarle el conocimiento a orgasmos”. Alba se metió en la cama con su camisón de franela rosa palo y Borja no apartó la vista de su libro, ella solo pudo esbozar un buenas noches sin respuesta y darse la vuelta en la cama.

 

33 “La fiesta”

Pues ahí estaba Alba, con una invitación a una fiesta que se había visto obligada a aceptar y unas ganas cada vez más imperceptibles de todo lo que tuviera que ver con la palabra Boda.

Mandó un mensaje rápido a Sonia:

“Iré a la fiesta, pero no te pongas histérica ¿Qué me pongo?”

El móvil no tardó mucho en vibrar sobre la mesa.

“Wiii Que alegría que me das. Ponte guapa, mejor SEXY”

Alba creció en indignación a cada palabra que leía:

“¿Y para que se supone que tengo que estar SEXY?”

Empezó a desesperarse cuando en diez minutos Sonia no había contestado, así que se puso a trabajar en lo que tenía sobre la mesa, dos horas y media de papeleo después, Alba se fue a almorzar y ni siquiera fue a buscar a Borja, porque, tal y como habían acordado “El trabajo es el trabajo” decidieron que lo más acertado era no mezclar su relación con el trabajo y así se sentirían mas cómodos, evitando las habladurías, aunque a esas alturas era más que obvio que “se cocía algo”.

Pilló un sándwich rápido de Starbucks y una coca cola y volvió a la oficina, a seguir con su “apasionante trabajo”.

A la salida del trabajo se decidió a pasar por alguna tienda a gastarse los ahorrillos en algún vestido bonito de esos que te pones “una vez y no más”, por primera vez en mucho tiempo necesitaba verse guapa y “Sexy ¿Por qué no?” así que pasó por Mango y encontró un vestido monísimo rebajado a 120 libras “Una ganga eh”, era negro, ajustado, muy sencillo, con el cuello cerrado por delante y con un bonito escote atrás en la espalda, que llegaba hasta la zona “prohibida”, era corto “demasiado, quizá” y provocativo “puede”, pero en ese momento no le importó, no supo si fue la indiferencia de su futuro marido o el cúmulo de cosas que formaba esa vida que no le llenaba, pero sintió adrenalina y se sintió bien “Divertirse un poco no hace daño a nadie”. Cuando llegó a casa de Borja se lo encontró cortando verduras en la cocina, Alba se acercó a darle un casto beso en los labios.

-¿Dónde estabas?- Alba respondió a su pregunta con una amplia sonrisa y mostrándole la bolsa de la tienda- ¿Qué te has comprado?

-Nada, es un vestido para mañana

-Ah, genial

-¿Qué estás cocinando?

-Nada, solo es merluza, la voy  a hacer con verduritas al horno

-¿Quieres que te ayude?

-No, déjalo, ponte cómoda

Alba fue a la habitación para ponerse el pijama abrigado de gatitos “el pijama antimorbo” pero pensó que para lo que Borja la tocaba no pasaba nada por ponérselo. La faltaba de sexo podía ser normal quizás en una pareja que lleva años juntas, pero ellos llevaban apenas unos meses, sin quitar que el inicio de su relación había sido “cuanto menos, raro” al principio lo achacó al estrés, pero ahora empezaba a pensar “Que se guardaba para llegar virgen al matrimonio. No me jodas”.

Cenaron en silencio en el salón y hablaron de su tema estrella, el trabajo. Cuando terminaron, Alba decidió irse a la cama

-¿Vienes?

-No, tengo que terminar algunas cosas para el lunes, tengo una reunión temprano

Alba no dijo nada, simplemente se acostó y se tapó la cabeza, absorta en el pensamiento de una monotonía vacía y el futuro de un matrimonio que abocinaba al fracaso.

El sábado amaneció como un día cualquiera, Alba alargó el brazo en la cama y para su sorpresa, “Nótese la ironía” Borja ya se había levantado, había tomado por costumbre salir a correr los fines de semana desde bien temprano, era y siempre había sido un hombre independiente y Alba lo sabía, Borja, con sus rutinas, sus costumbres y sus manías, con sus pormenores, Borja era un hombre con su propio espacio, que quería “pero a su manera”. Se levantó de la cama y fue a la cocina a preparar un café, decidió darse una ducha rápida y ponerse a desayunar, Borja llegó cuando le había dado el primer  bocado a una de sus tostadas.

-Buenos días- Alba solo sonrió- No te me acerques, voy directo a la ducha- y desapareció por el pasillo hacia el baño.

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