Abyss

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15 – Vivos

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15 – Vivos

Cuando Bud llegó al fondo del cañón, lo estaban observando. Sus zarcillos estaban ya dentro de su cerebro, sondeando sus memorias, interpretando sus pensamientos, oyendo todo lo que él oía, sintiendo todo lo que él sentía.

¿Por qué ha bajado hasta nosotros?

Viene porque tiene miedo. Teme que la ojiva de combate estalle. Teme que destruya nuestra ciudad. Teme que nosotros nos encolericemos y castiguemos a su gente.

Entonces, ¿es un estúpido? Podemos destruir esta ojiva de combate por nosotros mismos.

Él no lo sabe.

Nosotros nunca haríamos daño a su gente.

No intencionadamente…, pero les hemos hecho daño. Están al borde de la guerra arriba en la superficie de este mundo en parte por causa nuestra. Él cree que nosotros también estamos al borde de la destrucción aquí por causa de ellos. Está arriesgando todo lo que es y todo lo que tiene a fin evitar la terrible cosa que Coffey pretendía hacernos. ¿Quién es la criatura noble, entonces? ¿Él o nosotros? ¿Qué arriesgamos nosotros, si los salvamos?

No podemos salvarles. El matar está en sus corazones, incluso en los de los mejores de ellos.

También lo está el miedo…, y sin embargo lo superan. Decís que el miedo lo ha traído hasta nosotros aquí abajo. También había miedos que le hacían odiar bajar hasta aquí. Su miedo a la muerte personal, que es mucho más terrible para ellos de lo que lo es para nosotros. Su miedo a respirar líquido, que es peor en él que en ningún otro humano que hayamos visto. Su miedo a perderla a ella…, un miedo que hemos podido saborear. Preguntáis por qué ha bajado hasta nosotros. Creo comprenderlo. Vio dos mundos posibles. Uno, un mundo en el que él permanecía con vida, pero en el que se habría cometido un terrible crimen contra nosotros, un crimen que él hubiera podido impedir. El otro, un mundo en el que todavía había una posibilidad de paz entre nosotros y su gente, pero en el que él estaría muerto.

Es una explicación demasiado simple.

¿Lo es? Entonces dejadme mostraros otra, aún más simple. También veo dos mundos delante de nosotros. Uno en el que rechazamos cambiar nuestro propio comportamiento, y así no hacemos nada y dejamos que esos humanos se destruyan entre sí, obligándonos a abandonar este mundo detrás de nosotros, muerto, cuando hubiéramos podido impedirlo, cuando su muerte es en parte culpa nuestra. El otro es un mundo en el que cambiamos para convertirnos un poco en como ellos, a fin de tener la posibilidad de cambiarlos a ellos para que se conviertan un poco en como nosotros; es un mundo que permanece vivo, con nosotros y esos humanos compartiéndolo, en paz los unos con los otros, en paz nosotros con nosotros mismos. Yo elijo ese segundo mundo. Yo elijo cambiar nosotros un poco a fin de salvarnos todos.

¿Qué tipo de cambio proponéis vosotros?

Hemos visto cómo el miedo los controla. Cómo el miedo de los unos hacia los otros, que nosotros ayudamos inadvertidamente a crear, los está conduciendo a una guerra devastadora. ¿Por qué no, entonces, dejarles que vean lo irresistiblemente poderosos que somos, comparados con ellos? ¿Por qué no dejarles temer tanto nuestro poder que cuando les digamos que deben destruir sus armas nucleares lo hagan?

¿Temernos? ¡Pero nosotros nunca les haríamos ningún daño!

¿De veras? ¿Acaso no habéis decidido ya no hacer nada y dejar que destruyan su propio mundo?

Ellos serán los que se destruyan entre sí, nosotros no les causaremos ningún daño.

Pero Brigman cree que esta ojiva de combate nos destruirá a nosotros. Pero según vuestro razonamiento, sería Coffey quien nos destruiría, no él. Sin embargo, él ha decidido actuar como si Coffey fuera parte de él mismo, ha tomado la responsabilidad por las acciones de Coffey, ha decidido morir a fin de deshacer el daño que Coffey causó. No podemos fingir ser inocentes si no hacemos nada y dejamos que se destruyan entre sí…, especialmente porque en parte la culpa de su crisis es nuestra.

¡No! ¡Tu locura te está confundiendo, y tú nos estás confundiendo a nosotros! ¡Estás hablando como si esos humanos fueran tan importantes para nosotros como lo somos los unos para los otros, como si fueran nuestros iguales, cuando claramente no lo son! ¡Son asesinos!

¿Acaso no pretendéis matarme a mí?

¡Son extranjeros! Monstruosos, terribles extranjeros con los que ni siquiera podemos hablar porque no se dan cuenta de que les estamos hablando. Jamás podrán comprendernos, y nosotros jamás podremos comprenderles a ellos. ¡No nos importan! ¿Por qué deberíamos cambiar, traicionar nuestra naturaleza, por ellos?

Ésta es la cosa más importante que los humanos me han enseñado. La cosa que nos están enseñando a todos precisamente ahora. Ved, todos ellos son extranjeros para los demás. Viven todas sus vidas sin comprenderse nunca completamente los unos a los otros, sólo haciendo suposiciones, cometiendo errores, distorsionando, engañando, comprendiéndose mal. Y, sin embargo, aunque son permanentemente unos extranjeros, a veces eligen confiar los unos en los otros, cuidar de los demás tan completamente que mueren con alegría para permitir al otro vivir…, que cambian alegremente para hacer a la otra persona feliz. Están tan acostumbrados a este gran salto de confianza y amor que Bud Brigman lo ha extendido hasta nosotros…, pese a que no nos conoce, no nos comprende, pese a que somos unos extranjeros para él. Todo lo que pido es que los tratemos del mismo modo que Bud Brigman nos está tratando a nosotros. Apenas nos comprende, pero valora lo suficiente nuestras vidas como para morir intentando salvarnos. Comprendemos mucho más acerca de ellos, y ni siquiera tenemos que morir para salvarlos. Únicamente tenemos que cambiar un poco, y luego, cuando sus armas nucleares hayan desaparecido, nos beneficiaremos tanto como ellos, porque podremos seguir en paz en este planeta.

