Abyss

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7 – Respirar fluidos

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7 – Respirar fluidos

Probablemente Lindsey hubiera debido ir al encuentro de Bud en el minuto mismo en que llegó. Después de todo, él era el responsable directo de la Deepcore. Era como presentarse al capitán en el momento mismo en que ponías pie en el barco…, el oficial al mando tenía derecho a saber quién estaba en su nave en cada momento. Pero en realidad Lindsey no pensaba en la Deepcore como en la nave de nadie excepto la suya propia.

Así que fue directamente al vestuario, justo al lado de la bodega de inmersión. Las distintas tripulaciones de las pruebas de la Deepcore I y II habían aprendido desde hacía mucho a no vaciar nunca su armario, ni siquiera aunque supieran que ella no iba a participar en ellas. Lindsey no era capaz de permanecer mucho tiempo lejos de la Deepcore, de modo que siempre era una buena idea tener un par de mudas de ropa a bordo. Especialmente ahora, puesto que no había traído nada consigo.

Sacó una de las mudas. Apestaba. Pero las ropas que había llevado durante todo el día —en el Explorer, en el Taxi Tres y en la cámara de presión— olían considerablemente peor. Se despojó de su mono naranja allí mismo en el vestuario y se puso el mono azul del armario. A media operación de cambiarse de ropa, se le ocurrió que era un poco tarde para empezar a vestirse para complacer a Bud.

Qué idea absurda. No se estaba vistiendo para complacer a nadie excepto a ella misma. Bud no tenía nada que ver con aquello. Ni siquiera estaba nerviosa acerca de verle; y, ciertamente, no se estaba cambiando de ropa sólo para posponer el hablar con él. Bueno, él tendría que ser el que intentara eludir hablar con ella. ¿Acaso no era el responsable de permitirles que tomaran su plataforma para aquella absurda misión de ir a rescatar unos libros de claves? Era por eso por lo que no se había presentado a recibirla en el momento mismo en que supo que había salido de la cámara de presión. Era por eso por lo que no había acudido a charlar con ella durante las ocho largas horas que estuvo allí dentro.

No era que debiera hacerlo. No era que tuviera el deber o algo así. Pero hubiera sido agradable. Hubiera sido una cortesía. Probablemente Bud estaba intentando devolverle con la misma moneda el que se hubiera mostrado furiosa con él. O quizás estaba castigándola simplemente por haber bajado a la Deepcore. Bien, descubriría que nada de aquello funcionaba. Ella ya no era su esposa. Era la ingeniero del proyecto, y tenía derecho a bajar a su proyecto siempre que deseara hacerlo, así que, si no le gustaba, que se jodiera.

Una vez cambiada de ropa, salió a la bodega, detrás de la plataforma de buceo. Los SEALs estaban todavía allí, jugando con sus juguetes. Inclinó la cabeza para cruzar la compuerta que daba al corredor y lo recorrió hasta el final. Un giro a la izquierda la llevaría al trimódulo de la enfermería. Puesto que también incluía la sala común y el comedor, cabía suponer que estaría llena de perezosos, aburridos y chistosos miembros del equipo. Giró a la derecha.

Bud estaba en la sala de mando, por supuesto, con Hippy a un lado en el equipo de sonar. Bud parecía atareado. Lindsey intentó pensar en algo que decirle. Algún saludo que no iniciara una pelea pero que al mismo tiempo no sonara como una disculpa. ¿Disculpa de qué? ¿Acaso tenía que disculparse de algo?

Hippy tenía a su rata junto a los labios. Besándola. O mordisqueándola.

—Hippy —dijo—. Vas a transmitirle alguna enfermedad a esa rata.

Aquél fue el primer indicio que tuvieron de que ella estaba en la sala…, pero evidentemente no se sorprendieron de verla. Bud se volvió lentamente.

—Bien, bien, señora Brigman.

—No por mucho tiempo —dijo ella. Muy propio de él, intentar desencadenar una pelea con sus primeras palabras. Utilizaba ese nombre como una etiqueta en una maleta, para señalar su propiedad. Bueno, no iba a pelearse con él. Simplemente lo ignoraría. Se dirigió al centro de mando y observó los monitores e indicadores. Podía decir a la primera ojeada lo que señalaba cada uno, como una madre contemplando a su bebé, sabiendo de inmediato si había algún problema. El gran bebé de hierro de Lindsey.

—Nunca te gustó que te llamaran así, ¿verdad? —dijo Bud. Como si lo hubieras olvidado.

—Ni siquiera cuando significaba algo.

—Allá por la Edad Media.

Miró a través de la ventana de observación. Pudo ver las luces del Fondoplano flotando allí fuera en la oscuridad, conduciendo a la Deepcore a través de la permanente noche de los seiscientos metros. ¿Quién habría enviado Bud allá?

—¿Está Una Noche en el Fondoplano?

—Sí, ¿quién otro? —dijo Bud—. Toma, dile hola. —Le tendió los auriculares.

Ella se los puso de modo que el micro quedara en posición y uno de los auriculares en su oído izquierdo.

—Hola, Una Noche, aquí Lindsey.

Lindsey oyó la alegre respuesta de Una Noche:

—Oh, hola, Lindsey.

Allá fuera en el Fondoplano, donde nadie podía verla, Una Noche hizo una pantomima como si fuera a vomitar.

Lindsey no necesitaba verla para saber cómo se sentía Una Noche. Sabía que Una Noche no se alegraba en absoluto de oír su voz…, la propia alegría de su respuesta era una mentira. Lioso y Barbo podían haber bromeado con ella, Una Noche podía fingir una respuesta agradable, pero Lindsey sabía que ella era allí una extraña, una intrusa. Y, peor aún…, era la mujer que estaba divorciándose de su querido capitán, Virgil Brigman. Yo rompí el corazón de su pobre héroe, de modo que soy una mujer cruel. Que te jodan, Una Noche.

