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55 » Capítulo 30

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Para sorpresa de Chandler, Gabriel no pidió que lo soltaran, sino solo que le asesorase un abogado. Si lo hubiera hecho, no habrían podido evitarlo, después del comportamiento de Mitch. Quizás estuviese pensando ya en una acusación de acoso contra él o contra el cuerpo en general. Un dato de peso más para la investigación. Después de dejar a Gabriel en una celda, Chandler fue a ver a Mitch a su despacho.

—¿Me puedes explicar qué ha sido esa mierda? —exigió—. ¿Malos tratos a un sospechoso? ¿Amenazas? ¿Acoso?

Mitch no parecía arrepentido.

—Estoy aquí para conseguir resultados. A veces hay que aplicar la fuerza para obtener lo que necesitas.

—No en mi comisaría.

—Recuerda con quién estás hablando, sargento.

—Sé muy bien con quién estoy hablando.

El amigo que había compartido su sueño adolescente de convertirse en campeón de motocrós. El amigo que le había sacado casi a cuestas de Sully’s Gorge, después de sufrir una caída en la que se hirió en la pierna. El amigo que había salido con la hermana medio mutante de Kelly Freeman solo para que él pudiera salir con Kelly.

—Mi amigo, el que llevaba chocolate en el bolsillo y parecía que se había cagado en los pantalones —dijo Chandler.

Mitch hizo una pausa. Entrecerró los ojos. No le gustaba que se fuera contando por ahí esa historia.

—Sí, pero ya no soy ese chico, Chandler. Ahora soy el hombre que está saliendo con tu exmujer.

Exmujer… ¿Qué narices estaba diciendo?

—¿De qué estás hablando?

—Estoy saliendo con Teri.

—¿Qué quieres decir? —replicó Chandler, aún incapaz de entender lo que estaba oyendo.

—¿Qué más necesitas que te aclare, Chandler? Teri y yo. Somos pareja.

¿Teri y Mitch? ¿Pareja?

—¿Desde cuándo?

—Desde que recibimos una llamada de un intento de robo de un coche en Perth. De una tal Teri Pagonis. Fui a ver si esa era Teri Pagonis. —Aquella sonrisa: estaba encantado de haberle contado aquello. Probablemente, estaba como loco por contárselo desde que había llegado.

—¿Cuántas Teri Pagonis crees que hay por ahí? —escupió Chandler.

Mitch se encogió de hombros.

—Me dijo que ya no estabais juntos. Sigue siendo muy guapa. Llevamos saliendo desde agosto. Hace un poco más de un año. Cuando la volví a encontrar, estaba mucho mejor que la última vez que la había visto. Se ha buscado un piso para ella sola, tiene un buen trabajo administrativo, buenas perspectivas. Pero, bueno, qué te voy a contar —dijo porque sabía que Chandler no tenía ni idea de nada de eso—. Bueno, pues decidimos vernos para tomar una copa, hablamos y resulta que teníamos mucho más en común de lo que pensábamos; a los dos nos gusta tener nuestro propio espacio, a ambos nos gusta el orden. Hablamos mucho de este sitio. —Miró a Chandler—. Sobre todo, de perder a sus hijos.

—Fue ella la que nos abandonó.

—Déjame terminar —dijo Mitch, tan hostil como siempre—. Echa mucho de menos a los niños, pero no añora este pueblo. Ni yo tampoco. Francamente, es un agujero de mierda —susurró.

Chandler no hizo caso a ese último comentario.

—Entonces le dije que tenía una situación estable. ¿Por qué no solicitaba la custodia de sus hijos?

Chandler apretó los puños. Se había quedado sin palabras.

—No deberías tener la custodia exclusiva —añadió Mitch—. Para ser justos, ella no está segura de haberse ganado el derecho a verlos, pero ¿y tú? Por lo que estoy viendo, son tus padres sobre todo los que se ocupan de ellos.

—¿Qué narices sabes tú de eso?

—Este pueblo tiene oídos.

—¿Quién te ha lo ha dicho?

Mitch bufó.

—Recuerda que yo tengo familia aquí, Chandler. Me han contado que esos niños están siempre en casa de tus padres.

—Claro, ellos lo saben todo —dijo Chandler, furioso.

Mitch se echó a reír. Aquello aumentó su rabia.

—Probablemente tengas razón, Chandler, pero «nosotros» vamos a intentar conseguir la custodia de los niños.

—¿Y dices que solo lleváis un año juntos?

—Esto va en serio, Chandler. Una relación seria. Vivimos juntos. Quiero ser padre. Creo que es mejor que los niños ya estén… hechos. Así me ahorro la primera etapa, que es la más pesada.

—Que te den… —murmuró Chandler—. ¿Tú, padre?

—A lo mejor no me crees, Chandler, pero no depende de ti. Por suerte. Dependerá del juez que presida el tribunal. Y conozco a «muchos» jueces.

Tenía tantas ganas de callarle la boca con un puñetazo. Mitch mantenía la cara y la barbilla levantada, como retándole. A que lo hiciera y se ganara una reprimenda y quizá la expulsión del cuerpo. A que lo hiciera y proporcionara combustible para el caso de Teri. Eso daría al juez otro motivo para fallar a favor de ella. Si hubiera seguido allí un segundo más, lo habría hecho. Sin embargo, se dio media vuelta y salió de la comisaría. Esa era la única solución.

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