Haces que suene como si creyeras que son mejores que nosotros.

En algunos aspectos lo son. En algunos aspectos son mucho peores. Los humanos y los constructores somos diferentes los unos de los otros. Pero debemos valorarnos mutuamente, pese a las diferencias. Debido a ellas.

Esto es difícil. Es muy difícil. Nunca pensamos así antes…, no podemos hallar esto en ninguna de nuestras memorias, ni siquiera en las más antiguas del primero de todos los mundos.

Entonces observad a Bud Brigman y Lindsey Brigman. Se hallan tan separados el uno del otro, son tan extranjeros el uno del otro, como nosotros lo somos de los humanos, como los humanos lo son de nosotros. Ved cómo hacen lo que creo que nosotros debemos hacer.

En algún momento durante el viaje de Bud risco abajo, mientras la ciudad observaba y escuchaba, una mente que estaba formada por otras diez mil mentes alcanzó una decisión. Los constructores empezaron a actuar.

Cuando Bud alcanzó el reborde cerca del fondo de la fosa, en vez de hallarse impotente y con el cerebro destruido, los zarcillos de los constructores penetraron en su cuerpo, en su cerebro, y lo cambiaron, lo restauraron, hicieron posible que sobreviviera en un lugar donde ningún humano podía sobrevivir.

Le mostraron qué cable debía cortar e hicieron que estuviera seguro de su elección. Lo inundaron de paz ante el pensamiento de quedarse allí para ver la ciudad de los extranjeros. Y finalmente, cuando los últimos átomos de oxígeno fueron absorbidos de su fluido respiratorio, un constructor fue enviado hacia él.

Estaba sentado en el reborde, reclinado contra la pared del cañón. Había visto la ciudad de luz, y la había salvado. Esto era más de lo que hubiera podido llegar a desear hacer con su vida, y si ésta iba a terminar ahora, se sentía satisfecho. Había valido la pena vivir. Lindsey le amaba. Había realizado todo lo que realmente le importaba. Ahora estaba cansado, y el fluido respiratorio ya no se renovaba; el oxígeno líquido se había agotado. Cerró los ojos.

Cerró los ojos y vio a su hermano, de pie en la orilla. Corriendo hacia el agua para salvarle. No vengas. No me salves. Mejor que vivas tú que yo.

Pero Junior le respondió y dijo: No puedo vivir siendo el que se queda de pie en la orilla y te ve morir.

Sí, eso es cierto, Junior. Yo tampoco. No podría vivir y ser un tipo así. Así que parece que ambos terminaremos nuestras vidas en el océano, con líquido en nuestros pulmones, chapoteando a nuestro alrededor, intentando ser héroes. No es una mala forma de acabar.

Pero, hablando de morir, Junior, ¿no está tomando esto demasiado tiempo? Se me ha acabado el oxígeno. ¿No debería haber muerto ya? ¿O es esto la vida después de la muerte, permanecer sentado aquí eternamente, preguntándome qué ocurrirá a continuación, sólo que nunca ocurre nada?

Vio luz. Avanzando, haciéndose más brillante. Abrió los ojos. Giró la cabeza para enfrentarse a ella.

Era un ángel que se dirigía hacia él a través del agua, exactamente igual como había dicho Lioso. Brillante, resplandeciente, con luces derivando en su interior; dos alas arqueándose en su espalda, agitándose suavemente tras él.

A medida que se acercaba, sin embargo, vio que no eran alas, y que no se trataba de un ángel. Allá donde debería estar su cuerpo no había nada de humano, ni siquiera aproximadamente. Lo que parecía ser alas era un velo, un delicado manto que ondulaba al moverse en el agua. No, era la rítmica ondulación del manto lo que lo propulsaba. Su cuerpo y sus miembros eran transparentes, como una figura de cristal soplado. Su rostro era inhumano, pero no repelente. Miró directamente a sus ojos, y se dio cuenta de que era hermoso.

Bud no sintió miedo. Sabía que estaba contemplando un INT…, no algo fabricado, no un artefacto o vehículo, sino uno de los miembros de la gente del abismo. Sabía que estaba a salvo ahora que él estaba allí.

Bud adelantó una mano en un gesto de saludo.

El INT adelantó un brazo hacia él. Los esbeltos dedos de cristal soplado sujetaron su abultado guante. Los dedos eran sólidos y fuertes, desmintiendo la delicadeza de su apariencia. Pero, en vez de sentir miedo, en vez de sentirse aprisionado por el contacto con la criatura, Bud se sintió protegido, cuidado. Deseaba enormemente ir con aquella criatura, ver todo lo que ésta pudiera mostrarle. Ya no se preguntaba por qué todavía no estaba muerto; sabía que la llegada de aquella criatura —aquella persona— significaba que su vida aún no había terminado, y se sintió contento por el retraso.

El INT tiró de él fuera del reborde, y luego, como Peter Pan llevando a Wendy en su primer vuelo, el INT lo arrastró por el agua, llevándolo rápidamente por encima de las últimas laderas de la pared del cañón. Viajaron por encima de rocas y peñascos, hacia el resplandor que había visto en el fondo.