Le devolvió los auriculares a Bud y se dio la vuelta. Mejor echar un vistazo a la Deepcore y ver hasta qué punto estaba estropeado todo. El precioso equipo de Bud no era exactamente perfecto. Dejaba que las cosas se descuidaran. Todo el mundo lo hacía, al cabo de un tiempo. Nadie conservaba el estímulo debajo del agua. Excepto Lindsey. Ella siempre conservaba el estímulo.

A sus espaldas, Bud señaló a Hippy que se pusiera a los mandos en su lugar. Hippy tuvo el buen sentido de captar el mensaje en silencio. Bud se levantó y siguió a Lindsey fuera del módulo de mando, al corredor.

El hecho de que Lindsey estuviera allí era un problema y, como cualquier otro problema, Bud sabía que tenía que manejarlo. Lo había hecho antes, cuando su matrimonio estaba aún vivo, e incluso antes de eso. Incordiarla un poco…, sólo lo suficiente para que ella se diera cuenta de que estaba siendo un poco ridícula. Siempre funcionaba. O al menos acostumbraba a funcionar. Convertía un punto de fricción en una especie de juego. Karate verbal, sólo que nunca conectando lo suficientemente duro como para que doliera.

Esta vez, sin embargo, no iba a ser tan fácil. Las cosas habían cambiado. Por una parte, sólo el hecho de tenerla a ella aquí hacía que Bud se sintiera un poco loco. Todos aquellos meses sin ella…, no había sido tan malo puesto que había estado aquí abajo en la Deepcore, pero los meses antes de eso… Pensar en ella en la cama con ese tonto del culo y su educación universitaria. Intentar imaginar lo que había ido mal. Intentar fingir que él no la amaba, que ella no era absolutamente digna de amor, que no lo merecía, y luego recordar cómo eran las cosas cuando aún seguían trabajando juntos, cuando las cosas funcionaban. Era algo suave, sin esfuerzo por ninguna parte, ambos concentrándose en algo fuera de sí mismos, algo que a ambos les importaba…, unidos como bien calibrados engranajes, en el trabajo y en la diversión, el ritmo de sus vidas perfecto.

Perfecto, y luego ella empezó a atacarle, y, no importa lo que él hiciera, ella siempre lo encontraba mal. Fue algo que salió de la nada, no había ninguna razón para ello. Ella simplemente decidió un día que iba a odiar todo lo que él hiciera, incluso su equipo, y luego, al cabo de un tiempo, le dijo: Bud, eso no funciona, estamos peleándonos todo el tiempo. ¡Maldita sea, es cierto, nos peleamos todo el tiempo! Así que, si no quieres más peleas, no te divorcies, simplemente deja de pelearte. Y si vas a divorciarte de mí, ¿por qué tienes que estar restregándomelo por la cara? El divorcio no cortó las peleas, simplemente cortó la base que me permitía soportar tus ataques; sigues sin dejarme solo, únicamente que ahora no duermes conmigo.

Así que, aunque Bud pretendía solamente incordiarla lo suficiente para sacarla de su mal temperamento, no pudo evitar el empujar un poco demasiado. Diciéndolo con una especie de media sonrisa, de modo que pareciera como si estuviera haciendo una broma. Sólo que no era una broma. No realmente.

—No puedo creer que hayas sido tan tonta como para bajar aquí. —Sólo estoy bromeando, ¿de acuerdo? Puedes oír en mi voz que sólo te estoy incordiando un poco—. Ahora estás atrapada aquí abajo por la tormenta. Eso fue una tontería, muchacha, una auténtica tontería.

—Estoy bromeando, pero fue una tontería.

—No vine aquí abajo para pelearme contigo.

Oh, ¿de veras? ¿Qué era entonces toda esa mierda acerca de señora Brigman y restregarle por la cara que este nombre ya no significaba nada para ella? Pero tómatelo con calma. No dejes que su actitud te afecte.

—Entonces, ¿por qué bajaste?

—Tú me necesitabas. —Ella siguió andando por el corredor—. Nadie conoce los sistemas de esta plataforma mejor que yo. Una vez desconectados del Explorer, estáis completamente a vuestros propios medios durante todo el tiempo que dure la tormenta. Quiero decir, ¿y si ocurre algo después de que el apoyo de superficie os abandone? ¿Qué haréis entonces?

—Oh, vaya, tienes razón —dijo Bud. La siguió abajo por la escalerilla, hasta el nivel de perforación—. Nosotros, pobres chicos tontos, tendremos que pensar por nosotros mismos. Puede ser un desastre. —¿Para qué creía ella que se habían estado entrenando durante el último año y medio? ¿Cómo pensaba que habían conseguido sobrevivir durante su primer turno de un mes y la mayor parte del segundo sin ella?

Pero estoy sonriendo, ¿ves? Sólo intento bromear un poco para sacarte de tu mal humor.

Ella se encaminó hacia la sala del compresor, empezó a comprobar los sistemas de apoyo vital.

Excepto que las bromas no funcionaban. Bud no era estúpido, sabía que estaba más enojado con ella de lo que aparentaba.

Contrólate, Bud. Sabes cómo manejarla.

—¿Quieres saber lo que pienso? —preguntó Bud.

Ella no estaba prestando atención a sus palabras. O, más bien, estaba prestando atención, y tenía intención de responder demostrando que ellos la necesitaban.

—¿Ves cómo está ajustado esto? —preguntó ella. Rectificó una válvula. No mucho. No estaba muy desajustada, pero tampoco de la forma en que debería estar. Chapuceros. Descuidados.

