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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 24 3 de junio

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CAPÍTULO 24
3 de junio

Lo despertaron al amanecer, como conviene antes de un largo viaje. El sol bostezaba a Oriente. Volvió la cabeza y dejó que la luz le resbalase por encima.

Un viento sucio de arena había barrido las nubes. Sabía a hierba quemada y arcilla. Otros mil olores llenaban la nariz pero algunos, de polen y de fruta, no eran nuevos. Los mismos que, en casa, soplaban del sol de madrugada.

Gulliver sabía de dónde partir. El cielo estaba despejado.

Husmeó el aire una vez más y sintió que podía conseguirlo.

* * * * *

Cuando Garibaldi le dio la primera sacudida casi no se dio cuenta. Solo a la segunda levantó la cabeza y le lanzó una mirada ausente.

—A qué viene esa cara. ¿Quién se te ha muerto?

Pierre hizo un gesto vago con la mano, como dando a entender todo.

Garibaldi se sentó lentamente, pasando el vaso de vino con cuidado y empujándolo hacia él.

—Cuando uno pone esa cara solo puede ser por una cosa: mujeres.

Pierre le dirigió una sonrisita forzada, más no conseguía ofrecerle.

—¿Quieres darme viejos y sabios consejos?

Garibaldi extendió los brazos:

—¡Por el amor de Dios! Ni se me había ocurrido. Yo, a mi edad, de las mujeres no he logrado comprender todavía nada, así que figúrate si tengo algún consejo que darte.

—Bonito consuelo.

—Pero algo querrá eso decir, ¿no?

Pierre volvió a apoyar la cabeza en la mano:

—¿Qué?

Garibaldi bajó la voz y se inclinó sobre la mesa, como si tuviera que confesarle un secreto:

—Que los hombres no somos tan inteligentes.

Esta vez Pierre sonrió de veras.

—¿Qué hay que hacer para quitarse a una mujer de la cabeza, Garibaldi?

El viejo soltó un gran suspiro y asintió con aire serio.

—¿Estás seguro de que quieres saberlo?

—Si lo sabes, dímelo.

El viejo buscó las palabras:

—El tiempo. El tiempo es la única cura. A tu edad uno no cree que ello sea posible, porque te parece que tienes que atrapar las cosas deprisa y corriendo, todas enseguida, si no se te escapan de las manos. Luego, poquito a poco, comienzas a comprender. Que el tiempo es la prueba del nueve para todo el mundo. Y el tiempo es mucho, muchacho, ahora no te lo parece pero cuando llegues a mi edad y mires atrás, te darás cuenta de todo el tiempo que ha pasado y de todo lo que te ha sucedido y entonces lo comprenderás por ti mismo. Que el tiempo es el único capital con el que contamos.

Pierre arrugó la frente y enderezó un poco la cabeza.

—Yo estoy mal ahora, ¿qué sé yo de lo que me va a pasar mañana?

—Oh, ya lo creo que estás mal. Y me parece que tendrás que aguantártelo, porque todavía no se ha inventado ninguna medicina para remediarlo. Pero te daré solo un consejo: no dejes que te domine la ansiedad.

—¿La ansiedad? —dijo Pierre sin comprender.

El viejo asintió:

—Sí. En el mundo hay dos cosas que no tienen solución: la muerte y la jodienda. La única suerte es que no pueden presentarse juntas. Cuando estás muerto las mujeres dejan de complicarte la vida. Por tanto debes aprender a darle tiempo al tiempo. Si te afanas, si buscas una solución para todo, porque estás demasiado mal, entonces acabas empantanándote más aún y apaga y vámonos.

—Me estoy desquiciando, Garibaldi. Tengo miedo de perderlo todo, tengo miedo de equivocarme, no consigo pensar —dijo Pierre con la voz ronca.

El otro se recostó contra el respaldo.

—Y tú no hagas nada. ¿Sabes qué dice Mao Tse Tung? Hay momentos en que el revolucionario debe sentarse a la orilla del río a esperar que pase el cadáver de su enemigo.

—Ah, bien, si lo dice el presidente Mao…

—Mira que no hay que tomarlo a broma: antes que nada es comunista, luego es también chino. Y los chinos son el pueblo más sabio de la tierra, es cosa sabida.

Pierre consiguió reír de nuevo. Estaba deprimido y confuso, pero de una cosa estaba seguro: que no se dejaría desmoralizar, que no dejaría de cuidar su aspecto, ni se emborracharía. Si conocer a Cary Grant había tenido un sentido, era precisamente este. Imaginaba a Cary que le ponía una mano sobre un hombro y decía: «No aflojes, Robespierre. Lo importante no es ganar o perder, sino permanecer impecables. Y esto es lo difícil, porque para vivir es preciso ensuciarse las manos».

Pierre apretó los dientes, se arregló el bajo de la chaqueta, hizo crujir el cuello. ¿Demasiado difícil?

«Estilo es demostrarse a uno mismo que siempre se está a la altura.»

Sonrió torcidamente, la sonrisa más amarga que había visto nunca en el espejo.

* * * * *

Al cabo de diez horas de viaje, Gulliver estaba extenuado. Antes de entonces, nunca se había sentido tan cansado. Una fuerte corriente contraria le había puesto largo rato en dificultades. Acaso había sido su empresa más difícil.

Pero ahora ya comenzaba a reconocer los lugares, no podía abandonar. Había estado ya por aquellos lugares cuando era adiestrado. Recordaba perfectamente el curso que seguía el río, la geometría de los cipreses, el edificio derruido en lo alto de la colina. Cada metro le costaba un pinchazo en el dorso, pero lo había conseguido. Estaba volviendo a casa.

Vio la torre blanca en medio del gris intenso del prado.

Vio los puentes tendidos sobre el río.

Vio los tejados y las chimeneas de las casas. Conocía cada teja, en aquel punto.

Vio a Tommaso que agitaba la bandera. Plegó las alas con un último esfuerzo y planeó sobre el palomar.

Lo recibieron con una mezcla de alegría y de asombro, intercambiándose sonrisas y palmaditas en la espalda.

—¿Ves como ha vuelto? ¡No hay otro como Gulliver!

—Mañana le toca partir a Sasha, ¿eh?

—Lástima que sea el último. Antes de hacer otro intercambio con Dubrovnik, pasará mucho tiempo.

Tommaso desató el cubilete de la pata de la paloma y leyó a todos el mensaje:

Queridos amigos:

Esperemos que Gulliver haya regresado a casa bien. Nuestro Pale llegó sin problemas. Es la primera vez que una de nuestras aves hace más de setecientos kilómetros. Estamos muy felices. Junto a este encontraréis un mensaje que debéis hacer llegar a ROBESPIERRE CAPPONI, al bar Aurora, San Donato, Bolonia. Hacedle saber a esa persona que le puede responder con Sasha. Pero que no la suelte hasta finales de mes.

Hasta pronto,

STANE y todos los amigos

del Círculo Brez Meja, Dubrovnik

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