De pronto la oscuridad estalló con luz cuando rebasaron el último risco y vieron toda la ciudad abrirse debajo y delante de ellos. Era una enorme estructura simétrica, de forma radial, como si fuera un cuerpo viviente, una enorme máquina. La luz recorría esbeltas líneas que debían tener veinte metros de ancho, y que sin embargo parecían gráciles y delicadas. Parecían como amplias carreteras, pero sus únicos viajeros eran pulsaciones de color. Vio enormes espiras alzarse en gráciles espirales, con arcos y puentes y algo parecido a telas tensas sobre puntales, como fotografías microscópicas de delicados órganos internos. Ninguna de las estructuras tenía sentido para él…, ¿dónde estaban las autopistas, los distritos comerciales, los suburbios, los parques? Esta ciudad no estaba construida para ningún propósito que Bud pudiera comprender. Pero sabía, sin comprenderlo, que era perfecta para su propósito, que ninguna espira, ningún canal, ningún puente o arco o línea curva estaban fuera de lugar.

Se dirigieron hacia el centro, descendiendo a medida que avanzaban, y ahora Bud pudo ver miles de criaturas moviéndose por toda la ciudad. No seguían los canales o puentes…, cuando todas podían volar en la densa agua del fondo marino, ¿para qué se necesitan las carreteras? Muchos eran como el que estaba conduciendo a Bud; también había otras formas, docenas de ellas, todas ocupadas en sus propios asuntos, con decisión e inteligencia. Muchos de ellos se detenían y se tocaban al cruzarse…, no como las hormigas, con su caótica danza de indecisión, tocando constantemente sus antenas para descubrir dónde estaban y qué debían hacer, sino más bien como una ciudad llena de gente en la que todos se conocían tanto que debían saludarse con breve pero auténtico afecto cada vez que se cruzaban.

El INT lo condujo hacia una de las espiras. Mientras se sumergían hacia su base, Bud se dio cuenta de lo alta que era, centenares de metros. Cuanto más cerca de ella estaban, más detalles podía ver. Cada rasgo —un puntal, un arco, un panel de pared— estaba realmente compuesto por centenares de estructuras más pequeñas que eran eco de las formas y esquemas de la espira como un conjunto, y cada una de esas estructuras más pequeñas estaba compuesta por otras, más pequeñas aún, de modo que creyó que todo el conjunto había crecido por sí mismo, no había sido edificado, adquiriendo su forma de un modo natural a partir de la miríada de formas que lo componían. Incluso los edificios estaban vivos, pensó. Toda la ciudad estaba viva.

Se acercaron a una de las grandes aberturas. No era un arco; se abría en una curva tan suave y gradual que era imposible decir el momento en el que dejabas de estar fuera y empezabas a estar dentro de su abierta boca. En vez de frenar su marcha cuando se acercaron a ella, el INT aceleró, como si hubieran sido atrapados por una corriente, como las células de la sangre siendo empujadas a través de las venas hacia el Corazón. Dentro, penetraron en un curvado laberinto tridimensional de túneles, no oscuros e impresionantes, sino llenos de luz y de vida, un lugar seguro, un lugar de memorias.

Era tan complejo que Bud renunció a intentar extraer algún sentido de la ruta que estaban siguiendo, de las cosas que veía. Lindsey comprendería aquello. Lindsey podría imaginar para qué servían aquellas estructuras, qué estaban haciendo cada una de aquellas criaturas o máquinas con las que se cruzaban. Todo lo que puedo hacer yo es mirar, verlo todo sin comprenderlo. Es suficiente para mí en estos momentos. Cuando ellos deseen que comprenda, cuando yo necesite comprender, entonces me hablarán.

Los túneles se bifurcaron. Siguieron por tubos más estrechos, girando a sorprendente velocidad, luego entraron bruscamente en un lugar más transitado, de centenares de metros de anchura, atestado con INTs de todo tipo de descripción posible. Finalmente, sin embargo, llegaron a una cámara más pequeña donde se aposentaron en el suelo. El INT soltó entonces su mano y flotó hacia atrás unos pocos metros.

Bud descubrió que echaba en falta la mano del INT en la suya. El vuelo había sido estimulante, pero ahora sus pies se apoyaban de nuevo en el suelo, y estaba solo, sin tocar a nadie. No tenía miedo. Pero se sentía solitario, débil, insuficiente para lo que fuera que pensaban hacer con él. También se sentía físicamente débil, aún agotado; no permaneció de pie, sino que medio se sentó, medio se tendió en el suelo de la estancia, con las piernas cruzadas sobre una depresión ovalada en el suelo, cuya finalidad no pudo llegar a imaginar.

Una resplandeciente división apareció en el agua, biseccionando la cámara donde estaba, como una cortina casi invisible. Luego la cortina se convirtió en dos, que se fueron separando, más y más…, y entre ellas no había agua. Era como el abrirse del Mar Rojo, sólo que más limpiamente, como si el mar hubiera sido partido en dos con un rayo láser. Pasó por encima de su cabeza, su cuerpo, y más allá de él; y, al final, Bud se halló sentado en una especie de corto y resplandeciente pasillo entre dos muros de agua. A seis mil metros debajo del mar Caribe, su cuerpo chorreaba las últimas gotas de agua en una bolsa de aire.

Por un momento no comprendió por qué hacían aquello. Luego sí. Si deseaban que hablara con ellos, entonces necesitaría respirar aire. Por un momento le preocupó que no supieran cómo crear una mezcla respirable que no le matara a aquella profundidad, a aquella presión, pero casi de inmediato el miedo recedió. Por supuesto que lo sabían. No iban a mostrarse descuidados con su vida.