—¿Quieres que te diga lo que pienso? —Bud no estaba dispuesto a ceder.

—No particularmente. —Lindsey se apartó de nuevo de él. Bud la siguió.

—Creo que estabas preocupada por mí. —Bien, eso sí es una broma. Ahora ella se reirá.

—Debe ser eso —respondió ella. No exactamente una risa, pero sí una especie de broma propia, así que su incordio estaba empezando a funcionar. El vapor iba escapando.

Giraron una esquina, y Lindsey casi chocó con un perforador.

—Hey, Perry —saludó.

Puesto que estaba empezando a responder, Bud siguió aquella misma línea de conversación.

—No, creo que sí lo estabas. Vamos, todo está bien aquí —dijo para hacerla reír. Al mismo tiempo, no deseaba que riera. Deseaba que no fuera una broma. Deseaba que se volviera en redondo y dijera: Sí, de hecho, estaba preocupada por ti—. Todo está bien, tienes que admitirlo.

Ella oyó la súplica, no el tono de broma. Así que se lo explicó como lo haría a un niño de tres años que no entendía las cosas a menos que se las dijeras muy claramente.

—Estaba preocupada por la plataforma. Llevo invertidos cuatro años en este proyecto.

Lo decía en serio, y él lo sabía. La plataforma lo era todo para ella, siempre lo había sido, su matrimonio había sido una mentira desde el principio. Bien, qué demonios. Al menos podemos reírnos de ello, ¿no?

—Sí, y en cambio sólo llevas invertidos tres años en mí.

Ella se detuvo en la puerta. Lo dijo de modo que él no pudiera dejar de captar el significado.

—Bien, cada cosa debe tener sus prioridades. —Luego se volvió y salió.

Yo mismo me metí en esto, pensó Bud. Yo mismo lo busqué, yo supliqué por ello, le pedí que me dijera que se preocupa por mí, y ella no lo hizo, no podía hacerlo porque realmente no se preocupa. Es así de simple, sólo que yo soy demasiado estúpido para recordarlo, porque la necesito tanto, me preocupo tanto por ella, pienso en ella constantemente, siempre olvido que las cosas no son así con ella. Ella nunca piensa en absoluto en mí, sólo en la plataforma. Sé esto de ella, sé que ni siquiera es humana respecto a algunas cosas. Siempre lo he sabido.

Sólo que nunca lo he sabido. Cuando me casé con ella pensé que me amaba. ¿Por qué no me di cuenta entonces? ¿Por qué no supe lo que venía y eché a correr?

Se quitó la gorra, apoyó la frente contra una abrazadera. Inspiró profundamente un par de veces. Aquél no era el momento de empezar a sentir pena por sí mismo. Como tampoco era una buena idea dejar las cosas así con Lindsey. Iban a estar juntos en la Deepcore durante semanas. Tenían que llegar a un compromiso, le gustara o no. Tenía que hacer que se iluminara. Tenía que suavizar las cosas entre ellos lo suficiente como para que pudieran resistir varias semanas juntos. Incordiarla no funcionaba, así que era mejor enfrentarse francamente a las cosas.

La siguió, la halló comprobando la sala de perforación, asegurándose de que todo había sido almacenado adecuadamente de modo que pudieran reanudar la perforación sin tener que volver a Galveston en busca de suministros. Nada de bromas esta vez.

—Necesitarás un lugar donde dormir. Llegaremos al lugar dentro de unas cuantas horas; supongo que hasta entonces desearás descansar.

Aquello era cierto. Estaba cansada…, la cámara de presión no había sido exactamente un descanso, puesto que estaba demasiado preocupada por todo como para dormir.

—Utiliza mi habitación —dijo Bud—. Yo no iré allí.

Ella lo aceptó como lo que era…, una oferta de paz.

—Por supuesto. Gracias.

—Puedes comprobarlo todo cuando te levantes. Haré que alguien te despierte cuando parezca que ya estamos cerca, ¿de acuerdo?

Ella asintió. Él le cedió el paso, abrió la puerta al único camarote privado de la plataforma. El rango tenía sus privilegios. La habitación no era gran cosa, pero al menos podría estar sola.

Mientras entraban, la mano de Bud en la puerta quedó casi al nivel de los ojos de ella. Lindsey observó que aún llevaba el pesado aro de boda de titanio que ella le había comprado. Aquello formaba parte del por qué estaban tan bien juntos al principio. Un montón de gente que ella conocía del MIT sabían que el titanio era el más duro de los metales, que simbolizaba algo que realmente duraría. Bud también lo sabía…, pero el anillo también parecía encajar perfectamente con su mano. Él era tan fuerte como el titanio. Ella podía contar con él. Si eso era todo lo que significaba el anillo, entonces decía la verdad. Él nunca la había abandonado. Había estado allí cada vez que ella le había necesitado, no importaba para qué. Pero el anillo se suponía que decía también que ella sería igual de fiel. Bien, eso fue antes de que se diera cuenta de que no estaba completamente preparada para el matrimonio. Tenías que ceder demasiado de ti misma.

Excepto que eso no era todo, ¿verdad? Lo que la volvía loca acerca de Bud era que exigía tanto de ella, pero más que eso exigía tanto de sí mismo, le daba tanto a ella, y ella nunca, nunca podía merecerlo.

—Está todo hecho un desastre, pero te garantizo que es el único camastro que no estará ocupado. —Bud empezó a recoger ropa sucia de encima de la cama, limpiando un poco para que la habitación fuera aceptable para ella. Era lo que siempre había hecho…, ver lo que ella necesitaba, ocuparse de ella. Como saber que estaba cansada antes de que ella misma se diera cuenta. Cederle su camastro, limpiándolo antes—. Puedes dormir un par de horas antes de que lleguemos allí.

