After

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Capítulo 24

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CAPÍTULO 24

Intento estudiar al volver a mi cuarto, pero no puedo concentrarme. Después de mirar fijamente los apuntes durante un par de horas sin haber leído en realidad ni una palabra, decido que una ducha podría ayudarme. Cuando están abarrotados, los baños mixtos aún me incomodan, pero nadie se mete conmigo, así que me estoy acostumbrando a ellos.

El agua caliente me sienta genial, y noto cómo me relaja los músculos, que estaban tensos. Debería sentirme aliviada y feliz de que Hardin y yo hayamos alcanzado algo así como una tregua, pero ahora la ira y el enfado han sido reemplazados por el nerviosismo y la confusión. He accedido a quedar con Hardin mañana para hacer algo divertido, y ahora estoy aterrada. Sólo quiero que salga bien. No espero convertirme en su mejor amiga ni nada por el estilo, pero necesito que lleguemos a un punto en el que no terminemos gritándonos cada vez que hablamos.

Estoy tan a gusto en la ducha que me quedo ahí durante un buen rato y, cuando regresa al cuarto, Steph ya ha venido y ha vuelto a marcharse. Encuentro una nota suya en la que dice que Tristan la lleva a cenar fuera del campus. Me gusta Tristan. Parece un buen tío, a pesar del uso excesivo que hace del lápiz de ojos. Si Steph y él siguen saliendo cuando Noah venga a visitarme, podríamos hacer algo todos juntos. ¿A quién pretendo engañar? Noah no querría relacionarse con gente como ellos, pero sé de sobra que hasta hace tres semanas yo tampoco lo habría hecho.

Termino llamando a Noah antes de irme a la cama. No hemos hablado en todo el día. Es tan educado que nada más descolgar ya me está preguntando cómo me ha ido el día. Le respondo que bien. Debería contarle que Hardin y yo vamos a salir mañana, pero no lo hago. Me cuenta que su equipo de fútbol ha ganado al Seattle High por goleada, a pesar de que éstos son tremendamente buenos. Me alegro por él, porque parece muy contento de haber jugado tan bien.

El día siguiente transcurre muy rápido. Cuando Landon y yo entramos en clase de literatura, Hardin ya está en su sitio.

—¿Estás preparada para nuestra cita de esta noche? —me pregunta, y me quedo con la boca abierta. Y Landon también.

No sé qué me da más palo: que Hardin hable así del tema o cómo afectará esto a la opinión que Landon tiene de mí. El primer día en nuestra misión de ser amigos ya no está yendo muy bien.

—No es una cita —le digo, y después me vuelvo hacia Landon, pongo los ojos en blanco y, con aire despreocupado, le explico—: Vamos a salir como amigos.

—Viene a ser lo mismo —responde Hardin.

Lo evito durante el resto de la clase, lo cual me resulta fácil porque no vuelve a intentar hablar conmigo después de eso.

Al terminar, mientras Landon empieza a guardar sus cosas en la mochila, mira a Hardin y me dice en voz baja:

—Ten cuidado esta noche.

—Sólo intentamos llevarnos bien porque mi compañera de cuarto es una buena amiga suya —le contesto con la esperanza de que Hardin no me oiga.

—Lo sé, y de verdad que eres una amiga fantástica. Pero no acabo de estar seguro de que Hardin merezca tu simpatía —me dice levantando la voz a propósito, y yo lo miro de inmediato.

—¿No tienes nada mejor que hacer que estar aquí poniéndome de vuelta y media? —ladra Hardin por detrás de mí—. Anda, lárgate, tío.

Landon frunce el ceño y vuelve a mirarme.

—Tú recuerda lo que te he dicho.

Entonces se va y me quedo preocupada, preguntándome hasta qué punto se habrá disgustado conmigo.

—Oye, no hace falta que seas cruel con él… Sois prácticamente hermanos —le digo a Hardin.

Él abre unos ojos como platos.

—¿Qué acabas de decir? —ruge.

—Bueno, tu padre y su madre…

¿Landon me mintió? ¿Se suponía que no tenía que hablar de esto? Me dijo que no le mencionara nada a Hardin sobre su relación con su padre, pero no creí que se refiriera a toda la historia en cuestión.

—Eso no es asunto tuyo. —Hardin mira con furia hacia la puerta por la que acaba de salir mi amigo—. No sé por qué te ha contado nada ese gilipollas. Me parece que voy a tener que cerrarle el pico.