Alzó las manos, desacopló su casco y tiró hacia arriba. El líquido respiratorio chapoteó en el suelo. No se le había ocurrido que no iba a ser tan fácil dejar de respirar fluido como lo había sido empezar a hacerlo. Se inclinó hacia delante, con el cuerpo dominado por los espasmos a medida que el fluido estallaba fuera de sus pulmones. Pensó: no es extraño que los bebés lloren al nacer, cuando tienen que ceder el agua que han estado respirando en el seno materno y empezar a respirar fuego. Finalmente quedó tendido en el suelo, jadeando y tosiendo, inspirando profundas y dolorosas bocanadas de aire. He hecho esto antes, pensó, pero nunca deseé volver a hacerlo.

Al cabo de poco tiempo, sin embargo, se recuperó lo suficiente como para poder sentarse y mirar a su alrededor. Detrás de la resplandeciente cortina de agua pudo ver al INT que lo había traído hasta allí reunirse con otros, todos con la misma apariencia general. No podía distinguirlos unos de otros, excepto para contar que eran siete; su inhumanidad era tan poderosa que no hubiera sido capaz de observar ninguna diferencia individual. Si la poseían.

¿Qué estaban aguardando? Quizás a que él les indicara que ya podía hablar. Así que habló.

—Hola —dijo. Entonces se dio cuenta de que era demasiado informal, aquella gente podían ser embajadores o miembros del gobierno o algo parecido. Así que lo intentó de nuevo—: ¿Cómo están ustedes?

Su voz creó ecos metálicos en la estancia; pudo oír el suave chapotear del agua de las paredes. Entonces, en la pared de agua delante de él, apareció un esquema de brillantes líneas horizontales, con puntos de color apareciendo al azar a lo largo de cada línea. Luego el esquema se resolvió en una imagen. Eran las líneas horizontales de una trama de televisión. Estaba contemplando la pantalla de un televisor de seis metros.

—¿Ven nuestra televisión? ¿Es esto lo que están intentando decirme? ¿Que saben lo que está pasando ahí arriba?

Era la solución a la que habían llegado finalmente con el problema de cómo hablar con un humano de modo que éste supiera que los constructores le estaban hablando y comprendiera lo que le estaban diciendo. Los humanos utilizaban la televisión para hablar entre sí; los constructores podían usar los mismos programas de televisión para comunicarse con Bud Brigman. Cuando pudieron ver en su mente que les comprendía, liberaron en su cerebro los elementos químicos que le proporcionaron una sensación de seguridad. Era la mejor combinación de habla humana y constructora en la que podían pensar.

Registradas en la enorme memoria de la ciudad estaban cada imagen de cada programa de televisión que sus deslizadores habían recibido cuando pasaban arriba y abajo entre el espacio y el mar. Pero eran las emisiones de aquel momento las que deseaban que viera Bud. Tenían que mostrarle la acción que finalmente habían decidido emprender, de modo que él pudiera volver arriba y explicársela al resto de la humanidad. No era suficiente con actuar…, lo habían intentado antes, cuando un constructor destruyó un satélite potencialmente mortífero, y eso condujo exactamente al tipo de problema que el constructor había esperado impedir. Sus acciones tenían que ser claramente identificadas como procedentes de los constructores, no de ningún grupo de humanos. Y su finalidad tenía que ser explicada y comprendida también. Puesto que Bud y Lindsey se habían hallado en el núcleo de su decisión, parecía correcto que él fuera el mensajero que se explicara por ellos a los humanos en la superficie del mundo.

Lo que estaban haciendo tenía una sola meta: mostrar a la humanidad que los constructores existían, que poseían un poder irresistible, que, si lo deseaban, podían devastar y matar a voluntad. Era importante que la demostración fuera a nivel mundial, de modo que los constructores habían transportado la memoria de todas sus decisiones a cada una de las demás ciudades de constructores. Tras recibir una memoria completa de las experiencias de esta ciudad con los humanos de la Deepcore, todas reaccionaron como si hubieran pasado por el mismo proceso y alcanzado la misma decisión. No podían llevar a toda la humanidad al fondo del océano, para que vieran su poder en el lugar donde vivían. Así que, juntos, debían salir para llevar el océano a los humanos.

Una ola gigantesca. Un tsunami. Alzándose del océano sin ninguna causa discernible. Una enorme ola continua rodeando todos los continentes habitados. La tecnología para producir y controlar la ola era bastante simple para los constructores, pero el coste de energía era enorme. Acudieron a las enormes reservas de energía geotérmica, sorbieron calor suficiente del océano y la atmósfera como para equilibrar el efecto de invernadero. Usaron mucha más energía para crear esta demostración que toda la energía liberada por los seres humanos a lo largo de toda la historia…, todos los fuegos de leña, todos los hornos de carbón, todos los de aceite y gas, todos los reactores nucleares, no habían llegado a producir la energía suficiente para duplicar lo que los constructores podían hacer en sólo unos cuantos minutos, actuando todos juntos en perfecta unidad.

Mostraron a Bud las últimas noticias. Abrumados científicos siendo entrevistados acerca de la gran ola que se aproximaba. No, no sabemos qué la ha causado. No sabemos cómo detenerla. Pero sabemos lo que hará. ¿Una pared de agua de un kilómetro de altura golpeando todas las costas del mundo? Lo destruirá todo completamente a su paso hasta kilómetros y kilómetros tierra adentro. No, no servirá de nada evacuar las zonas costeras…, si estás lo bastante cerca como para sentirte amenazado, no tienes ninguna esperanza de alejarte lo bastante a tiempo. La mayoría de la gente del mundo vive dentro de la zona amenazada. Será un desastre mucho peor que cualquier epidemia o guerra; todo el entramado de la civilización humana se verá desgarrado por sus consecuencias.

