Adina

Adina


Prólogo de Jorge Ordaz

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E

L

INTAGLIO

En mayo de 1872, Henry James se embarcó en Nueva York en un vapor de la compañía Cunard, el

Algeria, con destino Liverpool. Volvía a Europa después de una estancia de tres años en su país natal. Tras su paso por Londres y París, Henry James recala finalmente en Roma, donde se instala por tiempo indefinido. La decrépita ciudad papal que conociera en su anterior visita es ahora la capital de la nueva Italia. El polvo y la mugre que cubrían las estatuas y los monumentos estaban siendo eliminados a marchas forzadas.

James tiene treinta años, ha adquirido ya un cierto prestigio como escritor y se gana la vida publicando cuentos, artículos de viaje y crítica literaria en semanarios y revistas mensuales americanas. Muchas mañanas, cuando sus tareas literarias y ocupaciones sociales se lo permiten, sale a dar una vuelta a caballo, solo o acompañado de alguna de sus amistades femeninas de la colonia americana, por la fértil y amena

campagna. Es en este contexto, de su reencuentro con la vieja a la par que renovada Roma que hay que situar la escritura de

Adina, una historia «italiana», como muchas otras de su primera época.

El protagonista del relato, Sam Scrope, un joven americano «cínico, perverso, engreído, obstinado y extraordinariamente inteligente», se halla de viaje en Italia en compañía de un amigo suyo, que es quien al cabo de casi veinte años nos recuerda la historia. Un día, durante una excursión encuentran cerca de la localidad de Albano a un muchacho que yace dormido entre las ruinas de una antigua torre. Un objeto que el chico encierra en su mano pronto llama la atención de Scrope. Se trata de un antiguo topacio labrado, un

intaglio. Preguntado por la procedencia de la gema, Angelo, que así se llama el muchacho, responde que lo encontró bajo tierra a escasa distancia de donde estaban. Dispuesto a conseguir el

intaglio a toda costa, Scrope fuerza con malas artes su venta por unos cuantos escudos.

Poco tiempo más tarde, Scrope conoce en Roma a una joven americana, Adina Waddington, hijastra de una prima suya, ambas de paso por la ciudad. Scrope se enamora de ella y como muestra de su amor decide regalarle a Adina el valioso

intaglio, que resulta ser un broche que había pertenecido al emperador Tiberio. Por su parte, Angelo, sabedor del gran valor del mismo y ofendido por el engaño de que fue objeto, prepara su venganza. Así es cómo alrededor de este codiciado objeto se despliegan los sentimientos y pasiones del triángulo protagonista.

Adina se publicó, en dos partes, en el

Scribner’s Monthly, en mayo y junio de 1874. Al igual que en otros cuentos italianos de James, como

Compañeros de viaje (publicado en esta misma colección), subyace en este, como corriente de fondo, el choque entre dos mentalidades o culturas, la estadounidense y la del viejo continente, representadas aquí por Scrope y Angelo. A este enfrentamiento se superponen los sutiles e imprevisibles mecanismos del amor que, como suele ser habitual en Henry James, se traduce en rasgos psicológicos de gran elegancia y finura.

Hay también en

Adina una clara alusión mitológica, pues el atractivo Angelo se nos describe al principio como un «rústico Endimión», que más tarde será quien logre cambiar la actitud de Adina (anagrama de Diana) respecto a Scrope. La voz del amigo narrador, del que desconocemos su nombre, ofrece una visión oblicua de los acontecimientos. Sabemos de las reacciones de los protagonistas a través de su interesada, aunque algo distante, mirada. Esto incrementa el misterio en torno a algunos personajes, sobre todo de Angelo y Adina. Pero para entonces Henry James ya sabía que, como escritor de ficción, no hay que mostrarlo todo si lo que se pretende es dejar que el lector complete el cuadro. Como se dice en el relato, «la llave del misterio es la que abre todas las cerraduras».

Jorge Ordaz

Julio de 2010

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