Alabama

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Tercera parte » Capítulo 37

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Alabama se encontraba en el salón de su casa leyendo un libro en el momento en que oyó un gran ruido. Al asomarse a la ventana, descubrió a la muchedumbre que  estaba llegando a la altura de su casa.

A la cabeza de la masa humana podía distinguir al pastor Martin Luther King.

La gran marcha había sido todo un éxito. La esperanza y el júbilo se reflejaban en los semblantes de los congregados. Estos, caminaban por en medio de la vía pública llenándola con sus cánticos reivindicativos.

Larry estaba en el garaje cuando fue sorprendido por el gran grupo. El conductor de autobuses miraba perplejo la singular comitiva, encabezada por el líder indiscutible del movimiento contra la segregación. Padre e hija se encontraban en la puerta de la casa cuando el gentío se puso a su altura. Alabama, incapaz de contener el impulso, saltó los escalones, sujetándose la falda de su vestido y se unió a la búsqueda, ante el asombro de su padre.

–¿Dónde crees que vas, con esos negros? Seguro que vas con el hijo de los Carter. Me las pagarás, eres la vergüenza de la familia. Si te vas, será mejor que no vuelvas a venir a esta casa.

–Estoy harta de que me digas siempre lo que tengo que hacer. Se ha acabado desde ahora, en adelante, haré lo que quiera – gritó la muchacha.

–Eres cómo tu madre. Te arrepentirás, te lo juro.

Pero las palabras de Larry fueron tragadas por el clamor vociferante de la muchedumbre que no paraba de gritar la palabra Jack. Alabama no tardó en unirse a la causa y al instante su voz se perdía entre las otras formando un gran clamor. Un sonido que sonaba a favor de los derechos humanos.

 

Larry, en la puerta de su casa, veía con impotencia a su hija en la cabeza de la marcha. Alabama miraba de reojo a King y dudaba de que todo fuera realidad. Como un grandioso y placentero sueño se dejó llevar por la marea.

El pastor era continuamente abordado por hombres y mujeres, que le abrazaban y lo besaban en el más sincero gesto de agradecimiento. Lágrimas y gozos se fundían en un denominador común: libertad.

 

 

 

 

 

 

 

                     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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