Y entrevistas con la gente de la calle, tan aterrada por la imposibilidad de lo que estaba ocurriendo como por su peligro físico. ¿Cómo podías confiar en el mundo si el mar se alzaba de pronto sin ninguna razón y atacaba la tierra firme? No había imágenes de la ola en sí, todavía no…, se movía demasiado rápido para eso, las noticias habían llegado de los informes por radio desde aviones, o de barcos que habían lanzado sus mensajes de pánico y luego habían quedado en silencio. Pero estaba viniendo. Sería visible desde las orillas dentro de un minuto o dos.

Bud escuchó las noticias. Inmediatamente se dio cuenta de qué era lo que causaba la ola.

—¡Lo están haciendo ustedes! Eso es lo que quieren decirme. Sí, pueden controlar el agua. Ésa es su tecnología. Pero, ¿por qué?

Sí, conocía la pregunta. Era por eso por lo que lo habían traído allí, para decirle por qué.

La enorme pantalla de televisión quedó en blanco, luego cobró vida de nuevo. No con las noticias del momento ahora, sino con viejas emisiones: un brillante destello de luz, y luego la nube en forma de hongo alzándose. El mismo filme, repetido una y otra vez, más y más rápido, hasta que todo él se mezcló en un ininterrumpido destello blanco.

Bud pensó en las noticias que habían estado recibiendo mientras el Explorer estaba aún con ellos.

Las potencias nucleares al borde de la guerra.

—Hey, ustedes no saben que vayan a hacerlo realmente. ¿Cómo pueden enjuiciarnos cuando no están seguros? ¿Cómo lo saben?

La pantalla estalló con desgarradoras imágenes de crueldad y muerte. Soldados de los Estados Unidos en Vietnam, niños afganos con los miembros arrancados por juguetes-bomba rusos, un coche bomba en Belfast, luchas callejeras en Beirut, cadáveres siendo arrastrados con bulldozers a enormes fosas comunes en Auschwitz; una imagen de la humanidad que enfermó a Bud; un juicio; una condena.

Bud comprendió lo que le estaban diciendo. No que la humanidad era puramente malvada y merecía morir…, todo lo contrario. Estaban respondiendo a su pregunta específica: ¿Cómo sabéis que las superpotencias van a desencadenar realmente una guerra nuclear? La respuesta: ¿Cuándo un acto de guerra ha sido nunca tan terrible, tan monstruoso, tan autodestructivo que ninguna nación de la Tierra se haya mostrado dispuesta a efectuarlo? Los INTs sabían que esta vez la amenaza de aniquilación era real. La ola había sido diseñada para impedirlo.

De todos modos, Bud se negó a creer que resultaba correcto destruir a media humanidad de aquel modo, con sólo unos pocos minutos de advertencia, sin ninguna oportunidad de darse cuenta de su error, de enmendarse. A escala cósmica quizá pudiera ser correcto matar a tanta gente a fin de impedir que la humanidad se destruyera en su totalidad. Pero llevar a cabo un acto así era monstruoso en sí mismo. ¿Acaso no tenéis compasión hacia la gente a la que vais a matar?

Su respuesta fue llenar de nuevo la pantalla con las imágenes actuales. La ola era visible ahora desde la orilla; las cámaras de televisión en las playas mostraban su aproximación. No parecía tan grande al principio, hasta que los periodistas mencionaron lo lejos que aún estaba. Y, mientras Bud observaba, la ola creció y creció, hasta alturas enormes y más allá aún. Alta como rascacielos, luego más alta todavía, alcanzando casi el kilómetro de altura, y la ola aún no estaba en su cenit, todavía seguía creciendo a medida que se acercaba a la orilla. Y su sonido, el rugir, lo ahogaba todo, incluso las voces de los periodistas; por encima de ella sólo podían oírse los gritos de la gente presa del pánico. Finalmente, incluso ese sonido se vio abrumado por el clamor de la ola. Era insoportable contemplarla, oírla…

Y luego, bruscamente, se hizo el silencio.

Con sus casi mil metros de altura, la pared de agua se había detenido. Mantenida en alto por invisibles, inimaginables fuerzas, se cernió a todo lo largo de las costas del mundo, preparada para caer y estrellarse contra la tierra firme, preparada para destruir…, pero no por ahora. Aguardando. Aguardando.

Las fuerzas que podían crear la ola eran terribles de imaginar. Pero las fuerzas que podían detenerla, mantenerla en su lugar, construir billones de toneladas de agua en una estructura tan estable como una pirámide de piedra… El mundo contempló la ola, empequeñeciendo todas las obras del hombre, y se sintió a la vez aterrado y maravillado.

Se había conseguido lo que se pretendía. Su poder había sido mostrado. La mayor parte de la humanidad había sido testigo de ello, en persona o por televisión. No iban a olvidarlo.

La ola, cumplido su trabajo, se hundió en silencio sobre sí misma; el agua fue liberada suavemente cerca de la orilla, hasta que el océano regresó a su nivel normal, y olas de tamaño razonable volvieron a estrellarse contra la no dañada costa. Los barcos que habían informado de la ola empezaron a radiar de nuevo; habían guardado silencio porque toda la energía a bordo se había visto interrumpida, pero ahora tenían una historia que contar, una ola del tamaño de una montaña que los había alzado, había pasado por debajo de ellos, y los había dejado caer de nuevo a sus espaldas, sin sufrir ningún daño.

Bud miró a los constructores, intentando comprender.

—¿Por qué? Podrían haberlo hecho. ¿Por qué no?

La pantalla quedó a oscuras. Luego empezaron a aparecer letras en ella, imprimiéndose con lentitud, como si alguien las estuviera tecleando torpemente.

