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55 » Capítulo 53

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Pasó una semana en un parpadeo. Fue casi como una de esas cabezadas que de vez en cuando interrumpían su búsqueda.

El operativo seguía en marcha. La policía no iba a rendirse tan fácilmente. Mitch estaba al mando. Expertos de Australia occidental y de lugares más remotos aún se comunicaban con ellos a través de un teléfono por satélite, para ofrecer consejo y tácticas.

Chandler continuó su régimen torturante de caminatas de veinte horas diarias; apenas paraba unas horas, pero ni siquiera entonces podía descansar. Beber un poco de agua le recordaba que sus hijos podían estar sedientos. Si comía un bocadillo, este le rasgaba la garganta como si las uñas de Sarah y Jasper le estuvieran arañando.

Instalaron el campamento cerca de la cabaña quemada, para maximizar el tiempo en el terreno. Desde su saco de dormir, Chandler miraba las estrellas, dormidas y tan lejos de él como estaban de la Tierra, preguntándose si sus hijos estarían mirando el mismo cielo, deseando una vez más haberles enseñado algo de las constelaciones, para que pudieran orientarse. Se reprochaba no haber sido un padre mejor; se culpaba por haber sido el padre ausente que había sido. Se sentía avergonzado y no lograba pegar ojo. En las constelaciones se le aparecían los rostros de sus hijos.

Salió del saco. Sintió el aire nocturno en su cuerpo sudado. Enseguida se echó a temblar. No podía controlar los espasmos musculares y los temblores involuntarios. No podía y no quería controlarlos. Miró a su alrededor, al resto del equipo. Estaban todos dormidos. Aquel silencio le irritaba. Estaban muy cansados, claro, pero ¿cómo podían dormir cuando sus hijos todavía estaban por ahí, en alguna parte? Intentó recordar qué día de la semana era. No lo consiguió. Lo único que sabía era que hacía nueve días… El noveno después de Cristo. Nueve días después de que todo su mundo se viniera abajo.

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