Alabama

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Segunda parte » Capítulo 34

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El pastor se encontraba leyendo la Biblia en su despacho, cuando alguien golpeó con los nudillos la puerta. Martin se levantó y al abrir se dio cuenta de que se trataba de una mujer que conocía de la iglesia. Una parroquiana, que rara vez se perdía sus sermones.

–Me gustaría hablar un momento con  usted.  Le  prometo  que  no le molestaré durante mucho tiempo – aseguró Lucrecia secándose el sudor de la frente con un pañuelo.

–No se preocupe, estoy aquí para escuchar. Por favor, tome asiento si es tan amable – Martin Luther King ofreció a la mujer una modesta silla para que se acomodara –. Cuénteme de que se trata. ¿Qué es lo que le trae por aquí? Le veo muy nerviosa. Será mejor que se tranquilice.

–Mire padre, estoy muy desesperada. Mi hijo ha desaparecido. Quizás tenía que haber venido antes a hablar con usted. Ahora tal vez sea demasiado tarde – Lucrecia rompió a llorar –. No sé qué hacer.

–Vamos mujer, tranquilícese.

–Mi Jack ha huido y desconozco dónde se encuentra.

–¿Es mayor de edad?

–Sí.

–No se preocupe el sheriff lo encontrará...

Lucrecia no dejó que el pastor terminara la frase:

–Escuche, esto es más complicado de lo que usted o cualquiera pueda pensar. Mi hijo es mulato y encima es humillado y agredido incluso por los negros que le llaman “bastardo” Soy consciente, de que la desesperación, le ha llevado a actuar de esa forma, huyendo. Solo quiero que por un momento se ponga en mi lugar y me escuche. Desde que está usted aquí están cambiando las cosas. Siempre he confiado en usted. Mi hijo no ha hecho nada malo, para que se le trate como a un vulgar criminal.

–Lo único que puedo hacer es intentar hablar con el Sheriff, pero no le puedo garantizar  nada,  teniendo en cuenta todo lo que está ocurriendo. Tome un poco de

agua – ofreció el pastor llenando un vaso.

–Ha sido usted muy amable en atenderme. Muchas gracias – la mujer se levantó de su asiento –. Ya le dije que no le molestaría durante mucho tiempo.

–Espere un momento. Escúcheme, por favor. Tengo mucho trabajo con la iglesia y a parte estamos llevando a cabo un gran boicot contra la segregación en los autobuses. No quiero que me malinterprete y que se crea que su hijo no me importa nada... Créame, estoy saturado.

–Mi Jack no importa. Haber empezado por ahí – exclamó la sirvienta.

–¡Sí me importa y mucho!

Al escuchar el tono de voz de su interlocutor, Lucrecia volvió a tomar asiento. Después de las palabras, el dr Martin llamó a un colaborador de la parroquia y le dio una serie de instrucciones:

–Quiero que te pongas en contacto con la plataforma que está organizando todo el asunto del boicot y les digas que busquen a un muchacho... Dígame sus características   físicas,  por favor – King Jr se dirigió de nuevo a Lucrecia.

–Mi hijo Jack – comenzó la mujer secándose las lágrimas – mide sobre un metro ochenta, es mulato y lleva puesta una sudadera, y una gorra de béisbol, que siempre tiene colocada para taparse y que no lo identifique nadie y así evitar que lo humillen en la vía pública.

–Ya has oído a la mujer... Quiero máxima seriedad en este asunto. Desde ahora, encontrar a Jack es la mayor de nuestras prioridades.

El hombre tras recibir las características de Jack, se apresuró a salir de la estancia.

–No sé cómo darle las gracias. Es usted tan amable. Estoy segura de que conseguirá todo lo que se propone. Está usted tocado por la mano de Dios.

–La mejor manera de mostrar su agradecimiento, es que siga viniendo a la casa del señor, como siempre ha hecho, buena mujer. Y no se preocupe por su hijo, en cuanto lo localicemos me haré personalmente cargo de él, no se preocupe y deje de llorar de una vez. Sé lo que digo.

–Qué Dios le bendiga.

–Márchese y descanse. Déjelo todo en nuestras manos. Y tenga esperanzas, porque lo localizaremos.

Lucrecia abandonó el templo y se dirigió a casa de Louise. Debía de poner al corriente a la mujer de todo lo acontecido.

Cuando llegó al domicilio de la funcionaria, la encontró terminando sus labores de limpieza. Sentadas en un gran sillón Lucrecia puso al corriente de lo ocurrido a su hijo. Ayudada de un pañuelo, Louise limpiaba las lágrimas de la desesperada madre.

–No te preocupes, el pastor Martin hará lo imposible para localizarlo. Tienes que confiar en él. Es un hombre que tiene muchísima influencia e incluso se rumorea que Kennedy está interesado en sus acciones.

–Eso no me preocupa, lo que me inquieta es qué será de mi hijo después – se lamentó la sirvienta.

–Estoy segura de que después de encontrarlo le ayudará. El pastor está intentando conseguir seguidores en todos los sitios más insospechados. Incluso va a los billares para dar charlas a los muchachos negros y he oído comentar que goza de gran simpatía en algunos círculos de blancos. No hay duda de que este hombre está intentándolo todo, para lograr acabar con la segregación. Con su fuerza de voluntad y carisma no le costará dar con el paradero de tu hijo. Ya lo verás, será cuestión de días o quizás, incluso, horas.

–Sí, quizás tengas razón. Es un hombre muy íntegro. Muchas gracias, Louise, por ayudarme tanto.

–No, Lucrecia, quien tiene una gran deuda contigo soy yo, que me apoyaste cuando mi marido estaba muy enfermo y después de fallecer. ¿Dónde está ahora todo ese lado positivo del que me hablabas entonces?

–Tienes razón, tengo que ser más positiva. Tal vez esto sirva a Jack para algo bueno.

–Seguro. Lucrecia, de esta saldremos mucho más fuertes. Estoy convencida – la bibliotecaria abrazó a su amiga –. Esto será como un pequeño bache en nuestro camino. Dios cuidará en todo momento de él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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