SABÍAS QUE ESTO ERA

UN BILLETE DE DIRECCIÓN ÚNICA

PERO SABÍAS TAMBIÉN

QUE TENÍA QUE IR

Y luego:

TE QUIERO ESPOSA

Bud no comprendió. ¿Cómo podían las palabras que le había escrito a Lindsey ser la razón de que la humanidad hubiera sido perdonada? Les miró, desconcertado, interrogativo. Como respuesta, los constructores inclinaron sus cabezas ante él, sólo por un momento. Un gesto de respeto hacia su maestro.

La tripulación seguía reunida en la sala de control. Habían sellado todo el resto de la Deepcore, y estaban enviando las últimas reservas de tetramezcla sólo a aquella estancia. Para conservar el oxígeno se mantenían inmóviles, intentando relajarse al máximo. Se acurrucaban debajo de mantas para mantenerse calientes. Bud había cumplido con su misión, pero nunca iba a volver. Lo lamentaban por él, pero ahora sabían que únicamente les había precedido unas pocas horas en la muerte.

Lioso echó una manta sobre los hombros de Schoenick; seguía atado, porque no sabían lo que podía hacer, pero no sentían ningún deseo de castigarle. De tanto en tanto, los que se sentían más afectados por la disminución de la cantidad de oxígeno en la mezcla aplicaban una mascarilla Drager sobre sus rostros y respiraban profundamente. Lindsey permanecía sentada aparte de los demás, derrumbada en una silla.

Y entonces la UQC cobró vida.

Deepcore, ¿nos escucháis? Aquí el Benthic Explorer, cambio. —La voz de McBride sonó como un coro celestial para ellos. Alguien recordaba que estaban allí. ¡El Explorer había vuelto a por ellos!

Barbo prácticamente arrancó el micro de la UQC de la pared.

—Infiernos, sí, os oímos. Nos alegramos de que hayáis vuelto. ¿Cómo va esa tormenta por ahí arriba?

—Bueno, es extraño. Simplemente pareció desaparecer por sí misma de pronto. Nos encontramos sin darnos cuenta en un mar completamente plano, sin nada de viento. Pero no me sorprende: han estado ocurriendo una serie de cosas muy extrañas últimamente.

Barbo no se sentía terriblemente interesado en aquellos momentos por las cosas extrañas que podían haber estado pasando allí arriba.

—Sí, de acuerdo, hijo. Pero escucha: será mejor que nos mandéis inmediatamente un cable; estamos en una situación más bien apurada aquí abajo.

Los instantes siguientes fueron más bien ajetreados, explicando al Explorer qué era exactamente lo que había ocurrido, los daños que habían recibido, cuáles eran sus recursos. El equipo de apoyo en el Explorer había pasado la tormenta improvisando un sistema para arrojarle un cable a la Deepcore tan pronto como la localizaran…, si aún quedaba alguien o algo que localizar. Así que aún había esperanzas; el oxígeno todavía no se había agotado por completo.

También hubo otro tipo de esperanza, cuando McBride les habló de la ola, de cómo había llegado a la línea de todas las costas del mundo, había colgado allí por unos instantes, y luego se había retirado. Inmediatamente el equipo de la Deepcore supuso que los INTs habían tenido algo que ver con aquello, y le explicaron a McBride todo lo que habían visto: el tentáculo de agua que había sondeado la Deepcore, mostrando el mismo tipo de sorprendente control del agua que, a una escala mucho mayor, había producido la ola.

Había otras preocupaciones también. Monk le aseguró a DeMarco que Coffey había sufrido el SNAP y había empezado a comportarse de forma irracional, pero resultaba claro que DeMarco se sentía tremendamente trastornado por la pérdida de dos de sus hombres, y no creía necesariamente todo lo que se dijo acerca del armado —y el desarmado— de la ojiva nuclear. Pero habría tiempo suficiente para discutir de todo aquello cuando recibieran aire para respirar.

Un par de horas después de que el contacto fuera restablecido, Barbo estaba en el hidrófono, elaborando los detalles del plan del Explorer para traer de nuevo a la tripulación de la Deepcore a la superficie. Se iban a necesitar tres semanas de descompresión, por supuesto, así que simplemente no podían enviar un sumergible y tirar de ellos hasta la superficie.

—Así que, ¿cómo pensáis evacuarnos, muchachos? —preguntó Barbo.

—Aquí están hablando de traer por aire el DSRV hasta aquí desde Norfolk —dijo McBride.

—Está bien, está bien, comprendo, pero ¿cuánto tiempo tardará eso?

McBride no lo sabía. Mientras lo estaba averiguando, la atención de Barbo fue atraída por una conmoción en torno al monitor del Traje de Gran Profundidad. Hippy había observado que algo aparecía en la pantalla. Pero fue Una Noche la primera en atreverse a decir en voz alta lo que por fuerza significaba:

—¡Hey! ¡Hey! ¡Mirad, es Bud!

VIRGIL BRIGMAN

DE NUEVO EN EL AIRE

—Eso es imposible —dijo Monk. Nadie podía vivir durante todo aquel tiempo sin oxígeno.

—No, no lo es —dijo Lindsey. Nada era imposible…, ella lo sabía muy bien ahora.

McBride había vuelto a la UQC con su respuesta, pero Barbo no estaba escuchando.

—Seis horas. ¿Barbo? ¿Me oyes? ¿Deepcore, me oís?

Barbo se dio cuenta finalmente de que el altavoz le estaba llamando.

—Espera un minuto. Tenemos un mensaje de Bud.