—Déjalo tranquilo, Hardin. Ni siquiera quería contármelo, yo se lo sonsaqué. —Pensar que Hardin pueda hacerle daño a Landon me pone enferma. Necesito cambiar de tema—. Bueno, ¿adónde vamos a ir? —le pregunto, y él me fulmina con la mirada.

—No vamos a ir a ningún sitio, esto ha sido una mala idea —me suelta de repente, y gira sobre sus talones y se marcha.

Yo me quedo allí durante un minuto, esperando a ver si Hardin cambia de idea y vuelve.

«Pero ¿qué demonios le pasa?» Es bipolar, estoy segura.

Regreso a mi habitación y me encuentro allí a Zed, a Tristan y a Steph, sentados en su cama. Tristan no le quita los ojos de encima a Steph, y Zed enciende una y otra vez con el pulgar un mechero de metal. Normalmente estaría molesta ante esa cantidad de visitantes inesperados, pero la verdad es que Zed y Tristan me caen bien, y necesito distraerme.

—¡Hola, Tessa! ¿Qué tal las clases? —me pregunta Steph, y me regala una amplia sonrisa.

No puedo evitar fijarme en el modo en que el rostro de Tristan se ilumina cada vez que la mira.

—Bien, ¿y las tuyas?

Dejo los libros sobre la cómoda mientras me cuenta que su profesor se ha derramado el café encima y los ha dejado salir antes.

—Estás muy guapa hoy, Tessa —me dice Zed.

Le agradezco el cumplido y me uno a ellos en la cama de mi compañera. Es muy pequeña para que estemos todos, pero conseguimos acoplarnos. Después de hablar durante algunos minutos sobre varios profesores de lo más raros, la puerta se abre y todos nos volvemos para ver quién es.

Es Hardin. «¡Uf!»

—Joder, tío, a ver si llamas a la puerta aunque sea por una vez —lo regaña Steph. Él se encoge de hombros—. Podrías haberme pillado desnuda o algo. —Se ríe. Obviamente, no está enfadada por su falta de educación.

—No es nada que no haya visto ya —bromea él, y el rostro de Tristan se ensombrece mientras los otros tres se ríen.

Yo tampoco le veo la gracia. Detesto imaginarme a Steph y a Hardin juntos.

—Cállate —dice ella, aún riéndose, y coge a Tristan de la mano. Él recupera la sonrisa y se acerca un poco más a ella.

—¿Qué hacéis? —pregunta Hardin, y se sienta enfrente de nosotros, en mi cama.

Quiero decirle que se levante, pero no lo hago. Por un momento he creído que había venido a disculparse, pero ahora veo que sólo pretendía pasar el rato con sus amigos, y yo no soy uno de ellos.

Zed sonríe.

—Pues íbamos a ir al cine. Tessa, ¿te vienes?

Antes de que pueda responder, Hardin interviene:

—La verdad es que Tessa y yo tenemos planes.

Detecto algo extraño en su tono.

Dios santo, ¿por qué cambia tanto de humor?

—¿Qué? —exclaman Zed y Steph al unísono.

—Sí, sólo venía a recogerla. —Se levanta y se mete las manos en los bolsillos, señalando la puerta con el cuerpo—. ¿Estás lista o qué?

En mi mente grito «¡No!», pero asiento y me levanto de la cama de Steph.

—Bueno, luego nos vemos —anuncia Hardin, y prácticamente me empuja por la puerta.

Una vez fuera, me lleva hasta su coche y, para mi sorpresa, me abre la puerta. Me quedo parada, cruzada de brazos, mirándolo.

—Vale, recordaré que nunca jamás tengo que volver a abrirte la puerta.

Sacudo la cabeza.

—¿A qué demonios ha venido eso? Sé perfectamente que no has ido a mi cuarto a recogerme. ¡Me has dejado bastante claro que no querías salir conmigo! —chillo.

Y ya estamos gritándonos otra vez. Me vuelve loca, literalmente.

—Sí, es verdad, y ahora métete en el coche.

—¡No! Si no admites que no has venido aquí a por mí, volveré ahí dentro y me iré al cine con Zed —digo, y noto que su mandíbula se tensa.