¡No! En realidad no le estaba dando nada. La estaba manipulando, exactamente igual que siempre. Incluso llevando aquel maldito anillo, intentando hacer que ella se sintiera avergonzada de su promesa rota.

—¿Por qué lo sigues llevando? —preguntó de pronto. Él bajó los ojos hacia el anillo, como si hubiera olvidado que estaba allí.

—No lo sé. El divorcio aún no ha terminado, ¿no? Olvidé quitármelo. —Parecía realmente azarado de haber sido descubierto llevándolo.

—Yo no llevo el mío desde hace meses —dijo ella. No pretendía herirle…, simplemente se le ocurrió decirlo. Pero era bueno para él oírlo, para que así supiera que ella no sentía del mismo modo.

Pero, por supuesto, él lo interpretó de otro modo.

—Oh, sí, comprendo. A él, cual-sea-su-nombre, no le gustaría. El Corbata. —Pretendió que sonara como una broma, pero no era divertido.

¿Todavía estaba celoso?

—¿Siempre tienes que llamarle de esta forma? ¿El Corbata? Hace que suene mal. Su nombre es Michael.

—Por cierto, ¿a qué se dedica ahora Michael? ¿Mr. Brooks Brothers? ¿Mr. BMW? —Cuando ella no rió ni sonrió ni respondió, se le ocurrió una nueva posibilidad—. ¿Todavía sigues viéndole?

Sin duda quieres decir si todavía sigo acostándome con él, ¿no?

—No, no lo he visto desde hace semanas.

Bud sonrió. Le encantó oír aquello.

—Lo siento terriblemente. ¿Qué ocurrió? —Se estaba agarrando a aquello como un hombre que se ahoga se agarraría a una boya de salvamento.

—¿Por qué estás haciendo esto, eh? ¿Por qué? No es…, no es asunto tuyo, ya no forma parte de tu vida.

Estaba arreglando un poco las cosas a fin de poder echarse en la cama, retirando las mantas. Él se acercó por detrás de ella, se inclinó sobre ella, haciendo eco de sus movimientos como una sombra, como si estuviesen bailando. Estaba bromeando con ella. Pero no estaba bromeando.

—Te diré lo que ocurrió. Despertaste una mañana en esas sábanas de satén. Te diste la vuelta, y ahí estaba ese tipo de buena apariencia. Bien acicalado, con un caro reloj en la muñeca. Y te diste cuenta: Ese tipo jamás me hace reír.

Finalmente, finalmente ella perdió el control. Sin fingir ya que estaba calmada, sin mantener baja la voz.

—Eso es, Bud, eso es. ¡Qué listo eres, Jesús, qué listo eres! ¿Sabes que podrías hacer un programa de televisión o algo así? ¡Pregunten al doctor Bud, consejos a todos los que sufren mal de amores desde trescientas brazas de profundidad!

Él alzó las manos, rindiéndose, retrocedió, salió de la habitación. Hey, sólo era una broma. Tranquila. No pretendía ofenderte.

Y una mierda.

—Gracias —dijo ella, con burlona educación—. Muchas gracias.

Tan pronto como él cerró la puerta, ella hizo girar la rueda para asegurarla por dentro. Luego regresó a la cama, se sentó, dejó escapar un suave, contenido, cuidadoso gritito. ¿Qué especie de maldito idiota era él? Michael la hacía reír todo el tiempo, ¿qué se creía Bud? No había amado a Bud porque la hiciera reír, lo había amado porque era el hombre con quien podía estar seria, el hombre con quien podía trabajar, no como Michael, que pensaba que una mujer debía excitarle cada noche y, aparte esto, ser simplemente entretenida y decorativa. Y, cuando Michael hablaba de negocios, era siempre de cosas estúpidas y nada interesantes, que él pensaba que eran muy importantes. Finalmente había roto con él porque la hacía reír demasiado, todo el tiempo…, pero principalmente cuando él no estaba allí.

Apagó la luz de un manotazo. Podía ver algo aún a causa de los focos fuera de la Deepcore, que reflejaban una débil luminosidad azulada a través de la portilla. Era un tipo más bien triste de semioscuridad.

Ni siquiera ahora la hacía reír Bud. Ni siquiera cuando intentaba convencerla de que volviera con él o amenazaba con castigarla porque no lo hacía, todas aquellas estúpidas e inútiles negativas a reconocer que todo había terminado. Ni siquiera eso la hacía reír. Simplemente la ponía triste. La hacía casi desear ser alguna otra persona, alguien que fuera simplemente lo bastante estúpida como para caer en todas aquellas pequeñas y manipuladoras amabilidades bienintencionadas. Cualquier otra mujer en el mundo pensaría que era un marido perfecto.

Así que por supuesto se casó conmigo, el pobre tonto.

Tendió ociosamente la mano hacia una botella de loción para después del afeitado que había en la pequeña mesilla de noche. La misma marca de siempre. Él nunca cambiaba de marcas ni de nada. La abrió. Olió. Era él. La hizo sentir un poco mareada, sólo por un momento, como si él estuviera allí mismo en la habitación con ella, justo fuera de su vista, tras ella en la cama, tendiendo una mano…, la tocaría en cualquier momento, haría resbalar la ropa en sus hombros, cerraría la mano en torno a su cintura y la echaría hacia atrás, se inclinaría sobre ella…

Cerró la botella y volvió a dejarla, furiosa consigo misma.

—Mierda —susurró. No tengo quince años. Nunca tuve quince años. No voy a distorsionar mi vida a causa de que aún sienta un cierto cariño sin significado por mi esposo. Ex esposo. Casi ex esposo.

