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55 » Capítulo 25

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En los escalones de la comisaría, flanqueado por sus subordinados, con el traje recién cepillado, mirando a los reporteros desde arriba, Mitch dio comienzo a la rueda de prensa.

Ver a Mitch pavonearse ante lo que Chandler había llegado a considerar su comisaría era algo surrealista. Pero, en el fondo, sabía que él solo era una parte del engranaje. Ahora, simplemente, una pieza más grande había ocupado su lugar.

Mientras hablaba, las cámaras disparaban flashes y los periodistas se daban empujones entre sí para colocar mejor sus micros, buscando el sonido perfecto de aquel circo que había llegado a la ciudad a base de rumores en los medios de comunicación y tras aquellos controles en las carreteras.

Mitch respondió a las preguntas que le hacían prestando mucha atención a cada periodista. Parecía un político de los de cuna. Todo sonrisas y amabilidad, movía las manos con decisión para intentar transmitir seguridad. Se le daba bien hablar sin decir nada.

—Como estoy seguro de que sabrán apreciar, no puedo dar muchos más detalles en esta fase…

«Porque no sabes casi nada», pensó Chandler.

—… porque es demasiado pronto para discutir determinados aspectos de una investigación que está en marcha. Lo único que puedo decirles es que actualmente tenemos retenidas a dos personas que nos están ayudando en nuestras pesquisas.

Las cámaras y los micrófonos se acercaban y se alejaban de Mitch como algas en la marea.

—¿Las pesquisas sobre qué? —preguntó alguien entre el grupo.

Otra sonrisa ganadora.

—Cuando llegue el momento, pueden estar seguros de que los informaré de todos los detalles.

Una pregunta difícil que se quitó de encima. A por la siguiente.

—¿Es cierto que uno de los sospechosos escapó y que por eso establecieron controles de carretera? ¿Tenía usted a un sospechoso suelto por ahí, inspector, y no informó a la población local de ese hecho?

Mitch bufó.

—No, no es nada tan siniestro. La persona que buscábamos, en ese momento, no tenía modo de contactar con nosotros. Por eso decidimos establecer una serie de controles: era la única opción de asegurarnos de entrar en contacto con él. Así pues, nada siniestro. No necesitamos que la prensa vaya extendiendo rumores por el pueblo.

Por mucho que despreciase a Mitch, tenía que admitir que era realmente hábil manejando situaciones como aquella.

Mitch les dio las gracias a todos por su asistencia y recordó a los periodistas que debían respetar el trabajo policial. Se despidió deseándoles a todos suerte para encontrar un lugar donde pasar la noche, e incluso bromeó con una periodista rubia que tenía su base en Port Hedland diciéndole que quizá tuviera que dormir en su camioneta. Haciendo amigos bien situados, pensó Chandler.

Sin embargo, al parecer, Mitch quería añadir otra cosa:

—Como nota final, debo señalar que todas las preguntas en el futuro deberán dirigírselas al sargento Chandler Jenkins, que está ahí —dijo Mitch, señalándolo—. Por supuesto, todos lo conocemos perfectamente, como jefe de la policía local.

Dicho lo cual, se alejó del lugar.

Muy a su pesar, Chandler se acababa de convertir en el portavoz de la policía.

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