Arriba, por supuesto, sabían que el equipo suponía que Bud estaba muerto. También sabían que había bajado hasta el abismo donde vivían los INTs, que había informado ver luces allá abajo. Si estaba vivo y tenía algo que decirles, querían saberlo.

—¿Qué es lo que dice?

Lindsey tomó el micrófono, se sentó delante de la pantalla, y leyó el mensaje de Bud. Evidentemente, no era la persona más adecuada para efectuar una lectura clara y desapasionada…, pero, puesto que estaba malditamente segura de que iba a leerlo en voz alta de todos modos, bien podía hacerlo a través del micrófono.

TENEMOS ALGUNOS NUEVOS AMIGOS AHÍ ABAJO

SUPONGO QUE LLEVAN ALGÚN TIEMPO AQUÍ

NOS HAN DEJADO SOLOS

PERO LES PREOCUPA VER COMO NOS HACEMOS DAÑO

UNOS A OTROS DE ESTE MODO

DEJANDO QUE LAS COSAS SE NOS ESCAPEN DE LAS MANOS

HAN ENVIADO UN MENSAJE ESPERO QUE LO HAYÁIS CAPTADO

Barbo se echó a reír.

—Diría que ya lo creo que sí, muchacho.

QUIEREN QUE CREZCAMOS UN POCO

Y DEJEMOS DE LADO TODAS ESAS COSAS INFANTILES

POR SUPUESTO SÓLO ES UNA SUGERENCIA

Arriba en el Explorer, McBride se volvió hacia DeMarco.

—Parece que se han quedado ustedes sin trabajo, amigo —dijo. DeMarco no parecía muy feliz con aquello, pero cualquier buen militar sabe cuándo se enfrenta con una fuerza irresistible.

Abajo en la Deepcore, el mensaje de Bud no había terminado todavía cuando toda la plataforma empezó a vibrar. Se agarraron allá donde pudieron, pero nadie se sintió demasiado asustado o preocupado.

—¿Qué demonios es esto? —murmuró Barbo. Lo último que necesitaban era un temblor o algo parecido, con ellos perchados al borde del abismo.

Fue Lindsey quien les hizo reaccionar.

—Una Noche, ocúpate del sonar.

Cuando la mujer fue allá, el ruido en los auriculares del sonar pasivo casi la dejó sorda. Las pantallas mostraban muy claramente el cuadro.

—Algo está subiendo por la pared.

—¿De qué se trata? —preguntó Lindsey. Una Noche no lo sabía…, no se parecía a nada que hubiera visto antes.

—Sea lo que sea, es grande.

Un nuevo mensaje de Bud apareció en la pantalla:

AGARRAD FUERTE BRAGAS Y CALZONCILLOS

OS VA A GUSTAR ESTO

Así que, fuera lo que fuese, él sabía de qué se trataba, de modo que todo iba a ir bien. El retumbante sonido se incrementó, y entonces un resplandor apareció al otro lado de la ventana. Corrieron a mirar. Fuera, centenares, quizá miles de INTs estaban agrupándose. No deslizadores, no porteadores, sino los mismos constructores, en su forma natural. Era el agua más somera en la que podían vivir, y resplandecían brillantemente con el esfuerzo que les exigía mantener su estructura… y hacer algo más.

Penetraron en la Deepcore con diez mil zarcillos, tocaron y penetraron en los cuerpos de los seres humanos que observaban allí. Abajo en la ciudad, habían explorado el cuerpo de Bud, habían descubierto en él los peligros de la descompresión. Luego habían efectuado una serie de sencillos pero profundos cambios en cada célula de su cuerpo…, los mismos cambios que estaban haciendo ahora en la gente reunida en la sala de control. Los zarcillos eran invisibles, pero su contacto no pasó desapercibido esta vez…, hubo un momentáneo dolor, una profunda agitación cuando sus cuerpos fueron cambiados de raíz. Sin embargo, fue algo perfectamente tolerable, incluso alegre, mientras los constructores susurraban silenciosamente en sus mentes.

La luz de los cuerpos de los constructores se hizo más y más brillante, hasta que ellos —nosotros— no pudieron ver en absoluto en aquella dirección. Pero incluso cuando ya no pudimos verles, supimos que habíamos sido cambiados, aunque todavía no comprendimos la transformación física. No éramos las mismas personas que habíamos bajado al fondo del mar días o semanas antes. Habíamos crecido juntos, habíamos crecido en comprensión…, habíamos madurado.

La Deepcore empezó a moverse.

No bajo sus propias energías. Era como si un rígido viento submarino empezara a soplar y nos recogiera y nos alzara sobre el abismo. No teníamos miedo a caer, sin embargo, porque directamente debajo de nosotros estaba la más increíble estructura que jamás hubiéramos visto. Una enorme superficie convexa, pero no lisa…, estaba formada por tiras y tejidos de apariencia orgánica, puentes y arcos, todos vivos con luz y color. En torno a sus bordes se alzaban ocho enormes espiras, retorcidas en alambicadas espirales. Era el centro de la ciudad INT, el lugar que Bud había visitado. Normalmente no se alzaba del fondo marino hasta que era el momento de lanzarse al espacio, en busca de otros mundos que colonizar. Era el arca de los constructores…; como el arca de Noé, y el arca de la alianza, y el arca de juncos que había llevado a Moisés hasta la seguridad sobre las aguas del Nilo, contenía lo que era más precioso para ellos, todo lo que necesitaban para empezar de nuevo en otro lugar. Contenía el núcleo de sus memorias, el corazón de todo lo que valoraban en sí mismos. Eso era la ciudad y todas sus estructuras…, su memoria colectiva, su biblioteca, su cementerio, su hogar, la única alma inmortal que todos ellos compartían.