Bud fue directamente de la habitación de ella —la habitación de él— a los lavabos. ¿Por qué había hecho aquello? No estaba incordiándola, no importaba lo que pensara en aquel momento. Cuando se enfrentaba a Lindsey no tenía el mismo tipo de autocontrol que tenía en otras situaciones. Siempre terminaba echándole el cebo, engatusándola hasta que ella se volvía loca, exactamente como al final, exactamente como antes de que ella se fuera. Bien, ¿tenía que probarse a sí mismo de nuevo que todo había terminado realmente? De acuerdo, había quedado establecido, ahora sé que todo ha terminado, y que me maldiga si voy a llevar el anillo otro minuto, no con ella aquí durante las próximas semanas, mirándolo constantemente y riéndose de él por llevarlo.

Apenas podía quitarlo del dedo…, no se lo había quitado desde que ella se lo pusiera la primera vez. Pero finalmente salió…, se hubiera arrancado alegremente la mitad de la piel del dedo con él. Lo arrojó a la azul agua química de la taza del wáter. Dejemos que vaya a parar al fondo del océano, allá es donde pertenece.

Dio quizá dos pasos alejándose de los lavabos y se detuvo. No podía hacerlo. Era un error, se odió a sí mismo por ello, pero no podía dejar simplemente que el anillo fuera arrojado junto con los desperdicios. Aunque no significara nada para ella, aunque se burlara de él por ello, todavía significaba algo para él. Tres años con Lindsey, eso era real aunque hubiera terminado, y el anillo formaba parte de eso, parte de los mejores tiempos.

Así que abrió la puerta y volvió a entrar, se arrodilló al lado de la taza del wáter, metió la mano en los productos químicos, rebuscó hasta que lo encontró. No pensó en enjuagarlo antes, simplemente volvió a metérselo en el dedo anular de la mano izquierda.

Luego miró su mano derecha. Azul hasta la muñeca. Y el color parecía como si se pegara a la piel, no se iba con el agua. No has sido nada brillante, muchacho. Ahora no sólo tengo el anillo en mi mano izquierda para hacerme parecer ridículo, sino que mi mano derecha está teñida de azul. Permanentemente teñida de azul…, a todos se les había advertido que el líquido químico de eliminación de desechos no se iba tan fácilmente como eso. Probablemente moriría con una mano azul. «¿Qué le pasó al pobre Virgil Brigman?». «Oh, ya conoces al viejo Virgil, no puede mantener las manos fuera de las tazas de los wateres. Allí es donde encontró este anillo de boda, ¿sabes?».

—Oh, mierda —murmuró. Y lo decía en serio.

Llegaron al lugar. Una Noche divisó la empinada pared que conducía al borde de la fosa Caimán justo en el momento en que McBride informaba de que el sonar del Explorer les había localizado en el punto exacto.

Bud estaba a los controles. Envió a Hippy a despertar a Lindsey mientras hacía que Una Noche dejara caer los cables de remolque, hacía dar un giro a la plataforma, y examinaba el lugar donde iba a posarse para asegurarse de que era en general liso y despejado…, sin salientes rocosos que pudieran desgarrar algún módulo en alguna parte, sin ninguna pendiente que pudiera hacer que se apoyara de forma insegura. Lindsey estaba ya allí cuando estuvo listo para hacer bajar la Deepcore. Como una nave espacial posándose en un planeta yermo, la plataforma se aposentó en el limo del fondo.

Una Noche trajo de vuelta al Fondoplano debajo de la Deepcore, luego subió al pozo lunar.

Bud esperaba disponer de algo de tiempo para dormir un poco antes de salir e iniciar el trabajo en el submarino. Estaba equivocado. Los SEALs no tenían intención de entrar en el Montana en un esfuerzo solitario. Contaban con utilizar todas las facilidades de apoyo de la Deepcore: los VOCRs, el Fondoplano, los dos Taxis. Y no sólo el material. Coffey tuvo inmediatamente a todos los buceadores entrenados en la bodega de inmersión y les hizo estudiar la configuración del terreno en torno al submarino y los planos del interior de éste, preparándolos para la operación.

Bud se quedó allí de pie, escuchando, fascinado al principio, pero más y más frustrado a medida que pasaba el tiempo. Lo que estaba olvidando Coffey era que la gente que eran bucea-dores entrenados formaban al mismo tiempo el equipo que mantenía en funcionamiento la Deepcore…, y en consecuencia los que habían estado ininterrumpidamente de servicio desde hacía horas, atendiendo a la Deepcore mientras el Fondoplano la conducía a través de la oscuridad. La única gente descansada en la Deepcore eran los perforadores, y no eran utilizables en aquel trabajo. Coffey tendría que esperar.

—Sólo quiero señalar una última vez un par de puntos importantes —dijo Coffey. Extendió ante sí las imágenes compuestas ensambladas por ordenador de la zona donde se hallaba el submarino, con la exacta localización marcada y los contornos señalados con líneas oscuras—. Bien, esto somos nosotros, aquí en el borde mismo de la fosa Caimán. Éste es el Montana, a trescientos metros de distancia y setenta metros más abajo de nosotros. Creemos que se deslizó pared abajo y ahora está encajado en este saliente.

Mientras tanto, Wilhite iba de un lado para otro entregando a todo el mundo pequeñas bandas de plástico para que se las pusieran. Una Noche miró la suya. No había nada en ellas, así que no eran una identificación.

—¿Esto nos dice cuánta radiación recibimos?

Aquella fue la primera vez que la mayor parte del equipo pensó en el hecho de que se trataba de un submarino nuclear. Armas nucleares, motor nuclear. Si realmente había chocado, parte de la radiación podía haber escapado.

—Buf —dijo Hippy—. No pienso meterme en ninguna clase de radiación, de ningún modo. Barbo se mostró despectivo.

—Hippy, eres un gallina.

