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55 » Capítulo 48

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Fueron hasta el aparcamiento de tierra. Era donde se habían reunido con Gabriel para ir hasta su guarida, esa que había sido pasto de las llamas. Parecía lógico que aquel fuera el punto de reunión. Aquel lugar traía recuerdos crueles tanto a Gabriel como al propio Chandler.

«En el principio».

Al aparcar el coche junto al camino de tierra, Chandler explicó la situación a Nick y a Heath: Gabriel se había llevado a Sarah y a Jasper como rehenes, y quería a Heath a cambio de ellos. Luego les explicó el plan, mientras Heath, a través de la mordaza, dejaba bien claro su desacuerdo, dando patadas contra la parte trasera del asiento del conductor. Pero Heath no tenía más papel que el de estar presente. Nada más. Lo importante era la ayuda que pudiera prestarle Nick. Esperaba que ahora que conocía cuál era la situación, se pusiera de su parte. Si todo salía como había previsto, se convertiría en un héroe.

Si todo salía como había previsto.

La duda le revolvió el estómago.

Al llegar al aparcamiento, redujo la velocidad y se inclinó para quitarle las esposas a Nick. Chandler temió por un momento cómo iba a reaccionar.

Sin embargo, su joven agente no hizo nada extraño. Abrió la puerta del coche, salió del vehículo con sigilo y desapareció con rapidez en la oscuridad. Sus talones relampaguearon solo un momento, rojos por la luz de los frenos.

Chandler continuó avanzando muy despacio para dar tiempo a Nick a situarse en posición. Estaba aterrorizado. Era la primera vez que permitía a Nick salir de la comisaría y participar en una operación. Había tantas vidas en juego: la de Nick, la de sus hijos, la de Heath…

Pisó el freno en la entrada del aparcamiento y observó a su alrededor. Ningún movimiento. Le quitó la vieja camiseta de la boca a Heath, que jadeó en busca de aire.

—¿Dónde estamos? —preguntó.

—Cerca de donde todo empezó —respondió Chandler.

—¿Cómo va a garantizar mi seguridad? Se trata de sus hijos, lo sé. Y lo siento muchísimo, joder, de verdad, pero no quiero dar mi vida por ellos.

—¿Confía en mí? —preguntó Chandler.

Esa era la parte que no podía controlar.

—¿Confiar en usted? ¡Pero si me ha secuestrado!

—Vamos a hacerlo así: lo llevaré allí y pediré que el intercambio tenga lugar al mismo tiempo. Usted… a cambio de mis hijos. Cuando usted y ellos estén en medio, Nick disparará.

El plan sonaba temerario y excepcionalmente arriesgado. Aquello le revolvía las tripas. Cada vez le parecía que tenía menos sentido.

—¿Y qué tal tirador es? —preguntó Heath, buscando algo a lo que agarrarse.

—Ha pasado el entrenamiento y las simulaciones con armas.

—¿Simulaciones? ¡O sea, que solo ha disparado a unos putos muñequitos de cartón! Deme un arma, por favor —suplicó Heath—. Al menos yo he tirado a algunos canguros. Y a larga distancia. Puedo acercarme y sacar el arma.

—O pegarme un tiro a mí —dijo Chandler.

—Tendrá que confiar en mí —concluyó Heath, con un bufido.

Chandler se quedó mirando a Heath. No era un gran tipo, desde luego, pero era un ser humano. Y era inocente. Chandler no podía obligarle a arriesgar su vida.

Salió del coche.

—¿Adónde va? —gritó Heath, su chillido le llegó a través de las ventanas reforzadas.

Chandler se inclinó y se asomó dentro.

—A la reunión.

—¿Sin mí?

—Sin usted.

—¿Y me va a dejar aquí? ¿Y si le mata y luego viene a por mí?

—Si me mata, Nick le disparará.

Chandler se apartó del coche patrulla y anduvo por la calle hacia el aparcamiento. Esperó que Nick hubiera tenido tiempo para situarse en posición. Y rezaba para que fuera capaz de disparar.

La grava chirriaba bajo sus pasos.

Le pareció que avanzaba hacia ningún lugar, como cuando caminaba por el monte buscando al hermano de Gabriel.

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