«Lo sabía.» No sé qué pensar acerca de esa revelación, pero de alguna manera sabía que lo que Hardin no quería era que fuese al cine con Zed, y ésa es la única razón por la que está intentando salir conmigo ahora.

—Admítelo, Hardin, o me largo.

—Vale, sí, lo admito. Y ahora sube al puto coche. No voy a volver a pedírtelo —dice, y se dirige al lado del conductor.

Aunque sé que no debería, subo y me siento.

Hardin aún parece enfadado cuando sale del aparcamiento. Pone la estridente música a un volumen demasiado alto. Alargo la mano y la apago.

—No toques mi radio —me regaña.

—Si vas a comportarte como un capullo todo el tiempo, no quiero salir contigo. —Lo digo en serio. Si esto va a ser así, me da igual adónde vayamos, haré autoestop o lo que haga falta para volver a la residencia.

—No lo haré, pero no toques mi radio.

Me viene a la cabeza el recuerdo de Hardin tirando mis apuntes por el aire, y me dan ganas de devolvérsela cogiendo la radio y lanzándola por la ventana. Si supiera que puedo arrancarla del salpicadero, lo haría.

—¿Qué más te da que vaya al cine con Zed? Steph y Tristan también iban a ir.

—No me parece que Zed tenga muy buenas intenciones —responde tranquilamente, con la vista fija en la carretera.

Empiezo a reírme y él frunce el ceño.

—Ah, ¿y tú sí? Al menos Zed es agradable conmigo.

No puedo parar de reírme. La idea de que Hardin esté intentando protegerme me resulta hilarante. Zed es un amigo, nada más. Igual que él.

Él pone los ojos en blanco, pero no me responde. Enciende la música de nuevo y las guitarras y el bajo me perforan los oídos.

—¿Te importaría bajar el volumen, por favor? —le ruego.

Para mi sorpresa, lo hace, pero la deja como música de fondo.

—Esa música es espantosa.

Se echa a reír y tamborilea el volante.

—No, no lo es. Aunque me encantaría saber qué consideras tú que es buena música.

Cuando sonríe así parece tan despreocupado…, y más de este modo, con la ventana bajada y la brisa meciendo su pelo. Levanta una mano y se aparta el pelo de la cara. Me encanta cómo le sienta cuando lo lleva así, hacia atrás. Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos de mi mente.

—Pues me gustan Bon Iver y The Fray —respondo finalmente.

—Cómo no —dice, y se ríe de manera burlona.

Defiendo a mis dos bandas favoritas.

—¿Qué tienen de malo? Tienen muchísimo talento, y su música es maravillosa.

—Sí…, tienen talento. Talento para hacer que la gente se duerma.

Cuando alargo la mano y le doy una palmada en el hombro de broma, él finge hacer una mueca de dolor y se ríe.

—Pues a mí me encantan —digo con una sonrisa.

Si pudiésemos mantener este estado de bromas y risas, podríamos pasarlo genial. Miro por la ventana por primera vez, pero no tengo ni idea de dónde estamos.

—¿Adónde vamos?

—A uno de mis lugares favoritos.

—¿Que está…?

—Tienes que saberlo todo de antemano, ¿verdad?

—Sí…, me gusta…

—¿Controlarlo todo?

No contesto. Sé que tiene razón, pero yo soy así.

—Pues no voy a decírtelo hasta que hayamos llegado…, lo que será dentro de unos cinco minutos.

Me relajo en el asiento de piel de su coche y vuelvo la cabeza para mirar a la parte de atrás. En un lado hay una pila desordenada de libros de texto y de papeles sueltos y, en el otro, una gruesa sudadera negra.

—¿Ves algo que te guste ahí atrás? —pregunta Hardin, sorprendiéndome para mi vergüenza.

—¿Qué coche es éste? —pregunto. Necesito distraerme, tanto del hecho de no saber adónde vamos, como de que me haya llamado la atención por ser curiosa.

—Un Ford Capri. Es un clásico —alardea, claramente orgulloso.

Continúa contándome detalles sobre el coche, aunque no entiendo nada de lo que me está diciendo. Aun así, me gusta observar sus labios mientras habla; ver cómo se mueven lentamente mientras las palabras brotan de su boca más lentamente todavía. Después de mirarme unas cuantas veces durante la conversación, al final dice sin reparos:

—No me gusta que me miren fijamente. —Sin embargo, a continuación sonríe ligeramente.

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