—¿De qué sirve el dinero si seis meses más tarde se te cae la polla a trozos? —Hippy empezó a alejarse.

Coffey creyó poder resolver aquello explicándoselo racionalmente. Eso funcionó con la mayoría…, pero la mayoría no estaban preocupados al respecto. Hippy sí lo estaba, y Bud sabía que Hippy no conectaba con la racionalidad. Sin embargo, no se movió mientras Coffey hacía todo lo posible por explicarse.

—Tomaremos lecturas mientras avanzamos. Si el reactor roto o las ojivas de combate han dejado escapar algún residuo radiactivo, entonces volveremos atrás. Es así de simple.

—¡Oh, estupendo! —dijo Hippy. Intelectualmente lo comprendía, pero ¿qué importaba eso? Seguía teniendo miedo, un miedo a nivel de las gónadas, y no pensaba moverse hasta que hubiera desaparecido. Coffey no sabía cómo conseguirlo. Bud sí.

—De acuerdo, Hippy no irá —anunció Bud—. McWhirter, tú puedes encargarte del Pequeño Tonto. —Bud palmeó la superficie del más pequeño de los dos VOCRs.

Eso lo arregló todo. Bud sabía lo que sentía Hippy respecto al Pequeño Tonto… y a McWhirter. Hippy volvió al grupo, barbotando maldiciones.

—¡Maldita sea! Bud, sabes que McWhirter es incapaz de llevar un VOCR que valga una mierda. —Sólo entonces recordó que McWhirter podía no compartir su opinión—. No pretendo ofenderte —dijo con rapidez.

McWhirter conocía lo bastante bien a Hippy como para no tomarlo en serio. Además, McWhirter estaba sólo marginalmente cualificado con los VOCRs. La única cosa que Hippy quería más que al Gran Tonto y al Pequeño Tonto era a Beany. Hippy volvió a entrar en el programa.

—Está bien, iré —dijo.

Barbo estaba a su lado. Revolvió el pelo de Hippy.

—Eso es un tipo —dijo.

Era un buen momento. Coffey lo mató. Volvió a su voz militar e hizo callar a todo el mundo.

—En la inmersión, ninguno de ustedes hará absolutamente nada sin órdenes directas de mí, y seguirán mis instrucciones sin discutir. ¿Queda esto claro? Muy bien: Quiero que todo el mundo esté preparado para mojarse dentro de quince minutos.

Aquello fue casi la peor cosa que Coffey pudo haber hecho en bien de la moral y la lealtad. Sólo el hecho de que creyera que aquellas palabras eran necesarias era un insulto para el equipo. ¿Cómo creía que habían seguido con vida todos aquellos años juntos si no sabían que uno no debe enredar debajo del agua y obedecer al instante las órdenes de tu jefe? Bud pudo ver cómo aquello les golpeaba… Barbo se enojó, Lioso se mostró desdeñoso, Hippy inclinó la cabeza como si acabaran de darle una bofetada…, todos se mostraron del peor humor concebible.

Lo más estúpido de todo aquello era que en general Coffey no parecía estúpido. Manejaba bien a sus propios hombres. Hubiera debido actuar de otro modo. Bud no podía imaginar por qué lo había hecho así…, seguramente Coffey no era uno de esos tipos militares que tenían que estar pavoneándose todo el tiempo. Quizá le había irritado el que Bud hubiera devuelto a Hippy a las filas. O quizá le preocupaba ver que los buceadores podían ser marginalmente unos chalados como Hippy, que necesitaban ser pinchados para que hicieran las cosas. Quizá le molestaba el depender de gente que no eran tipos militares disciplinados hasta las últimas consecuencias. Fuera cual fuese la razón, no era muy buena. Le dijo a Bud que los juicios de Coffey estaban equivocados. No le gustaba enviar a su equipo allá fuera bajo las órdenes de un hombre con juicios equivocados.

Sin embargo, iban a hacer el trabajo. Éste no era el momento para que Bud hiciera abiertamente algo que pudiera minar la autoridad de Coffey. Perry tenía a unos cuantos hombres ayudándoles a cargar al Pequeño Tonto y sus cajas de control en el Taxi Tres.

—Vistámonos —dijo Bud. Era su forma de decir: Todo está bien, hagamos el trabajo, a quién le importa lo que él piense.

Pero llevó a Coffey a un aparte, junto a la plataforma de buceo donde el jefe de los SEALs estaba dando los últimos toques a su propia preparación. A Bud no le gustaba aquella inmersión en aquellas circunstancias. El momento era malo, la moral era mala, y el propio Coffey no era demasiado bueno. Si algo iba mal, nadie iba a estar lo suficientemente en forma como para enfrentarse al máximo con ello.

—Mire, son las tres de la madrugada —dijo Bud. Estaba escogiendo cuidadosamente las palabras, asegurándose de que no sonaran amenazadoras, haciendo que parecieran más bien una sugerencia. El tipo de sugerencia que un comandante podía aceptar sin perder credibilidad por ello. El padre de Bud no había tenido ningún mando…, y le había observado muchas veces manejar a oficiales como aquél. Los oficiales listos escuchaban—. Esa gente ha estado trabajando a base de café malo y con sólo cuatro horas de sueño. Quizá crea usted conveniente darles un corto respiro.

Coffey ni siquiera le miró.

—No puedo permitirme ningún respiro.

Pura estupidez militar. ¿Acaso el tipo no tenía sesos?

—Hey, se mete usted en mi plataforma, ni siquiera habla conmigo, empieza a dar órdenes a mi gente. Esto no va a funcionar. —No, eso no sonaba bien. Sonaba como si Bud estuviera dolido porque estaba perdiendo autoridad, y no era ése el problema. Intentó explicar lo que quería decir realmente—: Usted tiene que saber cómo manejar a esa gente. Tenemos una forma especial de hacer las cosas aquí abajo.

