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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 45 París, 1 de julio

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CAPÍTULO 45
París, 1 de julio

En la esquina con la rue des Abbesses una tos le cortó la respiración. Apoyó una mano en la pared y se llevó la otra al pecho, doblado en dos por los ataques. Una vez pasada la crisis, rozó con la frente un manifiesto del 14 de julio y se quedó así recuperando el aliento. Un hombre le preguntó si necesitaba ayuda. Tenía más o menos su edad. Debía de haberle tomado por un octogenario enfermo.

Reanudó su camino. El bochorno de los últimos días le había envejecido diez años. La tisis hacía el resto. Dos o tres veces al día tenía ataques como para quedarse seco. Luego miraba a su alrededor y decidía que no, que no era un lugar digno para estirar la pata. Urinarios públicos, escaleras de metro, una acera anónima constelada de mierda. Empezaba a pensar que no lograría morir tal como él quería. ¿Tal vez por eso había decidido tomarse un respiro? Si el golpe en la joyería salía bien, se iría. Destino: Martinica. El último viaje del viejo guerrero indio que elige una bonita montaña donde morir en paz.

No, tonterías. Cosa de salvajes, demasiado espiritual. El Toni de otro tiempo se hubiera reído ante la sola idea. ¡Morir en paz con el mundo! Mucho mejor escupirle a la cara el último trocito de pulmón. El Toni de hoy tenía las ideas más confusas.

Apenas hubo entrado en el local, el cerdo sudoroso le hizo una seña desde detrás de la barra.

—Dime, Joël.

—Ha llamado un tal Zollo. Dice que es urgente. Ha dejado este número.

Toni cogió la nota, se hizo servir un Pernod y se encaminó hacia el teléfono.

A sus espaldas, los cenizos de costumbre le calificaban de «fantasma», «irreconocible», «puros huesos».

Se hizo pasar la llamada. Habló con un desconocido. Esperó.

—¿Toni?

—Por fin. Comenzaba a preocuparme.

—Dónde y cuándo.

—Sospel, inmediatamente después de la frontera, en el aparcamiento del viejo relais. Mañana por la noche, hacia las tres.

—De acuerdo. Dentro de veinticuatro horas tendrás el resto de tu porcentaje.

—Eres un señor, Zollo. Ha sido un gusto trabajar contigo.

—El gusto ha sido mío. Y ahora tómate unas vacaciones.

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