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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 41 Bolonia, 29 de junio

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CAPÍTULO 41
Bolonia, 29 de junio

Italia eliminada.

Nos metieron cuatro chupinazos en el partido de desempate con Suiza. Todos a casa.

Gas se había hecho ilusiones. Aparte del Campeonato del Mundo, el verano televisivo no ofrecía gran cosa. Se podía volver a hablar del asunto en otoño, con más calma. Pero no. Melega y Bortolotti le habían hecho una visita. Tenía que darse prisa por encontrar el nuevo televisor. Querían ver También hoy es domingo.

Un programa detestable. Los espectadores mandan cartas. Expresan deseos. Ellos escogen diez y los satisfacen.

Un viejo nonagenario había estado en Roma de niño. Había echado una monedita en la Fontana de Trevi. Quiere la leyenda que ese gesto sea la garantía de una segunda visita, pero el viejo no ha vuelto nunca más a Roma. ¿Puede resistirse a la doble tentación de salvaguardar una antigua leyenda y hacer realidad el sueño de un moribundo? No. También hoy es domingo satisface el deseo. El viejo sonríe frente a la fuente. La gente se conmueve.

Un emigrante italiano que trabaja en las minas de Bélgica se ha casado por poderes con una muchacha calabresa. Nunca la ha visto. No tiene dinero para el viaje. ¿Quién hará posible el encuentro? Exacto.

A una niña de Florencia su padre le ha regalado una bici. Ese mismo día se la roban. Ahora el padre no puede comprarle otra. Tranquila, pequeña: también hoy es domingo. A la niña se le entrega una bici idéntica ante la mirada complacida de las cámaras.

Gas se las había dado de ingenioso: ¿por qué no escribís también vosotros? Hemos reunido todos nuestros ahorros para comprarnos un televisor, pero un rayo se ha cargado la antena y nos la ha hecho polvo. Ahora nuestros niños lloran porque no pueden ver vuestro programa. Ayudadnos.

Gas había esquivado una torta.

—Escribe tú la carta.

—Si a esos les cuentas una bola, se dan cuenta —había insistido Bortolotti—. Y luego van y te denuncian.

Gas lo había prometido. Se había puesto manos a la obra. Había encontrado a quien enchufarle el McGuffin Electric a cambio de un Phonola. Más pequeño pero también de gran lujo.

El reloj de cocina daba las cinco. Tenía que darse prisa. Metió los dedos en los huecos laterales de la bestia y con gran esfuerzo la levantó de la mesa. La ciática reclamó más respeto.

Se encaminó hacia la puerta.

El gato se le metió entre los pies persiguiendo una canica.

Él perdió el equilibrio y se cayó. Se agarró el codo que se había golpeado contra el suelo.

Alzó los ojos y enseguida los cerró. No quería mirar.

¡Me cago en la puta!

La pantalla se había rajado. La tapa de atrás se había soltado. El gato hurgaba en el interior en busca de la dichosa canica.

Lo alejó de una patada. Se arrodilló detrás del aparato para ver si la tapa se podía volver a enganchar. Un problema menor, en vista de cómo estaba la pantalla.

En un primer momento no comprendió.

¿Qué coño hacían aquellos ladrillitos blancos dentro del televisor?

En un segundo momento, comprendió a medias.

Por eso no funciona el cacharro. Aquel era el timo. Le habían quitado el mecanismo y lo habían llenado para que no se notara la diferencia. Ingenioso.

Tras pensarlo por tercera vez, comprendió tres cuartas partes.

Extraños ladrillitos. ¿No habrían podido utilizar piedras?

Alargó una mano. Sopesó uno de aquellos bloques. Desenrolló el celofán.

Polvo blanco.

¡Copón bendito!

Había comprendido.

Hizo ademán de llevarse las manos al pelo, pero acabó limitándose a pasarse la mano por la calva. Nunca había visto una cosa como aquella. ¿Qué era? ¿Cocaína, heroína, morfina? ¿Quién demonios la había metido allí, dentro del televisor? El bloque parecía incandescente.

Trató de calmarse. Bien, tío, ¿cuántos habría? ¿Diez kilos? ¿Veinte kilos? ¿De qué? ¿Heroína? ¿Cocaína? Diríase que, potencialmente, eres más bien rico.

Potencialmente, no conoces a nadie que pueda decirte qué es. Nadie que sepa darte un precio. Nadie que pueda comprarla. Nadie.

Trató de calmarse. Mientras tanto conviene que la escondas. Luego tienes que telefonear a Fattori y decirle que has decidido no vender el televisor. Luego si encuentras una pantalla nueva le metes ladrillos de verdad y lo revendes. Pero mientras tanto hay que esconder esto.

Potencialmente, eres muy rico.

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