—En estos momentos no estoy interesado en su forma de hacer las cosas. Simplemente ocúpese de que su equipo esté preparado para la inmersión. —Coffey se alejó, dejando a Bud allí de pie, hirviendo de rabia.

Se tragó su propio hervor. Le costó, pero lo hizo. No serviría de nada discutir ahora. Iban a ir, así que lo mejor que podía hacer Bud era asegurarse de que estaba al máximo de sus capacidades, todo el mundo estaba al máximo de sus capacidades, nada de peleas, todo funcionando suavemente. Regresó a la zona de vestuario y se sentó, empezó a ponerse las botas.

Finler estaba sentado a su lado. Mirándole. ¿Qué era exactamente lo que estaba mirando?

—Bud. ¿Sabes que tienes la mano azul?

Ése era Finler. Siempre intentando ayudar. Probablemente, si tropezara con un doble amputado, le diría: Hey, ¿sabes que no tienes piernas? Bud le miró.

—¿Quieres callar la boca y ponerte el equipo? —Quiso que sonara divertido, pero no sonó divertido, sonó como si lo dijera completamente en serio. Así que añadió—: Por favor. —De este modo Finler sabría que todo iba bien.

Si no estuviera cansado, si no estuviera enojado con Coffey, no le hubiera hablado así a Finler. Al parecer, tratar mal a la gente era algo contagioso.

Monk estaba también un poco preocupado por la forma como Coffey había tratado a los civiles, aunque no por las mismas razones que Bud. Era por el propio Coffey por el que Monk estaba preocupado. No era que Monk tuviera tiempo de pararse a pensar en nada; pero parte de ser un SEAL consistía en la habilidad de hacer diez cosas a la vez, puramente por hábito, a fin de que tu mente pudiera estar enfocada en las cosas más importantes. De modo que, mientras Monk atareaba sus manos drenando el sistema de respiración de fluidos del Traje de Gran Profundidad que había estado comprobando, su mente estaba atareada en pensar en la forma en que Coffey acababa de ofender a todo el equipo de civiles de la Deepcore.

A lo largo de todo su tiempo en el servicio, Monk había conocido a oficiales que antagonizaban con cualquiera con quien hablasen…, pero Coffey no era uno de ellos. Coffey era un maestro de la MCC. Habían tenido un entrenador que les había enseñado el principio de la MCC, que era que, cuando te hallas en una misión, todo lo que les dices a los civiles es la Mínima Cosa Correcta. Para la mayoría de los SEALs, eso significaba cerrar la boca la mayor parte de las veces, porque resultaba demasiado duro imaginar cuál era la mínima cosa correcta que había que decir en un momento determinado. Pero Coffey siempre parecía saberlo. Hasta ahora. Y aquello preocupaba a Monk. Coffey no cometía errores como aquél. Quizá fuera la tensión de hallarse en una misión a la que ningún SEAL se había enfrentado antes. Quizá Coffey tuviera alguna razón para mostrarse antagónico con los civiles. O quizá Coffey no estaba completamente bien.

Monk se daba cuenta también de lo que estaba pasando a su alrededor…, un SEAL que no puede mantenerse atento a lo que pasa a su alrededor mientras realiza una tarea termina generalmente volviendo a casa dentro de un saco. Así que sabía que el operador del VOCR, un tipo bajo y nervioso llamado Hippy, estaba caminando por el borde del pozo lunar hacia Monk, como observando a la gente que trabajaba con los sumergibles.

Barbo le llamó:

—¡Hey, Hippy, pásame un par de varillas de cialumen!

Hippy se agachó, las cogió de la caja, se las lanzó a Barbo. Cuando se volvió de nuevo casi chocó con Monk.

—Perdón —dijo Monk.

Lo cual era más de lo que debiera haber dicho, puesto que inmediatamente Hippy lo interpretó como un gesto amistoso, en vez del rechazo ligeramente sarcástico que Monk quería que fuese. Como siempre, Monk se había alejado de la MCC hablando demasiado.

Naturalmente, Hippy observó que Monk estaba trabajando con un equipo extraño que no comprendía. Hippy se aseguraba siempre de comprender cada nueva pieza de equipo que veía.

—¿Qué es todo esto? —preguntó.

Monk no le miró. ¿Podía decírselo? El Traje de Gran Profundidad era alto secreto, pero los sistemas de respiración de fluidos no. Monk pensó en su entrenamiento…, sabía mucho sobre la respiración de fluidos porque había sido su especialidad desde que empezaron a trabajar con el Traje de Gran Profundidad mientras se entrenaban con la Unidad de Buceo Experimental hacía seis meses. Habían estado probando la respiración de fluidos con roedores desde los años sesenta, y había sido en 1973 cuando Johannes Kylstra había conseguido por primera vez que un ser humano respirara líquido: una solución salina hiperbáricamente oxigenada probada sólo en un pulmón, puesto que si un experimento con ambos pulmones fallara, el paciente iba a tener problemas luego en redactar su informe. El líquido a base de fluorocarbono había sido usado por Thomas Shaffer en su sistema regulador, y Peter Bennett había hecho multitud de pruebas con su cámara hiperbárica mediados los ochenta, así que el respirar fluidos era un asunto del conocimiento público. Demonios, el fluido que utilizaban ellos no era más que el grado médico de un producto de la 3M utilizado para detectar fugas en electrónica. Cualquiera podía comprarlo. No tenía nada de particular hablar de él.

—Es un sistema de respiración mediante fluidos. Acabamos de recibirlo. Lo utilizaremos si tenemos que ir realmente profundo.

—¿Cuán profundo? —quiso saber Hippy.

—Profundo.