Los constructores sabían que la palabra de Bud sola no sería escuchada. La ola había demostrado su poder, Bud había explicado lo que ellos esperaban que hiciera la humanidad. Ahora tenían que mostrarse, una prueba inconfundible de que existían realmente constructores viviendo en las profundidades del océano.

El arca ascendió, alzando a la Deepcore con ella, directamente hacia la superficie. Mientras se alzaba recogió también al Explorer y lo alzó por encima del agua…, junto con el destructor de la Marina Albany y varios otros barcos. El agua chorreó de la superficie del arca como un Niágara circular, fluyendo por los bordes. Y allá se detuvo, alta y seca, con los barcos empequeñecidos por las espiras de la memoria que rodeaban el arca.

Por segunda vez, abrimos la escotilla estanca del trimódulo C. Esta vez, sin embargo, no conducía a las heladas aguas de las profundidades. Esta vez era aire, con una caída directa a la dura y seca superficie del arca. Barbo fue el primero, pero pronto todos nos unimos a él, y permanecimos de pie a la luz del día, liberados al fin de la oscuridad del fondo del mar.

—Deberíamos estar muertos —dijo Lindsey—. No hemos efectuado la descompresión.

—Nuestra sangre debe estar espumeando como una cocacola caliente después de agitarla durante un buen rato —dijo Barbo.

—Deben habernos hecho algo —señaló Hippy.

—Oh, sí —dijo Lindsey—. Creo que tienes razón.

¿Nos han hecho algo? Todos hemos sido tocados por ellos, y hemos sido cambiados en más formas de las que podemos enumerar. Aquellos que hemos estado con ellos hemos sido los más cambiados. Pueden llevarnos desde nuestra atmósfera hasta las profundidades y devolvernos a ella sin que nuestros cuerpos sufran el menor daño. Podemos respirar en su ciudad submarina sin equipo de ninguna clase. Pero ésos son milagros comunes para nosotros ahora. El que más me sorprende siempre es el don de la memoria. Nos han enseñado cómo captar la diferencia entre nuestros propios pensamientos y los que ellos nos proporcionan; podemos comprender su habla. Y nos han dado las memorias de la gente a la que han sondeado, los vivos y los muertos. He sido llenado con ellos, he vivido sus vidas desde dentro, he conocido todos sus deseos, todos sus miedos… Barnes y Kretschmer del Montana, los marineros rusos que se ahogaron en la tormenta, los miembros del equipo que murieron en la Deepcore, y todos los demás que vivieron también. He sido Bud mientras se deslizaba cañón abajo, he sido Lindsey mientras se ahogaba, he sentido su amor mutuo, y ellos han visto hasta el último secreto de mi corazón. Una Noche, Lioso, Barbo, Hippy, Chico…, los conozco como ningún otro ser humano ha conocido a nadie, y ellos me conocen a mí. Y retengo dentro de mí a los miembros de mi equipo: Wilhite, Schoenick, Coffey. Hombres que creí conocer, que creí amar antes. Los conozco mucho mejor ahora, y aunque algunas de las memorias son amargas —el odio que Schoenick y Coffey sintieron hacia mí cuando creyeron que les había traicionado; la agonía de la muerte de Coffey sumido en la locura—, puedo decir sin embargo que conocerles es mejor que dejar que sigan siendo unos extraños.

No todo el mundo deseó recibir estas memorias. Schoenick se negó…, él sólo deseaba irse. Chico deseaba volver a su casa con su familia. Pero todos los demás de nosotros que pasamos aquellos días juntos en la Deepcore seguimos juntos; vamos de un lado a otro entre el mundo de aire y la profunda ciudad de los constructores en el fondo del mar. Los constructores nos han cambiado, porque necesitan tener embajadores entre nuestros mundos, pero no cambiarán a nadie más…, desean que la humanidad siga siendo humana, tanto como sea posible. Y nadie desea pasar por lo que nosotros hemos experimentado. A veces me despierto tan lleno de los sueños de otros hombres y mujeres que tengo que luchar por recordar quién soy. A veces los muertos están tan presentes en mí que me siento poseído por el alma de otras personas.

Y, sin embargo, no perdería esas memorias aunque pudiera. Están vivas en mí; no podría desear que murieran de nuevo. No podría desear que se perdieran, porque he aprendido de ellas lo que significa estar vivo y ser humano. He aprendido por qué la gente hace las cosas que hacemos, he aprendido cómo son otras vidas desde dentro. Y ahora he intentado pasarles todo esto a ustedes. No con la pureza con la que los constructores comparten la memoria…, ésa no es la forma humana de hacerlo. Sin embargo, en estas páginas he hecho todo lo posible por proporcionarles esas memorias que les mostrarán lo que hicimos y por qué lo hicimos, nosotros que estuvimos ahí abajo cuando constructores y humanos se encontraron y se cambiaron unos a otros para siempre.

De modo que yo estaba allí de pie en la superficie del arca de los constructores cuando Lindsey vio a Bud surgir por el portal como una boca de una prominencia en la superficie del arca. Bud dejó caer su casco, gritó, agitó las manos. Lindsey echó a correr hacia él, luego se detuvo a unos pocos metros de distancia. Se habían dicho cosas el uno al otro al borde de la muerte…, ¿seguían siendo válidas a la luz del día, en la seguridad?

Él le sonrió a ella, y dio los últimos pasos para cerrar la distancia. Ella le acarició, ligeramente, un contacto y una confirmación: ¿Es real? ¿Es mío? Luego, seguros el uno del otro, rieron.

—Hola, señor Brigman —dijo Lindsey.

—Hola, señora Brigman —respondió él. Dos velas, siempre separadas, pero siempre viviendo la una a la luz de la otra.

FIN

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