Hippy no respondía bien a las contestaciones evasivas. Quizás ésa fuera una de las razones por las que su padre lo había pateado fuera de casa cuando tenía quince años.

¿Cuán profundo?

Pero Monk no estaba siendo evasivo por puro gusto. En parte era porque iba en contra de la política militar revelar los límites de cualquier equipo, en parte era porque nadie había descubierto todavía los límites del Traje de Gran Profundidad.

—Es información clasificada.

Así que era eso. Hippy abandonó la pregunta.

Monk comprendió, sin embargo, que Hippy no pretendía ser un problema. Para esos tipos de la Deepcore, el equipo experimental hiperbárico era un hecho de la vida. Cualquier nueva pieza de equipo tenía que ser comprendida completamente…, todo lo que podía hacer, todas sus limitaciones. En especial un tipo como Hippy, que se entendía mucho mejor con las máquinas que con la gente. Así que Monk siguió adelante y le explicó todo lo que pudo mientras vaciaba el líquido a base de fluorocarbono del depósito del Traje de Gran Profundidad, dejando que fluyera a una caja de plástico transparente. No podía contarle los detalles, pero sí podía decirle lo que estaba en la biblioteca de la Universidad de Duke.

—De todos modos, uno respira líquido, así que no puede ser comprimido. La presión no le afecta tanto.

Barbo estaba por entonces junto a ellos, trabajando en la misma mesa, de modo que oyó eso último. No pudo resistirse a intervenir.

—¿Quiere decir que respira líquido? ¿A través de sus pulmones?

Monk cerró la válvula de drenado.

—Una emulsión de fluorocarbono oxigenado.

—Tonterías —dijo Hippy.

A Monk no le molestó no ser creído. No era un vendedor. El que le creyeran o no, no representaba ninguna diferencia en aquella misión. De todos modos, sería divertido mostrárselo. Eran buceadores, ¿no? Se esforzaban mucho en asegurarse de que nunca tuvieran que respirar nada líquido; pero también sabían que era esa misma dependencia de los gases lo que ponía un límite a la profundidad que podían alcanzar. Sabían exactamente lo importante que era eso. Además, a Monk le caían bien aquellos tipos. Si no fuera un SEAL, aquél era el tipo de trabajo que le hubiera gustado hacer…, algo que exigía auténtico valor, pero no el tipo de cosa por la que alguna vez puedes llegar a hacerte famoso. Y, pese a ser un SEAL y en consecuencia hallarse completamente separado de ellos, seguía sintiendo una especie de compañerismo. Una especie de hermandad debajo de la piel.

Monk tendió la mano, cogió una caja de malla de alambre de encima de la mesa y vació las válvulas que había almacenadas en ella.

—Compruebe esto —dijo. Luego alzó la mano y cogió la rata del hombro de Hippy—. ¿Puede prestarme su rata? —Aquélla era la forma correcta de coger de los civiles lo que necesitabas. Pedirles permiso después; terminar la misión antes de que el civil tuviera oportunidad de decir no.

—¡Hey!, ¿qué está haciendo? ¡Va a matarla! —Hippy le sujetó, pero Monk no le prestó atención. Metió la rata en la caja de alambre como si fuera una jaula, luego volvió ésta del revés y la empujó, rata incluida, al interior del fluido. El líquido tenía un tinte rosado, de modo que podía distinguirse inmediatamente del agua. Pero seguía siendo líquido, así que Monk sabía lo que debía estar pensando Hippy…, que la rata iba a ahogarse.

Intentó tranquilizarle.

—No se preocupe. Yo mismo he hecho esta operación. —No creyó necesario mencionar que había sido la experiencia más aterradora de su vida, pese a que le ayudaron a reprimir sus arcadas reflejas y a impedir que empezara a manotear y patalear presa del puro pánico cuando notó el líquido abrirse camino ardiendo hacia sus pulmones. Esa información no haría más que incrementar la resistencia de Hippy. Todo lo que Monk explicó se atenía a la MCC.

—¡Va a matarla! —Hippy estaba intentando agarrar la caja, sacarla del líquido. Pero no lo intentaba con mucha fuerza. No con una fuerza histérica. Monk lo detuvo simplemente interponiendo un hombro en su camino.

—Yo mismo lo he respirado —dijo de nuevo, con voz tranquilizadora—. Estará bien.

—¡Se está ahogando! ¡Mire, patalea!

—Simplemente pasa por el período normal de ajuste.

—El momento en el que crees que vas a morir y te asustas no dura mucho.

—¡Normal! ¿Eso le parece normal?

La rata era presa del pánico: nadaba de un lado para otro, debatiéndose por salir. Pero eso duró sólo el tiempo que un animal aerobio puede contener la respiración debajo del agua. Finalmente, la rata tuvo que abrir la boca, tuvo que tragar el líquido. Excepto que esta vez, cuando el líquido fluyó a sus pulmones, el animal aerobio no murió.

—Está respirando el fluido —dijo Monk—. ¿Ve como se mueve su pecho?

Barbo estaba convenciéndose finalmente.

—Lo está respirando. ¡Esta rata está respirando esa mierda!

Monk disfrutó contemplando su sorpresa. Les había ofrecido algo que ellos valoraban…, una experiencia, algo nuevo. No había tantas cosas nuevas en la vida. A Monk le gustaba captar su excitación.

—¿Lo ven? Se está habituando.

—Lo está haciendo —dijo Hippy—. No se está ahogando.

Completamente cierto. La rata abría la boca cada vez que inspiraba el líquido. Aquel elemento era más denso que el aire, tenía que ser respirado por la boca. Funcionaba, llevaba el oxígeno hasta sus pulmones. Pero no había ninguna posibilidad de que la rata estuviera disfrutando con aquello. Monk recordaba demasiado bien su propia experiencia.

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